La Iglesia podría realizar varias de estas propuestas si logra ensanchar las posibilidades de participación de sus representantes, sobre todo, de aquellos que han sido históricamente marginados de estos espacios.
Respuestas de Julio Pernús Santiago al dossier de Cuba Próxima titulado Iglesia Católica y mediación política en Cuba, coordinado por Leonardo M. Fernández Otaño
1- Tradicionalmente, se le asigna a la Iglesia Católica el papel de mediadora o facilitadora para la solución de conflictos sociales, políticos… ¿Por qué ocurre esto? ¿Puede mencionar ejemplos exitosos de estas gestiones de la Iglesia durante diferentes etapas de la historia?
Aunque puedan resultar algo polémicas, en Cuba hay varios ejemplos de la intermediación de la Iglesia para solucionar conflictos históricos. Por ejemplo, el fin de la Guerra Necesaria contó con la intervención de León XIII para la consecución del Tratado de París. Si bien el final no fue el sueño anhelado del pueblo, sí es justo resaltar que puso fin a varios años de angustia en los cubanos. También, no es secreta la intervención de Juan XXIII para que llegara sin una mayor escalada armamentista la Crisis de Octubre o de los Misiles. En los últimos tiempos fue tangible la intervención del papa Francisco en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Esto por mencionar conflictos cubanos, pues, por ejemplo, qué sería de la guerra civil de Colombia sin la intervención de la Iglesia. Considero también valioso el aporte que tuvo la Iglesia en América Latina en las décadas del 60, 70 y 80 del siglo XX donde a través de una Teología de la Liberación la Iglesia fue un actor clave en la resolución de conflictos dentro de nuestro continente como el Salvador, por ejemplo, donde mártires como Monseñor Oscar Romero o los jesuitas de la UCA marcaron un camino para finalizar la Guerra Civil.
2- En los primeros años de la década de 2010, la Iglesia Católica en Cuba participó como facilitadora de algunos procesos de liberación de presos políticos, de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y de otras cuestiones sociales. ¿Pudiera hacer un balance de sus éxitos, fracasos y errores?
Es pertinente antes de responder a esta década abordar que el rol de facilitadora de la Iglesia Católica para la liberación de presos políticos está presente desde incluso mucho antes del triunfo de la Revolución. De hecho, recordemos que monseñor Pérez Serantes es un actor clave para que permanecieran vivos y luego fueran liberados varios de los presos políticos del Moncada, entre ellos, el propio Fidel Castro. Luego, monseñor Serantes se convierte en un crítico acérrimo del sistema de enjuiciamiento y fusilamiento de los primeros años de la revolución.
Por demás, hay que decir que un número importante de los presos políticos de las últimas décadas en Cuba han sido católicos. Recordemos por sólo citar un ejemplo de lo ocurrido luego del 2010, todo lo relacionado a las Damas de Blanco, movimiento que surge como parte de los esfuerzos que hacen las familias de los presos políticos de la Primavera Negra para articularse y exigir desde la desobediencia civil mediante protestas pacíficas la liberación de sus esposos. La Iglesia Católica tuvo un rol sumamente importante en esa excarcelación.
Un error importante de la Iglesia Católica fue muchas veces desentenderse de los temas políticos desde una lectura etérea de la realidad, el discurso institucional era que se decía que la Iglesia no debía meterse en problemas políticos para no desafiar al gobierno. Sin embargo, se llegan acuerdos que logran expatriar a varios de los presos de la primavera. En este contexto hay algunos estudiosos que condenan a la Iglesia por pactar con el Gobierno la salida al exilio de estos presos como su condición de libertad. Pero, luego de ver la realidad de las cárceles cubanas creo que nadie debería juzgar una acción que puso en el centro a la vida, lo que sí creo que la jerarquía eclesial pudo haber invitado a ese diálogo a varios de los líderes de la sociedad civil que no respondían a las directrices del PCC.
Sin dudas, cuando Raúl Castro y Barack Obama anunciaban el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos por mediación de la Iglesia, varios cubanos vimos un atisbo de esperanza en ese gesto. Fue positivo el deseo del Papa de provocar un encuentro entre dos ideologías que no se acercaban de forma tangible desde muchos años atrás. Si pudiera hacerse un señalamiento a ese deshielo considero que sería el no haber construido una relación más firme de actores de la sociedad civil de ambas orillas para perpetuar este paso.
Creo que muchos de los logros alcanzados partían de personalismos y no eran acciones que involucraran a organizaciones con reconocimiento tangible de la sociedad civil como parte de la solución. Pues, la Iglesia sola no podía asegurar en el tiempo los compromisos adquiridos por ambas partes. Además, algunos activistas se sintieron con razón que no eran tenidos en cuenta luego de haber exigido tanto por ese horizonte esperanzador.
Un éxito fue demostrar que sí se podía lograr un diálogo, una enseñanza es que ese paso se debe hacer desde un acompañamiento sistemático de actores sociales que sean garantes imparciales de todo lo pactado, pues de lo contrario se sabe que cualquier crisis puede derrumbar lo construido. También, es importante que lo primero a salvar y tener presente en ese diálogo sean las vidas humanas, sobre todo, de aquellos que están presos por proponer incluso momentos como los que se consiguieron vivir.
3- ¿Cuál es la posición actual de la Iglesia Católica en Cuba, como institución, acerca de la crisis nacional que padecemos? ¿Cuánto la conduce, esta posición, a un nuevo desempeño de facilitación o mediación en busca de soluciones?
