Ningún acontecimiento histórico parece tener fuerza para mover la masa incólume de los políticos nonagenarios que deciden el destino de Cuba, pero la experiencia enseña que el cambio sobrevendrá en algún momento.
Ningún acontecimiento histórico parece tener fuerza para mover la masa incólume de los políticos nonagenarios que deciden el destino de Cuba. Las protestas populares, la crisis económica esperanzaron a muchos en Occidente, pero el Gobierno se mantuvo firme. Con todo, la experiencia enseña que el cambio sobrevendrá en algún momento. ¿Cuándo ocurrirá? ¿Quién lo comenzará? ¿En qué arreglo político terminará ese suceso todavía oscuro, imprevisible? Roberto Veiga, miembro del Diálogo Interamericano y director del Centro de Estudios Cuba Próxima, responde estas preguntas y otras similares que tal vez ayuden a iluminar el camino.
¿Crees que hay alguna posibilidad de liberación de los presos políticos, o permanecerán en las cárceles por mucho tiempo más?
Tal vez haya posibilidad de que sean liberados si el Gobierno los necesita libres, pues es un reclamo de sectores internacionales, de poderes en Estados Unidos, de la Unión Europea, del Vaticano y de amplios segmentos de la sociedad cubana. No porque el Gobierno sea muy receptivo con los reclamos, sino porque desatenderlos tiene un costo político y sobre todo económico.
Pero el Gobierno cubano necesitaría hacerlo mancomunadamente con un sujeto internacional que asegure un resultado legítimo para él, para la sociedad civil cubana, para el Gobierno de Estados Unidos, para América Latina y para Europa. Sin embargo, no aparece un actor mundial dispuesto a tal desempeño, como sí ha ocurrido en otras ocasiones, lo cual podría retrasar la liberación.
La reunión entre jerarcas del Gobierno y la Iglesia católica del pasado 24 de mayo de 2023 podría contribuir a ello. Pero los obispos necesitarían acordar con las autoridades un modo aceptable para la generalidad de los presos políticos, pues dejarían de implicarse si la gestión afecta su legitimidad.
También sería ilegitimo liberarlos bajo la condición de que salgan del país. Aunque debemos respaldar que puedan residir fuera de Cuba quienes, una vez excarcelados, lo decidan libremente.
¿Ves alguna disposición del Gobierno cubano de entrar en diálogo con Estados Unidos? ¿Y de parte de Washington?
El Gobierno cubano tiene interés de relacionarse con los poderes de Estados Unidos —quizá más que en otras ocasiones—. No quedan dudas ni entre los más radicales y grises de la élite oficial cubana de que sin un vínculo estable entre ambos países será imposible salir de la crisis y alcanzar desarrollo. Sin embargo, creo que no saben cómo entablar el diálogo.
El diálogo debe tratar sobre los temas que han sostenido la confrontación bilateral. Esas cuestiones están vinculadas con los conflictos entre cubanos, conflictos que son parte de la política interna de Estados Unidos porque allí residen miles de cubanos, muchos de ellos con influencia política y económica. De este modo, por fuerza mayor, será difícil obviar en el diálogo la cuestión central: la democracia en Cuba.
Algunos apuntan que la actual Administración estadounidense (demócrata) puede comenzar un proceso de buenas relaciones con los gobernantes de la isla, sin considerar que los votantes cubanos de Florida prefieren la confrontación entre el Gobierno de Estados Unidos y el cubano. Sostienen tal conjetura en que la Administración no ganó las elecciones en ese Estado y quizá esté descartado que pueda ganarla en los próximos sufragios. Pero la hipótesis puede resultar irrelevante.
Dudo mucho que el Partido Demócrata haya descartado triunfos electorales en Florida y ganar escaños por ese estado en la Cámara de Representantes. Ninguna fuerza política desestima per se a una comunidad y menos a un estado importante como Florida. Además, si llegara a la improbable decisión de descartarlo, tampoco podría desestimarlo, pues la comunidad cubana está representada en el Congreso de manera amplia y con poder para imponer algunas condiciones a la Casa Blanca.
Ahora, también el Gobierno cubano debería evitar el absurdo de buscar un estatus de relación bilateral que cancele la confrontación y le dé acceso al «sistema mundo», pero sin una normalización real de los vínculos entre ambos Estados. La normalización debería ser completa.
Washington, por su parte, no tiene prisa: no está urgido de entenderse con Cuba. Lo único necesario para Estados Unidos es la colaboración con motivo de la explosión migratoria que no logra resolverse, según la Casa Blanca.
