Cuba ha sido escenario de una aguda crisis económica, sanitaria, social y política. La represión y la impunidad estatal han alcanzado altos niveles, en especial, a partir del estallido social del 11 de julio de 2021, a raíz del cual se incrementaron las cifras de personas encarceladas por motivos políticos.
Resultan dramáticas la pobreza y desigualdad, las actividades delictivas por supervivencia económica, la emigración desordenada, la polarización política y la frustración y desesperanza de los cubanos, incluidos militantes del Partido Comunista y veteranos de la Revolución. Estas circunstancias exigen plantearse el presente con realismo y sentido de urgencia, y afrontarlo sin cortapisas, pues toda crisis es también una oportunidad de cambio real y perdurable.
Los ciudadanos cubanos tenemos el reto de buscar alternativas plurales y cívicas que nos conduzcan al disfrute de la libertad y los Derechos Humanos en el marco de un Estado de Derecho con ciudadanos reconciliados y comprometidos, a favor del bienestar de la Nación —que solo existirá a través del bienestar de cada cubano.
Sin embargo, esto ocurrirá exclusivamente cuando los cubanos demócratas nos juntemos y establezcamos las bases de un compromiso con valores e instituciones que permita dirimir pacífica y democráticamente los desacuerdos y, a la vez, propiciar un ejercicio ciudadano capaz de colocarnos en condiciones políticas para afrontar los peligros nacionales y devolver el país a la gestión plural de sus ciudadanos. También cuando esos actores gubernamentales preocupados asuman la responsabilidad de dar el primer paso para el cambio.