Entrevista con Roberto Veiga González, miembro del Diálogo Interamericano y director del Centro de Estudios Cuba Próxima.
A pesar de existir una agenda de intereses comunes, dentro de la cual se encuentran el cambio climático, la economía, la seguridad, la guerra en Ucrania y las relaciones con el MERCOSUR, la Cumbre CELAC-UE dejó ver un par de tensiones entre ambos bloques, estos son, primero: cuestiones de valor, o sea, de posicionamiento ante las relaciones políticas y, segundo, la variabilidad que tienden a imponer los contextos a las negociaciones. En estos temas se centró la conversación.
Emilio Barreto: Procuremos un balance de la más reciente Cumbre CELAC-UE, pero con una visión de futuro. América Latina es una región políticamente multiforme por desencontrada, es decir, exhibe claramente un desbalance en relación con el ejercicio de la democracia. Europa, aún cuando denota un ascenso de las derechas tendentes al extremo, es una región que continúa siendo homogénea en la práctica de la democracia. Quiero decir que en América Latina se vigoriza, lo mismo en la izquierda como en la derecha, la aparición de gobiernos autocráticos. En Europa la autocracia gubernamental no es, ni siquiera de a poco, una señal de peligro. ¿Cómo pudiera repercutir esta realidad en el saldo de la Cumbre?
Roberto Veiga Gonzalez: Resulta siempre complejo relacionar sujetos en funciones mancomunadas, ya sean individuales, nacionales y regionales u otros. Los valores juegan un rol fundamental en ello, pero también los intereses -que no tienen por qué ser antagónicos. Por eso, tal disparidad entre ambas regiones no es obstáculo, aunque establece dificultades. Pero esto último no debe producir alarma, pues no ha existido acontecer beneficioso y prometedor que haya sido cómodo.
En cada época la necesidad del desarrollo, a veces de la sobrevivencia, ha demandado juntar esfuerzos; y actualmente esto parece una urgencia, como consecuencia del vértigo global ante la actual policrisis mundial y la emergencia de un nuevo “orden internacional” -que a veces parece surgir de la “oscuridad”.
Para lograr este tipo de acuerdo, basta que una sociedad y sus políticos quieran el desarrollo y deseen participar de algún modo en su gestión global, como mejor manera de garantizar la prosperidad propia. Los recursos económicos y políticos de todos los países son limitados y por eso necesitan de toda la cooperación posible, lo cual implica tanto a derechas como a izquierdas, así como tanto a demócratas como a autoritarios.
En el instante actual de la historia, América Latina y la Unión Europea se necesitan mutuamente y por ello buscan una relación económica y social más estructurada. Esto va igual para la Colombia, de Gustavo Petro, como para la Venezuela, de Nicolás Maduro, o el Ecuador, de Guillermo Lasso; así mismo para la Alemania, de Olaf Scholz, y la Hungría, de Viktor Orbán.
E.B.: ¿Entonces la democracia no será tenida en cuenta de manera suficiente? ¿Es decir, continuará viniendo a menos?
R.V.G.: La democracia continuará siendo esencial, por supuesto. Pero ello no implica que sea una condicionante absoluta y rígida -a modo de dogma o muro- para las relaciones humanas y políticas, sino puerta, camino, bienestar -imprescindibles. Con toda seguridad, los demócratas del orbe, del signo político que sean, sabrán defenderla.
Asimismo, los nuevos mecanismos de este mundo hiperconectado, en el que quizás abunde la participación de autócratas, tenderán a ser democráticos, so pena de resultar ineficaces. Entonces tal vez esta sea una ruta distinta -si bien no garantizada- hacia una praxis democrática más amplia y acaso insospechada.
El punto 8 de la Declaración Final de esta Cumbre ratifica el compromiso con los Derechos Humanos -ya sean civiles, políticos, económicos, sociales o culturales, incluido el derecho al desarrollo, considerados todos ellos universales, indivisibles e interdependientes-, y con el Estado de Derecho; además, sin selectividad ni dobles raseros cuando se trate de cuestiones relativas a los Derechos Humanos.
