La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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Cuba: ¿el país deseado tendrá que esperar?

Observaciones a propósito de las entrevistas sobre reconciliación

06 Oct 2024
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Preámbulo

En el texto “Cuba: arreglamos el país o comenzamos a dejar de tenerlo para siempre. Informe sobre nuestro Rubicón del 2020”, boceté aspectos importantes de la cuestión cubana. Lo hice a partir de un conjunto de entrevistas realizadas a destacados actores y del estudio de otros trabajos.

A propósito de los argumentos presentados, recibí comunicaciones que pedían abogar nuevamente por una reconciliación nacional. Asimismo, encontré una diferencia sustancial entre las actuales proyecciones acerca de la reconciliación y el modo en que la formulamos entre los años 2005-2014 a través de la revista católica Espacio Laical. En aquel entonces invitábamos a una reconciliación capaz de facilitar las reformas sociopolíticas necesarias. Pero ahora estos criterios sostenían la necesidad de una transformación sociopolítica que facilite la reconciliación indispensable. Comprendí que esto no resulta una variación superficial del orden de los términos, sino una lógica distinta, acorde a la actual frustración nacional.

Convoqué a colegas importantes que respondieron, indistintamente, tres bloques de entrevistas, ya publicadas. Entre los participantes algunos consideraron incompatible con nuestra realidad un proceso de reconciliación a la manera concebida por la experiencia histórica y la teoría política, sino como una disposición política positiva general que se inicie desde el poder a favor de la inclusión y la civilidad democrática. Otros estimaron que las arduas dificultades para ello indican la necesidad de un “plus” capaz de hacerlo posible y a esto le llamaron reconciliación. Ambas inclinaciones, a la par, abundaron en argumentos.

También declinaron participar colegas que no desean, o no consideran factible, algún tipo de reconciliación. Igualmente, si bien de manera paradójica, rehusaron incorporarse algunos que proclaman la reconciliación con mucho más ahínco, incluso, que quienes sugirieron incorporar el tema y que los autores de las respuestas a los cuestionarios. Quizá ello sea un signo lamentable en torno a la reconciliación deseada por algunos.

De este modo, esbozo un nuevo informe que, junto al anterior, contribuye a la imaginación de rutas posibles.

¿Solución inalcanzable?

Reinaldo Escobar, editor-jefe de 14ymedio, en su entrevista considerada para el “Informe sobre nuestro Rubicón del 2020”, concluía que la solución a la problemática cubana exige condiciones previas capaces de asegurar la legitimidad de los presumibles actores de un cambio como única alternativa a la violencia. Así las enumeró: 1) La renuncia a que el Partido Comunista sea, por ley, la fuerza dirigente de la sociedad. 2) Convocar a una Asamblea Constituyente para la redacción de una nueva Carta Magna. 3) Una nueva Ley electoral. 4) Una ley de asociaciones que permita la legalización de partidos políticos y la existencia de una sociedad civil independiente ajena al concepto de polea de transmisión que hoy prevalece. 5) Una ley que garantice el funcionamiento de la prensa independiente y otras formas de libertad de expresión artísticas, académicas y de manifestación ciudadana. 6) Una ley que garantice, las libertades religiosas. 7) Eliminar las restricciones que tienen los cubanos residentes en el extranjero para viajar a la Isla, invertir en negocios y establecerse en ella.

También subrayó que esto demandaría un diálogo y ello, a su vez, garantías políticas. Por ejemplo, anotó: 1) Quienes gobiernan no pueden pretender encarcelar a sus interlocutores y los opositores no deberían aprovechar la ocasión para asaltar el poder. 2) Esto requiere la existencia de garantes, preferiblemente de gobiernos extranjeros y de instituciones internacionales. 3) Lo ideal sería que el diálogo se realice en un territorio neutral fuera de Cuba. 4) Lo que pudiéramos llamar “el lado de acá de la mesa de diálogo” debe estar integrada no solo por los moderados que tanto insistieron en dialogar, sino también por aquellos que en su momento creyeron que dialogar era traicionar y que pueden atribuirse el mérito de haber sentado al régimen en la mesa. 5) El lado del poder debe estar representado por el máximo poder gubernamental y partidista o en su lugar por quienes tengan la capacidad de tomar decisiones. No debe incluirse a los militares. 6) La agenda del diálogo debe alimentarse con propuestas de ambos lados. 7) Si este diálogo se realizara antes de que se hayan cumplido las siete condiciones previas que hemos relacionado, el objetivo de la agenda “del lado de acá de la mesa” debería ser lograr que se cumplan dichas condiciones.

