Cuba necesita un cambio total, porque este país anhela ser libre. Las bases planteadas para la salvación como país no constituyen una ingenua ilusión. Su importancia radica en que constituye una lección de democracia y dar una lección es abrir la interpretación, obliga a aprender del otro.
Todo lo que hace ver, ve
Gaston Bachelard El agua y los sueños
El documento propuesto por Cuba Próxima Para instaurar en Cuba el imperio de la ley, el bienestar y la concordia merece ser analizado en profundidad. Es conciso, directo, llama a la cordura política, a la acción inteligente para responder a la situación de crisis estructural actual de esta nación. Si la élite gobernante fuera mínimamente práctica y sensible escuchara esa voz que reclama justicia y armonía social, evitaría males mayores para una nación hambreada, agotada, dividida, fustigada.
La fórmula elaborada sería el comienzo de un camino de sanación, de reconstrucción, de restauración sobre otras bases de la convivencia entre cubanos, de respeto a la diversidad, de elecciones políticas sistemáticas. En las actuales circunstancias todo camino diferente al único implantado por décadas significaría una especie de luz en un túnel. Lo que pasa es que no se vislumbra, hasta ahora, algo diferente, no existen indicios de mejoría para la sociedad que cada vez es más desigual, injusta y deplorable. Tan solo el pensar de manera oficial en una amnistía para los presos políticos, se pudiera interpretar como el inicio de ciertos cambios para bien. Me reconfortan esas palabras del poeta José Lezama Lima: “lo posible es posible, porque es imposible”.
Las ciencias sociales, aunque pueden hacer ciertas predicciones, elaborar diagnósticos de un contexto en extremo complejo, no pueden adivinar el futuro inmediato, sus especialistas pudieran tan solo aproximarse a una vía deseable mediante proyectos siempre aprobados por determinados consensos. Lo que sí es comprobado –y obvio- a pesar del discurso repetitivo y oportunista, es que Cuba necesita un cambio total, porque este país anhela ser libre. Las bases planteadas para la salvación como país no constituyen una ingenua ilusión. Su importancia radica en que constituye una lección de democracia y dar una lección es abrir la interpretación, obliga a aprender del otro.
La revolución cubana ha demostrado a través del tiempo que fue y es una experiencia del acontecimiento de lo inhumano, de lo irracional. Se apaciguan las protestas mediante actos de repudio, exclusiones y encierros de las disidencias, silencios inauditos. Ahora se hace cada vez más banal la vida en la Isla mediante la aceptación tácita de la violencia, la drogadicción, la ignorancia y la incapacidad estatal, a este estado de cosas y sus reacciones se le puede nombrar, en general, la lógica indigente cubana.
No tener medicinas, padecer de enfermedades evitables y la elevación extraordinaria de la contaminación ambiental, provocan muertes cotidianas, triviales, burocráticas. Las personas aquí -como en los campos de concentración- son números. ¿Cómo es posible que seres humanos educados, artistas, intelectuales, poetas, trabajen felizmente en esta tierra arrasada? Instaurar una ley buena, la prosperidad para el pueblo y la armonía social es lo que toca en esta hora de los hornos. ¿Cómo lograr tales fines si al poder no le importa? Calle y campanas con el legado martiano: O ellos o nosotros.
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