No estamos ante una política económica que pueda ser corregida o mejorada, sino ante una medida que es esencialmente un problema para el bienestar ciudadano.
En mi texto “Las tiendas en MLC y el debate: un año después” comenté que el problema para el consumidor y el empresario privado cubanos, no era propiamente la existencia de tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), sino que la economía interna no contara con (oferta de) MLC suficiente, por lo que el precio de la MLC en el mercado informal (único existente) aumenta, funcionando como un costo adicional al consumo.
Ante esta realidad, una solución esperada sería, como sugerí en aquel texto, la creación de condiciones favorables para un mercado de MLC con mayor nivel de oferta. Sin embargo, esta observación es estrictamente monetarista, y no abarca de manera amplia el fenómeno. Incluso, la dimensión monetaria podría opacar el problema que subyace. Por ello, doy aquí continuidad a la temática.
Dinero por dinero
El dinero es una mercancía, por lo que tiene una determinada utilidad: comprar otras mercancías al establecer una relación de equivalencia con aquellas.
De ese modo, el ciudadano que posee MLC vía remesas, disfruta la utilidad de poseerla: comprar una cesta de bienes (bien x, bien y, bien z, etc.) en las tiendas correspondientes, o comprar CUP, pagando una Tasa de Cambio informal (TC), para adquirir otra cesta de bienes en esta moneda. Así, los aumentos del valor de la MLC en el mercado informal, y por tanto, de la TC informal, representan un costo adicional al consumo.
Esta TC podría disminuir con el aumento de la oferta de MLC en el mercado cambiario, o con la reducción de la demanda de MLC, ya sea con algún shock de oferta (o cambio estructural que apunte en ese sentido) o la contracción de la oferta de bienes en MLC.
Aumentar la oferta de MLC
Asumamos que la MLC se vende hoy por 100 CUP y un bien x cuesta 2 MLC. La relación es de 1 bien x = 2 MLC = 200 CUP.
Luego imaginemos que ocurre el shock o aumento repentino de oferta de MLC del que hablamos más arriba, cuyo origen no precisamos porque no aporta nada en el actual análisis.
Asumamos que los niveles de este shock provocan que la nueva TC pase a ser de 50 CUP = 1 MLC (es decir, una reducción del 50% de la TC). El resultado inmediato será un aumento del 100% (el doble) de la capacidad de compra del poseedor de CUP en las tiendas en MLC, dígase cualquier trabajador contratado en el sector estatal y la inmensa mayoría en el sector privado.
Dado que existía escasez de bienes antes del hipotético shock, o lo que es lo mismo, demanda insatisfecha, el efecto será un aumento de la demanda de distintas cestas de bienes.
Para simplificar el análisis algebraico, y teniendo en cuenta que se trata de bienes de primera necesidad, supongamos que se duplica la demanda.
Ante un aumento del doble de la demanda de bienes, y con la misma oferta escasa, el efecto posterior será el aumento de los precios, vía mercado informal, como parte de lo que se puede llamar costo de la escasez (costo adicional para adquirir los bienes en condiciones de escasez).
En ese sentido, el límite del efecto positivo de la reducción del costo de la TC estaría en el tamaño de la oferta. En pocas palabras, una reducción significativa de la TC informal representaría un efecto positivo transitorio, con tendencia a revertirse en breve tiempo. Así, por ejemplo, serviría para, cuando la TC sea tan elevada que, a pesar de la escasez, las tiendas no estén vacías de bienes, debido a los altos precios, abaratar estos un poco.
Se trata de un fenómeno que comienza a verse en La Habana en los días en que escribo estas líneas: tiendas en MLC con cierta abundancia de productos y menos cola. Esta solución, en pequeña magnitud, “empuja” el poder adquisitivo de un grupo, pero en grandes magnitudes regresa al punto inicial de relación oferta-demanda, con la particularidad de desplazar el costo de escasez del mercado informal de bienes al mercado informal de MLC. Hay, entonces, apenas un pequeño margen donde una reducción de la TC sería favorable socialmente hablando.
Por lo que, si de bienestar de la mayoría de los consumidores se trata, el problema de fondo seguiría siendo la oferta de bienes insuficiente.
Un aumento de la oferta de MLC, solo podría tener un efecto estructural y positivo si esa expansión monetaria sirve de paso intermedio para el aumento de la oferta de bienes, de lo cual estamos aún muy lejos.
Reducir la demanda de MLC
Por otro lado, una reducción de la oferta de bienes en las tiendas en MLC y un aumento proporcional de la oferta de bienes en las tiendas en CUP, traería en el mercado informal de MLC, inicialmente, una reducción de la demanda. Al disminuir la oferta de bienes en una moneda para aumentarla en otra, se tiene que reducir la demanda de la primera moneda.
