La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


Corregir las distorsiones toma tiempo y esfuerzo, pero también voluntad política

Cuba debe abrir efectivos y mejores espacios para explotar las potencialidades internas del país. Ahora mismo, la más abundante e importante, es el capital humano con que cuenta. Continuar mirando hacia afuera primero, y no hacer de la participación activa de los cubanos en la construcción de su sociedad una prioridad, es injusto e implica altos costos sociales y económicos.

Imagen © OnCuba

Respuestas de Tamarys Lien Bahamonde Pérez al dossier de Cuba Próxima titulado “Cuba necesita reemplazar el actual modelo económico empobrecedor”, en el que además participan Mauricio De Miranda Parrondo, Juan Carlos Albizu-Campos, Omar Everleny Pérez Villanueva y Pavel Vidal Alejandro.

1- Cuba padece una crisis -nacional- con una pobreza creciente, quizá endógena. ¿Será posible salir de esta crisis y lograr bienestar sin una liberalización profunda de la económica, con la participación de todas las potencialidades nacionales y extranjeras posibles?

En la década de 1950, los economistas cubanos de la época concordaban en que Cuba atravesaba una crisis estructural permanente, cuyo origen se encontraba en la recesión de los años ’20, y la incapacidad de una economía nacional monoexportadora, monoproductora, y estacionaria, para recuperarse de ese impacto de forma efectiva. La crisis de los ‘90 tuvo un efecto similar, y a pesar de períodos de recuperación, las décadas pasadas demuestran la debilidad estructural de la economía cubana para enfrentar impactos externos. La actual crisis ya ha alcanzado todas las esferas de la sociedad cubana, con particular gravedad en los indicadores sociales. Las soluciones que se han propuesto a lo largo de los pasados treinta años son diversas, pero muchas comparten elementos comunes.

Cuba necesita un modelo económico que otorgue mayor autonomía a los actores económicos, que descentralice decisiones importantes para garantizar la eficiencia y efectividad de las políticas -sobre todo en términos de rapidez de las respuestas a los problemas- y debe incluir una participación más armónica de los mecanismos de mercado dentro del funcionamiento económico usando instrumentos regulatorios tradicionales, como los impuestos, sin que las regulaciones se conviertan en insalvable obstáculo para el crecimiento y el desarrollo económico y social.

Un reto por enfrentar en el diseño de política económica es lograr un equilibrio que garantice la eficiencia del sistema y niveles de equidad imprescindibles. Cuba necesita una reforma real, consistente y coherente, que regule no solo las funciones del Estado, sino de todos los participantes en la economía. Se trata de implementar regulaciones que hagan posible alcanzar objetivos estratégicos y contribuyan a que todos los actores y ciudadanos puedan integrarse al proceso económico de manera armónica.

2- ¿Cuáles podrían ser los fundamentos de un modelo económico orientado al desarrollo y al bienestar general, que establezca al trabajo como valor que sustenta la riqueza individual y social?

El debate sobre descentralización y rol del mercado lleva décadas en la palestra pública cubana sin expresarse de forma efectiva en la política social y económica. La devolución de poder administrativo a los territorios, y el tránsito de una subordinación ministerial, que es por naturaleza centralizada y vertical, hacia una subordinación territorial de las decisiones económicas trascendentales, como la alimentación, son importantes pasos hacia la transformación del modelo económico.

En ese sentido se ha intentado avanzar en los últimos años, pero se necesita devolución de poder efectiva a los gobiernos locales, entrenamiento a los dirigentes, preparación técnica a los profesionales encargados de tomar decisiones, todo lo cual toma tiempo y recursos, y los resultados se verían en el largo plazo. En un entorno donde actores estatales y privados participan en la economía, las políticas deben enfocarse también en la protección laboral de los trabajadores.

La precariedad laboral en Cuba comienza en el sector estatal -que todavía es empleador fundamental-, donde salarios y condiciones de trabajo no se corresponden con las necesidades de los ciudadanos ni con el nivel de precios, y se extiende al sector no estatal, donde se explota esa precariedad del sector estatal en beneficio de empleadores y detrimento de trabajadores.

El sistema de precios en Cuba, sobre el cual se ejerce un control gubernamental casi absoluto en algunas áreas, afecta a los grupos más vulnerables de cubanos, cuyos ingresos no son suficientes ni siquiera para cubrir necesidades básicas. El monopolio estatal sobre las redes de tiendas minoristas en divisas, con precios altos y no sujetos al mercado, ejerce una presión importante en el nivel general de precios. El líder de la inflación para los hogares continúa siendo el sector de los alimentos y las bebidas no alcohólicas, con especial énfasis en la carne de cerdo y el arroz (ONEI, 2023), pero ello también responde a deficiencias de política económica asimétrica, como la prioridad de las inversiones en sectores como el turismo, que descuida otros priorizados, como los alimentos.

