El autoritarismo machista al que el Estado cubano nos somete es tanto, que una postura política amable con la propaganda estatal tiene más peso que la denuncia de varias mujeres
En diciembre de 2021, el medio independiente cubano El Estornudo publicaba el primer reportaje con cinco denuncias contra Fernando Daniel Bécquer Cifuentes. Automáticamente comenzaron a aparecer, en varias redes sociales, declaraciones de otras mujeres abusadas, alcanzando una cifra alarmante en menos de veinticuatro horas.
Estimo que al menos treinta mujeres han denunciado públicamente las violaciones perpetuadas por este señor, incluso algunas de otras nacionalidades que estaban de visita o que estudiaban en Cuba en ese momento. Entre estas denuncias también se encontraban las de féminas que habían sido abusadas siendo menores de edad o que se encontraban en situación de vulnerabilidad. Muchas recién habían emigrado a La Habana y otras se hallaban en condiciones mentales o emocionales inestables, situaciones todas de las que se aprovechó Bécquer haciendo uso de su «religiosidad». Los pocos casos que escapamos de su modus operandi no estamos tan seguras de que el trovador sea realmente religioso.
Todas las veces que fue emplazado en lugares públicos, Fernando Bécquer ha sacado a relucir su «amor patrio y revolucionario», ocultándose así tras la cortina oficialista. Nunca fue la intención de ninguna de sus víctimas hacer de esta denuncia un show político, pero, en retrospectiva, él sabía que la única forma de escapar ileso o al menos con una sanción más amable era ponerse la bandera del 26 de Julio en el cuello y aferrarse a la diatriba institucional.
De la nada, Fernando es ahora el cederista más destacado, merecedor del Beso de la Patria, y porta su distintivo con orgullo. De igual manera, no se trata del único militante bajo el ala oficialista que sea un abusador y un violador. La impunidad por estos crímenes, sabemos, es más alta mientras más alto sea el cargo.
Hemos de recordar que todo ocurre después de los sucesos del 11 de julio de 2021, día en el que fuimos testigos de las mayores manifestaciones populares en la Cuba de las últimas décadas. Después del 11J, la vida misma se dio un barniz político y las posiciones políticas se hicieron más evidentes. Aparejado a esto llegó también la persecución y criminalización de quienes critican al régimen o disienten de una forma más exhaustiva y constante, así como la conciencia en la población de la importancia de denunciar las atrocidades y delitos sufridos. En este contexto histórico y social, se suscitaron las denuncias, y Bécquer tomó la posición de defensor de la Revolución, se hizo llamar a si mismo revolucionario y arremetió contra sus denunciantes a los gritos de mercenarias y disidentes.
Fue como si dijera: «Por aquí que es más corto y seguro». El hoy condenado se sirve del discurso propagandístico gubernamental ―«Todos los que no estén conmigo son delincuentes y mercenarios»― y lo utiliza para intentar desacreditar a sus víctimas. Pero ¿qué podríamos esperar de un Gobierno que demoniza a quienes critican, disienten y se oponen, si no que su hijo, autodenominado fidelista, también sea un hipócrita que usa la política como tabla de salvación?
El proceso penal cubano es altamente revictimizador y escabroso. Te obliga a participar en entrevistas cara a cara con tu abusador. La víctima tiene que, por todos los medios, demostrar fervientemente que su abusador abusó de ella, así, con toda la redundancia, mientras que él disfruta de los beneficios patriarcales de la inocencia hasta en tanto no se demuestre culpabilidad ante juzgado.
No bastan los testimonios ni las declaraciones si existe alguna incongruencia en el relato, cosa que es altamente probable, dado que se está narrando un hecho traumático, el violador puede escapar del escaso peso que la ley cubana tiene disponible para estos delitos.
Entre los beneficios que el pacto patriarcal le provee a un abusador como Fernando Bécquer en Cuba están las medidas cautelares sin internamiento, haciendo posible que él, durante el tiempo que dure la investigación, se sienta libre de acosar o seguir violentando a las víctimas, ya sea casual o premeditadamente.