El comunicador Alexei Padilla, igualmente consultado, sustenta tres criterios acerca de las dificultades para salir de la crisis. 1) La existencia de segmentos sociales que defienden el actual régimen y sistema políticos, y abogan por reformas económicas que mejoren el nivel de vida de la población. 2) Los que temen que las reformas económicas den paso al capitalismo puro y desmonten imaginarios que muchísimos cubanos desean conservar. 3) Los favorables a las reformas económicas y la democratización del régimen político, desde diversos posicionamientos ideológicos y proyectos políticos.

Para el comunicador y escritor Jesús Arencibia, quien ofreció sus análisis, estas dificultades concurren atravesadas por percepciones y matices de tres probables franjas generaciones. 1) Los adultos mayores que nacieron en las dos o tres décadas previas al 1ro de Enero de 1959, vinculados al proceso revolucionario. 2) Los adultos de entre 30 y 60 años, nacidos en las 3 décadas posteriores al triunfo revolucionario, que le dieron al proceso sus años más impetuosos, y ahora, ya sin muchas opciones o deseos de redireccionar sus metas, tratan de “ir pasando”, mientras se sienten atrapados en la sensación de que sus padres los montaron en un Titanic y sus hijos los abandonarán en la profundidad de las aguas. 3) Los jóvenes y adolescentes, de las generaciones nacidas en los 90 y los 2000, que descreen profundamente del viejo discurso político, con metas de vida que los separan sustancialmente de “construir” algo en la Isla. Estos últimos, más bien, con la mente puesta en tomar prudencial distancia y crecer (económica, profesional, espiritualmente) bien lejos.

O sea, la conjunción de tales dictámenes, junto a otros también importantes, muestra un panorama de difícil solución. Quizá por ello, varios actores ciudadanos inquietos, perspicaces y responsables, sugieren un “plus político, humano”, que llaman reconciliación.

Reconciliación nacional

Un proceso de reconciliación implica arrepentimiento sincero de errores y dolos propios, franco perdón a las faltas y culpas de los otros, y restitución de la confianza recíproca. Muy difícil de conseguir en una sociedad sumamente plural, ansiosa, afectada. Sin embargo, podría ser beneficioso como referente (capaz de orientar, halar) de un proceso de ajuste sociopolítico a favor de todos.

Mucha experiencia hay al respecto. Pero también cada proceso es un cosmos único que no debe encuadrase en el recuento de otros, ni en códigos que bocetan procesos análogos. Siempre será importante la experiencia, pero esta no debe sustituir la libertad y el ingenio de los sujetos de nuevos procesos.

Estos, aun cuando incorporan elementos filantrópicos, siempre resultan una cualidad política capaz de responder a intereses que, al integrarse, corrigen perjuicios y contienen una posibilidad de bienestar para todos. Por eso los actores que pueden convertirse en hacedores de esta senda suelen movilizarse únicamente cuando aprecian la oportunidad de quedar incorporados y favorecidos de modo suficiente.

Ello, a la vez, demanda que unos y otros minimicen los alegatos fanáticos acerca de las culpas y la justicia, y establezcan dispositivos de diálogo y exigencia recíproca. El restablecimiento de la armonía es la esencia de la justicia. El castigo directo a la libertad de las personas responsables de faltas resulta un elemento al servicio de la justicia cuando prevalece el peligro social, pero no es la justicia en sí.

Podríamos examinar los procesos de “reconciliación nacional” de España y Sudáfrica. En España encontramos un ejemplo de la suspensión del recargo a los presuntos culpables, a partir del criterio de que ambas partes habían cometido atrocidades y en el deseo compartido de evitar su repetición. Sudáfrica, por su parte, brinda el ejemplo de un camino de reconciliación que acuerda disminuir las causales a sancionar sólo para los casos de violencia extrema, excluyendo las vejaciones y violaciones cotidianas. En ambos casos lograron procesos exitosos, aunque no exentos de déficits.

Estos quehaceres suelen ser guiados por alguna comisión que, en muchos casos, se ha denominado “comisión de la verdad”. Ella suele tener la responsabilidad de facilitar la paz y gestionar la justicia, siempre a favor de la incorporación de las partes anteriormente en conflicto en un nuevo sistema viable, por medio del logro de una consideración recíproca sobre los posibles derechos a reclamar no derogables y aquellos derechos derogables, los daños ocasionados que deben ser resarcidos de algún modo, y la manera de gestionarlo.

