La actual coyuntura de la Isla, marcada por la confrontación entre el Estado totalitario y una emergente sociedad civil que comienza a desmarcarse de este, indica la desigualdad de condiciones en que ambos se han relacionado. Esta no sólo se refleja en la capacidad única del uso de la fuerza por parte del Estado, o en la precariedad total en que operan los sectores sociales enfrentados a la dictadura, sino además en la histórica carencia de unidad y visión estratégica de los grupos que han pugnado por ejercer sus oportunidades políticas al margen de la dictadura1.
En regímenes totalitarios como el cubano, la cohesión de los sectores que constituyen la base autoritaria del sistema ha sido un elemento fundamental de su mantenimiento. Son varias las causas de la existencia de esta unión nuclear de apoyo incondicional a un régimen por parte de sectores diversos que, aún con matices diferenciados de motivos para una leal adhesión, mantienen un frente común disciplinado y estratégico en el enfrentamiento a las amenazas internas y externas.
En el eje central de estos grupos totalitarios y sus adherentes, se encuentran aquellos que conforman el grupo con poder de decisión, compuesto por un número limitado de individuos supeditados a un líder, sobre quién recae el peso de la toma de decisiones. Con un sistema autoritario de ordeno y mando, este liderazgo cerrado -que en Cuba ha estado bajo el control de una familia por 62 años- traza las líneas estratégicas generales, que son amplificadas por un nivel intermedio de liderazgo, encargado de extenderlas a una masa enorme de ejecutores autómatas, quienes las traducen en acciones concretas. Este mecanismo siempre ha sido efectivo al poder en Cuba para sostener el control social2.
En el campo contrario -de los sectores que en minoría y condiciones muy difíciles de operación han cuestionado y enfrentado al régimen totalitario- nunca han funcionado los mecanismos de ejecución de estrategias unificadas y coherentes encaminadas a enfrentar el control que emana del sector oficial. Aunque estos grupos siempre han tenido un objetivo común que los unifica por encima de sus diferencias, el desprecio al sistema totalitario que los oprime, ello no resulta suficiente para conformar un frente único capaz de enfrentar a la dictadura. Las diferencias sectarias que los dividen, el poco apoyo popular, la carencia de liderazgos efectivos (carismáticos y reconocidos), la falta de canales de comunicación válidos con la ciudadanía, la precariedad financiera y operativa, y la penetración eficaz de los órganos de inteligencia oficial en sus estructuras, entre otros factores, han actuado históricamente como un freno a cualquier convocatoria efectiva capaz de lograr un proceso de interacciones estratégicas con el gobierno totalitario. Un proceso de centralización estratégica de grupos anti totalitarios dentro de la Isla ha sido -hasta ahora- una tarea no cumplida.
Los opositores al régimen cubano no han sido capaces de un proceso de centralización del disenso y de las ansias de cambiar el sistema, a favor de un movimiento bien estructurado, con estrategias definidas, desde lógicas inclusivas y no exclusivas, que ayude a los ciudadanos a superar su desgana natural a tomar riesgos y los encauce hacia acciones que impongan costos al régimen. Desde 1959 numerosas iniciativas han procurado coaliciones de grupos opositores dentro de Cuba, todas infructuosas. En el extranjero se ha intentado generar movimientos con grupos de exiliados que centralicen y unifiquen la oposición al régimen, pero siempre desde una óptica muy burocrática y poco operativa, que ha puesto a los exiliados en el centro de la toma de decisiones y del manejo financiero, dejando a la disidencia de la Isla en un rol subordinado.
Muchos de estos fallidos e inefectivos intentos de articular agendas unificadoras entre diversos grupos opositores cubanos también han carecido de un carácter multisectorial. Por lo general estas iniciativas, muy loables, se han conformado por grupos con intereses y objetivos disimiles en cuanto a las estrategias para lograr el fin de la dictadura, pero han agrupado sectores sociales muy afines, sin diferencias sustanciales entre sí. Esta característica ha producido una limitación de origen: ha logrado ciertas adhesiones entre personas pertenecientes al mismo sector social del movimiento articulador, pero sin alcanzar sectores sociales más amplios e inactivos.
Por ello, la búsqueda de un movimiento que unifique grupos y estrategias para enfrentar a un enemigo poderoso y con mucha capacidad de planificación como el gobierno cubano, exige la multisectorialidad. Esta demanda unificar agendas de grupos opositores diferentes que funcionen como coalición flexible de múltiples grupos sociales3.
