La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


De los negros y las negras solo se acuerdan cuando hay crisis, tiempos de guerras y sacrificio nacional, como carne de cañón

En la misma medida que la Revolución cubana se siente heredera de la herencia blanca, criolla, plantacionista de su historia, también carga con las sombras del racismo sistémico, la violencia interracial, vendida como mestizaje, y una sociedad dividida por el color de la piel que generó a lo largo de esa misma historia y se esconde como la abuela prieta en la cocina en las mansiones de los ricos. De los negros y las negras solo se acuerdan cuando hay crisis, tiempos de guerras y sacrificio nacional, como carne de cañón. El resto de las temporadas que sobrevivan, ellos y sus familias, como puedan.

30 May 2024
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Imagen © Reynier Leyva Novo

Respuestas de Ulises Padrón Suárez al dossier de Cuba Próxima titulado Acabar con el racismo en Cuba no puede ser una tarea pendiente, en el que también participan Dimas Castellanos, Maikel Pons Giralt, Paula Haydée Guillarón Carrillo y Melisa Cores Padrón.

Acerca de los criterios expuestos por Walterio Carbonell en Crítica a cómo surgió la cultura nacional.

En un texto pionero del pensamiento crítico y descolonizador cubano como Crítica a cómo surgió la cultura nacional (1961) el marxista afrocubano Walterio Carbonell (2005, pp. 20-21) reflexiona sobre los posicionamientos de Fidel Castro hacia el racismo y la discriminación. Reconoce que: “es muy saludable porque todavía sobreviven en la conciencia de muchas gentes los prejuicios y vicios mentales que fueron creados por las condiciones sociales del pasado”. Y afirma que “demoler las concepciones ideológicas de la burguesía es hacer Revolución”.

En ese ensayo cuestiona Carbonell los fundamentos históricos de la cultura cubana, y en una postura descolonizadora se pregunta “¿Podrá la cultura de los esclavistas ser considerada como la cultura de la Nación?” “¿Acaso la cultura popular, cuya fuerza reside en la tradición negra, no es tradición cultural?”, para lamentarse de “que la concepción colonialista de la cultura mantenga vigencia entre nosotros.” (CARBONELL, 2005, p. 38-41).

Por su parte, la Revolución cubana se propuso eliminar el racismo y dio pasos importantes para lograr para propiciar la movilidad social y la participación en la vida política de los afrocubanos, sector históricamente preterido y discriminado. Paradójicamente, la ampliación del ejercicio de los derechos sociales, económicos y políticos de la población negra y mestiza, junto al discurso político oficial naturalizó la idea de que el racismo había sido erradicado en Cuba, de ahí que no tuviese sentido hablar de un problema que ya no existía.

1- El mito de la ‘democracia racial’[1]  antecede a la Revolución cubana. Con todo, ¿en qué medida podemos afirmar que la perspectiva de ‘democracia racial’ tuvo continuidad luego de 1959 y cuáles fueron sus especificidades en ese contexto histórico-social?

En términos etimológicos, la palabra “democracia”, de origen griego y compuesta por dos lexemas, “demo” (pueblo) y “cracia” (autoridad, poder), se refiere al poder del pueblo que, en el contexto de la Antigüedad Clásica sin embargo, ese poder del pueblo excluía a la mujeres, los esclavos y los extranjeros. Más bien aludía al ejercicio del Gobierno en manos de la clase no aristocrática, los ciudadanos libres, en la alternancia que se suscitaba entre esta y los aristoi, o los patricios en términos romanos. No obstante, la democracia, como concepto moderno, surge de la derrota del Ancien Régime, en 1789, y el establecimiento de la República en Francia. Las formas de actuales del Estado, la división de poderes, la democracia como sistema y el hombre (blanco, burgués, eurocentrado) como citoyen provienen de la Revolución francesa. Se inventaron unos principios universales para refrendar derechos humanos del hombre blanco, no de los africanos esclavizados ni los indios masacrados en el descubrimiento a América. El Gobierno se organizó de tal manera que en el parlamento todas las facciones, a favor y en contra, se dispusieran a la derecha o a la izquierda del presidente de la sala. No menos importante, se creó la guillotina y su verbo guillotinar para decapitar a los reyes y la nobleza francesa, pero luego se descubrió que el nuevo aparato carecía de ideología y sirvió las mismas funciones a los republicanos que lo instauraron como institución democrática.