¿Cuáles serían los cambios mínimos necesarios para asegurar a los inversionistas, especialmente de Estados Unidos, que Cuba es un país atractivo para sus capitales y el Gobierno cubano un socio «de fiar»?
Habría que resolver de alguna manera la compensación por las propiedades expropiadas en 1959 y 1960. A la vez sería necesario un contexto propicio de economía de mercado, con funciones estratégicas y reguladoras del Estado, y garantías para las formas de propiedad económica. Pero actualmente algo así parece dudoso, pues para ello el poder tendría que enfrentar sus fobias con la libertad, en este caso, la libertad de empresa.
Quizá existe una comprensión por parte del Gobierno cubano acerca de que, sin reformas económicas, estructurales y de conceptos (al decir del general Raúl Castro) no se lograría en el país una mejoría socioeconómica. Por ejemplo, al parecer han dispuesto la inscripción de empresas comercializadoras de productos de alimentos, entre los productores y el mercado, lo que ha reducido el monopolio del Estado en esa función; y han restringido, aunque de manera tenue, el rol del Estado en la gestión de comercio exterior de algunas empresas privadas.
Ciertamente, acaso estas flexibilidades no tengan una destacada importancia económica, pero sí ideológica. Para el Partido Comunista de Cuba (PCC) siempre ha sido fundamental evitar este tipo de reformas porque, según ha sostenido con ahínco y fiereza, cuando lo permitiera estaría instaurando el capitalismo.
Asimismo, quizá estas flexibilidades no puedan considerarse una apertura cierta, pues persiste la aberración de que la empresa estatal sea el sujeto imperante de la economía y la empresa privada jamás tendría condiciones de competencia. Lo anterior daña las posibilidades del bienestar porque si el Estado no tiene capital ni tecnología ni otras condiciones necesarias para poseer las empresas estatales que necesita el país y garantizar que sean el sujeto principal de la economía nacional para satisfacer las necesidades sociales: ¿cómo asegurar el bienestar?
Por otro lado, estaría cancelada cualquier posibilidad de éxito económico real —incluso a través del establecimiento del modelo más democrático posible— sin una previa relación política estable con Estados Unidos y sin los vínculos económicos que de ello deriven.
¿Debería entonces el Gobierno de Estados Unidos tener una política de implicación positiva para la sociedad cubana?
La complejidad política actual hace difícil una apertura efectiva de Estados Unidos hacia Cuba sin que inicie previamente una apertura del Gobierno de La Habana hacia la sociedad cubana transnacional; a la vez será difícil cualquier apertura del Gobierno de la isla —si tuviera disposición, algo que no parece— sin una previa distención entre ambos Estados.
Deberían entonces ocurrir dos procesos paralelos, uno entre cubanos y otro entre ambos países. Por ejemplo, en Cuba podrían liberar a los presos políticos, avanzar hacia el respeto de los derechos humanos, y establecer una nueva ley electoral que ampare la nominación democrática y la elección libre para ocupar los cargos de autoridad.
Al mismo tiempo, Estados Unidos podría eliminar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, ensanchar posibilidades para la ayuda humanitaria, consolidar el régimen de remesas familiares de acuerdo con procedimientos financieros universales, facilitar las visitas entre familiares en ambos países habilitando vuelos regulares desde Estados Unidos hacia diferentes aeropuertos en Cuba. También: estabilizar los programas de reunificación familiar; desarrollar la cooperación entre las fuerzas fronterizas que protegen ambas costas para evitar incidentes y pérdida de vidas humanas; facilitar las relaciones económicas entre las emergentes empresas privadas de la isla y el mercado estadounidense; negociar soluciones para las expropiaciones a estadounidenses y cubanoamericanos; admitir los derechos de los estadounidenses acerca de sus potenciales vínculos con Cuba; permitir el acceso de Cuba a las Instituciones Financieras Internacionales; crear condiciones para devolver la Base Naval de Guantánamo; y llegar a la cancelación del embargo.
Pero lograr los dos procesos paralelos sería como obtener la cuadratura del círculo. Sin embargo, no tiene que implicar una parálisis frustrante si hubiera voluntad de estadounidenses poderosos o influyentes.
Cualquier análisis objetivo y empático con la sociedad cubana, que padece una crisis humanitaria producto de un sinsentido político, conlleva optar por pasos valientes y realistas hacia soluciones urgentes. Estados Unidos, el actor con mayor fuerza en el conflicto, debería establecer interlocución institucional con los actores cubanos de la sociedad civil transnacional dispuestos a una solución, pues Cuba es sobre todo los cubanos y no en exclusiva el Gobierno. Pero no a modo de charla o mero estudio, sino para la ejecución de soluciones concretas.