No obstante, en cualquier empleo de tal instrumento sería necesario comprender que, al modo en que existieron en América Latina, Europa del Este y Sudáfrica, este capitalizó en gran medida los supuestos procesos de reconciliación, tendieron a supeditar todo el quehacer a la investigación y exposición de las culpas, a modo de castigo, y sus consecuencias no fueron las mejores. Por ello, en Sudáfrica, en algunos casos las victimas resultaron aún más humilladas y los victimarios disfrutaron de instrumentos “hipócritas” que les permitieron reciclarse con mucha ventaja. Nunca resultará favorable supeditar toda la armonía por lograr a la expiación de las culpas. Debe ser todo lo contrario, gestionar la expiación de las culpas, pero a merced del bien de todos.

También prevalece el imperativo de “no olvidar” lo ocurrido, como exigencia de justicia. Realmente, constituye un requerimiento del bienestar. Pero resalto dos aspectos. Primero, tendrían derecho a recordar unos y otros y otros. Segundo, muchas veces este “no olvido” se exige como remplazo de la sanción penal. Esto último no resulta propio de un acto de reconciliación, donde la vindicación queda al servicio de argumentos que nos trascienden. Pero ello sólo puede ser una opción personal (moral, filosófica, religiosa) que no debe exigirse políticamente. Por tanto, la recuperación de la memoria historia debería ser a modo de experiencia, y no una especie de nuevo canon, y por medio de investigaciones y exposiciones, civiles y académicas, totalmente libres.

En nuestro caso habría que convertir todo ello en una condición cultural y política, y evitar asumirlo como simple catarsis, mero pretexto, eslogan estéril. El compromiso con el pasado sólo reivindica cuando sostiene esfuerzos precisos a favor de un mejor presente y un futuro superior. Pero en Cuba no parece probable un proceso tan universal, estiman analistas destacados.

Las partes involucradas no admiten la ineficacia de sostener sus intereses y objetivos a través de la confrontación y, por ello, no reconocen la necesidad de una negociación política capaz de superar las contradicciones (González, 2021). Incluso, para algunos el gobierno cubano considera rentable mantener la “escisión” como recurso político (Aguado, 2021). A partir de este criterio, la reconciliación, como política de la nación, pudiera carecer de un elemento esencial, pues los núcleos decisores dentro del sistema político cubano, en particular el PCC y los aparatos militares, no optan por ella (Fernández, 2021). Además, para sectores de la oposición política y de otros ámbitos de la sociedad civil, de algún modo ya transnacional, cualquier reconciliación resultaría una especie de traición u oportunismo (Rodríguez, 2021).

Inclusión democrática

Pero pudiera ocurrir un proceso menos integral, no a modo de reconciliación, aunque sí provechoso, a manera de una disposición política positiva general que se inicie desde el poder a favor de la inclusión y la civilidad democrática, por medio del diálogo político. Lo cual sólo ocurriría si el poder llegara a estimar que su supervivencia pasa, en enorme dimensión, por el beneficio que otorgue la incorporación de segmentos preteridos y estos posean élites que, a su vez, lo consideren conveniente a sus intereses y objetivos.

Para desatarlo bastaría, por ejemplo, un mínimo de disposición por parte de las elites políticas y económicas cubanas, dentro y fuera de Cuba. Pues en la sociedad y las relaciones interpersonales cotidianas, no existen esas desavenencias, esos odios mutuos, esa soberbia que exhibe el discurso público de los dirigentes políticos cubanos y cubanoamericanos. (Padilla, 2021). A la vez, las expresiones polarizadoras de otros actores serían atenuadas, en general, si sucediera un proceso de esa tesitura. Pues ellas resultan, sobre todo, de “una impotencia de lo racional” que el poder ha ido naturalizando a fuerza de impedir la ejecución de las soluciones reales a los problemas fundamentales del país.

Sin embargo, varios analistas afirman que no parece haber una solución real, a corto o mediano plazo, capaz de llevar al gobierno a una mesa de diálogo (González, 2021). Algunos aseguran, además, que esto demandaría un camino previo que los acerque (Nieves, 2021). Si bien otros indican que tal vez la muy delicada situación económica y la notable frustración popular, podría catalizarlo.

