Para lograr un verdadero destape económico, solo hace falta que los líderes cubanos se permitan soñar, aunque ligeramente, con un futuro prometedor y próspero
(Texto publicado por Cuba Posible en abril de 2018)
Por Carlos Saladrigas Landaluce
La superabundancia y abaratamiento del capital
En noviembre del año 2012, la firma consultora Bain & Company publicó un informe titulado “El Mundo se encuentra inundado de capital”. Los analistas de Bain detectaron que el balance histórico entre las economías financieras y reales se había invertido de forma significativa. El crecimiento en la producción de bienes y servicios de las economías desarrolladas está creciendo a un ritmo moderado, mientras que el crecimiento de activos financieros causa mareo por su velocidad. Para el año 2010, el capital global había ascendido a unos 600 trillones de dólares, habiéndose triplicado en las últimas dos décadas. En el 2012, los activos financieros globales excedían por un factor de diez la producción global de bienes y servicios.
No hay duda que una de las causas principales de esta situación ha sido la enorme desigualdad que se ha disparado en el mundo, incluyendo a países socialistas como China y Vietnam; aunque la desigualdad entre países ha disminuido considerablemente. Esta enorme concentración de riquezas en un número reducido de personas ha sido, y será, indudablemente, una de las causas principales del bajo crecimiento en bienes y servicios, pues limita directamente el crecimiento del consumo en los países mayormente afectados.
No obstante, poniendo a un lado las causas de este fenómeno económico, esta realidad se impone de gran manera, tanto para los inversionistas, como para empresas y para los países en vías de desarrollo. De hecho, Bain proyecta una continuidad de estas tendencias, estimando que para el 2020 los activos financieros globales excedan los 900 trillones de dólares (basado en precios del 2010).
Este escenario (de una superabundancia de capital) presenta enormes implicaciones (buenas y malas), al igual que jugosas oportunidades para aquellos actores económicos (inversionistas, empresas y países) que se sepan adaptar a este nuevo esquema y perseguir las oportunidades que presenta. Entre las implicaciones más importantes se encuentran el abaratamiento del capital, inflación de activos financieros, mayor competitividad por parte de los inversionistas en la búsqueda de oportunidades de inversión, creciente importancia del capital humano, más transnacionalismo y, por último (y quizás más importante), horizontes de inversión más alargados.
La situación económica de Cuba no es buena para ser atractiva al capital
La economía cubana se encuentra en una situación precaria. Desde el 2009, el Producto Interno Bruto (PIB) ha sufrido un crecimiento anémico. Su exportación de servicios médicos y docentes, así como la adquisición de petróleo venezolano, han disminuido debido a la creciente incertidumbre política del amigo país y su colapsada economía.
A pesar de las reformas económicas, el periodo presidencial de Raúl Castro no arrojó resultados económicos positivos. El PIB creció solamente un 2,4 por ciento anualmente, insuficiente para cumplir las mas mínimas metas de un desarrollo económico sostenible y ¡solo en 2015 alcanzó un nivel per cápita igual al del 1985! La inversión extranjera (tan necesitada) brilla por su ausencia. De una necesidad mínima de entre los 2 y 2,5 miles de millones por año, la inversión extranjera apenas ha alcanzado a la mitad. Las exportaciones, siempre bajas, han caído precipitosamente, y la producción interna apenas se ha mantenido estable en los últimos ocho años.
Con consecuencias aún más perniciosas, hay una cifra que el gobierno cubano no presenta y que se entiende es devastadora: el costo acumulado de mantenimiento diferido en la infraestructura del país es enorme, y crece a tasas destructivas. Lamentablemente, esto incluye el deterioro, serio e imparable, en los sectores donde el sistema cubano ha sido históricamente exitoso: la educación y la salud. Sin una infraestructura adecuada es casi imposible producir una economía productiva, competitiva y eficiente.
Irónicamente, la solución está justo debajo de las narices de los gobernantes del país, pero la miopía política no permite verla. El pequeño, restringido y castigado sector privado ha sido, junto al turismo, el único sector productivo que ha demostrado un crecimiento y una productividad impresionante. Desde su apertura, en el 2008, hasta la fecha, los llamados “trabajadores por cuenta propia” han crecido a una tasa compuesta del 18,42 por ciento anual, y han absorbido aproximadamente un 40 por ciento de la fuerza laboral. Algunos estiman que este limitado sector contribuye aproximadamente con un 18 por ciento al ingreso nacional. Los impuestos generados por el sector privado constituyen el renglón de mayor crecimiento del presupuesto del Estado.
