Para lograr una educación superior pública de calidad es importante tener en cuenta, en nuestro caso, la tradición pedagógica cubana, mirar atrás. Baste mencionar tan solo la inmensa lucidez de un intelectual de la talla de Enrique José Varona que alertó acerca del peligro de la improvisación de maestros, lo que pasa hoy muy a menudo en el país en cualquier nivel de educación. Ello perjudica enormemente la calidad de la formación de los estudiantes al ingresar en las universidades.
Respuestas de Teresa Díaz Canals al dossier de Cuba Próxima titulado Miradas al proceso de actualización de la educación superior para una Cuba Democrática, coordinado por Leonardo M- Fernández Otaño, en el que a su vez participan Yennys Hernández Molina, Ulises Padrón Suárez, Sergio Barreiro Sánchez y Daniel Castellón Guillén.
1- ¿En cuánto a la sostenibilidad de la educación superior qué aspectos considera primordiales para gestionar el acceso a una educación pública de calidad e incorporar la enseñanza privada en el país? ¿Qué elementos debe proveer el Estado para garantizar la formación universitaria?
Para lograr una educación superior pública de calidad es importante tener en cuenta, en nuestro caso, la tradición pedagógica cubana, mirar atrás. Baste mencionar tan solo la inmensa lucidez de un intelectual de la talla de Enrique José Varona que alertó acerca del peligro de la improvisación de maestros, lo que pasa hoy muy a menudo en el país en cualquier nivel de educación. Ello perjudica enormemente la calidad de la formación de los estudiantes al ingresar en las universidades.
La academia también sufre el embate de la emigración en estos últimos tiempos como resultado de la crisis estructural que sufre Cuba, aunque de manera sistemática este fenómeno ha estado presente también en décadas anteriores. Jóvenes profesores abandonan en muchas ocasiones sus trabajos de manera definitiva para establecerse en otros países en busca de otras perspectivas para sus vidas, con ello se pierde calidad y futuro de país.
Es indudable que en los claustros universitarios se concentra un caudal sustancial de conocimientos. Esa voluntad de saber, esa avidez de indagar sobre múltiples aspectos constituye un sello de eficacia en una Academia. Si algo caracteriza al pensamiento son las metáforas de la luz y la visión, Parménides identificaba el pensar con ver. Existen dos formas de conocimiento, la primera es la natural, que es la inteligencia, la visión intelectual, la racionalidad fundamental y decisiva. La otra es cuando se ve con el corazón, y ello no es para nada una trivialidad. La emoción es más difícil y misteriosa. Si le falta esa otra forma, el conocimiento se convierte en una lógica instrumental, una lógica tecnológica. Educar es al mismo tiempo escuchar y discrepar.
El autor Joan-Carles Mèlich en su texto Lección de Auschwitz destaca muy bien que educar no es adoctrinar, reclama un dar y un darse al otro. Si el maestro dijera la última palabra no hay verdadera transmisión ni magisterio. La verdadera palabra es la palabra creadora de palabra. La enseñanza es el movimiento entre lo que está dicho y lo que falta por decir, entre el texto y su interpretación, entre lo que está visible y lo invisible.
No por conocidos debemos soslayar los aforismos escritos por José de la Luz y Caballero, el maestro del Colegio del Salvador, fundado en 1848. Hay un proverbio esencial que marca la pauta moral en el terreno de la enseñanza: “Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo”. Los pensadores cubanos formaron una conciencia ética para la libertad, ello resultó una filosofía para la vida, y de esta manera, no fue la vida para la filosofía. Ese legado debemos recordarlo siempre.
El Estado debe proveer una logística adecuada para el despliegue o desarrollo de cualquier Academia, pues en nuestro contexto, la enseñanza en general es pública. Me consta que las condiciones materiales que existen en los centros que brindan docencia en la Iglesia Católica son mejores, aulas limpias con aire acondicionado, una laptop y el aparato correspondiente para que los profesores expongan sus conferencias con el apoyo de un PowerPoint o cualquier material audiovisual. Después de sesenta años, constatamos que lejos de revestirse de modernidad, la decadencia aquí es impresionante.
En la Facultad de Filosofía e Historia donde laboré por décadas se mantienen pizarras que fueron colgadas antes de la revolución. Los profesores no cuentan con tecnología adecuada, si acaso un aparato por departamento, baños sin agua. Los docentes no disponen de despachos donde puedan recibir a sus estudiantes, si lo hacen es en un local, amontonados con otras personas. Yo misma tenía que hacer ese tipo de actividad en el parque. Esa fue mi experiencia de hace pocos años, en esos espacios donde dejé la vida entera sin dejar huella.
2- ¿Cómo reconstruiría Ud. el sistema universitario y los programas de investigación científica teniendo en cuenta la cooperación internacional, la autogestión de las investigaciones y la transparencia institucional?
Es imposible que proporcione una información amplia sobre este asunto. No fue una tarea que me concerniera de manera directa en la Facultad de Filosofía e Historia. Pude constatar la interacción con la cooperación internacional a través de otra institución no gubernamental a la que también pertenecí por unos cuántos años y se puede hacer mucho con ciertos recursos. Elaboré algunos programas que aportaron al trabajo comunitario y se creó un colectivo asiduo a talleres de capacitación que tuvo cierto éxito por los impactos que tuvo.
