La violencia institucional es un método oficial planificado en Cuba para instalar el miedo y la impotencia en la población y con ello destruir y degradar a la sociedad.
En general, ante cualquier situación negativa, los mensajes de las instituciones oficiales cubanas siempre dejan exento de responsabilidades al Gobierno y estas son atribuidas incesantemente a terceros. Lamentablemente, a veces parece que esta proyección se hizo cultura y casi todos, incluyendo a disidentes y opositores, padecemos de ello.
Desde otras posturas políticas se exhorta, no sólo a culpar al Gobierno, sino además demonizar a sus afines. En tal sentido, cabría preguntarse ¿a cuáles afines?, ¿sólo a los actuales?, ¿también a quiénes un día lo fueron y luego se cansaron?, o ¿a quiénes llegaron a otros lares después de militar en el PCC o la UJC o de obedecer a funcionarios oficiales?
Asimismo, por ejemplo, ¿debemos condenar a todos los militares, como sugieren algunos?, ¿a los profesores y los catedráticos que, acatando el monopolio ideológico, han adoctrinado a la población?, ¿a los abogados, jueces y fiscales que, sin independencia judicial ni debido proceso, han sentenciado a cientos de personas?, y ¿a dramaturgos, actores, cineastas, escritores, cantantes, que de una manera o de otra han estado apoyando al régimen?
Considero que urge interpelarnos, pues ninguna revolución triunfa sin alcanzar el apoyo popular. Tampoco se hubiera sostenido sin el respaldo de un aproximadamente 80% de la población, por más de medio siglo.
Por otra parte, debemos interrogarnos sobre ¿cómo ha llegado el país a esta situación? y ¿quiénes poseen algún tipo de responsabilidad? Realmente, ¿la culpa es sólo del Gobierno, o de diversas maneras todos formamos parte de este fracaso?
La violencia institucional es un método oficial planificado en Cuba para instalar el miedo y la impotencia en la población y con ello destruir y degradar a la sociedad. Pero tristemente recorre una doble vía y nadie se libra de esta. Si entendemos el temor y el sufrimiento de unos, debemos de considerar el de todos.
Si queremos una Cuba honrada por medio de un proceso honrado, seguramente cada uno de nosotros debería entonar una parte del “mea culpa”. Sólo un esfuerzo colectivo nos permitirá superar con éxito esta triste etapa de la historia y a la vez dejarnos exonerados de nuestra responsabilidad individual.
Todos hemos sido víctimas.
SOBRE LOS AUTORES
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Me gustan mucho estas reflexiones. Creo que, en efecto, todos tenemos responsabilidad.
No obstante, los fenómenos varían , y si no lo hacen, se estancan. Los años 60 no fueron los 90, cuando ya todo lo posiblemente
positivo había desaparecido. Incapaces de dirigir e incapaces de dejar el poder, convertido este en tiranía feudal de una dinastía, la represión se recrudeció a partir de esta década , mientras que la supuesta “economía” acabó de naufragar.
Hay un punto de inflexión para el sentido común y es justo la crisis de los 90. Luego, o paralelamente, se iban destruyendo las salidas democráticas al inmovilismo.
Pienso que los que siguen defendiendo al régimen a día de hoy han perdido el sentido común.
Hay que comprender a todos; sin embargo, no se puede evitar exigir responsabilidades civiles y/o penales a aquellos que sostienen a día de hoy al des-gobierno cubano. Son los responsables de la destrucción del país. La nación está en juego. Una valoración justa de cada quien en este devenir es, al menos, un acto de conciencia para sustentar un pensamiento nuevo.