Una forma concreta de hacerlo sería la venta en las tiendas en MLC de un pequeño grupo de bienes de gama media y alta, o al menos no básicos, en vez de la amplia lista que actualmente se comercializa. Esto reduciría la demanda de MLC y, por tanto, su precio respecto al CUP.
Sin embargo, para el gobierno y para la economía como un todo, esto dejaría sin solución el mismo problema: el de la escasez de oferta de bienes. Dado que una parte significativa de la oferta en MLC son productos importados ¿de dónde el gobierno sacaría divisas para volver a abastecer tiendas, si vende la mayoría de los productos en CUP?
Si bien en un momento inicial, digamos con lo recaudado en MLC, el gobierno podría importar bienes para vender en CUP, en la medida en que la oferta en CUP supere a la de MLC, el efecto final será la escasez nuevamente, por la incapacidad del gobierno para importar y reponer la oferta. Es decir, para que las tiendas en MLC pudieran financiar el abastecimiento de las de CUP, tendría que haber determinados niveles de ventas en aquellas, lo que obligaría a aumentar las ventas en términos de valor (ya sea más cantidad de bienes o bienes más caros) en las tiendas en MLC. En Cuba, no hay demanda de bienes de gama media o alta que puedan sostener la oferta de bienes de primera necesidad en el mercado en CUP.
Una vez más, quedaría sin resolver el problema de la oferta de bienes, mediado por la ausencia de divisas para importarlos.
Las tiendas en MLC en equilibrio con las tiendas en CUP
Al gobierno le podría quedar la opción de mantener un equilibrio entre lo que oferta en CUP y lo que oferta en MLC. Así, en un primer momento, se aliviaría el precio de la MLC y se reduciría el malestar que generan estas tiendas, al tiempo que se aumentaría el poder adquisitivo de los salarios, todo ello siempre y cuando no aumenten los precios.
Supongamos una relación de oferta de bienes en las dos monedas del 50% cada una: la mitad de la oferta de una cesta de bienes está en MLC, y la otra en CUP. Con ello, se reducen un poco las colas en las primeras, y puede que aumenten un poco en las segundas, por lo que ocurre una nivelación entre la cantidad de personas que acude a cada una. Supongamos también que los precios de los bienes se mantienen constantes, y la TC se reduce a 1 MLC = 50 CUP.
Tomemos como ejemplo un paquete de salchichas. En la tienda en CUP cuesta 27,5 CUP y 1,10 en MLC, aproximadamente. Aquellos que cobran en CUP comprarán bienes en dicha moneda. No tienen incentivos para comprar la MLC a 50 CUP para pagar el paquete de salchichas, pues sale más caro. Incluso, en el caso de que la TC descendiera a 1×25, ¿qué sentido tendría buscar, en un grupo de WhatsApp u otra red social, alguien que vendiera MLC, correr el riesgo de ser estafado, hacer algo ilegal, para luego ir a una tienda y hacer más o menos la misma cola que haría en una tienda en CUP?
La situación de los receptores de remesas sería similar. Estos tendrían que decidir si ir directo a la tienda en MLC a comprar su paquete de salchichas, o si cambiar en CUP a 50, para aumentar su poder de compra, y adquirir 2 paquetes de salchichas por el equivalente de 1 MLC. Lo más probable es que muchos se inclinen por el cambio en CUP, de lo que derivaría un aumento de la demanda de salchichas en CUP. Potencialmente, se estaría a las puertas de la escasez (suboferta) de salchichas en CUP.
En la medida en que aumentara la demanda en CUP para toda una cesta de bienes, tal y como ocurrió con nuestra salchicha, caería el precio de la MLC. Con esta situación, llegaría la antes mencionada escasez en el mercado de bienes en CUP, incluyendo el costo de escasez vía mercado informal.
El gobierno no podría responder con más oferta a este nuevo equilibrio, porque mientras el consumidor se concentra en comprar en CUP, la recaudación de divisas decae. Para ese punto en donde toda la demanda se concentraría en CUP, el gobierno no tendría divisas para comprar más bienes.
El desplazamiento de la demanda de bienes en CUP podría llevar la TC a disminuir su valor, (digamos un punto tope de 25 CUP) dejando a los receptores de remesas casi sin incentivos para comprar bienes en CUP. ¿Quién querría comprar CUP, ir al mercado informal y arriesgarse para casi no ganar en poder de compra? Esto último podría aliviar la suboferta inicial en el mercado en CUP.
No obstante, el efecto sería transitorio, pues como la oferta de bienes predominante sería en CUP, se concentraría ahí la demanda, por lo que casi nadie querría MLC. Sin embargo, una vez vaciados los mercados de bienes en CUP, la MLC volvería a ser atractiva, por lo que volvería a subir su valor, pues toda la demanda insatisfecha en CUP buscaría pasar a la MLC. Además, seguiría sin resolverse el problema de la obtención de la divisa suficiente para reabastecer los mercados en CUP, debido a que la única forma de hacerlo sería sobrecargar los precios de bienes de primera necesidad en las tiendas en MLC, lo cual llevaría al consumidor a reducir las compras en MLC.
