La generalidad de los cubanos, que no son números, sino soberanos de la República, demanda el trazado definitivo de un modelo político y económico capaz de utilizar el universo de potencialidades humanas y asegurar eficacia. Además, con el propósito de alcanzar el mayor bienestar compartido posible.
Para esto, como se afirma, será imprescindible toda la libertad posible y toda la democracia necesaria, así como todo el mercado posible y todas las formas de propiedad económica necesarias. Si bien -cabe enfatizar- tales entramados políticos y económicos deben acontecer clocando en el centro la libertad de la cada ciudadano y el bienestar de todos los cubanos.
Ello demanda un modelo sociopolítico que procure vencer la tentación de orientar a las personas y al Estado en función del mercado o a las personas y al mercado a favor del Estado. O sea, resulta necesario un modelo sociopolítico inclinado a colocar al Estado y al mercado al servicio de las personas. Esto, por supuesto, será difícil sin auténticos ciudadanos, sino con un “novus servo suo”.
Asimismo, ello debe ocurrir en el marco de un sistema socioeconómico que coloque al trabajo como centro de las relaciones económicas y como clave de lo social.
El trabajo no es el fin de la vida, pero sí un medio indispensable para realizarla. Con el trabajo la persona da todo lo que tiene de más íntimo e imprime su propia alma en lo creado, para transformar la naturaleza, realizarse como ser humano y contribuir al desarrollo individual, familiar y general. Trabajo son todas las actividades que la persona realiza como una función creativa, tanto de virtudes personales como familiares o sociales. Casi todas las actividades humanas pueden tener un estatus laboral.
De igual modo, la remuneración constituye un elemento fundamental. Por una parte, siempre resulta el medio primordial que facilita el acceso a “la vida” del ciudadano trabajador y de su familia. Por otra parte, invariablemente resulta un indicador de la condición de cualquier sistema sociopolítico. Por ejemplo:
– Cuando la remuneración cumple su objetivo es porque resulta suficiente y posee valor adquisitivo.
– Ella posee valor adquisitivo cuando hay prosperidad económica.
– Dicha prosperidad se logra si ordenadamente se hacen posible las libertades naturales.
– Además, esta prosperidad económica garantiza, por supuesto, el valor de la moneda, pero la persona también necesita la cantidad suficiente.
– Para asegurar esta cantidad es imprescindible la existencia de los instrumentos políticos, judiciales y civiles, capaces de hacer cumplir la justicia y la posibilidad de solicitarla.
– Y lo anterior requiere de la institucionalización del orden y de la presencia activa de la autodeterminación individual y asociada, incluyendo, por ejemplo, las perspectivas como ciudadanos y como trabajadores.
En tal sentido, nada debe distraer del esfuerzo por garantizar el universo de derechos en general -sin perjuicio de lo político, sino todo lo contrario- y de los asuntos y derechos laborales, con énfasis en la justa remuneración.
Los debates sobre la libertad, la economía, el progreso, la equidad, el bienestar y el trabajo, etcétera, han de erigirse en torno a un único y mismo debate o no conducirán a ninguna parte. Igualmente, será insuficiente sin el protagonismo de ciudadanos y trabajadores libres y responsables. Además, este protagonismo de los trabajadores deberían ejercerlo organizados en sindicatos capaces de orientar al Estado sobre las necesidades y solicitudes de estos -y no a la inversa-.
No es posible la libertad, la igualdad en la libertad y el bienestar, etcétera, sin una ciudadanía que sea centro y fin del Estado de Derecho y sin un ámbito del trabajo que sea clave de toda la cuestión social. Frente a ello se hace ineludible, por justicia, reclamar el empoderamiento libre y responsable de la ciudadanía y los trabajadores.
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