Pero aun así quedarían dos interrogantes a responder. ¿Quién sería el “otro actor” con alguna legitimidad a partir de ideas y prácticas reconocidas por individuos y sectores sociales? (González, 2021). ¿Estaría dispuesto el Estado cubano a dialogar con estructuras inferiores en cuanto a proyección social y aparato administrativo? (Aguado, 2021).

¿Actores del porvenir?

Para algunos estudiosos, el sistema político cubano, de partido único y no dialogante, además por encima de la sociedad y el Estado, no posee una lógica que identifique como interlocutor válido a ninguna oposición política en Cuba ni a ninguna fuerza o movimiento (Peña, 2021, Estrada, 2021). Por otra parte, si bien la administración estatal, de gobierno, es más joven y dinámica, se encuentra atada a las directrices del PCC (Fernández, 2021).

Esta agrupación partidista, que no alcanza el 15 por ciento de la población y en sus bases podemos encontrar ciudadanos con diferentes preferencias sociopolíticas, no constituye una organización realmente ideológica, sino una maquinaria de poder dirigida a la ejecución de las tareas orientadas por los máximos dirigentes del país (Peña, 2021). Está integrado por comunistas convictos, liberales, conservadores, ateos, religiosos, etcétera. Muchos ingresan al PCC con la idea de facilitar su movilidad social, debido a la confianza que inspiran los militantes. El principio fundamental en esa organización es la lealtad, no a cierto ideario, como se predica, sino a la elite dirigente (Padilla, 2021).

Esto, como consecuencia, genera vigilancia estrecha hacia quienes no son “leales”, detenciones, por momentos prohibiciones de salir de casa, despidos de centro laborales, control de los medios de comunicación, incluyendo el acceso a Internet, linchamientos mediáticos contra el que se atreva, ya no a participar de algún grupo contrario o crítico del gobierno, sino a defender los derechos de los ciudadanos que los integran (Padilla, 2021). A su vez, los últimos movimientos dentro del PCC incorporan directivos de una línea poco dada a cualquiera apertura (Aguado, 2021). Ello podría indicar que, seguramente, el PCC no sabría actuaren un terreno donde el pluralismo político esté reconocido y legitimado (Padilla, 2021).

Sin embargo, esto no revela fortaleza por parte del PCC. El hecho de que la nueva Constitución, ya en el siglo XXI, no reconozca el pluralismo político como un principio del modelo democrático que dice sustentar, proporciona la medida de cuán débil es realmente, desde el punto de vista político. Según Foucault, el poder verdadero es aquel que opera sin necesidad de la violencia, física o simbólica. Si para gobernar hace falta un ejército de agentes, delatores, personas dispuestas a hacer mítines de repudio a supuestos mercenarios, ¿de qué fortaleza se trataría? (Padilla, 2021).

Por esto, junto a la débil legitimidad de los actuales dirigentes y la aguda crisis socioeconómica, los militantes del PCC pudieran llegar a demandar respuestas de sus directivos. Lo cual podría conllevar un cambio de las figuras centrales del Estado y el inicio de una disminución de la verticalidad con que ahora se ejerce el poder en Cuba (Aguado, 2021).

Además, si también resultara necesaria la disposición de elites políticas y económicas cubanas fuera de la Isla, sería difícil encontrar colectividades cohesionadas, representativas y portadoras de influjos que trasciendan hacia otros sectores. Ello, con la sola excepción del Cuba Study Group, aunque hasta ahora no posee una proyección de dimensiones políticas capaz de ubicarlo como “una de las partes” en un presunto diálogo político de Estado. Asimismo, en cualquier caso, para orientarse de tal modo, precisaría de la legitimidad que otorgue la participación de otros actores sociopolíticos no oficiales.

También el poder, en caso de que abriera espacio a una elite de la emigración, estaría frente a una disyuntiva. Tendría que hacerlo exclusivamente a una de ellas y así conservar control sobre una mayor zona social, o incluir además a varios actores no oficiales, por lo general pequeños que, si bien ocupen espacios públicos ahora reservados sólo al poder, mitiguen el influjo de esta otra elite.

