Para que una gestión política sea efectiva tiene que poseer objetivos claros. El pensamiento lógico es la principal necesidad de todo proceso de transformación política. El totalitarismo comunista impuesto al pueblo cubano por Fidel Castro y sus seguidores, para mantenerse en el poder, como primer paso tuvo que confundir y complicar enormemente los conceptos políticos y jurídicos dilucidados universalmente.
Estos conceptos son la base de nuestra civilización y de nuestra identidad republicana. La base de esta distorsión de las categorías del pensamiento utilizada por el castrismo se conoce técnicamente como “polilogismo”, o el concepto de que diferentes sistemas de lógica, determinadas por la estructura de clase, pueden existir paralelamente llegando a verdades opuestas, pero igualmente válidas. Es decir, se elimina la verdad como referente, y se encumbra al poder como determinante de una verdad utilitaria.
Como fiel reflejo de la perniciosa influencia de esta técnica de control del pensamiento, las deliberaciones sobre la transición cubana tienden a centrarse en el Estado, como si este fuese realmente, como Fidel Castro y los demás totalitarios plantean, un ente metafísico trascendente, única y verdadera fuente de la soberanía. El Estado es una organización política gestada para servir al soberano en la administración del espacio público. Si el Estado y si el gobierno que lo administra no cumple con esta función, como es el caso del actual, no es legítimo.
La fuente de la soberanía nunca deja de ser el pueblo, y la unidad básica de la soberanía radica en el individuo. El mandato de una transición cubana es devolverle la soberanía al pueblo, lo cual se traduce en restaurarle plenamente sus derechos y libertades al individuo cubano. Así que el primer y más importante juicio que debe aplicarse a todo modelo de transición radica en si devuelve o no la libertad y el derecho a la ciudadanía. Si lo que plantea es intentar partir estas libertades y caer bajo la ficción de que puede administrarse su devolución, entonces será un continuismo del actual régimen o en un régimen híbrido, pero sin dejar de ser el mismo régimen que ahora conocemos.
Nadie tiene autoridad para conculcar las libertades y los derechos de la ciudadanía cubana. Un modelo de transición que desde sus inicios confunda términos, llamando a lo que existe actualmente un gobierno legítimo, o pidiendo una reconciliación con un tipo de Estado que por definición no acepta la existencia de contrarios, está errado simple y sencillamente porque no plantea el problema clara, transparente y adecuadamente. Cuba necesita el establecimiento una autoridad legítima.
También será esencial no caer en la ficción de creer que el proceso de cambio está desligado del modelo de transición. Es falso que el fin justifica los medios. Al contrario. El fin determina los medios. La función determina la forma, porque en la función están todas las potencialidades de la forma. Por ello hay que plantear y analizar el proceso de liberación como parte esencial del proceso de transición. Hay factores y patrones que se repiten en todos estos procesos, pero la dirección no está pre determinada por la historia. El éxito de la transición va a radicar en que la razón predomine sobre la agenda ideológica totalitaria y el egoísmo personal.
La dirección del proceso cubano dependerá de nuestra misma dinámica histórica y del apego real a los valores eternos que hemos abrazado como nación. Los factores serán los mismos en los procesos de liberación, pero es el peso de estos el que determinará si la transición cumple con su mandato esencial. La clave en todo modelo de liberación y transición que se plantee será la esencia de todo el proceso: el estado de las libertades y derechos del ciudadano cubano.
A la vez se hace necesaria la humildad de los actores para reconocer que estamos ante la manifestación política de una terrible tragedia existencial. Cuba hoy, con su tasa de natalidad negativa, con su lugar eminente en la tasa de suicidio, con el nivel de abortos y con la emigración constante, es una nación que lucha por su vida. “Patria y Vida”, ha repercutido tanto en los cubanos porque expresa lo que el pueblo, las personas cubanas, perciben en su conciencia, puesto que el totalitarismo ha llevado a Cuba al peligro de la extinción.
Ante esta situación de extremo peligro, la nación necesita pensamiento claro y acciones precisas.
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