Es obvio que la economía cubana ha sido, y continúa siendo, un fracaso; especialmente cuando se ve en relación a la economía mundial durante las dos últimas décadas. Como vivimos en un mundo globalizado y competitivo, hay que entender que la economía cubana no solo no ha crecido, sino que ha retrocedido comparativamente de forma significativa, haciendo más difícil su recuperación y su futuro posicionamiento mundial.
No hay soberanía verdadera sin una economía fuerte, pujante y productiva; así como es inútil procurar la igualdad sin producir riquezas. Ambos temas, tan importantes para la conciencia nacional, solo se pueden enfocar, cuando se le haya encontrado solución al crecimiento económico del país. La carreta no camina sin la yunta de bueyes. Hay que entender las prioridades. La primera e inmediata es lograr el crecimiento económico. Las otras vienen después.
¿Sabrá Cuba aprovechar esta jugosa oportunidad?
Los gobernantes cubanos han enfatizado, en numerosas ocasiones, la necesidad de atraer inversión extranjera al país. No obstante, no toman las medidas necesarias para lograrlo. Ante esta oportunidad histórica de sobreabundancia de capital barato, ¿sabrá Cuba aprovecharlo?
Hay muchísimas razones para moderar el optimismo. Las onerosas sanciones norteamericanas constituyen un obstáculo enorme para las muy necesarias reformas macroeconómicas y para atraer a la inversión extranjera, y la deuda externa de Cuba se hace insostenible a los actuales niveles de crecimiento económico; dejando a Cuba sin capacidad crediticia. Sin las reformas macroeconómicas, como la unificación monetaria, se hace casi imposible atraer inversión extranjera.
No obstante, los principales problemas no son económicos, sino aberraciones políticas e ideológicas. ¿Cuántos más fracasos y errores económicos harán falta para que los gobernantes cubanos se den cuenta que el problema radica en el sistema? Es la política, no la economía, la que previene a las empresas estatales y paraestatales de adoptar mecanismos y contabilidad de mercado, y la causa de una absurda y excesiva centralización de las decisiones económicas. Cuba no obtendrá crecimiento económico hasta que sus líderes decidan transitar de un Estado “obstaculizador”, a un Estado “facilitador” de la actividad económica. Este fue el cambio fundamental que ocurrió en China y en Vietnam, y que aún esperamos que ocurra en Cuba.
A pesar de las muchas razones para mantenernos pesimistas respecto a darle respuesta a la pregunta de este acápite, las características del fenómeno económico de la sobreabundancia de capital pudieran augurar de forma muy prometedora para Cuba, como veremos en la próxima sección.
Un mercado de capitales para Cuba
Esta extraordinaria sobreabundancia de capital está forzando a los inversionistas a cambiar los criterios tradicionales sobre los cuales se evaluaban las oportunidades de inversión, tales como tasas de retornos requeridos (hurdle rates), periodo de restitución (payback), planeación a largo plazo, etc.
En un artículo reciente del Harvard Business Review, titulado “Estrategia en la época de sobreabundancia de capital”, los autores detallan cómo el capital se ha abaratado, de un costo contrapesado promedio (weighted) del 16,8 por ciento (en 1980) a 5,3 por ciento (en el 2015). Los inversionistas deben adaptarse a estas nuevas circunstancias.
Basándose en las nuevas circunstancias de sobreabundancia de capital, este artículo, así como el estudio de Bain, detallan las siguientes estrategias para que los inversionistas aprovechen mejor las oportunidades de inversión:
Interesantemente, estas estrategias arriba mencionadas coinciden con los puntos de mayor potencialidad y necesidad para Cuba, favoreciendo el capital humano que tiene el país al igual que la pequeña y mediana empresa. Reorganizar la economía cubana para hacerla más atractiva a estas nuevas estrategias de inversión, pudiera darle propulsión a un enorme crecimiento económico, atrayendo flujos de capital y creando las bases para desarrollar en el país su propio mercado de capitales; comenzando con capital privado (private equity) y capital de riesgo (venture capital). Otros mercados financieros surgirían más tarde.
Además, Cuba cuenta con otro enorme activo estratégico: su diáspora. Hoy dispersa, aunque con mayor concentración en el sur de la Florida, la diáspora posee el potencial de convertirse en una importante fuente rápida y efectiva de capital para Cuba, ya habiéndolo sido en la limitada apertura al sector privado durante los últimos ocho años. La diáspora puede lograr mucho más, y más rápido, que el capital extranjero.
Para lograr un verdadero destape económico, solo hace falta que los líderes cubanos se permitan soñar, aunque ligeramente, con un futuro prometedor y próspero, y decidan dar el paso de abrirle camino a ese capital humano educado por la propia Revolución. Quizás sea la única forma de salvar su legado.
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