A la vez, dichos actores no oficiales carecen de estructuras desarrolladas, poseen frágiles proyecciones ideológicas que, en algunos casos, están reducidas a propuestas fundacionales y no logran incidencia social. En tanto, por ejemplo, no hay partidos políticos con membresía, ni grupos de trabajo cuyos análisis sean vinculables al desempeño de institutos, ni medios de prensa o editoriales en conexión con la generalidad de sus lectores naturales. O sea, serían meros esbozos de propuestas sociales que, llamadas a una mesa de diálogo, en el mejor de los casos quedarían reducidas a la expresión de sus idearios fundacionales (Aguado, 2021).

Al respecto, algunos consideran que proyectos como el extinto “Laboratorio de Ideas Cuba Posible” y “La Joven Cuba”, aún vigente, exponen el país con sus matices y las diversas causas sociales (Padilla, 2020). También varios sugieren la promoción de grupos con ideas, capaces de presentar propuestas alternativas que procuren soluciones concretas y dispuestos al diálogo con el poder, además articulados en torno a mecanismos que garanticen condiciones de igualdad, transparencia, confianza recíproca y la verificación del cumplimiento e implementación de los acuerdos adoptados en su seno (Peña, 2021).

Posible, pero quizá improbable

“Desde hace alrededor de una década, se han desarrollado proyectos de muy diversa índole, donde casi todos parten de una visión crítica de la realidad cubana. Pero también comparten la defensa de una Cuba más inclusiva, que no discrimine por motivos políticos, permita el ejercicio de las libertades ciudadanas sin miedo y a la vez garantice los derechos sociales de todos los cubanos, además comprometida con la soberanía nacional y la no injerencia de los Estados Unidos en nuestros asuntos internos. Cuba Posible fue uno de estos proyectos. ¿Hasta qué punto sería factible la articulación de esos grupos en un proyecto político que pueda conducir a Cuba por la senda de la prosperidad y la libertad?”

Acerca del último aspecto del acápite anterior, Michel Fernández formuló esta pregunta al autor de este texto en un coloquio titulado Cuba, un nuevo tiempo, que publiqué en el blog personal “El poder de las Ideas”. A continuación, parte de la respuesta:

“Para lograr algo de tal índole quizá sea necesario un proceso dentro de esa pluralidad de actores que, en mi opinión, resulta un segmento ciudadano importantísimo, uno de los más sólidos signos de esperanza. Hacerlo exige incorporar una identidad, que ya poseen, pero asumirla de manera autónoma y en contraste con otras identidades políticas, incluso con el PCC. Y eso implica escalar la tensión, aunque ello se proyecte desde la formula martiana de con todos y para el bien de todos.

Exigiría, por ejemplo, una convicción robusta sobre la necesidad de hacerlo y los peligros para el país si no fuera asumido de este modo. Apreciar la disposición de ocupar un espacio político que por lo pronto no encontrará garantías legales, institucionales, políticas. Ignorar la falsa necesidad de mostrar que “no somos culpables” ante todas esas dudas y calificativos sobre nosotros que puedan provenir del conservadurismo oficial por el sólo hecho de ejercer nuestra autonomía ciudadana. Sobrepasar esa condición que nos ha hecho sentir en desventaja cada vez que debimos acordar una posición compartida porque consideramos que, en nuestro peliagudo escenario, nos deslegitiman aquellos matices o proyecciones que nos diferencian de esos otros con los cuales, a su vez, compartimos preocupaciones esenciales. Esto último quebranta cualquier intención política democrática.

Asimismo, sería forzoso un consenso sobre los grandes temas nacionales. El cual no debería intentarse sobre todos y cada uno de los aspectos de la realidad, pues ello empobrecería. Únicamente un acuerdo general y a la vez muy preciso, capaz de establecer horizontes sólidos que aseguren la marcha a partir del protagonismo de todas las singularidades e iniciativas.

En cuanto a la forma de articulación, tal vez sería conveniente aquella lógica martiana de una “confederación” de actores grupales e individuales, con amplia base democrática, que debían trabajar juntos sólo en aquellos aspectos necesarios que habían aceptado compartir, y en lo restante continuaban actuando de manera autónoma.”

Imperio de la ley, igualdad en la libertad

En todo caso, cualquier proceso de inclusión sería cuando el poder lo considere conveniente y estime su capacidad para gestionarlo. Incluso, aun si el motivo sea la crisis y la necesidad propias. Además, al parecer podría ocurrir a través de la concesión de mayores espacios a la igualdad de todos los ciudadanos cubanos ante la ley, lo cual podría iniciar una nueva realidad política (Aguado, 2021).

