Cuba necesita de una zona ciudadana capaz de exponer nuestros dolores y, a la vez, convertirlos en fuerza vital para soñar un país y establecerlo con realismo
Por Roberto Veiga González
El editorial de Cuba Próxima del 4 de julio sostiene que la nación cubana padece una crisis riesgosa que incrementa la pobreza, la desesperanza y la polarización, producto de una parálisis política que impone el Estado; y que no habrá solución sin desarrollo de los Derechos Humanos, ni con ausencia de distensión y concertación cívicas.
El Centro de Estudios sobre el Estado de Derecho y Políticas Públicas defiende la imperiosa necesidad de colocar «el compromiso con una solución» en el centro de la política de la inmensa mayoría de los cubanos, y ofrece el Estado de Derecho como única variable capaz de hacerlo posible.
El instante demanda detener la crisis a toda costa y establecer los fundamentos primarios de una República democrática y los instrumentos obvios para devolver el país a la gestión plural de los ciudadanos. Cuba Próxima también precisa que la libertad y democracia reclamadas procuran a la vez el bienestar individual de cada cubano y la capacidad de enfrentar mancomunadamente la actual destrucción nacional.
Para ello, el Centro de Estudios aboga por un consenso acerca de la inclusión política, social y económica, el disfrute por todos los ciudadanos de los mismos derechos y oportunidades, una sociedad democrática plural, la promoción del bienestar para todos los cubanos y una gobernanza efectiva de las autoridades.
Sin embargo, en nuestro contexto nacional resulta peliaguda la opción del desarrollo de los Derechos Humanos por medio de la distensión y la concertación cívicas.
Ella se debilita ante la experiencia de fallidos «diálogos» con el gobierno cubano, en unos casos porque fueron simples conversaciones sobre cuestiones particulares que no resultaron en soluciones al drama general o fueron solo algunas efímeras prebendas para poquísimos, y en otros porque, a pesar de ser intentos loables, siempre resultaron burlados, quebrantados y criminalizados por el poder. En todos los casos, la negociación y el dialogo como instrumento para ella resultaron deslegitimadas e incorporadas en el imaginario de una porción de cubanos como falsedades tramposas.
También se debilita porque sectores considerables prefieren la vía de la fuerza y el derrocamiento absoluto, por razones comprensibles. Mas tampoco estos alcanzan solidez para hacerlo con eficacia y en no pocos casos queda exclusivamente en prédicas que tales suscriptores no emprenden.
Grandísima es la debilidad de ambas proyecciones. Además, suelen enfrentarse entre ellas con mayor agresividad que la empleada en contra del Gobierno. No tendrían que contraponerse y deslegitimizarse con tamaña magnitud.
En muchísimos casos, al intentar justiciar las obcecaciones ineficaces en torno a estas posturas, se alega que son la consecuencia lógica ―y necesaria― según los errores y horrores del poder. Ciertamente, ninguna actitud política del poder puede resultar ajena, pero jamás debería prefigurar nuestra proyección política. Nuestra postura política debe provenir de las necesidades profundas de Cuba, no de las aberraciones del Estado.
Cuba necesita de una zona ciudadana capaz de exponer nuestros dolores y, a la vez, convertirlos en fuerza vital para soñar un país y establecerlo con realismo. O sea, una pluralidad social capaz de diagnosticar, proponer, acordar y acometer, pues solo la acción convierte las ideas en historia.
Esto además urge, pues el pueblo de Cuba sufre en demasía. Debemos reducir ese sufrimiento y acortarle el tiempo, lo cual exige procurarlo por medios que no aporten ni un ápice de más dolor. Estamos forzados a procurar la mejor solución.
El editorial de Cuba Próxima propone descartar el odio y establecer una convivencia de paz y libertad. Pareciera que no tenemos por qué esperarlo, porque ha sido imposible a pesar de tantos esfuerzos. Pero la diferencia es que ahora componemos el país, o podríamos dejar de tenerlo para siempre.
Lea aquí el editorial “En Cuba urge una solución”.
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