Adicionalmente, la limitada capacidad del sector no estatal cubano para acceder a materias primas y tecnología que son importadas afecta su desempeño y disminuye sus posibilidades de integrarse armónicamente a la economía nacional.

3- ¿Será posible salir de la crisis y lograr un modelo económico eficaz sin avanzar en la devolución de la soberanía al peso cubano?

Probablemente, uno de los mayores obstáculos para la recuperación económica cubana es la restringida capacidad del turismo en los momentos actuales para desempeñar el rol del pasado. Por otra parte, Cuba vio reducidas drásticamente sus exportaciones de capital humano con la crisis venezolana, y los cambios políticos operados en Brasil, con Jair Bolsonaro, y en Ecuador, con Lenin Moreno. Ese es un sector que no se recupera en el corto plazo, y mucho menos si contamos el éxodo de profesionales que ha ocurrido en los últimos dos años.

Adicionalmente, la recuperación cañera esperada en los 90´s como sector impulsor de la economía, nunca sucedió, y la minería cubana se encuentra en un momento de bajo rendimiento de inversiones y productividad.

A todo lo anterior, hay que sumarle la crisis energética, resultado no solo de condiciones externas, como precios de los combustibles, o accesos a créditos, sino también a una fallida política energética de largo plazo que transformara la infraestructura y permitiera transitar paulatinamente hacia el uso de fuentes renovables de energía.

En resumen, los sectores que tradicionalmente sirvieron de locomotora para recuperar la economía, no se encuentran en condiciones de jugar ese papel, al menos por el momento. El acceso a créditos internacionales se encuentra muy debilitado por, entre otras razones, el impacto de largo plazo del COVID, la guerra de Rusia en Ucrania, y la endeble confianza en Cuba como país deudor.

A todos esos elementos se le debe sumar la fallida reforma monetaria que ha dado al traste con una aguda crisis que ha llevado a inflación alta, tipos de cambio múltiples, y poca confianza en el peso cubano, devaluado y depreciado, sin mostrar señales de recuperación en el corto plazo.

Corregir las distorsiones toma tiempo y esfuerzo, pero también voluntad política. La recuperación del valor del peso cubano es imprescindible para mejorar los niveles de vida y recuperar la confianza en la economía. Algo que se vuelve difícil cuando el acceso a productos básicos se encuentra restringido a una red de tiendas en moneda libremente convertible, monopolizada por el Estado cubano, y cuando el tipo de cambio oficial no se corresponde con el del mercado informal.

Continuar trazando políticas de espaldas a la realidad conlleva más errores y más costo económico y social. Las políticas económicas requieren análisis multidisciplinarios que estudien los impactos más allá de los resultados económicos. Sobre todo, necesitan mecanismos de evaluación de políticas en tiempo real que permitan identificar fallas y corregir errores, también de forma inmediata, si es necesario. Esa capacidad de respuesta en Cuba está lastrada por una cultura organizacional en la que se ha entronizado la verticalidad y la rigidez que data de décadas. Ninguna reforma real es tarea del corto plazo, pero todas tienen que comenzar en algún momento, en algún lugar, y cuanto antes, mejor. 

4- ¿Cuba tendría que negociar con las tradicionales Instituciones Financieras Internacionales? ¿Con cuáles otras sería conveniente?

Con cierta frecuencia se plantea la negociación de Cuba con organismos financieros internacionales como el FMI y el BM. En las condiciones actuales, ese es un escenario casi improbable. La Ley Helms Burton prácticamente cerró esa puerta para Cuba, y aún cuando se pudieran obtener los votos para la reintegración de Cuba a esos organismos, invalidando el poder de veto de Estados Unidos, no es secreto que Estados Unidos ejerce un control casi absoluto sobre ellos, la membresía y las normas de funcionamiento. Intentarlo sería entrar a un callejón sin salida que pudiera resultar desgastante. Las propuestas de política económica para la recuperación cubana deben, en mi opinión, concentrarse en contextos posibles, dada la gravedad de las condiciones actuales.  

5- Salir de la crisis quizá también demanda procurar inversiones extranjeras y nacionales que recuperen los sectores industrial y agropecuario, así como la infraestructura de vías, transportes y comunicaciones. ¿Cómo lograrlo?