Según analistas, ello podría tener lugar por medio de tres cualidades. 1) El reconocimiento y respeto de la diversidad política existente en la sociedad cubana. 2) La supresión de prácticas de represión y descrédito al diferente. 3) Las garantías de no repetición de actos que han fracturado la construcción de una sociedad incluyente y diversa (Nieves, 2021).

Esto, a la vez, impulsaría la renovación del modelo sociopolítico. O sea, abriría las oportunidades para la búsqueda de 1) un sistema político capaz de canalizar los distintos intereses, tensiones y conflictos políticos de una sociedad, y de proporcionar y hacer cumplir reglas para el logro de los procesos políticos consustanciales a un régimen democrático. 2) La existencia y funcionamiento de un sistema de libertades, derechos y garantías constitucionales que respalden eficazmente el ejercicio y la conformación y consecución de los distintos intereses políticos de la sociedad. 3) Un sistema jurídico independiente, público y transparente que vele por la eficacia de ambos sistemas y resuelva los conflictos que traiga aparejado. 4) Una educación en valores y prácticas que asegure la reproducción social y política de dichos sistemas y el respeto a la institucionalidad en su dimensión cultural y cívica (González, 2021).

Si esto sucediera, la realidad interpelaría las cuestiones constitucionales y sobre ello concurren criterios diferentes. Algunos consideran que la actual Constitución de la República podría asegurar un proceso de tal índole y ser, en tanto su vigencia legal y la presente carencia de proyecciones sólidas con legitimidad nacional e internacional, el instrumento común, el eje, el marco de tal acontecer.

Sin embargo, otros alegan que no debería ser de este modo porque ella carece de elementos esenciales para garantizar lo plural y ciertas libertades imprescindibles, pues no fue diseñada desde la diversidad, lo cual además limita su legitimidad. Además, algunos estos abogan por una restitución transitoria de la Constitución de 1940.

Sustentan que dicho texto fue construido por medio de un diálogo nacional, representativo y genuinamente plural (Lagrá, 2021). Pero, a la vez, actores que apoyan la importancia de este, también reconocen que tiene 80 años, resulta desconocido por la generalidad de los cubanos y demandaría una reforma que lo adecue a la realidad actual (Rodríguez, 2021). Por otra parte, otros estudiosos afirman que esta Constitución fue útil en su momento, pero igual está plagada de gestos nacionalistas, restrictivos y no plurales (Aguado, 2021).

Tampoco faltan quienes abogan por una pronta nueva Carta Magna, a través de un proceso constituyente plural. Para ello apelan a la “ilegitimidad” de la actual Ley de leyes y a la “caducidad” de la llamada Constitución del 40.

Pero expertos se adentran en la problemática de esta “triada vigente”. Alegan que los derechos necesarios para impulsar un proceso de diálogo y negociación podrían ser desarrollados dentro de los horizontes de la Constitución de 2019, además legitima por los resultados del referendo aprobatorio, mientras no sea tocado el carácter dirigente del PCC. No obstante, indican que, si este proceso pretende el reconocimiento jurídico y formal del pluripartidismo, con todo lo que ello implica, entonces la actual carta magna no podría ser el marco (Peña, 2021).

Por eso afirman la importancia de sostener una perspectiva de ampliación de derechos, en base al texto actual, que pueda garantizar la ruta hacia una nueva constitución capaz de alcanzar legitimidad no sólo por el dispositivo de aprobación, sino además por los procedimientos de elaboración, como lo fue la Constitución de 1940 (Peña, 2021, Padilla, 2021, Fernández, 2020).

¿Comisión de la verdad?

Analistas ofrecen opiniones sobre elementos de cualquier proceso de reconciliación que podrían estar presente durante esta etapa, aunque no fuera un suceso de tal índole. Sobresale el criterio de que el daño fundamental a resarcir debería estar relacionado con la capacidad de reconocer a los otros sujetos como diferentes y no como enemigos irreconciliables (Fernández, 2021), y sobre ello proponerse un futuro de plena participación ciudadana, sin triunfalismos y sin víctimas (Domínguez, 2021).

