A partir de tópicos medulares acerca de la reconciliación entre cubanos o la disposición positiva para la convivencia, opina Yusimí Rodríguez,
1) Algún tipo de senda reconciliadora entre cubanos sería posible únicamente a partir de la admisión de la necesidad de una negociación política para superar las contradicciones por parte de ideas y prácticas de grupos que posean notabilidad social e importancia en los contextos políticos nacional e internacional. ¿Es factible identificar esa pluralidad de proyecciones en la realidad cubana actual? ¿Existiría en ellas dicha voluntad de negociación?
Es una pregunta complicada. No se trata solo de que la oposición cubana esté dispuesta y entienda la necesidad de negociar con el poder, sino de que, antes, se resuelvan las diferencias que existen dentro de la propia oposición cubana. Digo oposición, aunque me refiero a todos los grupos de la disidencia y la sociedad civil que tienen en común al menos, como punto de partida, el deseo de enrumbar a Cuba hacia la democracia.
Ese deseo común las coloca, en mayor o menor medida, frente a un enemigo común que es el Partido-Gobierno-Estado cubano, con el que será preciso también (y desgraciadamente) negociar en algún momento. Digo desgraciadamente, porque una parte de mí, en lo personal, quisiera que el gobierno cubano pagara por los crímenes que ha cometido contra el pueblo de Cuba. Pero cuando tu posición en el poder es sólida, nada te obliga a negociar. La oposición cubana, sea cual sea la voluntad de negociación de los distintos grupos, no está en posición aún de obligar al gobierno cubano a desear y aceptar una negociación.
El gobierno cubano todavía no siente, al menos esa es mi percepción, que necesita negociar nada. De hecho, si miramos lo sucedido con el Movimiento San Isidro y la protesta del 27 de noviembre ante el Ministerio de Cultura, después de la reunión de las treinta personas que entraron, con el viceministro (al que probablemente le hayan halado las orejas después por haberse sentado a negociar nada) la actitud del gobierno ha sido totalmente frontal y agresiva.
La alusión directa al artículo 4 de la Constitución en un editorial del periódico Granma es otra prueba de que están más por el uso de la fuerza y por el enfrentamiento de unos cubanos contra otros, que por ninguna negociación. Pero también dentro de la oposición cubana, una de las razones que divide a unos grupos o iniciativas de otras, es la voluntad de unos de negociar o simplemente de intentar colarse por las finas grietas de la Constitución para iniciar un proceso que conduzca a la democracia (ir de la ley a la ley), lo que otros grupos o iniciativas consideran no solo un error, sino una especie de traición y de oportunismo político.
2) ¿Cómo caracterizaría usted esta voluntad de negociación?
Como he dicho, nula por parte del poder. Las personas y organizaciones dentro de la oposición que muestran voluntad de negociación (que yo conozco, por supuesto), la ven como un camino viable y pragmático hacia el cambio democrático. Un camino en el que sería más fácil involucrar al pueblo de Cuba que cualquier vía violenta o las manifestaciones en la calle que podrían darle al poder un pretexto para un empleo desmedido de la fuerza.
3) La debilidad de proyecciones sólidas que sean alternativas o complementarias al PCC resulta un déficit actual de la nación. Pero esa opacidad quizá atraviesa también a las bases militantes o cercanas al propio PCC. ¿Cuánta debilidad podría imponer ello a esta agrupación ideológica que detenta todo el poder en Cuba?
Al Partido Comunista pertenece menos del 15% de la población, y no sólo sospecho sino sé que muchos militantes se sienten totalmente decepcionados y en desacuerdo con el gobierno y el sistema. Lo que sucede es que tampoco ven alternativa y se dejan atrapar por la apatía y la inercia. Además, con sus compañeros de partido no hacen comentarios que reflejen su decepción porque no confían. Por tanto, es como si estuvieran solos, como si fueran una pequeña minoría, cuando en realidad es muy posible que se acerquen a la mitad de los militantes.
Al no tener otra fuente de información que las oficiales muchas de estas personas desconocen la oposición cubana y la ven a través del discurso oficial. O sea: mercenarios, terroristas, apátridas y los adjetivos de turno. La oposición cubana no ha sabido romper con suficiente eficiencia el muro de información que tiene el gobierno alrededor del pueblo y hacerse conocer. Desgraciadamente, la oposición cubana todavía es más conocida fuera que dentro de Cuba.
Esa masa de militantes decepcionados dentro del PCC podría jugar un papel importante en un proceso de cambio en Cuba, pero tienen que perder el miedo al menos para buscar otras fuentes de información aparte de las oficiales y expresar su descontento en voz alta, algo que les haría darse cuenta de que ni están solos ni son tan pocos.