Por otra parte, la raza, de la que se deriva lo racial, como calidad o perteneciente a la raza, es un concepto de la Época Moderna que describe una serie de complejos procesos de control y dominación trasatlántica y originaron el sistema capitalista global. Sin la creación de las razas y el racismo, como pivotes fundamentales del sistema filosófico de la modernidad occidental, en conjunto con todos los instrumentos que se generaron (la esclavización, la plantación, las sociedades coloniales, etc.) para imponer un modelo sociopolítico por encima de otros,  no se puede comprender las sociedades actuales, la interconexiones culturales y políticas, la interdependencia económica y las desigualdades entre las regiones, países y colectivos étnicos al interior de cada nación.

La democracia racial constituye un constructo discursivo problemático desde su propia enunciación, porque la raza ha sido un mecanismo de las democracias o de los Estados-nación, para legitimar la universalidad de Occidente. En las Cortes de Cádiz, en el siglo XIX, por ejemplo, se podía ser republicano, y a su vez poseer colonias de ultramar sin que esto ruborizara al más republicano liberal. En este sentido, invertiría la pregunta sobre la democracia racial: ¿desde dónde se enuncia y a quién beneficia este concepto? Desde mi punto de vista, hablar de democracia racial es extender el racismo que subyace en la preeminencia de una raza sobre otra, de una humanidad por encima de otra, de una cultura por otra, por las vías de la democracia. Es aceptar que el problema de la raza es indisoluble y que la democracia, genésicamente excluyente, contribuirá a la igualdad entre las razas, es decir, el último bastión de la blanquitud y del sistema colonial imperante.

Con el triunfo de la Revolución cubana, si bien hubo avances en derechos para las personas negras, racializadas y afrodescendientes, lo cierto es que le debate racial se silenció desde los primeros años de la década de 1960 y los principales exponentes, como Juan René Betancourt tuvieron que exiliarse, mientras que otros fueron obligados al ostracismo como Walterio Carbonell. La perspectiva racial dentro de esos cambios, que haría más profunda las reparaciones históricas a comunidades negras y empobrecidas, se convirtió rápidamente en un tabú dentro de las ciencias sociales y las instituciones hasta que la crisis económica, y también epistemológica, de los 90, conocida como Periodo Especial, reabrió la caja de Pandora de las desigualdades en Cuba. La caída de la URSS y la disipación de la ayuda económica y financiera que proveía el CAME, acentuaron las brechas sociorraciales de la sociedad cubana, que estaban visiblemente veladas por una bonanza económica pro soviética. La persistencia de las prácticas estructurales de la pobreza afectó con mayor fuerza a las poblaciones negras en su conjunto. Por arte de magia, las reminiscencias del pasado colonial que salieron a flote (la insalubridad, el hacinamiento, la falta de acceso a estudios universitarios o el color de la población penal), desmontaban los discursos igualitaristas de la propia Revolución. 

Desde los primeros años de Revolución cubana, el discurso oficial del Gobierno, sobre todo el de Fidel Castro, no tuvo reparos en establecer una línea en la continuidad teleológica con la revolución de 1868, la Guerra de los Diez Años, impulsada por Carlos Manuel de Céspedes. Por supuesto que con en esta concepción de la génesis de la Revolución de 1959 se legitima el origen blanco-criollo de la nación cubana, como legado de Céspedes traspasado a José Martí hasta llegar finalmente a Fidel Castro, la antorcha de la libertad, el nuevo Mesías blanco insular, elegido para construir la nación utópica de los primeros patricios criollos, que por cierto excluían de su visión romántica de una Cuba soberana, gobernada por cubanos natos, a los negros esclavizados. Es decir, sin Capitán General español, pero con esclavos. Esta visión de la cubanidad como una piedra con la que chocas una y otra vez en la historia se condensa en Ese sol del mundo moral de Cintio Vitier, pero se reedita con menos tintes poéticos en el resto de los intelectuales revolucionarios que contribuyeron a nutrir esta visión de la Revolución cubana y de Fidel como máximo líder.