Ratifican la necesidad de que este acontecimiento obtenga los siguientes progresos. 1) El reconocimiento de todos los derechos, no a partir de la residencia permanente en el país, sino como resultado de la ciudadanía (Fernández, 2021). 2) El ensanchamiento de las libertades políticas (Fernández, 2021, Domínguez, 2021). 3) El desarrollo debido de tribunales ordinarios, independientes, con capacidad para tramitar por vía judicial y a tenor de las leyes vigentes para cada caso, los actos considerados contrarios a la justicia ocurridos durante las pasadas décadas (Fernández, 2021).

A la vez, se estima la concurrencia de un factor histórico que indica el modo de aproximarse a tal justicia. La mayoría de los responsables y culpables, y también de las víctimas, de todas partes contendientes, ya son difuntos. Por ello, en los casos que, por consenso, se establezcan responsabilidades y culpas, con castigos pertinentes, los eventualmente castigados serían mucho menos que los verdaderamente culpables. Más bien ocurrirían compensaciones, en la medida de lo posible, a descendientes de víctimas. Asimismo, dadas las peculiaridades del conflicto, sería imprescindible que los poderes públicos de Cuba y Estados Unidos acuerden e instituyan el modo en que asumirían sus responsabilidades en esto y la cooperación que ello demanda (Domínguez, 2021).

Además, sugieren la creación de una “comisión de la verdad” capaz de ser anfitriona del diálogo, el acuerdo y la justicia, a través de un desempeño orientado a la confianza nacional (Fernández, 2021) y al logro de un “olvido estratégico” de la mayor parte de las razonables quejas que las partes contendientes sufren y expresan, en aras de una disposición generosa de construir conjuntamente una nación, sobre los hombros de, y compartida por, quienes han sido enemigos acérrimos (Domínguez, 2021). Esta comisión debería ser independiente, estar integrada por todas las partes e incluso contar con participación internacional, y sus documentos y resultados tendrían que ser públicos, con fácil acceso para la ciudadanía (Fernández, 2021).

También comentan sobre el esfuerzo por la “memoria historia”. Apuntan la responsabilidad de los poderes públicos en Cuba y Estados Unidos acerca de la necesaria apertura de archivos privados y públicos en ambos países. Con el detalle adicional de que un tribunal de justicia posea la autoridad y capacidad de ordenar la apertura de un archivo privado, cuando haya indicios de su pertinencia para esclarecer la verdad (Domínguez, 2021). Lo cual, a su vez, deberá influir en la redacción de libros de textos de historias para las escuelas, la remodelación del diseño y contenido de museos de historia y de artes, y la construcción y reconstrucción de monumentos que deben honrar ya que, en el canon cívico nacional, honrar honra. (Domínguez, 2021). Sin embargo, al respecto concurre preocupación porque que el gobierno cubano no cuenta con un sistema archivístico eficiente acerca de lo acontecido durante sus primeros años en el poder y muchas de las decisiones posteriores fueron tomadas sin documentación (Fernández, 2021).

O sea, juntar esfuerzos a favor de la consolidación de un nuevo hito histórico, signado por la participación y el diálogo plural, que nos permita salvar el escollo de los vencedores y los vencidos (Fernández, 2020, Domínguez, 2021).

Final

Las dinámicas conducentes a tal momento pudieran estar ocurriendo, incluso desde hace décadas. Sin embargo, es imposible advertir el instante en el cual pueda originarse la inflexión esencial. Pero Reinaldo Escobar, en sus respuestas, señala cuándo ello podría suceder y no se refiere sólo a la cuestión temporal, sino además circunstancial.

Afirma el entrevistado la necesidad de “esperar a que la generación histórica culmine su ciclo biológico y que los actuales herederos salgan del juego por el cumplimiento temporal de sus funciones. También habrá que esperar que en el entorno de la sociedad civil y la oposición política se articulen propuestas viables que cuenten con la posibilidad de ser compartidas y que conquisten a un electorado”.

Si bien ello no debe convocar al aplazamiento de los esfuerzos. Por el contrario, quizá demande, como nunca, fabricar escenarios de encuentro y democracia.