Lo primero es que no hay una sola posición actual de la Iglesia Católica como institución, pues hablamos un cuerpo diverso con diferentes posturas incluso al interior del clero y, eso también se manifiesta en los laicos. Pero, hay un consenso bastante explícito en que uno de los pasos importantes que debe dar el Estado para negociar alguna salida de la crisis es la liberación de los presos políticos. Fue uno de los mensajes claros que dijo recientemente el cardenal Stella de parte de parte del papa Francisco durante su visita al país. Otro elemento clave es la oportunidad de una mayor apertura democrática, son varias las religiosas, laicas, sacerdotes y miembros de la Iglesia de forma general que han acompañado al pueblo durante protestas y en la apertura de espacios democráticos.
Es oportuno admitir que la Iglesia Católica es hoy el único actor de la sociedad civil independiente del país que es reconocido por el Partido como interlocutor válido. Lo que no quiere decir que no existan otros actores, sino que, por su peso histórico y social, la Iglesia Católica cuenta con la atención de un Partido que muchas veces la suele pasar desapercibido, pero que en otras ocasiones le ofrece espacios donde dialogar desde diversas posturas.
Creo que el reto es cómo lograr que esa posición de interlocutor reconocido por el Partido y por qué no, por gran parte de las organizaciones disidentes del poder, se pueda capitalizar en una Iglesia que impulse un diálogo nacional que posibilite destrabar la rueda burocrática que se está comiendo el futuro y la democracia del país por segundo. Es un reto, pues también sus bases han sido mermadas por la migración de un capital muy valioso, pero aun así tiene las herramientas y la moral suficiente para dar luz verde a una etapa que identifique un verdadero cambio al interior de la nación.
Es importante saber que la Iglesia sigue insistiendo por la búsqueda de soluciones y hay con mayor o menor visibilidad acciones que evidencian este ejercicio. Por ejemplo, las reiteradas visitas del cardenal O’Malley a Cuba y su conversación con Díaz-Canel. O las reuniones de los obispos con la dirigencia de la Oficina de Asuntos religiosos para pedir la liberación de los presos del 11J. También la CONCUR tiene un programa de acompañamiento sistemático a los presos políticos especialmente a los que han sido encarcelados tras las protestas de los últimos años.
4- En esta gestión, si ocurriera, ¿cómo sería la participación de una misma Iglesia que posee representantes en Cuba, por medio del episcopado, pero también en la Santa Sede y en otros lares del orbe?
La gestión mediadora debería hacerse a través de actores nacionales, pues en el pasado la influencia tangible del Vaticano ha cercenado que luego se le pueda dar seguimiento a los acuerdos pautados. Recordemos lo que pasó en la década del 60 con monseñor Cesare Zacchi como máximo responsable de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Aún la Iglesia en Cuba se sigue pensando de forma jerárquica de cara a la toma de decisiones, pero es interesante valorar como la cultura sinodal que ha promovido el Papa y ha calado en algunos sectores del tejido social católico, se hace vida en la toma de decisiones importantes. Pues hablamos de una pedagogía donde se debe incluir la diversidad de voces a la hora de tomar una decisión importante.
La Iglesia siempre va a participar de estos procesos con una dosis alta de prudencia, no verlo de esa forma representaría desconocer la historia de las últimas décadas y el pensamiento de una Conferencia episcopal que pasa de los 70 años con facilidad. Sería significativo para la Iglesia el poder unir a la diáspora en cualquier esfuerzo que se haga de diálogo, pues sabemos de la mirada siempre puesta en varias orillas que ha tenido la universalidad del nombre católico. Estamos conscientes varios cubanos que la institución con mayor fuerza de conciliación entre las diversas cosmovisiones nacionales es la Iglesia, pero esa Iglesia debe dar protagonismo a los laicos, las mujeres y las voces más críticas contra el sistema, si no hace eso su discurso se puede ir desinflando por el camino.
5- ¿Qué debería proponerse la Iglesia Católica en una eventual mediación o facilitación? ¿Cómo podría hacerlo?
Lo primero y considero que ya se viene haciendo hace un tiempo es la liberación de los presos políticos, pues la familia es el núcleo del tejido social de cualquier sociedad y la cubana está profundamente herida ante esa situación. Lo segundo sería poder lograr que fueran escuchadas todas las voces y no sólo las seleccionadas por el establishment en el poder. También, sería oportuno que la Iglesia se propusiera no dejarse influenciar por los fundamentalismos de ningún tipo y así evitar los tirones para posiciones antagónicas imposibles de solucionar. Debería proponerse un abajamiento del ego como único ente de cambio en la sociedad civil y compartir la silla por igual con otras organizaciones disidentes. Se hace urgente el ser capaz de reconciliarse con voces como la del Centro Convivencia o Cuba Próxima y pedirles a los coordinadores de estas plataformas su asesoramiento en estos temas.
La Iglesia podría realizar varias de estas propuestas si logra ensanchar las posibilidades de participación de sus representantes, sobre todo, de aquellos que han sido históricamente marginados de estos espacios, pero que son mentes y corazones valientes y valiosos para llevar adelante ese objetivo. La plataforma católica, en cualquiera de sus espacios, podría ser ese lugar donde se efectuarán esas mediaciones, es decir, que en los Centros que tiene el ámbito católico sería un lugar idóneo para que conversaran las partes interesadas en lograr una solución a la crisis y el conflicto sistémico que aqueja la nación. Algo que debería hacer la Iglesia es definir con claridad qué significa optar por los oprimidos en la Cuba de hoy.
Eso, le hará, si es parte de los frutos de un discernimiento transparente, abrir bien los ojos para ver su condición de inhumanidad, a causa del aplastamiento que sufren diario de su dignidad. Es trascendental descubrir qué provoca esta situación, y desolidarizarse de esos elementos, sean personas, relaciones o estructuras. Pero, también optar por un estilo de vida que sea coherente con esas luchas que como Iglesia deseamos acompañar.
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