En el caso cubano, de manera indudable, ningún grupo de la sociedad civil ha sido suficientemente poderoso para, por sí solo, mantener la resistencia a un régimen fuerte y represivo. Actualmente, grupos como el Movimiento San Isidro (MSI), el 27N, la UNPACU, y muchos otros entre la variada gama de grupos contestatarios en la Isla y el exilio, no poseen la suficiente fuerza operativa o de movilización por para conseguirlo4.
La historia de las transiciones muestra que, aunque un solo sector social pueda ser prominente en coaliciones de oposición como una vanguardia que aproxima otros grupos a una alianza para combatir totalitarismos, la multisectorialidad resulta el estándar de los movimientos de oposición que a fines del siglo XX y principios del XXI han logrado agendas de movilización eficaces en contra de gobiernos autoritarios o totalitarios5.
Varios ejemplos ayudan a entenderlo. En la Polonia de los 80s, los trabajadores de los astilleros de Gdansk funcionaron como la vanguardia de una coalición multisectorial que dio al traste con el control de los comunistas del gobierno polaco. En Chile, una coalición flexible y poco burocratizada de grupos —representando a la Iglesia Católica, los trabajadores organizados, los estudiantes y los habitantes de los barrios marginales- formó el núcleo de la oposición al régimen militar de Pinochet a principios y mediados de la década de 1980. Tenemos además la alianza de oposición que conformó el movimiento popular brasileño en contra del gobierno militar de finales de los sesenta y setenta. Igual podemos señalar el movimiento de oposición en Nicaragua que luchó contra la dictadura de Somoza a fines de la década de 1970, el cual incluyó a estudiantes, comunidades de base cristianas, campesinos, trabajadores y una parte considerable de la comunidad empresarial6. Esto no significa que se deban generar coaliciones artificiales, hechas a la premura y desde fuera de la Isla, que lejos de establecer agendas de movilización realistas, efectivas y consensuadas, se dediquen a una suerte de gobierno paralelo fantasma muy burocrático, con puestos y responsabilidades no nacidas de decisiones democráticas.
Actualmente el Estado cubano facilita una coalición de esta índole, puesto que involuntariamente propicia el desarrollo de grupos de oposición, múltiples y noveles. El despliegue de tan amplios y diversos actos represivos contra cualquier sector social, ha movido agendas que pedían cambios moderados hacia posiciones disruptivas. Estas ya no reclaman reformas del régimen, sino su eliminación. Ello, precisamente, por la torpe y fallida estrategia de las élites totalitarias, que sólo reprimen, no dialogan7.
Ciertamente, resultó perjudicial al régimen la brutal represión a sectores y grupos que peticionaban demandas no disruptivas, sin cuestionar al régimen, sino a favor de aperturas en las estructuras políticas totalitarias, en busca de un sistema más abierto, pero aún no democrático. Como resultado, algunos grupos -como el MSI, 27N o Cuba Posible (CP)-, donde se aglutinaban sectores puntuales de artistas e intelectuales que abogaban inicialmente de este modo, han modificado su estrategia hacia una radicalización y profundización de sus demandas. Estos, subrayo, ya no demandan reformas del sistema, sino su transformación.
El Estado totalitario cubano se convierte, de esta manera, en el mayor generador de oposiciones en la Isla y en el impulsor fundamental de una verdadera coalición opositora.
La llegada a la Isla de la telefonía celular y el Internet, ha sido una variable importante para la probable consecución de una agenda estratégica unificadora de la oposición cubana. Con esta ruptura del férreo control estatal sobre las comunicaciones los movimientos independientes logran comunicarse directamente con la ciudadanía, lo cual ofrece oportunidades políticas incalculables para el disenso. Las redes sociales, en no democracias como la cubana, han brindado oportunidades de movilización, reclutamiento de protestas, difusión de estrategias y repertorios de contención, generación de recursos y formación de coaliciones.
Como prueba de lo anterior, los resultados de un análisis realizado en el 2003 por Osa y Corduneanu-Huci sobre oportunidades políticas en 24 no democracias, muestran que las redes sociales, además antes de la llegada del internet, pueden brindar estas oportunidades, inclusive en las circunstancias más represivas. Por ejemplo, en Rumania, en 1977, los mineros del carbón pudieron usar sus múltiples redes sociales, ocupacionales y residenciales para movilizarse con el propósito de una huelga extensa, durante el apogeo del poder de Ceausescu, a pesar de la falta de otras oportunidades políticas y el aumento de la represión. También fueron importantes las redes estructuralmente para el inicio de la movilización de los estudiantes de China en 1989, aprovechando la geografía social de Beijing que concentraba poblaciones académicas en dormitorios y barrios. Igual se ha documentado sobre la revolución tunecina del 2011, donde el uso del internet y las redes sociales en línea, condujo a la convocatoria de manifestaciones masivas que contribuyeron a la caída del régimen de Ben Ali8.