Hay un nivel total de desprotección para con las mujeres que se encuentran en esta posición desfavorable. Da cobertura para que los abusadores puedan creerse con la potestad de hacer campañitas para «lavar su honra». El autoritarismo machista al que el Estado cubano nos somete es tanto, que una postura política amable con la propaganda estatal tiene más peso que la denuncia de varias mujeres.
Ante esos hechos, no es difícil concluir que en Cuba vale más una vaca o el cristal de una tienda (en moneda libremente convertible, por supuesto) que la integridad física, psicológica y emocional de las mujeres. Tanta arenga empoderadora, tanta Federación de Mujeres Cubanas, tan equitativos que se venden y, a la hora de la verdad, sacan su lado más machistoide. Una vez más la hipocresía.
Durante el tiempo que duró el proceso investigativo y la espera del juicio, el músico dedicó gran parte de su tiempo «libre» en acosar, en cuanta plataforma o red social encontró, a sus víctimas y a las personas que brindaron su apoyo en público. Cabe recalcar aquí que se ensañó particularmente con mujeres, feministas y periodistas independientes.
Al principio eran largos mensajes desde varias cuentas, exponiendo su tesis de inocencia. Al ver que este modus operandi no surtía efecto y que lejos de limpiar su imagen la estaba empañando aún más, adoptó la estrategia de enviar links o fotos de sus presentaciones en varios lugares estatales o privados y de él mismo con trovadores que le abrieron un huequito en sus conciertos para que graznara los tres temas que tiene en su trillado repertorio.
Este accionar es una muestra más de su violencia machista y de la seguridad que sentía al verse escudado por su nuevo estatus de revolucionario comprometido. Mientras más cerca estuvo el juicio, mas errático se volvió su comportamiento. En la psiquis de este abusador, él se percibía inocente, se creyó toda la historia que se inventó, diciendo que solo era un pobre hombre mancillado por un grupo de mujeres que tenían como objetivo acabar con su carrera. ¿Qué carrera? Fernando Bécquer, mucho antes de que se levantaran las denuncias, ya no era invitado a muchos lugares, ni se le permitía dar conciertos por lo escaso, machista, violentador y sin sentido de su repertorio.
Este contexto y su comportamiento sirvieron para demarcar los sitios que acogen a violadores y las personas que conscientemente ignoraron o validaron esa actitud. Algunos ya han salido en redes sociales o en comentarios de pasillo a decir que no sabían nada, que nunca se enteraron de las denuncias, todo lo que me hace dudar: es muy poco probable que dada la magnitud del asunto y el cúmulo de denuncias y artículos que se han escrito al respecto, quede alguien en el mundillo trovadoresco que no tenga conocimiento de los hechos.
Dentro de los entusiastas que apoyaron al cantautor estuvo, desde el día cero, el cantautor Ray Fernández. Podemos decir que fue su más ferviente defensor. Incluso tuvo la audacia, haciendo gala de la misoginia que lo caracteriza, de llamar a las víctimas «señoritingas libidinosas». Como si Fernando, con toda su altura y corpulencia, no pudiera resistirse a los avances de cualquier mujer. Este comentario también invalida la capacidad del músico para tomar decisiones conscientes. ¿Fernando tiene alguna discapacidad mental para no reconocer lo libidinoso? No, no la tiene.
Ray Fernández, quien también se ha autollamado revolucionario, luego ser unos de los músicos más reaccionarios en los inicios de su carrera, es el vivo ejemplo del pacto patriarcal y de la impunidad que ofrece el Estado cubano a sus adeptos. Como mínimo sus declaraciones públicas lo hacen cómplice y hasta cae en el delito de difamación, para no mencionar lo grotesco de sus palabras al respecto y de las fotos que las acompañaron. Carece de toda la dignidad que pudiera esperarse de un trovador con sus años de experiencia.
Después de un año esperando un desenlace para este proceso, deciden fijar fecha para juicio oral justo antes de que entre en vigor el nuevo Código Penal. ¿Existe intencionalidad en esta acción? No lo sabemos. Juega a favor de una sentencia más suave? En efecto, lo hace. Fernando fue sentenciado a cinco años de privación de libertad, subsidiados por limitación de libertad y privación de derechos. O sea, va a cumplir la sanción en su casa, con sus comodidades, con sus privilegios, trabajando.