Estos actores nacionales sugeridos expresan una zona amplia y sumamente significativa. Podemos identificarla en desempeños maduros que, además de la denuncia, impulsan un quehacer institucional en busca de soluciones. Por ejemplo, el Centro de Estudios Convivencia, el Centro de Estudios sobre el Estado de Derecho y Políticas Públicas Cuba Próxima, la concertación democrática D Frente, el Cuba Study Group y el Instituto de Artivismo Hannah Arendt.
Quizá algo así —a modo de metáfora— podría conducirnos por el camino del matemático húngaro Miklós Laczkovich quien en 1989 halló solución a la cuadratura del círculo dividiéndolo en un número finito de partes y moviéndolas a base de congruencias hasta lograr un cuadrado.
Algunos denuncian que cualquier «plan de distensión» podría oxigenar la dictadura
Las alegaciones provienen de posiciones radicales que, si bien pueden resultar comprensibles, son injustificables desde el punto de vista político. Optan exclusivamente por la denuncia y predican una confrontación que jamás ejecutan de forma concreta, directamente. A la vez juzgan de manera continua y grotesca a quienes poseen otras proyecciones, de un modo muy similar a como lo hace el Departamento Ideológico del PCC o la otrora Santa Inquisición.
También catalogan a las opciones «moderadas» como «cambio fraude». En ese caso las opciones «radicales» asumen a modo de «oposición falsa» porque en la práctica, parapetadas en una presunta intransigencia, solo apuestan porque en Cuba no suceda cambio alguno para continuar mostrando que allí sojuzga un sistema ominoso. En algunos casos, esto significa un servicio destacado a favor del Gobierno cubano. Lamentablemente, también son causa actual del ahondamiento de la crisis nacional que a veces parece irreversible.
¿Cuál crees sea la percepción de los Gobiernos de izquierda latinoamericanos de la «Revolución cubana»?
Podríamos dividir en tres bloques la actual izquierda latinoamericana. Uno autocrático que impone la autocracia (por ejemplo, los Gobiernos de Nicaragua y Venezuela); otro también autocrático que convive con la democracia y combina conductas autocráticas y democráticas (México); y otro considerado democrático (que ahora gobierna, por ejemplo, en Brasil, Chile y Colombia). Este bloque estimado democrático tal vez sea el más significativo, pues la realidad global muestra que, sin que falten luchas entre derechas e izquierdas, la batalla de este tiempo será entre autócratas y demócratas.
En este bloque existe un reconocimiento por lo que fue para muchos la «Revolución cubana» y también una percepción de que ahora ella resulta un problema para su causa política. Estos Gobiernos, intuyo, desearían ayudar para que la transición democrática de Cuba sea menos traumática, pero solo si La Habana lo desea.
La disposición de la izquierda latinoamericana considerada democrática para acompañar cambios sociopolíticos serenos en Cuba podría ser una oportunidad para el poder en la isla. Pero si La Habana malgasta el tiempo político dentro del que esta izquierda podría brindarle tal apoyo, creo que ese bloque se distanciará del oficialismo cubano.
¿Cómo valorarías las elecciones del 26 de marzo de 2023?
En Cuba no se realizan elecciones. Los procesos llamados eleccionarios se limitan a confirmar por medio del voto a los diputados previamente designados por el PCC, quienes a su vez designan los otros cargos de autoridad —como el presidente de la República— de acuerdo con la indicación de la fuerza ideológica y de poder.
El PCC gestionó una campaña por el voto unido, no selectivo, para confirmar a los diputados designados y, sobre todo, para apoyar el actual sistema político y económico —en consonancia con el eufemismo «continuidad»—.
El Partido acosó a los activistas que realizaron convocatorias para la abstención, utilizó los centros laborales para forzar los compromisos de votación, sugirió a miembros de familias que votaran en representación de estas, trasladó urnas a casas de personas sin enfermedades ni limitaciones físicas para que ejercieran el voto de cualquier manera, presionó en hogares para obtener el voto a toda costa, reprimió a ciudadanos que se disponían a realizar observación independiente, y mantuvo excluidos del derecho al voto a los cubanos radicados en el extranjero. El PCC, preocupado por experiencias anteriores, quiso asegurar un resultado favorable que no evidenciara una deslegitimación insostenible.