En un contexto internacional incierto, seguirle apostando al sector externo como tabla salvadora es un riesgo casi inaceptable. Cuba depende de importaciones por su naturaleza geográfica y limitaciones de recursos naturales, pero eso no quiere decir que no tenga las potencialidades para desarrollar mejor el sector agrícola, por ejemplo, y garantizar el consumo doméstico de una gama importante de productos alimentarios.

Invertir en la producción de alimentos debe ser una prioridad. Otorgar créditos blandos a productores, incentivar la producción con bajos impuestos, garantizarles el acceso a recursos, como el combustible, serían pasos imprescindibles para incrementar las producciones y recuperar el consumo nacional.

Todo esto es sin caer en ingenuidades. La mayor parte de la población cubana se concentra en áreas urbanas, lo cual definitivamente afecta la agricultura. Se pueden explorar vías de inversión extranjera en el sector agrícola e industrial cubano, siempre que se establezca como prioridad el consumo nacional y eso de por sí pudiera atentar contra el objetivo de atraer inversiones.

Otra opción que se encuentra a mano es reducir los obstáculos impuestos a los Proyectos de Desarrollo Local (PDL) para su correcto desenvolvimiento. Sobre todo, se necesita de una revisión profunda de la legislación, y del sistema impositivo. La descentralización de los impuestos de los PDL’s los deja en manos de estructuras locales que necesitan entrenamiento para diseñar política fiscal adecuadamente. Ello, unido al engorroso proceso de financiamiento en divisas de los PDL, atenta contra su crecimiento y eficiencia como alternativa para empleo y producción de bienes y servicios en los territorios, lo cual a su vez atenta contra la capacidad de autofinanciamiento de los territorios.

6- Al parecer en el futuro próximo serán amplios y diversos los segmentos sociales que necesitarán ayuda humanitaria. Tal vez esto sea imprescindible aun si comenzara una reforma económica eficaz, pues ello requerirá de cuantiosos recursos, mucho esfuerzo y tiempo prolongado. ¿Habría que sostener una suficiente institucionalización de la gestión humanitaria?

La tradición cubana del Estado protector ha creado el falso mito de que organizaciones sin fines de lucro son innecesarias, porque el Estado es garante absoluto de todas las necesidades de la sociedad.

Las complejidades de la vida en el siglo XXI han demostrado que ningún Estado es capaz de satisfacer efectivamente las necesidades de los ciudadanos y las áreas sociales, ambientales, económicas y de cualquier otro orden que hacen de una sociedad una estructura armónica donde las partes contribuyen al todo.

Una forma de aliviar presupuesto estatal para áreas priorizadas, pudiera ser la introducción de organizaciones como empresas sociales y las sin fines de lucro que puedan contribuir en sectores que en estos momentos sabemos que se encuentran desprotegidos y vulnerables, como el cuidado de ancianos. Esas mismas organizaciones pueden jugar un rol movilizador fundamental en situaciones de desastres, sin excluir la responsabilidad gubernamental en estos casos. Otro ejemplo concreto es el caso de la (des)protección animal, que es, además de un asunto de empatía y ética, un problema de salud pública, y como tal, es también económico y social.

Cuba debe abrir efectivos y mejores espacios para explotar las potencialidades internas del país. Ahora mismo, la más abundante e importante, es el capital humano con que cuenta. Continuar mirando hacia afuera primero, y no hacer de la participación activa de los cubanos en la construcción de su sociedad una prioridad, es injusto e implica altos costos sociales y económicos.

Los cubanos han demostrado capacidad movilizadora al margen del estado en contextos difíciles, como cuando un tornado arrasó partes de La Habana, en el 2019. Así mismo, han probado capacidad innovadora y empresarial suficiente para sobrevivir en momentos de profunda crisis económica y social. La participación ciudadana no se puede reducir a los espacios formales de participación política, o a tener un puesto de trabajo, muchas veces subempleado, en el sector estatal. El drenaje de profesionales jóvenes, la baja natalidad, el envejecimiento poblacional, son todos factores demográficos con alto impacto en la economía y la sociedad. La crisis se sigue sintiendo mayoritariamente en los más vulnerables: mujeres, ancianos, niños, personas no blancas.

SOBRE LOS AUTORES

( 1 Artículos publicados )

Candidata a Doctora en Políticas Públicas, Biden School of Public Policy and Administration, Delaware University, Estados Unidos; Máster en Desarrollo Regional por la Universidad de Camagüey, Cuba; Licenciada en Economía por la Universidad de La Habana, Cuba.

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