Se trataría, como se puede ver, de diferentes puntos de equilibrio de mercado entre los cuales estaría oscilando la relación de oferta y demanda de divisas, pero todos transitorios y ninguno resolvería de manera estructural la suboferta de bienes y la recaudación de divisas por parte del gobierno.
Combinar las tiendas en MLC con las de CUP, jugando con la segmentación de la demanda, es solo apostar por hacer dar tumbos a los equilibrios de mercado, con las ilusiones que provoca el mercado cambiario. El problema de fondo seguiría siendo la oferta de bienes. Segmentar mercados de oferta escasa, para tener mercados segmentados de oferta escasa, nunca ha funcionado.
Cerrar las tiendas en MLC
Una alternativa radical ante el problema para el bienestar social que representan las tiendas en MLC sería cerrarlas todas de una vez (o paulatinamente). Se trata del sueño de muchos: dejar una sola moneda circulando, el CUP. Y a las personas que recibieran remesas se les daría x CUP por sus dólares o euros, ahorrando el paso intermedio del CUC o la MLC.
Para que la eliminación de las tiendas en MLC pueda ser llevada a cabo, en el contexto de la baja producción nacional, la inconvertibilidad del CUP, y la política recaudacionista de divisas como centro de la política económica gubernamental, tendría que tener el gobierno un mecanismo para recaudar la mayor parte de las remesas. Y ello, sin necesidad de emplear las tiendas en MLC.
Pero, en un contexto en el que hayan desaparecido las tiendas en MLC, ¿cuáles serían los incentivos que tendría un cubano, o un familiar, o un amigo en el exterior, para mandar divisas mediante un mecanismo que garantice al gobierno una recaudación eficiente?
Sin las tiendas en MLC, y sin ningún tipo de curso legal del dólar, las vías de entrada de remesas a Cuba serían las transferencias mediante una institución bancaria cubana, las entregas en mano propia (mulas), o a través de negocios privados de envío de dinero, en donde se paga en el exterior una suma en divisa, y se entrega CUP al receptor en Cuba. De todas estas vías, la única que garantiza al gobierno una recaudación eficiente es la primera, habiendo mucha menos recaudación con la segunda, y con la tercera ninguna.
Las tiendas en MLC, en consecuencia, actúan como una presión hacia los familiares para enviar remesas mediante instituciones bancarias gubernamentales.
Por otro lado, sin tiendas en MLC, dejaría de existir para los ciudadanos, el “privilegio” de un mejor acceso a compras. Por tanto, el único incentivo que quedaría sería que la remesa recibida se convirtiera en una suma de CUP lo suficientemente atractiva como para hacer una buena compra en esa moneda. Bastaría que las vías 2 y 3 de envío de remesas, en combinación con el mercado informal de divisas, ofrezca una conversión mayor del USD al CUP, para que los emisores de remesas no empleen la opción 1. Por tanto, en esas circunstancias, el gobierno tiene todas las condiciones en contra para lograr captar las divisas de las remesas.
De hecho, la MLC, y las tiendas correspondientes, resuelven el problema de la recaudación de divisas que generan la segunda y tercera vías de entrada de remesas al país. Mientras estas existan (unido a la restricción del depósito de dólares), los familiares y amigos se verán obligados a enviar remesas (ya que hay bienes que solo se pueden adquirir en MLC) y ello a través de transferencias, o mediante compras desde el exterior. Y así ambas formas siguen garantizando una mejor recaudación para el gobierno.
Bienestar ciudadano
Si la moneda nacional no tiene convertibilidad fuera del país; si la producción de bienes y servicios de las empresas estatales y militares no genera exportaciones para recaudar divisas suficientes que puedan crear a lo interno de la economía una oferta de bienes capaz de eliminar la escasez; si de hecho, apenas generan exportaciones, y la producción nacional tampoco alcanza para anular la escasez, la opción más fácil y cortoplacista que permite al gobierno cubano captar divisas, además de mantener el monopolio económico y político, es la creación de un mercado de bienes de primera necesidad que obligue a familiares y amigos en el exterior a enviar remesas que terminan, en última instancia, recaudadas por el mismo gobierno.
Por otro lado, no existe variante para que se implementen tiendas en MLC que vendan bienes de primera necesidad, y que este hecho resuelva el problema de la escasez que enfrenta el ciudadano.
Por tanto, no estamos ante una política económica que pueda ser corregida o mejorada, sino ante una medida que es esencialmente un problema para el bienestar ciudadano.
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