Dada la ausencia de mecanismos de control independientes no es posible verificar si el PCC pudo o no haber manejado arbitrariamente a su favor los datos del Consejo Electoral Nacional (CEN), institución que controla. Sin embargo, de acuerdo con las cifras del CEN, el 50.64 % del padrón electoral no ejerció el voto unido reclamado por el PCC.
Según la verdadera naturaleza de las votaciones, el resultado evidencia que el sistema sociopolítico imperante excluye a un por ciento significativo de cubanos de la representación política en instituciones de autoridad y partidistas.
Las «elecciones» dieron como resultado prácticamente el mismo Gobierno anterior, ¿qué puede entenderse de la permanencia?
No era de esperarse una renovación de la presidencia y el ejecutivo. El PCC no está en condiciones de hacerlo. El poder tiene conciencia de la grave crisis, pero también de la debilidad que esta le impone; además, ahora con muchísimo menos talento político que en otros tiempos —Fidel Castro era más hábil a la hora de solucionar crisis políticas—.
La ratificación del nuevo Gobierno supone que la cúpula no posee claridad compartida de hacia dónde y cómo marchar sin riesgos de auto aniquilación y ha decido nuclearse alrededor de la verdadera élite del poder, anciana y reducida.
Como consecuencia y hasta que la cúpula alcance seguridades que le faciliten claridades compartidas, no permitirá un liderazgo autónomo ni iniciativa gubernamental novedosa ni decisiones políticas trascendentes.
Supongamos que la cúpula dirigente decide dar pasos claros y firmes hacia la transición y decide pedir consejo, ¿a quién consideras que solicitaría acompañamiento?
En tal supuesto Cuba necesitaría del acompañamiento internacional, pues el Gobierno de la isla, si bien descansa en un poder establecido y posee actores cualificados, muestra incapacidad política para avanzar hacia soluciones efectivas. Por otra parte, la generalidad de la sociedad civil cubana, en la que abundan las denuncias de violaciones a los derechos humanos y comienza a naturalizarse la protesta pública, está lejos de pasar al campo de la política real. El Gobierno de Estados Unidos, parte del conflicto, es sumamente fuerte, pero el escaso interés al respecto debilita su proyección.
El acompañamiento internacional debería incluir a personalidades chilenas, uruguayas y españolas, y a reconocidos líderes internacionales. Algunos señalan al papa Francisco, al presidente Lula Da Silva, al expresidente Barack Obama y a Emmanuel Macron, presidente de Francia.
Lo anterior demandaría un núcleo facilitador, de relieve internacional, que podría ser Oslo. Al menos, por su prestigio en tales asuntos y por su conocimiento de la realidad cubana y el respeto que goza en diversos actores de la isla.
Sin embargo, para que los implicados se dispongan, necesitarían certezas de que los cubanos —en particular los gobernantes— han optado por la democratización.
Si se diera en algún momento un «cambio» en Cuba —aunque sea mínimo—, ¿cuál sería el sujeto de ese cambio? ¿Qué actor político puede tener «peso»?
Tenerpeso político demanda capacidad de aportar o de atraer recursos económicos, políticos o de fuerza. Solamente de un sujeto con esas condiciones podría provenir un cambio democrático en Cuba. Habría que profundizar acerca de qué personas y ámbitos de la oficialidad poseen esta capacidad y estarían dispuestas a una transición.
Los actores no oficiales carecen de organización, de programas o ideologías claras que, en algunos casos, están reducidas a eslóganes sin gran incidencia social. Por ejemplo, no hay grupos políticos con suficiente membresía ni instituciones encargadas de generar conocimiento y asesoría para esos grupos ni medios de prensa o editoriales en conexión con la generalidad de sus lectores naturales.
No obstante, en un escenario de cambios, con libertades aseguradas, algunos de los actores no oficiales podrían emerger con capacidad de influir en la vida pública del país.
Honestamente, ¿existe algo como la «sociedad civil» en Cuba? ¿Consideras que el país tiene alguna posibilidad de construir una democracia funcional en el mediano plazo?
Cuba carece todavía de una sociedad civil bien formada, con experiencia política, algo indispensable para lograr una ciudadanía democrática. Sin embargo, debemos reconocer el desarrollo de activismos sociales y la capacidad creciente de rechazar las injusticias que provienen del poder. Hay algunos actores que intentan pasar al campo de la acción política, por ejemplo, la concertación democrática D Frente, integrada por miembros directos y organizaciones significativas (la Asociación Francesa por la Democracia en Cuba, la Asociación de Madres y Familiares de Presos por la Amnistía, el Centro de Estudios Cuba Próxima, la Coalición Feminista, el Consejo para la Transición Democrática en Cuba que está integrado por diversas agrupaciones, el Movimiento San Isidro, y la Red Femenina de Cuba).
