Una sinergia saludable será la convergencia entre las corrientes que se manifiestan por una sociedad democrática con las agrupaciones sectoriales y locales que pugnan por la misma meta. El esfuerzo nacional es la base de uno que pueda tener alcance global
Respuestas de Gerardo Arreola al dossier de Cuba Próxima titulado «La democracia siempre deberá reconquistar los Derechos Humanos, el pluralismo político y el bienestar de las sociedades», coordinado por Roberto Veiga González, en el que también participan Peter Hakim, Jorge Ignacio Domínguez, Michel Fernández y Sergio Bitar.
1- ¿La democracia como ideal conserva la fuerza de otros tiempos? ¿Qué la favorece y qué la obstaculiza?
El mundo registra una fuerte tendencia de ascenso del autoritarismo. Hace años era impensable un asalto al Capitolio en Estados Unidos, alentado por el propio presidente. Ese mismo mandatario es el favorito para una nueva candidatura presidencial y una franja social lo respalda, le cree y confía en él, pese a todo.
En ese y en otros casos, las mayorías no necesariamente expresan valores democráticos. Un gobierno surgido de una mayoría parlamentaria amenaza a Israel con un viraje autoritario. En Europa del Este, Polonia y Hungría tienen gobiernos validados en las urnas, que se han convertido en un desafío permanente a los principios esenciales de la Unión Europea. El África Subsahariana vive una cadena de golpes de Estado en el que se mezclan disputas entre las antiguas potencias coloniales y Rusia, corrupción a gran escala y el negocio de las armas.
En América Latina, mayorías han instaurado gobiernos en franca deriva autoritaria, como en El Salvador, Venezuela y Brasil en la época de Bolsonaro. En Perú, las vías institucionales llevaron a un régimen autoritario con un componente militar. El presidente mexicano ha reconocido abiertamente que, aún contra la ley, interviene en la campaña electoral en favor de su partido.
Según el más reciente informe de Latinobarómetro, una ONG con sede en Chile, que compulsa sistemáticamente la opinión pública en América Latina, la región vive una «recesión democrática».
El reporte, basado en casi 20 mil entrevistas, dice que ese fenómeno consiste en un bajo apoyo a la democracia, mayor indiferencia ante el tipo de régimen político, preferencias hacia el autoritarismo y caída en el desempeño de los gobiernos y la imagen de los partidos. «La democracia en varios países se encuentra en estado crítico, mientras otros ya no tienen democracia», concluye.
Durante largo tiempo ha prevalecido una idea de democracia en su sentido electoral. En la experiencia histórica los mecanismos electorales han alcanzado un cierto grado de complejidad y han desarrollado herramientas institucionales como las regulaciones al financiamiento, el régimen de partidos, el voto electrónico, el voto en el extranjero, los procedimientos contenciosos y el esquema de comunicación pública o bien prácticas como la celebración de primarias y la formación de pactos y coaliciones para alcanzar mayorías que garanticen la gobernabilidad.
Sin embargo, aun con recursos avanzados como esos, los saldos políticos pueden terminar en terreno negativo. Las señales indican que la democracia vive, por lo menos, paradojas que requieren revisión.
Favorecen a la democracia sus valores identitarios: la universalidad de derechos, la consulta periódica, el respeto efectivo a la expresión ciudadana, la división de poderes, la tutela de las garantías individuales y la promoción del desarrollo y la equidad.
El conflicto aparece cuando, en esas condiciones, incluso una pulcra democracia electoral es insuficiente para encarar la marginación y la desigualdad social; cuando esa misma democracia electoral empodera a quienes favorecen la antítesis del sistema e incluso lo vulneran en la práctica; cuando el equilibrio de poderes se altera por un abuso de la judicialización del diferendo o cuando la violencia hace que candidatos o autoridades actúen bajo amenazas del crimen organizado.
2- ¿Cuáles fuerzas políticas y lideres actuales se posicionan a favor de la democracia? ¿Qué caracteriza este quehacer?
Pareciera que hay corrientes sociales en favor de la democracia y al mismo tiempo otras que impulsan o consienten el autoritarismo, declarado o implícito. Es significativo que estos fenómenos trascienden ideologías o banderas políticas.
Hay resultados electorales contra todos los pronósticos, como los más recientes en Colombia y Guatemala, en los que resulta evidente el despertar cívico y la movilización de mayorías tradicionalmente marginadas o abstencionistas.
En Chile es notable la voluntad democrática del presidente Boric, que tuvo que retroceder en su proyecto constitucional, después de reconocer su fracaso en las urnas. Al mismo tiempo, un sector de la sociedad defiende, 50 años después, el golpe de Estado que derrocó a un gobierno constitucional. En Guatemala hay fuerzas civiles organizadas y autoridades que intentan a toda costa frustrar el desempeño del gobierno elegido democráticamente.
En Cuba, con un sistema unipartidista que proscribe a la oposición; en Nicaragua, que ha aniquilado reglas e instituciones democráticas y en Venezuela, que formalmente reconoce partidos y libertades, amplios sectores de población han mostrado su voluntad de participación y defensa del pluralismo, a pesar de la falta de garantías para la libre expresión.