Pero aún con estos componentes a favor, los retos de la disidencia cubana son colosales. El Estado totalitario cubano tiene un interés primario, con una agenda estratégica muy bien diseñada, para evitar la movilización de redes de base en torno a quejas o reclamos políticos. Para ello, las redes disidentes siempre han sido infiltradas por espías y policías secretos que delatan, retardan, disuelven. Además, son sometidas a restricciones de comunicación y todo tipo de vínculos.
Las continuas detenciones de personas prominentes en los sectores contestatarios, sus encauzamientos legales bajo acusaciones espurias, y el aislamiento y la vigilancia extrema, son quizás los mayores obstáculos que presenta la consecución de una agenda estratégica unificadora de los grupos disidentes cubanos. Estas acciones represivas imponen una muy dura carga emocional sobre las personas afectadas e impiden que estas logren un diseño estratégico encaminado a interacciones sostenidas con el régimen, pues prácticamente los fuerza en centrarse en la denuncia de lo inmediato: las detenciones, las desapariciones forzadas, las golpizas, los aislamientos ilegales, la vigilancia constante.
Resulta imprescindible una agenda coordinadora de estrategias, con un liderazgo carismático plural de participación ciudadana, que procure la transición democrática del país por medio de un proceso de resistencia masiva, capaz de priorizar lo inmediato y lo estratégico a la vez. Ello será arduo, pero no imposible.
Referencias
1 En un artículo para Hypermedia planteo que los sucesos de confrontación ciudadana hacia el Estado totalitario, acontecidos en Cuba desde fines del 2018, han modificado el contexto y las estructuras de oportunidad política. El impacto de estas pudiera producir un aumento en los niveles de movilización social, que por primera vez tendrían el potencial de modificar los resultados históricos fallidos de organizaciones cubanas y potenciar un camino hacia la democracia. Ver: Grandío Moráguez, Oscar. (2021). “Oportunidades políticas en Cuba: cambio de paradigma.” Hypermedia Magazine, abril 15.
2 Dos artículos muy interesantes de Hoffmann han analizado el tema de la toma de decisiones en la Cuba totalitaria, y cómo se ha transformado después de la salida de Fidel Castro, donde donde las desiciones aún recaen en un liderazgo muy cerrado. Ver: Hoffmann, B. (2009): Charismatic Authority and Leadership Change: Lessons from Cuba’s Post-Fidel Succession, en: International Political Science Review, 30, 3, 229-248; Hoffmann, B. (2016): Bureaucratic socialism in reform mode: the changing politics of Cuba’s post-Fidel era, in: Third World Quarterly, 37, 9, 1730-1744
3 Para el tema de coaliciones opositoras flexibles y multisectoriales ver: Schock, K. (2005). Unarmed insurrections: People power movements in non democracies. Minneapolis: University of Minnesota Press.
4 Este tema lo trato en: Grandio Moráguez, Oscar. (2021). “La desacreditación al Movimiento San Isidro: una dinámica suicida.” Hypermedia Magazine, mayo 7.
5 Este magnífico texto relaciona la multisectorialidad con el éxito de la resistencia a gobiernos autoritarios o totalitarios. Foran, J. (2003). Magical realism: How might the revolutions of the future have better end(ings)? In: J. Foran (Ed.),The future of revolutions: Rethinking radical change in the age of globalization. London: Zed Books: 271–283.
6 Para el caso chileno ver : Schneider, C. L. (1995). Shantytown protest in Pinochet’s Chile. Philadelphia: Temple University Press; los grupos opositores y sus coaliciones contra la dictadura militar brasileña se tratan en: Moreira Alves, M. H. (1985). State and Opposition in Military Brazil. Austin: University of Texas Press; sobre la caída de Somoza y las coaliciones que se conformaron ver: Booth, J. (1982).The end of the beginning: The Nicaraguan revolution. Boulder: Westview Press.
7 La dinamización de las oposiciones debido al accionar represivo y obtuso de los estados no es único de Cuba, y ha sido bastante tratado en la literatura. Ver: Goodwin, J. (2001). No other way out: States and revolutionary movements, 1945–1991.Cambridge: Cambridge University Press.
8 En este profundo estudio se hizo un análisis de 24 no democracias y sus contextos históricos, donde se concluye que las redes de coaliciones sociales amplias favorecen la movilización efectiva contra regímenes no democráticos. Osa, M., & Corduneanu-Huci, C. (2003). “Running uphill: Political opportunity in non-democracies.” Comparative Sociology ,2, 605–629.
SOBRE LOS AUTORES
( 1 Artículos publicados )
Reciba nuestra newsletter