La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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Hacia una conciencia de libertad. Una perspectiva

Nuestra capacidad de elegir, informada por la razón y movida por la voluntad, es el motor que impulsa la evolución de la conciencia hacia una mayor cohesión y, en última instancia, hacia la plena realización del potencial humano en un horizonte de libertad responsable.

30 Jun 2025
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La libertad resuena como un tema perenne, una necesidad intrínseca a la condición humana que, paradójicamente, se antoja cada vez más esquiva, incluso en aquellos contextos donde su presencia parece innegable. En este intrincado panorama, la visión del sacerdote jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), eminente figura que trascendió los límites de la paleontología, la geología, la filosofía y la teología, nos ofrece una perspectiva evolutiva de la humanidad y del universo profundamente imbricada en la ciencia y la fe.

Partiendo de la concepción de Dios como Alfa y Omega, Teilhard de Chardin postula una génesis cósmica donde ese punto primigenio, Alfa, contenedor de toda potencialidad, irrumpe en el Big Bang, marcando el inicio de un viaje trascendental hacia la creación del mundo y la plena realización de la humanidad. De esta explosión inaugural emerge el reino mineral, vasto en sus posibilidades y senderos. Agotadas las exploraciones de este reino fundamental, Alfa, nutriéndose de su experiencia primigenia, prosigue su expansión, dando lugar al reino vegetal, igualmente dotado de una rica diversidad de caminos. En una secuencia evolutiva ascendente, Alfa, integrando la experiencia acumulada de los reinos mineral y vegetal, propicia el advenimiento del reino animal, con su inherente multiplicidad de formas y comportamientos.

Es crucial comprender que, para Teilhard de Chardin, un reino no deriva linealmente del anterior, sino que cada nuevo estadio representa una emergencia cualitativa superior, fruto de una singular combinación de situaciones y elementos preexistentes. Esta emergencia se manifiesta en la aparición de propiedades y capacidades que trascienden la mera suma de sus componentes. La analogía del avión ilustra brillantemente este concepto: ninguna pieza individualmente puede volar, pero ensambladas estratégicamente, dan lugar a una realidad con una capacidad completamente nueva.

La visión teilhardiana no concibe la evolución como un proceso detenido en el reino animal. Tras la de experiencia acumulada, Alfa continúa su impulso expansivo hasta alumbrar la persona, el ser consciente y pensante. La historia de la evolución se revela, así como un progresivo despertar de la conciencia, un anhelo constante de claridad que transita de la oscuridad a la luz. La persona, concebida como un “Alfa desplegada”, es ya en sí misma conciencia. No obstante, este ser pensante también irrumpe en la existencia con un abanico de posibilidades y caminos, manifestándose en la diversidad de culturas, el vasto universo del pensamiento y la complejidad de la existencia humana.

Teilhard de Chardin se enfrenta entonces a una pregunta fundamental: ¿culmina la evolución con la aparición del ser pensante? Su respuesta es matizada. Si bien la evolución podría considerarse completa en términos de la emergencia de la conciencia reflexiva, no lo está en el ser que actualmente somos. El paleontólogo y teólogo francés vislumbra un futuro donde Alfa continúa impulsándonos hacia una conciencia de cohesión en la libertad, hacia ese principio fundamental que la teología y la filosofía denominan amor. Este impulso nos llevará a trascender la mera capacidad de pensar y saber, instándonos a actuar “humanamente”, como una ley esencial de nuestra existencia.

En sintonía con esta perspectiva, figuras señeras de la filosofía como Agustín de Hipona (354-430) y Tomás de Aquino (1224/1225-1274) sostienen, desde diversas ópticas, que no nacemos inherentemente libres. Un niño carece de la capacidad de discernimiento y elección. Sin embargo, sí nacemos para la libertad, un horizonte que alcanzamos en la medida en que maduramos como personas, desarrollando la facultad de decidir y de disponer libremente de nosotros mismos, desde nuestro núcleo más íntimo y abarcando la totalidad de nuestra existencia.

No obstante, Teilhard de Chardin nos advierte sobre la naturaleza condicionada de esta capacidad. La libertad no es un absoluto, sino más bien “lo mínimo que nos dejan no determinado para orientarnos”. Se encuentra intrínsecamente ligada a una miríada de factores que configuran nuestra existencia: históricos, culturales, políticos, sociales, familiares e incluso genéticos. Todos estos elementos constituyen nuestra plataforma vital, con sus riquezas y sus limitaciones, y es desde esta base compleja que podemos ejercer nuestra capacidad de elección. Esto exige un ejercicio de realismo y un esfuerzo constante por madurar y liberarnos de aquellas “pobrezas” que nos esclavizan, como la ignorancia y el miedo.

En este sentido, la libertad se erige como una poderosa fuerza de maduración orientada hacia el bienestar. Tal como argumenta el filósofo francés Jean Guitton (1901-1999), la libertad debe definirse, en su esencia, por la responsabilidad. Ser responsable de una acción implica ser su autor humano principal. Pero, de manera inversa, la responsabilidad también se define por la libertad, entendida como la capacidad inherente a la persona para ser responsable. Ambos conceptos se entrelazan indisolublemente: la libertad es un poder de responsabilidad, y la responsabilidad es una libertad en acto.

En el plano más concreto de la acción, el libre albedrío se presenta como el principio fundamental del acto mediante el cual juzgamos y elegimos libremente. Su esencia radica en la elección, un proceso que involucra dos dimensiones inseparables: una intelectiva y otra apetitiva, es decir, la voluntad. Deliberar sobre los medios más adecuados para alcanzar un fin específico pertenece al dominio de la razón; querer ese fin y movilizar los medios necesarios para lograrlo es la función propia de la voluntad.

Finalmente, Teilhard de Chardin nos lega una profunda reflexión sobre el impacto de nuestra libertad en el devenir colectivo. Sin un ejercicio maduro y consciente de la libertad individual, se torna imposible “hacer historia”, es decir, ofrecer un legado significativo al futuro. Nuestra capacidad de elegir, informada por la razón y movida por la voluntad, es el motor que impulsa la evolución de la conciencia hacia una mayor cohesión y, en última instancia, hacia la plena realización del potencial humano en un horizonte de libertad responsable.

SOBRE LOS AUTORES

( 144 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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