A partir de tópicos medulares acerca de la reconciliación entre cubanos o la disposición positiva para la convivencia, opina Alexei Padilla Herrera, comunicador y estudioso de la realidad cubana
1- Algún tipo de senda reconciliadora entre cubanos sería posible únicamente a partir de la admisión de la necesidad de una negociación política para superar las contradicciones por parte de ideas y prácticas de grupos que posean notabilidad social e importancia en los contextos políticos nacional e internacional. ¿Es factible identificar esa pluralidad de proyecciones en la realidad cubana actual? ¿Existiría en ellas dicha voluntad de negociación?
Primero hay que diferenciar reconciliación nacional de normalización de las relaciones oficiales con los Estados Unidos. No obstante, no hay dudas de que dicha normalización contribuiría a una mejor interlocución entre los cubanos que viven en la Isla y los residentes en la nación del norte. Ahora bien, en ese camino no iniciado de la reconciliación, el rol principal lo juegan las elites políticas y económicas cubanas, dentro y fuera de Cuba. Y hablo de elites porque a nivel de sociedad, de pueblo, de las relaciones interpersonales cotidianas, al menos yo, no aprecio esa tirantez, esas desavenencias, esos odios mutuos, esa soberbia que exhibe el discurso público de los dirigentes políticos cubanos y cubanoamericanos. La pluralidad existente en la sociedad cubana se ha hecho evidente desde inicios de la década de 1990. Creo que buena parte de la sociedad cubana tiene voluntad de negociar, siempre que se respeten determinados principios y condiciones.
2- ¿Cómo caracterizaría usted esta voluntad de negociación?
Sería arriesgado hablar por una elite local que ha hecho de la falta de transparencia un valor. Si nos guiamos por el discurso público puede afirmarse que no parece haber mucha voluntad de negociación con ningún adversario. Sin embargo, ¿cuánto de estratégico y cuánto de real hay en ese tipo de discurso? ¿Quién garantiza que mientras realizan actos de reafirmación y continuidad “revolucionarias”, no están negociando en las sombras o están dando pasos para hacerlo? Los acontecimientos del 17 de diciembre de 2014 nos dieron una lección en ese sentido. La situación precaria en la que se encuentra la economía cubana – como consecuencia del fracaso de la política económica aplicada por el gobierno, el bloqueo y los efectos de la pandemia – no da muchas alternativas. Para superar ese momento crítico que ya está habrá que negociar, sea con los acreedores, con los países aliados, con la Unión Europea, con la administración Biden. Una negociación entre el gobierno cubano y sus adversarios de dentro y fuera de la Isla, está un poco más lejana en el horizonte. La elite isleña consideraría ese paso como la última carta de la baraja. Por una cuestión pragmática elemental o de soberbia, el gobierno debe priorizar volver al nivel que las relaciones Cuba-Estados Unidos alcanzaron al final de la administración Obama, y no el diálogo con disidentes y opositores, y menos aún, con los representantes políticos de origen cubano.
3- La debilidad de proyecciones sólidas que sean alternativas o complementarias al PCC resulta un déficit actual de la nación. Pero esa opacidad quizá atraviesa también a las bases militantes o cercanas al propio PCC. ¿Cuánta debilidad podría imponer ello a esta agrupación ideológica que detenta todo el poder en Cuba?
La debilidad y fortaleza de alternativas ideológicas y políticas al PCC no puede medirse a cabalidad, debido a los diferentes tipos y niveles de represión a la que son sometidos los que en Cuba se declaran o son identificados como disidentes u opositores. Muchas de esas alternativas están relegadas a nichos de intelectuales y activistas, a espacios de debate menos o más abiertos. Yo sí creo que hay alternativas al PCC, y las hay progresistas, conservadoras y reaccionarias. Existen. Basta pasear por los sitios web digitales, por las redes sociales.
En las bases del PCC también hay de todo, máxime cuando se sabe que el PCC nunca fue un partido ideológico, sino una organización dirigida a la ejecución de las tareas orientadas por los máximos dirigentes del país. El carné rojo lo tienen comunistas convictos, liberales, conservadores, ateos, religiosos, etc. Muchos ingresan al PCC y la UJC con la idea de facilitar su movilidad social, debido a la confianza que inspiran los militantes. El principio primordial en esa organización es la lealtad, no a cierto ideario, como se predica, sino la lealtad a la elite dirigente. Si alguien le queda duda de ello, ahí está el ejemplo de las sanción y exclusión del intelectual Esteban Morales, luego de escribir un texto en el que consideró que la corrupción era la peor forma de contrarrevolución. Es cierto, le devolvieron su carné del PCC, pero nunca más lo apareció en la Mesa Redonda de la Televisión Cubana, ni publica en los medios oficiales. Morales fue fiel al ideario socialista y revolucionario, pero los dirigentes del PCC vieron en su herejía, una falta de lealtad hacia ellos.
