(Texto publicado por Cuba Posible en abril de 2018)
Por Jorge Serguera Navarro
El título del presente escrito debe desanimar al lector. Intentar presentar a una industria, relacionada con la caña de azúcar, como un proyecto perspectivo y viable no puede parecer una buena idea. El imaginario colectivo “azucarero” cubano está lleno de expresiones negativas tales como: mono-cultivo, mono-producto, “vacas flacas”, bajos precios, “tiempo muerto”, “azúcar amargo”, etc., etc. Nuestra inteligencia, esencialmente lingüística, no puede escapar al influjo de semejantes frases o vocablos.
Un poco de historia
En la escuela nos decían que uno de los motivos fundamentales por los cuales se hizo una Revolución en Cuba, fue para acabar con el mono-cultivo, la mono-producción azucarera. Se sobreentiende que el propósito revolucionario era la diversificación de la economía. Sin embargo, inicialmente el Estado post-revolucionario profundizó la dependencia del mono-producto azucarero bajo el argumento de la “inserción” de Cuba en la división internacional del trabajo socialista. Y, finalmente, inició lo que parece su inexorable desmonte que ha liquidado ya cerca de la tercera parte de la capacidad industrial instalada.
Esa industria, con cerca de tres siglos a la cabeza de las producciones mundiales, condujo al surgimiento ordenado de otros sectores: a) un denso y eficiente entramado ferroviario (primero de su tipo en Iberoamérica), b) una relativamente importante industria sidero-mecánica de apoyo y, lo que es fundamental, c) instituciones serias e independientes para contabilizar lo producido, árbitros legítimos y universalmente respetados, un código completo de leyes para regular la producción y la división del trabajo tanto en la esfera agrícola como industrial.
Una mirada al presente
La economía cubana actual ya no depende del mono-producto azucarero. Sin embargo, la desaparición o intrascendencia de esta industria no resultó en la diversificación económica. Los sectores emergentes y preeminentes de la economía han sido el resultado de una visión limitada a la búsqueda de soluciones rápidas a los inmensos problemas que tuvo que enfrentar, y que aún enfrenta, el Estado cubano como consecuencia de la desaparición del Campo Socialista.
La economía cubana exhibe una de las características clásicas de la economía subdesarrollada, a saber: hipertrofia del sector terciario (la aplastante mayoría de los ingresos provienen de los servicios). Sin embargo, hay que decir que, igualmente, tiene otras muchas potencialidades y posibilidades de diversificación:
Existe un definido e importante sector primario ineficazmente explotado, que incluye a la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería.
El sector secundario cubano tiene igualmente importancia: además de una gran red de ingenios azucareros, cuenta con varias refinerías de hidrocarburos, centrales de generación termoeléctrica y varios complejos metalúrgicos de diverso tamaño.
Al terciario, le sigue un sector cuaternario también con posibilidades. Nos referimos aquí al sector de la investigación, información e innovación. En este sector destacan las investigaciones biotecnológicas y de ingeniería molecular que han dado lugar a una incipiente industria farmacéutica capaz de obtener resultados de primer nivel.
Lo que está ausente en Cuba es un proyecto para salir de la una situación que ha durado mucho más de lo que debía: el plan para “echar a andar” a todos estos sectores. Aún prevalece una visión que pretende circunscribir, erróneamente, las posibilidades de desarrollo a la inversión en el sector de servicios y en zonas industriales “fuera de frontera” (como es el caso de la Zona de Mariel). O sea, una inversión en “maquilas” que no pueden aportar resultados macroeconómicos importantes para el país.
A esto hay que añadir que están siendo desaprovechadas las experiencias recientes que permitieron el inicio de una reconstrucción del sistema de gestión de créditos internacionales, muy necesarios a la economía, luego de que fuera sacado de la circulación el dólar e impuesta la dualidad de monedas. A este importante asunto, prometo dedicar un texto aparte.
La industria de la caña de azúcar y el porvenir
En el porvenir, lo que hoy se conoce como “industria azucarera” puede renacer en una calidad diferente: el propósito central no será producir solamente azúcar, sino el uso integral del cultivo. Se sabe que de la caña de azúcar se pueden obtener, además del dulce y los alcoholes, otros subproductos. Con anterioridad, en Cuba, se produjo papel y tableros de bagazo; pero su calidad era muy baja comparada a la de productos similares provenientes de otros tipos de materia prima.
A fines del pasado siglo, un nuevo proceso industrial fue puesto en práctica en Japón, usando la caña de azúcar como materia prima. Los subproductos, de muy alta calidad, obtenidos a resultas de dicho proceso industrial, fueron: telas, papel, tableros de madera, ceras industriales, alcoholes y azúcares refinados; además, algunos partes y desechos de la caña (como el cogollo), fueron combinados con productos que permitieron obtener alimentos de alta calidad para el ganado. El autor de la idea es un alto ejecutivo japonés, YoshioTakamura, amigo personal de quien esto escribe. Takamura, a la sazón gerente general adjunto de la mayor empresa papelera del planeta, Mitsubishi Paper Mills, ganó, con su proyecto, un concurso del Estado japonés para encontrar respuesta a la necesidad de diversificar la economía de la isla de Okinawa, como resultado de la pérdida de una sus fuentes principales de ingreso con la reducción de las bases militares norteamericanas ubicadas en ese territorio. En dicha isla está ubicado un ingenio azucarero y existen plantaciones de caña de relativa importancia.