Gran parte de la sociedad española, que permitió primero el ascenso del autoritarismo ultraderechista en las elecciones regionales, reaccionó para frenar esa tendencia en los comicios generales. En Estados Unidos, un sector del Partido Republicano, en el que están el exvicepresidente Pence y algunos legisladores, se ha movilizado en defensa de la legalidad y de las reglas democráticas, en contra de las acciones de Trump y sus partidarios. Y no hay duda de que un amplio sector de la población de Myanmar favorece la instauración de un régimen democrático, que sin embargo ha sido frustrado sistemáticamente por la fuerza. Los ejemplos pueden ser numerosos, pero estos pocos indican cómo, más que líderes, en las sociedades perviven empeños democráticos, que tarde o temprano se expresan en las urnas o en otros frentes de la contienda política.
3- Algunos consideran que los demócratas del orbe -con independencia de la ideología que posean- deben defender a escala global, por ejemplo, el desarrollo de las garantías a los Derechos Humanos, una educación humanista y capaz de formar ciudadanos y trabajadores, la evolución cualitativa de la representación política, la cooperación para un desarrollo económico capaz de un bienestar cada vez más equitativo, y una relaciones internacionales orientadas hacia la distensión, la concertación, la cooperación y la paz. ¿Qué opina usted?
La preservación de los Derechos Humanos como plataforma mínima es una idea que se ha fortalecido en décadas recientes. Ya en el siglo pasado esa noción propició, por ejemplo, la creación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas en la materia y fue el motor de la conversión de la antigua Comisión de Derechos Humanos en el actual Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
En este último caso no se trataba de un cambio de nombre o estructura. Hubo una intensa discusión internacional y una amplia y complicada negociación diplomática, que intentó expandir y normalizar el reconocimiento de que las distintas generaciones de Derechos Humanos (individuales, sociales, económicos) son interdependientes, que los Estados tienen la obligación de procurar su observancia y que la comunidad internacional está en el deber de propiciar que todo lo anterior sea efectivo.
Es decir que la doctrina contemporánea de Derechos Humanos, y desde luego las previsiones de la Carta de las Naciones Unidas, ya son un valor reconocido en el mundo. En el Consejo surgió el Examen Periódico Universal, como un ejercicio en el que los Estados pueden exponer su propia situación y recibir respuestas, comentarios u opiniones del resto. En la Unión Europea parte de las disciplinas intracomunitarias y de las regulaciones en los tratados entre el bloque y terceros países se basan en las garantías individuales.
Con un horizonte mayor, en el sistema de Naciones Unidas hay organismos y mecanismos que buscan preservar y promover derechos sociales y económicos, desde la defensa del medio ambiente hasta el derecho al desarrollo y la equidad.
Pero la realidad es distinta en muchos casos. En materia de Derechos Humanos hay un panorama muy heterogéneo, tanto en la vida interna de los países como en la acción de la comunidad internacional. Persisten estructuras, legislaciones y prácticas profundamente antidemocráticas e incluso alineamientos de gobierno alrededor de esa especie de resistencia.
Son hechos que no niegan, sino que, por el contrario, acentúan la necesidad de que haya una defensa global de las garantías individuales, al margen de ideologías.
Un fuerte obstáculo en ese propósito es la persistencia de esquemas que reproducen mecanismos de la guerra fría. Tales movimientos adoptan la defensa de los Derechos Humanos como parte de una confrontación entre grupos de países, en una politización del asunto, tanto para criticar el desempeño de un gobierno como para evitar esa crítica.
Pero el orden surgido después de la guerra fría también puede pesar en contra de los Derechos Humanos. Las potencias han prolongado las prácticas de permitirse injerencias o presiones en países débiles, de premiar o sancionar a gobiernos según los intereses del más fuerte, de trazar fronteras geopolíticas para delimitar zonas de influencia o de callar ante atropellos según el peso político o económico de los otros Estados y siempre a conveniencia.
4- ¿Cuánto contribuyen a un mundo democrático, de prosperidad y paz, los actuales think tank, los sistemas educativos, las artes y la prensa?
La pregunta cita algunos de los ingredientes esenciales de una democracia, más allá de las reglas electorales y el funcionamiento de las instituciones surgidas del voto popular. La sociedad se expresa y se organiza en diferentes escalones. Sus inquietudes, opiniones y demandas transitan por diversas mediaciones, no sólo por el parlamento, los cabildos municipales o los ejecutivos.
A estos escenarios sociales hay que agregar las organizaciones sectoriales, que reivindican objetivos de interés común, como en el terreno de los Derechos Humanos, los derechos de género, los derechos de la infancia y de los jóvenes, la vida animal y silvestre, el urbanismo, el medio ambiente, el derecho de los pueblos al desarrollo. También es el caso de las agrupaciones gremiales o sindicales, la industria editorial y las redes de bibliotecas, los centros de fomento artístico, cultural o deportivo.
Aunque estas formas de expresión social son antiguas, en épocas recientes han asumido compromisos más claros con el interés colectivo. La libre expresión en los centros de pensamiento o en las artes son signos distintivos de una sociedad plural y ambos se nutren de sistemas educativos con vocación democrática.
En el caso de la prensa, que es el que conozco más de cerca, se trata de un componente esencial de una sociedad democrática. El ejercicio profesional de la comunicación y la libertad de crítica son componentes básicos de un entorno democrático. No es casual, sino un objetivo deliberado, que los deslizamientos autoritarios de gobiernos electos inicien la asfixia de la democracia con ataques a estas formas de organización de la sociedad.
5- ¿Cómo favorecer hoy el desarrollo de una Sociedad Democrática -local y global a la vez-?
En el conjunto del cuestionario están algunas claves. Una sinergia saludable será la convergencia entre las corrientes que se manifiestan por una sociedad democrática con las agrupaciones sectoriales y locales que pugnan por la misma meta. El esfuerzo nacional es la base de uno que pueda tener alcance global.
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