Importante recordar que el trabajo de Bécquer le da acceso a grupos sociales que se corresponden con sus víctimas, además de permanecer viviendo en el lugar donde cometió las violaciones. El nuevo Código Penal, aprobado durante la quinta sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en sustitución del vigente desde 1987 y, en palabras del presidente del Tribunal Supremo Popular Rubén Remigio Ferro durante ella, «refuerza las sanciones contra (…) la discriminación, violencia de género, hechos contra menores de edad o en situación de discapacidad y contra quienes transgreden la intimidad personal y los datos personales». Esta información, publicada en la Gaceta Oficial, hace que salten todas las alarmas.
Luego del circo, en el cual su abogado defensor, Francisco Tapia (conocido por haber sido unos de los abogados defensores en los juicios de los presos políticos del 11 de julio y que se prestó para salir en el Noticiero Nacional de Televisión mintiendo sobre la legalidad y transparencia de los juicios), pretendió convertir la vista de juicio oral en una farsa, no nos quedamos satisfechos con la sentencia.
Es imposible sentirse satisfecha sabiendo que la mayoría de las victimas perdió años de sus vidas por los traumas y el estrés postraumático, y que Fernando Bécquer no va a perder ni un segundo de su tiempo sintiéndose sancionado. La limitación de libertad entrega una sensación de bienestar y de inocencia a los imputados, que en el caso que nos atañe se puede traducir en validación de la fantasía que se ha inventado el trovador de que todas las victimas lo atacan sin motivos, solo por el hecho de ser una figura pública y comprometida con el proceso cubano.
¿Qué figura pública? ¿Dónde está la desbordante fama de Fernando? ¿Dónde están sus millones? ¿Dónde está su estatus de celebridad? ¿Comprometido con el proceso?
Más allá de una foto añeja estrechando la mano de Fidel y que por estos días ha vuelto a resurgir en la palestra pública, Fernando Bécquer nunca dio muestras de estar comprometido con nada, solo consigo mismo. Múltiples críticas se le oyeron en espacios públicos sobre el régimen viginte. Me gustaría creer que padece de algún trastorno que le impide procesar la realidad y que pone su mente en estado ilusorio, pero lo cierto es que no es más que un violador, hipócrita, machista y oportunista, todo lo cual ya ha sido demostrado a pocos días de haberse celebrado la vista. Fernando, confiado en su tibia y, más que tibia, fría sanción, decidió que era un buen momento para pasearse por el Vedado, a plena luz del día, y para frecuentar lugares públicos donde, descansadamente, puede acceder a mujeres con el prototipo de sus víctimas.
¿Donde están los responsables de velar por el cumplimiento de la sentencia? ¿En su CDR ya saben que fue sancionado? ¿Donde está el pronunciamiento de su casa productora y de la Uneac? Solamente hemos visto un comunicado de la FMC que, aparte de paternal para con el músico, puede decirse que fue irrespetuoso con sus víctimas.
¿Qué va a pasar ahora? No lo sabemos. Lo único que queda claro es que este caso ha sentado un precedente en la sociedad cubana. Los violadores y abusadores van al menos a pensárselo dos veces antes de violentar a alguna mujer, van a vivir con el temor de que en cualquier momento se desate un MeToo por sus crímenes.
Las mujeres cubanas ya saben que no tienen que quedarse calladas, que denunciar es una posibilidad, no importa qué tan grande sea su opresor. Incluso agentes de la Seguridad del Estado han expresado su desaprobación y desagrado con respecto a Bécquer. Cuando un represor te mira a la cara y te dice sinceramente el asco que le provoca ese tipo, sabes que ese día se hizo historia.
Solo nos queda seguir luchando para que se apruebe una Ley Integral de Género que nos permita salir del estado de casi total indefensión en que estamos las mujeres en la Cuba de 2022 y seguir denunciando las violaciones y abusos, así como la falta de rigor y la incompetencia de quienes permiten que Fernando Bécquer deambule a sus anchas por las calles de La Habana.
SOBRE LOS AUTORES
( 2 Artículos publicados )
Reciba nuestra newsletter