Mistusbishi Paper Mills había experimentado el tremendo impacto del crecimiento económico chino en el aumento del nivel educacional de la población del gigante asiático. Una de las más dramáticas consecuencias de este fenómeno fue el aumento exponencial del consumo de papel, lo que obligó al conglomerado a buscar fuentes de materia prima alternativas a la Taigá siberiana y mitigar el efecto de destrucción de la ecología en la región.
Los ingenieros japoneses descubrieron que la caña de azúcar tiene dos partes esenciales que hay que separar: el meollo y la corteza. El procesamiento independiente del meollo permite obtener azúcares y alcoholes de más alta calidad en un proceso industrial que es más eficaz y menos costoso que el tradicional. Igualmente, el procesamiento independiente de la corteza permite obtener materia prima con un alto contenido de celulosa eliminando las “impurezas” que el meollo introduce en la producción de papel, tableros, ceras y telas de muy alta calidad.
Esta variante industrial modifica la primera etapa del proceso productivo tradicional: en lugar de moler la caña cosechada, hay que partirla y separar el meollo de la corteza. La máquina que cumple este propósito es de alta tecnología y constituye la inversión fundamental que habría que hacer en un ingenio tradicional, para modificarlo con el propósito de usar integralmente el producto.
No bien puesto en práctica el nuevo procedimiento productivo, y probada su eficacia, Takamura viajó repetidamente a Cuba para ofrecerlo a las autoridades en condiciones absolutamente ventajosas a partir de los años 90 del pasado siglo. Como resultado de sus esfuerzos se hizo una exportación de 12 mil toneladas de cogollo a Japón, y se instaló una planta piloto para producir ceras industriales en uno de los ingenios de la provincia de Las Tunas. Sin embargo, la idea central de la propuesta, consistente en modificar tres ingenios para conseguir la producción de todos los subproductos, nunca fue acometida. El monto total de la inversión calculada en la época era de unos 300 millones de dólares.
La idea central del proyecto que los empresarios japoneses proponían a Cuba era iniciar una industria del uso integral de la caña de azúcar, haciendo énfasis en la producción de ceras industriales y papel, usando una fuente de materia prima renovable a corto plazo. El proyecto propuesto por Japón tenía en cuenta el alto potencial de un mercado emergente de alta importancia: América Latina. Se pronosticaba la ocurrencia del mismo fenómeno experimentado en China y la amenaza de devastar inmensas extensiones de bosques. Adicionalmente, prometían comprar toda la producción de azúcares y ceras industriales que la industria fuera capaz de generar y garantizaban la producción de telas, tableros de madera y alcoholes que igualmente ofrecían oportunidades de exportación y consumo interno en Cuba que sustituyera importaciones.
La importancia de la implementación de una industria del uso integral de la caña de azúcar.
Revivir este proyecto pudiera ser uno de los esfuerzos más importantes para reconstruir el sector secundario de la economía cubana. Takamura, y el resto de los ejecutivos y técnicos que lo acompañaron, vieron en Cuba el lugar ideal para implementar masivamente el proyecto basados en las siguientes certezas: a) la gran capacidad industrial instalada, b) la gran extensión de las plantaciones cañeras, c) la gran experiencia acumulada en el manejo de esta industria durante siglos, d) la existencia de un instituto de investigaciones azucareras (ICINAZ) con un amplio caudal de conocimientos, resultados investigativos y aplicaciones prácticas, e) la existencia de investigaciones científicas de alto nivel en relación con el estado de los suelos y la agricultura cañera y el caudal de propuestas para la solución de los problemas que hoy confronta, con el propósito de restablecer el rendimiento por caballería a los mejores niveles históricos.
En una de sus últimos viajes, los ejecutivos japoneses fueron sorprendidos con la información brindada por un joven ingeniero cubano, que anunció la creación de una variedad de caña que eliminaba prácticamente el meollo y, por tanto, la necesidad de una compleja máquina de procesamiento.
Imaginar lo que la implementación práctica y paulatina de semejante idea pudo haber representado para el país, es una lamentación estéril. Sin embargo, de cara al futuro, y en presencia de la voluntad y determinación de imprimir movilidad a nuestra sociedad para resolver los problemas económicos actuales, la implementación de la industria de uso integral de la caña de azúcar es de cardinal importancia.
En lugar de Zonas Industriales Limitadas “fuera de frontera” para “maquilar” productos de empresas extranjeras, esto devendría en la revitalización de una industria extendida en todo el territorio, la reconstrucción de la agricultura cañera con todas las consecuencias positivas para las decenas de poblaciones que de pronto se vieron privadas de su economía local, con el desmonte del sector. Esto permitirá obtener, de la caña de azúcar, rendimientos que van más allá del 12 por ciento del cultivo para producir azúcar. Igualmente, la calidad de los alcoholes obtenidos por este proceso puede potenciar la producción de etanol de alta calidad para contribuir a la sustitución de importaciones de hidrocarburos para el transporte y la generación eléctrica. Semejante industria tiene el potencial de ofrecer empleo a varias decenas de miles de trabajadores que tradicionalmente estuvieron involucrados en las zafras azucareras. Colateralmente, esta industria tendrá un impacto revitalizador en el sistema ferroviario, portuario y vial cubano y superará los aspectos negativos del mono-producto azucarero.
Solamente puedo añadir que el grado de diversificación que esta industria promoverá, superará, con creces, los más audaces sueños de aquellos que querían eliminar el mono-producto azucarero. Comprendo perfectamente que, en ausencia de un proyecto general para el futuro de la nación cubana, hablar del uso integral de la caña de azúcar, no es más que un sueño de una noche de verano. Pero soñar es posible.
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Muy interesante, algunos apuntes me han recordado a “Papito”