El sistema socialista que se aplica no sirve como herramienta para desencadenar las fuerzas productivas y fomentar el desarrollo real. Esto deben entenderlo de forma clara las autoridades cubanas y emprender un nuevo modelo -de éxito-, con reformas económicas que dependan de políticas complementarias e instituciones públicas eficaces.
Cuba sigue sufriendo la ineficiencia, la burocracia y la distorsión de su economía, dominada por un Estado excesivamente centralizado y carente de estrategia. La ineficacia del Gobierno cubano se ha visto reflejada, de nuevo, en la destitución de los ministros de economía, de industria, y de tecnología y medio ambiente. Pero lo necesario, realmente, es un cambio profundo del modelo social.
El sistema socialista que se aplica no sirve como herramienta para desencadenar las fuerzas productivas y fomentar el desarrollo real. Esto deben entenderlo de forma clara las autoridades cubanas y emprender un nuevo modelo -de éxito-, con reformas económicas que dependan de políticas complementarias e instituciones públicas eficaces.
Si la economía, en sí, tal como la vivimos, se basa en la administración de recursos limitados para satisfacer las necesidades ilimitadas de forma eficiente, pues la economía doméstica es esto mismo en su dimensión más básica. De este modo, podemos decir que las mujeres cubanas han sido el eje más importante del país. Merecen reconocimiento.
Ellas, con inteligencia y dedicación, han asumido roles cruciales encargándose de proveer lo necesario para sus familias, a pesar de la precariedad. Han demostrado, sin dudas, que son un pilar fundamental para la construcción de una nueva Cuba.
Estas, además, constituyen la mitad de la población y, sin embargo, están notoriamente ausentes de los puestos de toma de decisiones. Los responsables de formular políticas en Cuba, en su ineficiencia, siguen dejando al margen a una fuerza económica y ciudadana potencialmente transformadora, es decir, a las mujeres cubanas. Este es uno de los más graves errores que nos ha llevado a la situación actual.
Cuba necesita de la vitalidad transformadora de las mujeres cubanas, no únicamente por cuestión de moral, sino también de oportunidad nacional.
Los cubanos y las cubanas han demostrado capacidad para no tener que ser pobres permanentemente ni aceptar el hundimiento deshonroso de su país, de su nación, de su historia, de sus sueños.
Es la hora de emprender nuevos caminos.
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