E.B.: Te has referido a un nuevo “orden mundial”…
R.V.G.: Resultado del acontecer de fuerzas, intereses y contextos, se ha ido rompiendo el “orden mundial” proveniente de la posguerra de 1945, debilitando sus instituciones y normas, sin que aparezcan otras nuevas, ni fuerzas sociales que lideren ese cambio. No obstante, ya resultan evidentes las naciones que serán las dos potencias mundiales prevalecientes, es decir, Estados Unidos y China. Ello de conjunto con otras potencias de segunda, como Alemania, Japón, la Unión Europea y Rusia, entre otras.
Vladimir Putin no acepta un rol secundario para Rusia y por eso intenta revivir una especie de espíritu imperial y zarista que conceda prevalencia “místico-política” a Rusia y coloque en su órbita a un conjunto de países que para él constituyen zona de influencia o pertenencia de Rusia. Lo cual procura, desde el modo en que concibe ese predominio, sobre todo a base de arrogancia y fuerza, sin considerar de manera suficiente la empatía y el beneficio social y económico.
Esto lo condujo a una guerra contra Ucrania que ha devenido genocidio y ha terminado por arrastrarlo en el sentido contrario de lo que procura. Quizá sea casi imposible que Ucrania lo derrote, pero igual de improbable será que Putin alcance el triunfo deseado. Además, a estas alturas, tampoco posee oportunidades para ponerle fin a esa contienda sin quedar humillado -de acuerdo con el “código del honor” que él ha enarbolado.
La Unión Europea, por su parte, pretende elevar su importancia en este nuevo contexto de prevalencia de Estados Unidos y China, haciendo uso de la empatía desde sus valores y de la cooperación social y económica. Esta Cumbre CELAC-UE, es expresión de ello.
En este nuevo contexto mundial que llega, tal vez haya bloques como en otras épocas; recordemos aquellos dos, respectivamente, alrededor de Estados Unidos y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), entre 1945 y 1991. Pero puede ser que esto ocurra de otro modo, o sea, junto a otra característica peculiar, acaso decisiva en las nuevas circunstancias. Posiblemente ambas potencias principales, y otras secundarias, convivan en países y regiones teniendo, indistintamente, según circunstancias locales y ocasionales, mayores influjos unas y otras.
En América Latina y el Caribe más de 20 países realizan intercambio comercial con China, la cual en 2022 alcanzó la cifra de 437 000 millones de euros -independientemente de que sus gobiernos sean democráticos, liberales o autoritarios.
De este modo, en la región y cada uno de los países podrían estar ampliamente presente a la vez, por ejemplo, China, Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos -este último, si llegara a interesarle una proyección inteligente hacia la región. Esto constituye una complejidad mayor, pero del mismo modo es una oportunidad tremenda, cuyo éxito dependerá de la madurez política de los gobernantes.
E.B.: ¿Cómo se inserta esta Cumbre CELAC-UE en la gestión de este desafío?
R.V.G.: Reitero, América Latina y la Unión Europea se necesitan mutuamente para la estabilidad económica y política en el nuevo contexto mundial.
Por ejemplo, en cuanto al litio -algo tan importante- Europa depende de China, pero podrá recibirlo de Chile y hasta de Argentina; también Bolivia crea condiciones para su aprovechamiento, si bien actualmente lo hace con China. Asimismo, los cereales -igualmente importantes-, que dependen de Ucrania, pueden comenzar a provenir de Suramérica. También puede proveerse de hidrógeno verde para la configuración de una estructura productiva basada en energía renovable, por ejemplo, de México, Chile, Argentina, Perú, Bolivia y Brasil.
América Latina, a la vez, tendrá un mercado propicio para todo ello, del que hoy carece. También podrá realizar un plan de inversiones para el desarrollo de 45 mil millones de euros que la Unión Europea pondrá a su disposición -aunque todavía no está suficientemente claro en qué y cómo se invertirán.
La región latinoamericana y caribeña debe tener cuidado de no convertirse exclusivamente en una cadena de abastecimiento de materia prima a Europa e invertir únicamente para aumentar las condiciones y cualidades de tales suministros. Ello estaría bien y forjaría una relación birregional positiva, pero hace falta una perspectiva mayor de progreso y entonces los vínculos birregionales podrían representar un beneficio extraordinario.
