El trabajo principal pendiente ha sido -casi invariablemente- el mismo en las últimas décadas: generar un frente común contra el totalitarismo donde todos empujemos hacia el mismo lugar, y tengamos las mismas prioridades
Lennier López, sociólogo, politólogo y miembro del Consejo Deliberativo de Cuba Próxima, comparte opiniones sobre Cuba y el trabajo que realizamos.
1- ¿Cuál es la situación social, económica, política y humanitaria actual de Cuba?
El país atraviesa por una de las peores – si no la peor- crisis desde los años 60. El régimen político está muy desgastado, la institucionalidad de este está frágil, y no se ve salida a la vista.
2- Ante ello, ¿cuál es la posición del poder imperante en la Isla, y cuáles otras posiciones prevalecen en la esfera pública cubana transnacional? ¿Cuáles de estas zonas ciudadanas estarían en capacidad de procurar una solución, y cómo intentarlo?
La cúpula, desde luego, parece apostar por la provisoriedad de esta crisis. El tiempo, piensan, es su aliado. La oposición de manera general parece coincidir en esto. El tiempo es el enemigo del cambio, piensan. Pero lo cierto es que hay muy pocas certezas. El tiempo también es el enemigo de Raúl Castro al mando, por ejemplo. El tiempo también podría ser muy amiga de la hiperinflación lo cual puede politizar -y movilizar- a los más apáticos. Estamos ante una situación de mucha incertidumbre aun cuando a veces todo parece estar en calma.
Sigo creyendo que una oposición tan fragmentada como la nuestra, que tiene muchos seguidores y pocos ciudadanos, que tiene muchos lideres, pero pocas alianzas, es una oposición a merced del régimen. El trabajo principal pendiente ha sido -casi invariablemente- el mismo en las últimas décadas: generar un frente común contra el totalitarismo donde todos empujemos hacia el mismo lugar, y tengamos las mismas prioridades. Desde luego, esto no significa apartarnos de nuestros proyectos particulares, que son generalmente muy útiles. Esto significa generar un frente colectivo que trascienda estos proyectos. Esto requiere canales de comunicación y colaboración, espacios de acción colectiva para, por ejemplo, ejercer presión sobre la política exterior de determinados países hacia Cuba, boicots contra determinadas empresas que respalden al régimen, y campañas de apoyo que lleguen directamente a ciudadanos que están dentro de Cuba. El otro trabajo -y que va de la mano de este- es el de prepararnos para la democracia. Es decir, formarnos en valores cívicos, aprender como pudiésemos autogobernarnos, como cuidar la cosa pública, y el respeto a los Derechos Humanos. Sin civismo no podemos aspirar a formar un frente verdaderamente amplio contra el totalitarismo y en pro de la democracia.
3- Si el poder no acepta otra opción diferente a la ofuscación y el precipicio, ¿cómo deberían asumir esta desdicha los diversos sectores ciudadanos civilistas que abogan por cambios profundos, pacíficos, consensuados?
Si la dictadura -parada frente al abismo- se empeña en la inmovilidad tendremos que hacer todo lo posible por impregnarle ese valor que le falta para saltar. O tendremos que darle el empujoncito que necesita para despeñarse. No es el escenario ideal, pero la parálisis es simplemente insostenible e inaceptable. El régimen ya está frente a ese abismo, pero la oposición no tiene aún los recursos para hacer que la caída pueda ocurrir. Tenemos que llegar allí, para poder pararnos frente a la dictadura, y plantarle cara. Ahí ellos tendrán que decidir si saltar, si pelear para arrojarnos a nosotros al abismo, o si civilizadamente le ponemos fin a esta tragedia nacional sentándonos a acordar una transición hacia la democracia.
Parece obvio que nosotros tendremos que ir hasta esa cima donde el siguiente paso es el abismo, porque el régimen no ha mostrado nunca ninguna voluntad real de bajarse de su cúspide para negociar una salida con la sociedad civil cubana.
4- ¿Debería establecerse una Comisión de Verdad, Justicia, Reconciliación y Memoria Histórica?
Sin dudas, la memoria es fundamental para una nación. Lo mismo ocurre con la reconciliación. Es el ganador quien tiene la responsabilidad de emprender este camino de la reconciliación. Una vez el totalitarismo haya perdido, tenemos que ser capaces de reconciliarnos con nuestra historia reciente. Tendremos los demócratas que ser lo suficientemente compasivos y dar pasos hacia el perdón allí donde este quepa a la vez que se hace justicia. La justicia como venganza no nos va a servir para construir un país unido y estable. Tanto la justicia, la reconciliación y la memoria, dependen de que la verdad emerja. Los perpetradores deberán comprometerse a revelarla. Y solo entonces se puede perdonar.
5- ¿Un proceso de reconciliación nacional -democrática- demandaría acompañantes internacionales a modo de facilitadores, garantes, mediadores? ¿Quiénes podrían desempeñarlo?
El contexto dirá que actores debiesen ejercer el rol de mediadores. Organizaciones regionales como la OEA o la UE, o globales como la ONU pueden colaborar en esto. Hay también varios países con experiencia en este sentido, pero debemos ver el contexto en el que se da el proceso para evaluar con más precisión estos roles.
6- De cara a un proceso de cambio sociopolítico en Cuba por medio de una senda de diálogo reconciliatorio y democrático a la vez, ¿qué opina de las propuestas surgidas en Cuba Próxima durante los pasados meses?
La mayoría de las propuestas que encuentro en los últimos meses en Cuba Próxima me parecen muy atinadas. Hay otras que me parecen fundamentales y no las he visto. Por ejemplo, me parece de vital importancia la independencia de la institución del banco central. Ello garantiza que la clase política no use políticas económicas -como la subida o bajada de las tasas de interés- con fines electoralistas que den al traste en el largo plazo con el bienestar económico del país. Desde luego, las competencias del banco central deben ser muy limitadas, pero estas no deben estar sujetas a intereses partidistas, sino que deben seguir una lógica técnica.
Desde un punto de vista político, la institucionalidad democrática requiere también la asesoría de, entre otros, expertos en ciencia política. Es fundamental que las reglas del juego contribuyan a la justicia y la estabilidad del país. La labor pedagógica que los cientistas políticos podamos hacer al respecto es sustantiva. Debemos mostrarle a la gente las ventajas y desventajas de cada diseño, y así aportar a un debate público más racional y menos guiado por intereses particulares o prejuicios ideológicos.
A mí en particular, por ejemplo, me interesa mucho el tema de la excesiva fragmentación en la política y algunos de los males que suele traer consigo, entre ellos la corrupción y la inestabilidad. Hay determinados diseños que fomentan una fragmentación excesiva mientras que otros incentivan una competencia menos atomizada. Creo que es importante que los cientistas políticos abordemos estos temas. Desde luego, ningún diseño por sí solo es suficiente, y todos los diseños tienen pros y contras. Necesitamos enriquecer el debate público señalando estas cuestiones para llegar a un futuro proceso democratizador con algo de camino recorrido como sociedad.
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