Por último, hay que tener en cuenta que la vigilancia estrecha, las detenciones, las prohibiciones de salir de casa, los despidos, el control de los medios de comunicación, incluyendo el acceso a Internet, los linchamientos mediáticos contra el que se atreva, ya no a participar de algún grupo contrario o crítico del gobierno, sino de defender los derechos de los ciudadanos que los integran, te da la medida de que el PCC no sabría jugar en un terreno donde el pluralismo político esté reconocido y legitimado. El hecho de que una constitución del siglo XXI no reconozca el pluralismo político como un principio fundamental del modelo democrático que dice sustentar, te da la medida de cuán débil o fuerte es realmente el PCC, políticamente hablando. Y digo políticamente hablando, pues como sugirió Foucault, el poder verdadero es aquel que opera sin necesidad de la violencia, a lo que yo agrego, sea violencia física o simbólica. Si para usted gobernar necesita de un ejército de agentes, de delatores, personas dispuestas a hacer mítines de repudio a supuestos mercenarios. Si el gobierno opta por prácticas irregulares, por no decir ilegales, para evitar las consecuencias que traerían la aplicación de las leyes que castigan a los supuestos y reales mercenarios al servicio del Imperio, ¿de qué fortaleza estamos hablando? Por lo tanto, en mi opinión, el PCC es fuerte mientras sea el único partido legal.
4- En todo caso cualquier reconciliación implicaría, casi previamente, un blindaje del ejercicio de la diversidad política y social, y un límite al absolutismo del PCC. ¿Cuáles espacios y garantías podrían facilitarlo?
Desde lo normativo, es imprescindible una reforma constitucional o una nueva constitución que establezca un ordenamiento jurídico favorable a la concreción de un Estado de Derecho. Es vital la reducación política de nuestra sociedad. La aceptación de la diversidad y el pluralismo, pasa por un proceso de formación en valores democráticos, hoy prácticamente inexistentes o deliberadamente omitidos. En países donde impera una democracia política formal, la cultura democrática es un camino por el que aún se desanda. Debemos admitir que una cultura política – la cubana – caracterizada históricamente por la intransigencia, la violencia, la intolerancia, el irrespeto a la legalidad, hay que agregarle la ausencia de una cultura democrática, en los dirigentes, en particular, y en la sociedad, en general. Cuando digo democracia no me refiero al ámbito político institucional, sino a todos los espacios de interacción social.
5- Algunos consideran que la actual Constitución de la República podría asegurar este proceso y, en tanto su vigencia legal y la presente carencia de proyecciones sólidas con legitimidad nacional e internacional, está podría ser el instrumento común, el eje, el marco de tal acontecer. Otros alegan que no debería ser de este modo porque ella carece de elementos esenciales para garantizar lo plural y ciertas libertades imprescindibles, pues no fue diseñada desde la diversidad, lo cual además limita su legitimidad, y abogan por una restitución transitoria de la Constitución de 1940, a partir de varios criterios, entre ellos: dado que fue ejemplo de diálogo nacional, representativo y genuinamente plural. Y no faltan quienes abogan por una pronta nueva Carta Magna, a través de un proceso constituyente plural, y para ello apelan a la “ilegitimidad” de la actual Ley de leyes y a la “caducidad” de la llamada Constitución del 40. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Yo creo que más que la Constitución, lo que importa es el régimen político vigente, en el sentido de las relaciones que el Estado establece con la sociedad. Y en Cuba la propia Constitución subordina Estado y sociedad a la elite del PCC. Por otra parte, en los modelos de corte soviético los objetivos políticos del partido único prevalecen sobre lo que dictan la Carta Magna y las leyes. La mejor prueba le hemos tenido este mismo diciembre con el no cumplimiento, de parte del gobierno, de las disposiciones transitorias plasmadas en la Constitución de 2019. Siendo honestos, ¿cuáles son las consecuencias legales que el gobierno cubano puede sufrir por violar lo dispuesto en la Constitución? Más allá de las críticas de algunos intelectuales críticos, nada. En mi opinión, no se trata de cuál constitución esté, sino del régimen establecido: democrático, autoritario, totalitario, postotalitario. Reitero, el quid no es la constitución, sino el régimen.
6- ¿Cómo propiciar un proceso de tal índole en un sistema político regido por un partido único, no dialogante, empeñado en no reconocer interlocutor alguno, con instrumentos que le facilitan esta especie de predominio?
Yo creo que en un contexto así, los actores sociales inconformes harán lo que han hecho hasta ahora: expresar su desacuerdo, sus propuestas, ideas, desde espacios físicos, virtuales y mediáticos que se localizan al margen de la institucionalidad subordinada a la voluntad del PCC.
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