En este sentido, las diversas visiones sobre el racismo sistémico que se trasmuta a lo largo de los siglos por las circunstancias epocales, siguen siendo las bases de las múltiples desigualdades históricas de la nación cubana que se vive hoy. Sin embargo, este relato mítico que niega o esconde los procesos insurreccionales anteriores, con más ahínco desplaza a aquellos que fueron liderados por personas negras, que antecedieron la Guerra del 68 y que calaron en la conciencia colectiva de la sociedad esclavista, dispone de dispositivos racistas en todas las instancias institucionales.

El silenciamiento o la falta de voluntad por estudiar, reconocer y promover las voces negras, intelectuales y periodistas, que constituyeron un movimiento antirracista plural durante la República o los posicionamientos racistas de la academia y la historiografía cubanas, no deja mucho margen a la imaginación en cuanto al reconocimiento del aporte de colectivos racializados a la nación. Niega además el aporte de la Revolución de Haití en el continente y la recepción del pensamiento abolicionista en el siglo XIX a raíz de la primera revolución negra.

La Conspiración de Aponte, que terminó con la decapitación de su líder, José Antonio Aponte, en 1812, es el claro ejemplo, por solo mencionar este, de esos borrados históricos, para los que existe consenso en la historiografía cubana, que se padecen aún hoy en la actualidad. Un siglo después, en 1912, la matanza de los Independientes de Color, en el oriente del país, demostró que no era viable, por las vías democráticas de la República, la asunción de un proyecto social antirracista y decolonial en la Isla, por más avanzado que este fuera para la región en su época.

En la misma medida que la Revolución cubana se siente heredera de la herencia blanca, criolla, plantacionista de su historia, también carga con las sombras del racismo sistémico, la violencia interracial, vendida como mestizaje, y una sociedad dividida por el color de la piel que generó a lo largo de esa misma historia y se esconde como la abuela prieta en la cocina en las mansiones de los ricos. De los negros y las negras solo se acuerdan cuando hay crisis, tiempos de guerras y sacrificio nacional, como carne de cañón. El resto de las temporadas que sobrevivan, ellos y sus familias, como puedan.

2- ¿Hasta qué punto esta suerte de “democracia racial” a la cubana instaurada con la Revolución cubana obstaculiza el debate sobre la persistencia de manifestaciones (menos o más veladas) racistas en la Isla?

Parte de la respuesta de esta pregunta la contesté en la anterior.

Desde mi punto de vista, lo que existe es un poder blanco que en ciertos momentos necesita legitimarse entre colectivos negros y racializados de la sociedad cubana. Por tal razón, ese “debate” sobre el racismo y las responsabilidades que el Gobierno cubano, como continuador de un Estado blanco-racista-plantacionista, tomaría a favor de las comunidades negras y afrodescendientes se dilata en el tiempo y en las agendas políticas. En la práctica lo que se suscita son políticas que no se concretan por diversas vías. En ocasiones por la falta de voluntad política, como es el caso del Programa de lucha contra el racismo y la discriminación racial; otras porque se diluye en los tecnicismos jurídicos sin efectos reales en la vida diaria de las personas vulneradas por el color de la piel; o porque el Gobierno no destina los suficientes recursos para empoderar a poblaciones históricamente lastradas por el racismo.  

3- La movilidad social de las afrocubanas y afrocubanos que la Revolución cubana parece haber creado el prototipo del “negro malagradecido”, presente en insultos y recriminaciones que las personas reciben cuando, por ejemplo, expresan públicamente sus críticas al Gobierno y sociedad cubanos. ¿En qué lugar somos colocados los afrocubanos según esta perspectiva? 

Las bases históricas del imaginario social del negro malagradecido, que lo repite acríticamente desde un exministro de Cultura, Abel Prieto, hasta cualquiera que quiera insultar a personas negras, se deben a que desde los primeros años de la Revolución cubana se borró de manera sistemática la tradición intelectual negra que provenía desde el siglo XIX. Solamente se acentuaron aquellos hechos en el que las personas negras ocupaban espacios de subalternidad. Por ejemplo, es recurrente escuchar en Cuba, cada de 10 de octubre, que Carlos Manuel de Céspedes le otorgó la libertad a los esclavos. Cuando se sabe que solo liberó a una pequeña dotación de personas esclavizadas que estaban en la finca de la Demajagua para que se unieran a la lucha libertaria. Del mismo modo, las lecturas parcializadas a personajes de la historia, el poco acceso a la información diversa, contribuyen a obstaculizar un sentimiento colectivo racial. Los colectivos racializados estábamos a merced de las políticas del Gobierno, y desobedecerlo o enfrentarse a él, eran signos de rebelión contra quien te ha “hecho” persona (no ciudadano ni iguales).

