Dentro de la experiencia de este absurdo que hoy viven los cubanos, la única evidencia con que contamos es nuestra queja, es la rebeldía. La vida me ha enseñado con dolorosos tropiezos que la gente que más exige es la que menos ofrece. Pero la gente que nada pide es la que todo merece.
“No, ya hablé demasiado en otros tiempos para no decir nada. Ahora mi discurso tiene una finalidad“
Albert Camus La caída
En estos tiempos de incertidumbre es frecuente que la población cubana residente en la Isla se levante con noticias que provocan consternación. Una fue, hace ya un tiempo, la citación que le hizo la Policía Nacional Revolucionaria a una niña de tres años –hija de un preso político- para que concurriera a una estación de policía con amenazas por su no presentación. Esto que resulta una acción especialmente insólita fue semejante a la exhibición por televisión de tres niños vestidos de reclusos, obligados en público a confesar un delito. ¿Será posible tanto disparate? Solo me hago una pregunta: ¿cuál es el límite de la lógica indigente?
La fuga masiva del pueblo cubano tiene que ver con la instalación del sentimiento del absurdo de este lado, donde por tradición se juzgaba lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, sustentado en una base cívica, ahora la indiferencia es lo que predomina. ¿Hasta dónde puede la población humilde dotarse de paciencia? Es evidente la falta de profesionalidad de una gran parte de las autoridades en Cuba, ello está vinculado al pensamiento, a la racionalidad, a la sensatez, incluso estamos en condiciones tan al límite, que bien pudiéramos apelar al simple sentido común para pedir que las gestiones gubernamentales sean coherentes.
Un jefe de sector de la policía pasó por mi barrio, me vio y preguntó: ¿sabe algo más sobre el caso? Me quedé atónita, se refería a un robo de madrugada que hicieron en mi casa mientras dormía. El señor aspira a que yo misma brinde información sobre los dos supuestos sospechosos. Le pregunté qué hacían con las huellas que supuestamente tomaron. No, me contestó, eso se puede demorar varios meses porque los que se dedican a esa actividad tienen otras prioridades, para casos más graves. Los ladrones deberían haberme asesinado para que la operación de investigación de este caso sea un hecho. Genera mucha impotencia saber quiénes son los delincuentes y además, conocer que éstos sean informantes y amigos de los revolucionarios uniformados, de ahí la impunidad.
Hay cuestiones elementales que pasan, no se necesita a ningún experto –ser especialista en medio ambiente- para darse cuenta que si no se barren las calles de basura, buena parte de ella se introduce en los alcantarillados de las ciudades, éstos terminan desbordándose cuando tenemos fuertes aguaceros y eventos meteorológicos complejos como los ciclones. Además, produce indignación, malestar, depresión, caminar por las vías rotas, aceras en pésimo estado y contemplar la extrema suciedad de todo. La gente se desplaza como si no pasara nada, es tanto tiempo viviendo en tales condiciones que se ha naturalizado la falta de higiene donde quiera. La Habana parece una ciudad salida de la guerra: derrumbes, destrucción, locales cerrados que antes fueron tiendas y ahora solo sirven para que sus trabajadores se reúnan por horas, pues no poseen mercancías.
Solo en espacios donde se sabe que asiste sistemáticamente la élite del poder y altos funcionarios con sus respectivas familias es que se mantienen el orden y la limpieza urbana. Lo demás, no es asunto de nadie. Cuando hay amenaza de mal tiempo se hacen simulacros de barrido de calles y se disponen a destupir algunos tragantes. Casi un día antes de la anunciada tormenta terminan talando los árboles de manera indiscriminada, lo que contribuye sustancialmente al cambio climático y, por tanto, a que tengamos que caminar bajo un calor despiadado bajo el sol, sin un mínimo de sombra protectora. Mientras tanto, los que dirigen la defensa civil ganan un sueldo todo el año para no hacer nada en absoluto. El dirigente del Comité de Defensa de la Revolución convoca a los jóvenes a reactivarse, algo que no existe más, solo en sus cabezas, pues una gran parte de esos muchachos no están, se fueron, huyeron. Aquí pretenden que el pueblo siga manteniendo a una burocracia improductiva y obsoleta.
El otro desacierto no es en el plano individual. Va dirigido al grupo de personas mayores que no poseen ni conocimientos ni condiciones para pagar de manera digital por cualquier servicio, nueva disposición ante la falta de dinero efectivo en los bancos. Visité una óptica para que me pusieran uno de los cristales de mis espejuelos que se había caído. Delante de mí había una señora mayor a quien atendían cuando llegué. La empleada tuvo que solucionarle ella misma la operación tomando su móvil, pues la cliente no sabía manipularlo. Yo misma no domino el pago por QR, también me tuvo que indicar cómo hacer para abonar tan solo 5 CUP. Otra tenía el problema de no tener teléfono. La decadencia de estos establecimientos es obvia, no existen espejuelos para ofertar, tampoco cristales. La empresa que dirige estos establecimientos les brinda algunos productos que sus trabajadores deben vender para apoyarlos en el dinero que ingresa ese tipo de entidad. Lo asombroso y surrealista es que ofertan salfumán, frazadas de piso y otros pocos insumos. El salario para ellos es mínimo, así sobreviven.
También el cobrador de la luz pasó repartiendo papeles y anunciando el pago de la electricidad mediante transfermóvil. Me contó que tiene varios clientes, todos ancianos, que no poseen celular, otros, solo saben utilizarlos para llamar por teléfono a sus parientes. Otras dos ancianas fueron con sus tarjetas en MLC a comprar una barra de jamón. El aparato por el que pasan los mencionados dispositivos magnéticos para adquirir determinados alimentos estaba roto. Les dijeron que el pago podía ser por transfermóvil, ellas no sabían de qué le estaban hablando, solo pedían comprar por el medio que ya conocían. La implementación de una supuesta solución al problema de la falta de circulación de dinero, provocado por el mismo Estado, genera mayor tensión en determinadas personas no entrenadas para asumir el mundo digitalizado. Funcionarios alejados de estas experiencias por completo, disminuyen la gravedad del asunto: que le pidan ayuda al vecino, que aprendan porque es muy fácil, no ven, o mejor, no les interesa ver, no es su problema.
El pensar es lo único que puede barrer y limpiar una casa, un país, una nación. Albert Camus destacó: “Grito que no creo en nada y que todo es absurdo, pero no puedo dudar de mi grito y necesito, al menos, creer en mi protesta”.[1] Dentro de la experiencia de este absurdo que hoy viven los cubanos, la única evidencia con que contamos es nuestra queja, es la rebeldía. La vida me ha enseñado con dolorosos tropiezos que la gente que más exige es la que menos ofrece. Pero la gente que nada pide es la que todo merece. Termino con Hölderlin: “Porque es piadosa, amo yo la voz del pueblo, piadosa y tranquila; ¡pero por los dioses y por los hombres! Que no calle demasiado”[2].
[1] Camus, Albert. El hombre rebelde. Editor digital Titivillus ePub base r1.0, 20-10-16
[2] Hӧlderlin En: Heidegger, Martin Hӧlderlin y la esencia de la poesía Universidad de Los Andes, Mérida, 1968, 84
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