En los últimos días, tras la victoria de Lula, las manifestaciones tomaron las calles en varias regiones del país.
Por Amanda Serrano
La obra Psicología de masas, del precursor del psicoanálisis Sigmund Freud, fue escrita en 1921. Por esa fecha, Europa vivía la expansión del fascismo en Italia (1922) y el nazismo en Alemania (1933). El libro es fundamental para comprender la composición de los grupos y las formas en que las personas se identifican con sus colectividades y reaccionan ante lo diferente.
La obra de Freud se configura como un estudio capaz de organizar el conocimiento sobre los movimientos políticos y sociales y sus efectos colectivos y subjetivos. Por lo tanto, ayuda a comprender los acontecimientos recientes en la elección presidencial en Brasil entre Luiz Inácio Lula da Silva (Partido de los Trabajadores) y Jair Bolsonaro (Partido Liberal).
En los últimos días, tras la victoria de Lula, las manifestaciones tomaron las calles en varias regiones del país. Solo había una razón: los bolsonaristas no aceptaron los resultados de las urnas. Los movimientos reunieron un gran número de personas que bloquearon carreteras y calles, difundieron noticias falsas, predicaron la violencia, pidieron intervención militar y la anulación del resultado.
La creación de estos grupos de protesta se basa en identificaciones compartidas, aspiraciones e ideales en común. «Esa lógica organiza nuestros vínculos sociales y explica cómo nos identificamos con el grupo, eligiendo una figura de liderazgo», explica Débora Ferreira Bossa, profesora de Psicología y estudiante de doctorado en Estudios Psicoanalíticos de la Universidad Federal de Minas Gerais.
Según Débora, esa figura puede ser personificada ―como es el caso de representantes políticos, como Jair Bolsonaro, y religiosos― o una idea compartida que establece la identificación del grupo en su singularidad. «Sin embargo, esta misma lógica puede influir en actos de rechazo, desprecio, rivalidad, con quienes no comparten las mismas características que unen a tal grupo».
El especialista señala que la Psicología de las Masas ha basado sus estudios en las formas en que las personas se relacionan con sus pares y rechazan a quienes no comparten las mismas aspiraciones. «De esta manera, las acciones violentas, pequeñas o grandes, pueden dirigirse a otros como una forma de eliminar a los rivales, entendidos como enemigos».
Reiterando las explicaciones de Débora, el historiador Mateus Roque da Silva comenta que el movimiento irreflexivo de las masas, desde el punto de vista histórico, no es suficiente novedad. «En la Alemania nazi, por ejemplo, no fueron locos y mujeres desequilibradas quienes promovieron el holocausto, cobrando la vida de miles de judíos y judías, sino por el contrario, fueron hombres y mujeres comunes, ciegos en su posicionamiento ideológico, quienes irreflexivamente actuaron movidos por el odio generalizado».
«El reforzamiento del bolsonarismo se ha mostrado en los últimos años como una burda réplica de los movimientos antidemocráticos del siglo xx. El sujeto pierde su capacidad de evaluar y sentir, de ponerse en el lugar del otro, y, con eso, las acciones extremas pueden volverse habituales», completa Mateus.
Manifestaciones bolsonaristas y «servidumbre voluntaria»
Volviendo a la explicación sobre la formación de grupos, Débora aclara que los individuos se sienten autorizados a realizar actos que no harían sin ese apoyo colectivo, y que no hay sentimientos de violencia u hostilidad que no hayan sido experimentados o deseados previamente por sus integrantes.
«Así, podemos considerar que la conmemoración de una fake news sobre el fraude electoral y la detención del juez Alexandre de Moraes, presidente del Tribunal Superior Electoral y miembro del Supremo Tribunal Federal, son informaciones que distorsionan la realidad fáctica, pero que corresponden al deseoso sentimiento de castigo y a la violencia ya presentes en las aspiraciones individuales de los miembros», dice la psicóloga.
Según la profesora, tales actos se configuran como elementos compartidos de la cultura punitivista y de la violencia traída por el sentimiento de seguridad en torno a un líder autoritario. La estudiante de doctorado en psicoanálisis recuerda un importante término creado en el siglo xvi por el filósofo Étienne de La Boétie: «El filósofo nos presentó el término “servidumbre voluntaria”, que si bien tiene los límites del momento histórico y político con el que se construyeron las observaciones, podemos rescatar su inquietud al cuestionar por qué las masas apoyan a los tiranos. Para el filósofo, este fenómeno se refiere a los sentimientos de sumisión entre los miembros que colocan en la autoridad la resolución de todos los problemas o angustias frente a los dilemas sociales».
Así, aunque el líder elegido no garantizara la vida de sus ciudadanos, sigue siendo la figura sobre la que las masas depositan la realización de sus sentimientos de seguridad frente a un enemigo ficticio. En Brasil, estos rivales pueden tener varias construcciones.
«Este tema está sujeto a una amplia discusión, pero para el caso en cuestión, tenemos que la amenaza del comunismo, la amenaza de la “dictadura gay” a través de la distribución de fantasiosos “kits gay” [en las escuelas], o bien los discursos pro-vida, que criminalizan el aborto bajo cualquier circunstancia, muestran la contraposición de agendas, la pobre base intelectual (racional) y el parco desconocimiento por parte de estos grupos de las dimensiones políticas de una sociedad democrática. La elección de estas directrices evidencia la inexistencia de coherencia con la realidad, y su coincidencia con aspiraciones individuales violentas y hostiles que configuran un territorio promisorio para la implementación de las fake news», destaca Débora Ferreira.
Las fake news y la psicología de las masas
Según el docente, las fake news forman parte de un discurso totalmente incoherente con la realidad. «Es decir, información que no corresponde a la realidad, sino a los deseos y aspiraciones de “retraducir” esa realidad en una verdad que parece más cercana a las impresiones que el grupo está dispuesto a comprender sobre la realidad».
Débora explica que las noticias falsas son provocativas y tocan directamente las emociones y creencias que las personas ya tienen y están disponibles para despertar, por ejemplo, la garantía de su propia seguridad y el reconocimiento de sí mismo, «lo que promueve la adhesión a los discursos de eliminación de los enemigos, ilusorio, como intento de seguridad y garantía de la propia vida».
«Por lo tanto, las noticias falsas son un elemento peligroso de enunciación de rivalidades y una construcción distorsionada de la realidad que promueve la violencia y pueden despertar sentimientos agresivos en las personas que pudieren creer esa información. Debemos recordar que no hay sentimientos hostiles implantados, sino despertados, es decir que los actos reaccionarios, antidemocráticos y violentos de estos grupos ya existían en la individualidad de sus integrantes, y encuentran en la colectividad formas de expresión y realización».
Se engaña quien piense que las fake news forman parte de un fenómeno actual. La psicóloga observa que la forma más extrema en que se instauraron estos actos a partir de una política de Estado fue en el fascismo y el nazismo, en los que se orientaron grupos de extrema derecha con el fin de regular y determinar la eliminación de la vida de quienes no se consideraban dignos de existencia.
«Los actos antidemocráticos y violentos suscitados por la situación política en el Brasil contemporáneo nos llevan a cuestionar el impacto y el efecto que los ideales nazis siguen insertando en las colectividades, en las que la violencia y el sentimiento de destructividad se convierten en el organizador del grupo, o en un común operador entre sus miembros», concluye Débora.
Tomado de Estado de Minas
La versión original (en portugués) del reportaje está disponible en:
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