Sé que se concretaron algunos intercambios por esta vía en el departamento universitario al que pertenecí, los cuales permitían y permiten un respiro a los docentes; lo que sí comprobé es que hay que estar en el grupo, tener vínculos estrechos con los coordinadores y jefes. Es algo que se aprende con el tiempo. Por la cantidad de proyectos que se coordinan se pueden calificar como exitosos estos vínculos en el entorno sociológico. Yo admiro a colegas que asumen la mirada de la especialidad con seriedad y trabajan en función de sus investigaciones con rigor. Pero duele que la sociología en este contexto no se pueda convertir en una verdadera escuela, pues el compromiso político impide un sentido crítico auténtico, tampoco existe una revista de esta carrera, que se pudiera haber logrado a través de la cooperación. Se hacen libros con ese apoyo que sirven tan solo a especialistas, pero el impacto de una revista sería un reto para servir también como sociología callejera, alternativa, más conectada con la compleja realidad que nos invade. Por ello los estudios son de caso mayormente, no macrosociales. Bueno, si se hace desaparecería una vez más el Departamento.
3- ¿Qué aspectos considera fundamentales para impulsar una interrelación objetiva entre la comunidad universitaria y el sector empresarial?
Esta pregunta no la responderé, pues no tuve tal experiencia y sería hablar como si estuviera sentada en la asamblea nacional: decir algo por decir y punto.
4- ¿En su criterio qué trasformaciones son necesarias para actualizar la educación de pregrado en su especialidad en Cuba?
Primero que todo, habría que preparar docentes vinculados o especialistas en ética que trabajen con la Sociología. Es lamentable, pero la asignatura que impartía me imagino que la eliminaron cuando me sacaron del juego al comenzar la pandemia. Habría que hacer realidad que la Sociología es una ciencia que incomoda, como afirmaba Pierre Bourdieu.
Introducción de libros escritos en otros países valiosos y actualizados, así como rescatar los libros que hoy son amenazados con hacerlos pulpa en la Biblioteca de Filosofía, un ejemplo: el diccionario de filosofía de José Ferrater Mora. Un disparate terrible regalar los libros, desaparecerlos en un recinto que se supone genere ideas, o es que ¿el pensamiento mismo es la libertad?
5- La formación de postgrado ha sido cuestionada debido a la expedición de títulos de doctorados en favor de los altos cargos del Partido Comunista y la expulsión de sus programas de científicos críticos con el sistema político. ¿Qué acciones se deben impulsar para alcanzar los estándares internacionales de calidad académica y garantizar el rigor docente?
En esta respuesta me guiaré por las siguientes palabras de la filósofa María Zambrano: “Las grandes verdades no suelen decirse hablando… Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero eso que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir.” El hecho de otorgar títulos por poseer un alto cargo en la nomenclatura del Estado y del Partido, representa para la Academia un retroceso, una verdadera desfachatez. Sin embargo, esta práctica no es un problema nuevo.
Recuerdo que cuando me exigieron que tuviera de manera obligatoria que hacer el doctorado, después de permanecer más de veinte años esperando por esa oportunidad, ya que cuando ingresé a laborar en la alta casa de estudios y manifesté mi interés en iniciar una investigación con el objetivo de alcanzar esa categoría, alguien con más experiencia dentro del Departamento me cortó tal aspiración. Comentó que proponerme eso sin que me lo pidieran los jefes, sería un signo de mal gusto, de autosuficiencia. Nunca más me atreví a pensar en tal empeño hasta que no me lo exigieron.
Cuando el campo socialista se derrumbó en Europa, Cuba se tuvo que poner a tono a nivel mundial en cuanto a contar con un claustro de elevada calificación. Comenzó una fuerte presión con amenaza de sanción administrativa para que hiciera de inmediato este tipo de estudio, en el que participaría en el tribunal una cantidad impresionante de científicos sociales, de acuerdo con los requisitos soviéticos por los que todavía nos regíamos en ese entonces. Me tomó dos años leer de día, de noche, muchas veces de madrugada, los fines de semana, con hambre, pues atravesábamos la crisis de los noventa. Tenía que ir a casa de familiares a escribir en una computadora porque aún no poseía mi ordenador, a veces me sentaba en el laboratorio de informática de los estudiantes de la Facultad para escribir los avances que obtenía y sentía la molestia de algunos alumnos porque les invadía su espacio. Lo único grandioso de todo ese inmenso esfuerzo fue el camino y el resultado, no las condiciones.
Disfruté enormemente descubrir ese saber que solo otorga la lectura prolongada y sentarme a conversar con profesores de historia que eran especialistas del siglo XIX cubano, de la moral en aquel periodo de tiempo. Escucharlos con atención, recibir pues mi trabajo trataba sus sugerencias fue algo maravilloso. Siempre estaré agradecida por ese gesto generoso de transmisión del saber por el apoyo que me brindaron. Recuerdo que a una profesora le dio un infarto después de la discusión doctoral. A mí me dio un dolor muscular muy fuerte unos días antes de realizar la defensa, el stress no me permitía moverme. Una vecina -después de una inyección en el hospital- me proporcionó una medicina que me calmó.
Cuando todo ese período pasó, me susurraron hechos muy penosos. Una profesora con dinero pagaba a una persona para que le escribiera su texto y, al mismo tiempo, le suministraba comida a alguien de gran peso en el tribunal. Otro profesor, también con el afán de convertirse en un flamante doctor -le limpiaba la casa, en tres meses este último defendió sabe Dios qué futilidad. Capital económico y social fueron utilizados para lograr tal objetivo. Después les fueron otorgados a esos mismos personajes prebendas y reconocimientos institucionales.
Así que a partir de ahí comprendí qué significaba la soledad que se desprendía de la inquietud. Ya no me asombra que le faciliten títulos doctorales a este tipo de personas con capital político y se les niega a intelectuales con interés y una capacidad tremenda para desarrollar análisis de esta índole, por el hecho de tener criterios políticos diferentes a los establecidos en este país. No es nada nuevo bajo el sol. Para alcanzar el rigor docente requerido y ganar un grado científico, aparte del prestigio por saber, está la decencia.
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