Estamos ante la posibilidad de un universo creciente de relaciones entre América Latina y la Unión Europea que pudiera resulta muy beneficioso para ambas regiones. Mas actualmente sólo se inicia. Esta Cumbre mostró desacuerdos significativos, pero a la vez un clima propicio, lo cual es alentador. A esto muchos le han llamado “desacuerdo cordial”. Todo dependerá de la madurez política de los que vayan siendo encargados de las relaciones birregionales y los países.
E.B.: Nuevamente en torno a la economía, ¿de qué manera pudiera condicionar esta relación de bloques el proteccionismo, que es un reclamo de los países de América Latina?
R.V.G.: El proteccionismo dificulta el desarrollo de una relación económica y social birregional más estructurada y lo padecen ambos bloques -si bien de modo asimétrico. Por ejemplo, en la Unión Europea, Francia y Austria, y en América Latina, Brasil y Argentina. El Mercosur, con casi 30 años de fundado, aún no consigue la apertura debida, puede comerciar con China, la Unión Europea, Japón y Estados Unidos, entre otros, pero no logra acuerdos.
Considero debe aceptarse que el libre comercio trae más crecimiento, más inversión, más exportación y costos más bajos. Así mismo, que esto demanda gestionar con madurez política las tendencias proteccionistas desde ambos lados del Atlántico; pero sin dejar de considerar las realidades socioeconómicas que estimulan el proteccionismo, pues ello también sería un error.
Es imprescindible avanzar hacia un acuerdo birregional estratégico y beneficioso.
E.B.: Luego, la CELAC es un mecanismo de concertación y no un organismo supranacional, a diferencia de la UE que sí es un órgano con poderes supranacionales. ¿Cómo pudiera condicionar esta diferencia las expectativas económicas que emergieron de la Cumbre?
R.V.G.: La CELAC fue constituida el 3 de diciembre de 2011, como un mecanismo intergubernamental para el diálogo y el acuerdo político -con énfasis, al surgir, en la convivencia ideológica y política-, que incluye treinta y tres países de América Latina y el Caribe, con una población que ronda los 662 millones de personas. Sus objetivos se enfocan en promover la concertación política, impulsar la agenda latinoamericana y caribeña, posicionar a la región en temas globales, fomentar los procesos de diálogo con otros actores, impulsar la integración regional para el desarrollo y promover la coordinación entre organismos, entre otros.
Este mecanismo no ha logrado prefigurar un rumbo mejor para la región, pero su solo desempeño resultó por años un aporte significativo que, si bien no desapareció, disminuyó debido a dinámicas políticas en sus países miembros y el mundo, así como de otras condiciones adversas. Pero fue mantenido, casi a toda costa, por actores políticos latinoamericanos y globales, porque podría llegar a ser una condición favorable para establecer relaciones estratégicas.
Ahora, en este nuevo contexto internacional, la CELAC está llamada a conseguirlo. Pero esto exigiría asumir casi por unanimidad, por ejemplo, que el desarrollo de cada país latinoamericano y caribeño será de algún modo causa y efecto del desarrollo de los otros países de la región; que es conveniente incorporar cuáles serían en este caso lo que fue para la Unión Europea la comunidad del carbón y del acero como elemento de aproximación y desarrollo compartido -aunque quizá mucho más modesto-; que ello requiere de estructuras de gestión compartidas que sean sólidas, ágiles y eficaces; y que tal comunidad regional debe aceptar, incluso proteger, las dinámicas particulares de sus países y los vínculos entre estos y con otras regiones o entidades supranacionales, así como evitar la tentación de anhelar alguna “unanimidad” ideológica o política.
Sin embargo, algunos argumentarían que la región parece incapacitada para esto. Evidentemente, ello demanda gobernantes con extraordinaria altura humana y política.
E.B.: En ocasiones sugieres que, en definitiva, los sujetos políticos son decisivos, mucho más que las estructuras…
R.V.G.: Las estructuras son indispensables y habrá que reformarlas continuamente para que cada vez sean más eficaces, pues aseguran los canales y modos imprescindibles para alcanzar los propósitos deseados. Pero, en la mayoría de los casos, los problemas no provienen sobre todo de las imperfecciones de las estructuras, sino más bien de los políticos, de la praxis. La carencia mayor seguramente está en los actores, no en las reglas. Las reglas las reducen o ensanchan los propios actores -sobre todo con algún tipo de poder. Es decir, el mayor desafío está en conseguir sujetos políticos capaces, responsables, audaces y honestos.
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