Grupos como los anteriores, con garantías democráticas en Cuba, pudieran ascender social y políticamente.
Es probable que también lo haga la «sociedad civil oficial», por ejemplo, asociaciones científicas que critican proyectos turísticos que destruyen la naturaleza, así como centros académicos que abogan por una economía eficiente, por la igualdad de género, por la igualdad racial y por el cuidado del medio ambiente.
¿Cómo se perfila D Frente en el campo de la acción política?
D Frente surge el 7 de septiembre de 2022. Ocurre por la necesidad de concertar organizaciones, proyectos y ciudadanos del exilio y del archipiélago que han compartido de forma independiente visiones, perspectivas y estrategias de acción a favor de los derechos humanos, la libertad, el pluralismo político, la convivencia pacífica y la concordia.
Procura un cambio integral del sistema, bajo la máxima martiana de «con todos y para el bien de todos». Para ello, busca trascender el estado actual de la política cubana y la crisis estructural del sistema sociopolítico a través de cambios progresivos e institucionalizados, por medio de espacios constitucionales, legales y jurídicos para avanzar acciones legitimas, viables y sostenibles que privilegien la participación ciudadana.
Sus integrantes, sean individuales u organizacionales, poseen experiencia y reconocimiento y expresan la coincidencia entre varias tradiciones de la oposición cubana; lo cual ha despertado expectativas en medios de prensa y analistas extranjeros.
En ocho meses de trabajo ha conseguido una dinámica interna sumamente madura y ha comenzado a labrar una operacionalidad política acorde con sus propósitos —que se orientan hacia una relación con los sectores sociales y políticos de la nación y procura alianzas internacionales, así como capacidad de propuesta, acción e interlocución—.
D Frente posee una alentadora potencialidad, que son sus integrantes, sus actuales conductores, que se renuevan cada año a través de elecciones libres y directas de la membresía. Resultan una admirable convivencia plural de valores, principios, respeto, compromiso, madurez, realismo, ausencia de odio y revanchismo, racionalidad política, inclusión, democracia, laboriosidad. Parafraseando al filósofo español Ortega y Gasset, D Frente es él y sus circunstancias. Esperemos ahora por las circunstancias.
¿Posee actualmente la sociedad civil cubana el apoyo internacional necesario?
Las posturas radicales que rechazan la búsqueda de soluciones y apuestan por la confrontación, encentran apoyo real, no solo simbólico, en América Latina, Estados Unidos y Europa. Otras proyecciones, que optan por una solución e intentan colocar la democracia como finalidad y como metodología, poseen algún reconocimiento internacional, pero no consiguen sostenes reales. Sus potenciales aliados internacionales las evitan porque poseen relaciones estables con el Gobierno cubano y, según consideran, alianzas así podrían afectarlas.
Comprendo la importancia de mantener buenas relaciones con La Habana, pero desapruebo que para hacerlo abandonen a sus potenciales aliados cubanos. El compromiso de muchos demócratas del mundo con Cuba no debería plantearse desde esa perspectiva. La democracia es método, pero cuando se convierte en mero cálculo cómodo deja de ser una causa.
¿Eres optimista sobre el futuro de esa democracia en Cuba?
Podríamos sentir optimismo de conseguir en los próximos años garantías legales y judiciales para los derechos humanos, una ruta hacia el desarrollo económico, y un pacto por la educación y el apoyo a la ciudadanía en desventaja —con un testimonio político, quizá modesto, pero maduro y preferiblemente plural de la Cuba que queremos—. De lo contrario, será imposible cruzar el umbral de la democracia y ascender hacia una sociedad libre, laboriosa y próspera, en la que cada cual promueva con respeto su cosmovisión ideo-política y se relacione con el resto.
*Publicado originalmente en El Toque, “Cuba parece detenida en un limbo político”.
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La república que conquistaron los mambises, no le debe a ningún político ser un estado independiente. La libertad se conquistó con sangre cubana bajo aquellas palmeras y entre aquellas lomas. Hasta cuando vamos a seguir haciéndole la media al Castrismo. Hasta cuando le vamos seguir dando oportunidades al Castrismo de validarse, mientras sin un destino seguro sobrevivimos nosotros los que estamos afuera y aquellos los que están adentro.
Mientras mas demore el cambio, será peor todo
Pero si de algo estamos seguros es que pronto si Dios quiere llegara ese momento tan deseado por todos los cubanos