La estrategia de control del castrismo radica en la división de los cubanos para así oprimirlos, convirtiendo a nuestra patria en un feudo inmenso repartido entre ciertos apellidos y cacicazgos al amparo de la mentira socialista
Por Orlando Gutiérrez Boronat
La disyuntiva no radica entre cambios serenos o cambios violentos. La disyuntiva estriba entre salvar la nación o seguir contemplando su desaparición. Para esto hacen falta cambios que vayan a la raíz de nuestra problemática, transformaciones que deben ser tan radicales como necesarias.
Tenemos que proponer soluciones reales frente al colapso de nuestra tasa de natalidad y al apocalíptico desastre inducido a la producción nacional de alimentos en el país que hasta 1959 era una potencia agrícola latinoamericana. Pero, asimismo, es un imperativo adoptar medidas urgentes ante la destrucción de nuestra infraestructura urbana, la emigración masiva de nuestro pueblo, que afronta todo tipo de riesgos para llegar a la libertad, y el encarcelamiento y feroz persecución contra la flor y nata de Cuba, que se levanta y enfrenta al régimen aun desde las mazmorras totalitarias.
La única solución real radica en ir a la raíz, al pueblo cubano, donde quiera que se encuentre. Somos nosotros los afectados y a los que más nos duele la tragedia de Cuba. Y es el cubano, desde su intelecto, desde su capacidad creativa y de trabajo quien puede dar comienzo a la salvación de Cuba. Para eso se requiere que el cubano pueda pensar y obrar libremente, uniendo el logro de un mejor destino para sí mismo como individuo y como familia al objetivo de un mejor destino para la patria, proponiendo el cambio principal, el medular, el radical que va a la raíz del asunto: la devolución de la soberanía secuestrada al pueblo mediante el restablecimiento de la libertad y el derecho.
Esto significa, irremediablemente, sacar del Gobierno a la familia Castro y al Partido Comunista de Cuba, como mecanismo para poner fin a una violencia política institucionalizada durante más de seis décadas.
Hay que tener claro que la estrategia de control del castrismo radica en la división de los cubanos para así oprimirlos, convirtiendo a nuestra patria en un feudo inmenso repartido entre ciertos apellidos y cacicazgos al amparo de la mentira socialista.
Por tanto, se hace más perentorio que nunca restablecer un espacio público donde puedan pensar y debatir los cubanos sobre las medidas urgentes a tomar para el rescate del país, si se pretende, con decisión y enjundia, terminar con la tiranía de los Castro y de sus títeres, de sus secuaces militares y del dominio asfixiante de la nomenclatura del Partido Comunista. Esto es indispensable, precisamente, en aras de que haya espacio para todos los credos y procedencias existentes en nuestra isla.
Depuesta la tiranía, y no hay otra palabra objetivamente precisa para describir lo que ha existido en Cuba por sesenta y tres años, un gobierno amplio de transición que no dure más de veinticuatro meses debe devolverle los derechos conculcados a la población, liberando inmediatamente a los presos políticos y legalizando la sociedad civil. La terminación del destierro abriría de par en par las puertas a la verdadera reconciliación nacional, de la mano del desarrollo de un sistema electoral autónomo para la pronta celebración de elecciones libres multipartidistas a todos los niveles.
Esto también debe conducir a la rápida desregulación de la economía, para que el ciudadano pueda recuperar el control sobre su propia vida económica, mientras se privatizan las empresas estatales a no mayor velocidad de la que se le devuelva la soberanía instrumental al pueblo, para que así los cubanos sean propietarios de los bienes nacionales y no los usurpen unos cuantos nuevos oligarcas surgidos a la sombra de Gaesa.
Todo esto y mucho más, incluyendo la realización de elecciones multipartidistas nacionales para un nuevo Congreso libre que legisle y prepare una propuesta constitucional para ser aceptada o negada por el pueblo en referendo popular, hasta el logro de elecciones presidenciales abiertas, justas y libres, está contemplado en el Acuerdo por la Democracia, documento de coincidencia nacional promulgado en 1998 y progresivamente suscrito hasta la fecha por la mayor parte de la oposición dentro y fuera de Cuba.
En la actualidad, diferentes comisiones de cubanos dentro y fuera de la Isla trabajan con el propósito de profundizar en este documento y proponérselo al país como alternativa viable para ser estudiada. Serviría de sustento la Constitución de 1940, pero también el rico legado de nuestra historia constitucional iniciada en la manigua redentora y reflejada en la constitución republicana de 1901 y las leyes constitucionales de 1934 y 1935.
La experiencia internacional avala la tesis de un cambio desde la raíz para rescatar a nuestra patria. Así lo podemos ver en los ejemplos exitosos de la República Checa, Estonia, Polonia, Lituania y Eslovenia, entre otros.
Sí, es posible salvar a Cuba. Para hacerlo tendremos que ir a la raíz de nuestra verdadera historia, no a la entelequia fabricada por el Partido Comunista para mantenernos en el cautiverio. Vayamos a esa primera república, que surgió de un país devastado por una guerra terrible y de una tutela norteamericana, para lograr en poco tiempo altos niveles de vida para los cubanos a una velocidad jamás vista antes en América Latina, en lo concerniente a libertades ciudadanas, desarrollo de infraestructura, niveles educacionales y alfabetización, en un contexto de consolidación y ampliación de la base productiva y de las instituciones bancarias y crediticias propias, como también en materia de cuidado de la salud, así como en las tasas de natalidad y longevidad de la población.
Aquellos patricios, con todos sus defectos, pero con muchas más virtudes, levantaron una patria próspera e incluyente de las cenizas de la conflagración independentista. Muy diferente al movimiento parasitario totalitario que en 1959 tomó una patria próspera, pero con grave crisis constitucional, y la convirtió en un lugar miserable sin ley ni derechos.
Muchos en Cuba proponen y luchan por el Paro Nacional como forma de terminar con la tiranía y recuperar la soberanía del ciudadano. Nosotros apoyamos esa tesis como expresión cívica para lograr la libertad. Hacemos un llamado a la unión de todos los que amen a Cuba para que fijen su vista en un horizonte de resurrección nacional. El 11 de julio de 2021 ha fortalecido el camino, hay que acelerar el paso.
SOBRE LOS AUTORES
( 2 Artículos publicados )
Reciba nuestra newsletter