4- Como comunicólogo emigrado, percibo que en Brasil el debate sobre racismo, racialidad y las contribuciones de las culturas de los millones de africanos que fueron esclavizados y de sus descendientes a la cultura nacional ha ido ganando más fuerza en los ámbitos académicos, cultural, escolar, mediático y empresarial. ¿En qué espacios se ha dado y se está dando hoy ese debate en Cuba y qué impacto tiene en los decisores políticos?

Creo que es un debate que se origina primero e intensamente en el activismo antirracista y luego se rearticula hacia otros escenarios, academia, medios, instituciones culturales. Tengamos en cuenta que muchos activistas antirracistas suelen ocupar alguna posición en estas áreas. El debate racial donde menos se genera, a mi modo de ver, es en las escuelas y los espacios empresariales de negocio, a veces con políticas racistas antinegro. El Gobierno tampoco tiene una política basada en la inversión y desarrollo de colectivos y comunidades racializadas. Hasta tanto se sigan reproduciendo las causas de la pobreza y las desigualdades sistémicas existirán las brechas de inequidad.

5- ¿Cómo evaluarías hoy la representación de afrocubanas(os) y mestizas(os) en el emergente sector privado, de un lado, y en el sistema político cubano?

La foto del duelo en la muerte del general Luis Alberto López-Callejas [extitular del Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAESA), el holding de empresas controladas porlas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba] refleja la composición sociorracial de la sociedad cubana, de manera simbólica, lo que me dice que la composición racial que sigue gobernando el país se mantiene intacta desde la época colonial: Los hombres blancos gobiernan este país. Hasta el presente ambos sectores, el político y privado, están ligados, vinculados por líneas parentales, en la mayoría de los casos. Ningún negocio exitoso en Cuba es indiferente al Gobierno.

6- ¿Consideras que la presencia de afrocubanas(os) y mestizas(os) en las instituciones políticas cubanas inciden en los procesos de toma de decisión, en general, y en la aprobación de políticas públicas dirigidas a enfrentar el racismo, en particular?

No, lo que considero es que esas instituciones políticas que inciden en la toma de decisión deberían concebirse desde una perspectiva antirracista, decolonial, feminista y contra la homo/transfobia para que las políticas generadas tengan en cuenta la pluralidad de la nación. Para ello hay que formar desde esta perspectiva y promover a personas negras y racializadas a esos espacios; como lo mismo, habrá que penalizar a quienes incumplan con el mandato de la ley.

7- ¿Se ha logrado alguna articulación funcional entre la sociedad civil cubana y el poder público en la elaboración de normas legales y políticas públicas, educacionales y comunicacionales, en aras de superar todas las manifestaciones de racismo que persisten en Cuba?

No.

8- ¿Cuáles son los principales desafíos que los movimientos de activismo negro y antirracista han tenido que enfrentar en Cuba?

Reconocimiento y legalización de las asociaciones de colectivos negros, racializados y afrodescendientes, independientes al Gobierno reconocimiento de la responsabilidad histórica del Gobierno y el Estado con las comunidades negras en Cuba. La construcción de mecanismos para erradicar las causas estructurales de las desigualdades por el color de la piel.

[1] La idea de la existencia de una supuesta “democracia social”, que iría a contracorriente del racismo científico, fue acuñada por el sociólogo brasileño Gilberto Freyre en su libro Casa grande e senzala (1933). Criticado décadas más tarde por el también sociólogo Florestán Fernandes, el mito de la democracia racial fue y es utilizado para matizar y hasta negar el racismo que persiste en la sociedad brasileña.

Referencias

CARBONELL, Walterio. Crítica a cómo surgió la cultura nacional. La Habana: Ediciones Bachiller, Biblioteca Nacional José Martí, [1961] 2005.

FERNANDES, F. O negro no mundo dos brancos. São Paulo: Difusão Européia do Livro, 1972.

SOBRE LOS AUTORES

( 3 Artículos publicados )

Licenciando en Letras por la Universidad de la Habana. Editor, escritor, activista LGTBQ+ y antirracista.

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