Fuentes consultadas

1) Fernández, JA (2020) Hablo de crear pactos, acuerdos, conciliaciones, entre partes en discordia histórica. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/11/08/hablo-de-crear-pactos-acuerdos-conciliaciones-entre-partes-en-discordia-historica/

2) Fernández, M (2020) Cuba, un nuevo tiempo. En coloquio con amigos y colegas, Roberto Veiga responde a Michel Fernández. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/10/28/cuba-un-nuevo-tiempo/

3) Padilla, A (2020) Necesitamos una cultura política democrática. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/11/04/necesitamos-una-cultura-politica-democratica/

4) Veiga, R (2020) La gente quiere cambios que alivien los rigores de la vida cotidiana. Entrevista a Alexei Padilla. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/09/24/la-gente-quiere-cambios-que-alivien-los-rigores-de-la-vida-cotidiana/

5) Veiga, R (2020) Hay que abrir la muralla y desterrar todo lo que divide. Entrevista a Jesús Arencibia. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/10/05/hay-que-abrir-la-muralla-y-desterrar-todo-lo-que-divide/

6) Veiga, R (2020) Para que un diálogo sea positivo tiene que haber garantías políticas. Entrevista a Reinaldo Escobar. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/10/16/para-que-un-dialogo-sea-positivo-tiene-que-haber-garantias-politicas/?fbclid=IwAR1SnGUJNGW9sB6EO0Lj9FcXo7lZH4-HyWZzR-77FLmXkjwFrODnTxaWJN0

7) Veiga, R (2020) Cuba: arreglamos el país o comenzamos a dejar de tenerlo para siempre. Informe sobre “nuestro Rubicón” del 2020. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2020/10/26/cuba-arreglamos-el-pais-o-comenzamos-a-dejar-de-tenerlo-para-siempre/

8) Cuba, un nuevo tiempo. En coloquio con amigos y colegas, Roberto Veiga responde a Michel Fernández https://poderdelasideas.org/2020/10/28/cuba-un-nuevo-tiempo/

9) Veiga, R, Fernández, M (2021) La reconciliación sólo procede si los objetivos de las partes no fueron alcanzados a través del conflicto. Entrevista a René Fidel González García. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/07/la-reconciliacion-solo-procede-si-los-objetivos-de-las-partes-no-fueron-alcanzados-a-traves-del-conflicto/

10) Veiga, R, Fernández, M (2021) Parece una locura o un anacronismo hablar de reconciliación ahora mismo, con posiciones extremas exacerbadas. Entrevista a José Jasán Nieves. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/07/parece-una-locura-o-un-anacronismo-hablar-de-reconciliacion-ahora-mismo-con-posiciones-extremas-exacerbadas/

11) Veiga, R, Fernández, M (2021) Haría un llamamiento a todas las fuerzas sociales para una ruta de reconciliación. Entrevista a Julio Antonio Fernández Estrada. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/07/haria-un-llamamiento-a-todas-las-fuerzas-sociales-para-una-ruta-de-reconciliacion/

12) Veiga, R (2021) Una reconciliación que, sobre todo, iguale a todos los ciudadanos ante la ley. Entrevista a Ladislao Aguado. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/07/una-reconciliacion-que-sobre-todo-iguale-a-todos-los-ciudadanos-ante-la-ley/

13) Veiga, R (2021) Cualquier negociación política exige renunciar al enfrentamiento, al uso de la fuerza. Entrevista a Yusimí Rodríguez. Recuperado enhttps://poderdelasideas.org/2021/01/29/cualquier-negociacion-politica-exige-renunciar-al-enfrentamiento-al-uso-de-la-fuerza/

14) Veiga, R (2021) Regresar a la Constitución de 1940 no sería un absurdo. Entrevista a Abel Legrá. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/29/cualquier-negociacion-politica-exige-renunciar-al-enfrentamiento-al-uso-de-la-fuerza/

15) Veiga, R (2021) También sería necesario exponer la voluntad de dialogar con el aparato de poder. Entrevista a Raudiel Peña. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/29/tambien-seria-necesario-exponer-la-voluntad-de-dialogar-con-el-aparato-de-poder/

16) Veiga, R (2021) Más que la Constitución, lo importante es el régimen político. Entrevista a Alexei Padilla. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/29/mas-que-la-constitucion-lo-importante-es-el-regimen-politico/

17) Veiga, R (2021) No es posible aceptar un estallido social, un escenario de inestabilidad. Entrevista a Michel Fernández. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/29/no-es-posible-aceptar-un-estallido-social-un-escenario-de-inestabilidad/

18) Veiga, R (2021) Justicia en la medida de lo verdaderamente posible. Entrevista a Jorge Ignacio Domínguez. Recuperado en https://poderdelasideas.org/2021/01/29/justicia-en-la-medida-de-lo-verdaderamente-posible/

SOBRE LOS AUTORES

( 95 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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