4) En todo caso cualquier reconciliación implicaría, casi previamente, un blindaje del ejercicio de la diversidad política y social, y un límite al absolutismo del PCC. ¿Cuáles espacios y garantías podrían facilitarlo?
Para responder esta pregunta hay que conocer un poco más sobre la forma en que transcurren los procesos de transición a la democracia. No es mi caso. Pero creo que sería importante que dejen de estar bloqueados los medios de prensa independientes de Cuba, que todos los partidos políticos sean legalizados y puedan hacer campaña electoral en igualdad de condiciones y todos tengan acceso a dirigirse al pueblo a través de los medios de comunicación.
Para que las cosas se desarrollen de la manera más transparente debe haber observadores internacionales, organizaciones de observación electoral que garanticen la transparencia en el proceso.
5) Algunos consideran que la actual Constitución de la República podría asegurar este proceso y, en tanto su vigencia legal y la presente carencia de proyecciones sólidas con legitimidad nacional e internacional, está podría ser el instrumento común, el eje, el marco de tal acontecer. Otros alegan que no debería ser de este modo porque ella carece de elementos esenciales para garantizar lo plural y ciertas libertades imprescindibles, pues no fue diseñada desde la diversidad, lo cual además limita su legitimidad, y abogan por una restitución transitoria de la Constitución de 1940, a partir de varios criterios, entre ellos: dado que fue ejemplo de diálogo nacional, representativo y genuinamente plural. Y no faltan quienes abogan por una pronta nueva Carta Magna, a través de un proceso constituyente plural, y para ello apelan a la “ilegitimidad” de la actual Ley de leyes y a la “caducidad” de la llamada Constitución del 40.
¿Cuál es su opinión al respecto?
La Constitución de 1940 fue muy avanzada para su época y creo que los cubanos deberían conocerla para ver que el triunfo de la revuelta armada dirigida por Fidel Castro en realidad fue un retroceso en materia de derechos y libertades. Pero es un texto constitucional que tiene 80 años y que resulta desconocido para todos los cubanos.
De hecho, quienes defienden su restauración reconocen que tendría que ser reformada para adecuarse a los tiempos que vivimos. Repito, la utilidad de este texto para mí, más que su restauración, es que los cubanos puedan comparar. Yo creo que la actual Carta Magna es ilegítima por los mismos argumentos expuestos en la pregunta. Creo que debe ser reemplazada por una nueva. Pero para mí el punto no es cuál de estas alternativas es la mejor, sino el cómo llevarla a cabo.
Cualquiera de las tres requiere que el pueblo se involucre como un elemento imprescindible de la ecuación y esa es la gran dificultad que debe resolver cualquier alternativa: cómo involucrar al pueblo cubano y conseguir que se convierta en una fuerza activa dentro de este proceso, que deje de ser un mero espectador de sus problemas y empiece a tomar parte en la solución.
6) ¿Cómo propiciar un proceso de tal índole en un sistema político regido por un partido único, no dialogante, empeñado en no reconocer interlocutor alguno, con instrumentos que le facilitan esta especie de predominio?
Esta es una pregunta para personas más inteligentes que yo. Pero continúo pensando que sin el pueblo cubano es poco lo que se puede hacer y el pueblo cubano tiene demasiado miedo y demasiada desidia. Si la oposición cubana no consigue presentarle al pueblo cubano una alternativa real, viable y convincente, el poder seguirá mutando, pero inamovible. También es responsabilidad de cada cubano perder el miedo.
Un importante primer paso sería que los cubanos empezaran a darse baja de las llamadas organizaciones políticas y de masa: CDR, FMC, UJC, PCC, sindicatos. O por lo menos las dos primeras. Ninguna ley puede obligarte a ser miembro del CDR y la FMC. ¿De cuántos profesores, ingenieros, médicos, etc., está dispuesto el gobierno a prescindir porque no pertenezcan a sus organizaciones? ¿Qué pasa si además se dan baja del sindicato, al que tampoco la ley les obliga a pertenecer? ¿Y si se atreven a no asistir a ninguna marcha en apoyo al régimen como la del 1ro de mayo y la del 26 de julio, y a no votar en las elecciones? No basta con que la gente conozca sus derechos, deben tener además el valor de ejercerlos.
Si enfrentarte te da miedo, puedes comenzar por tener el valor de no formar parte y después puedes empezar a buscar otras alternativas. Es un derecho, al igual que divorciarse cuando un matrimonio no funciona y casarse de nuevo. El pueblo cubano debe entender eso. Creo que es clave para la búsqueda de un camino hacia la democracia.
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