La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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Del anacronismo a la participación: Desafíos para el futuro legislativo cubano

Estoy convencido que el pueblo cubano está en condiciones de construir el mejor régimen político. La política, a pesar de todas las dificultades, estuvo siempre en la superficie de sus conversaciones y debates. No es un pueblo embrutecido; todo lo contrario, su rango de alfabetización y cultura política, lo ponen en uno de los lugares más altos de América Latina.

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Entrevista realizada por Julio Antonio Fernández Estrada, al doctor Carlos R Constenla, profesor de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Córdoba, presidente emérito del Instituto Latinoamericano del Ombudsman – Defensorías del Pueblo, y presidente de la Comisión “Defensorías del Pueblo” de la Asociación de Abogados de Buenos Aires.

1. Cuba ha tenido dos constituciones dentro del marco institucional y político socialista, con fuerte influencia del constitucionalismo soviético, una en 1976 y otra en 2019, esta última ha mantenido el partido único y la preponderancia de la empresa estatal socialista en la economía, pero ha incorporado por primera vez en la historia constitucional cubana a los derechos humanos, – identificados así- y califica al estado como socialista de derecho. ¿Cuál sería a su entender la mejor manera de transitar de un órgano legislativo unicameral, conformado desde 1976 como asamblea de diputados que no representan partidos políticos, que ha tenido facultades de control constitucional nunca ejercidas, que no ha estado compuesto por miembros profesionales y que se ha reunido en pleno solo dos veces al año en más de cuatro décadas, a un tipo diferente de órgano legislativo en Cuba?

La situación política de Cuba es vastamente conocida sobre todo por los de mi generación, que hemos vivido todo el proceso desde 1958, obviamente fuera de sus fronteras y, la primera conclusión es que no puede ser igual la mirada que teníamos entonces, que la de los años sesenta, ni menos aún con la época de la caída del muro de Berlín y con la del presente. La de Cuba fue una experiencia revolucionaria única y por momentos ejemplar por su valentía. Pero corrió mucha agua bajo el puente en estos sesenta años. Hoy casi nada es igual a entonces y menos en política. Las experiencias vividas en estos años en América Latina nos revelan que los posicionamientos cubanos en nombre de una revolución que ya debería discurrir por otros cauces se hicieron anacrónicos y por momentos absurdos. No hay verdades absolutas ni para siempre, pero estamos convencidos que es inadmisible que una sociedad sea gobernada por quienes no están legitimados de otro modo que a través del voto popular a través de procedimientos transparentes y seguros. Acompañamos fervorosamente a la Revolución Cubana que, por convicciones, enfrentaba a los poderes más grandes del planeta, pero hace ya muchos años que aquella revolución se convirtió en una coraza que protege a su propia elite dominante. No es grato compartir las críticas al régimen cubano con quienes lo hacen con otros propósitos e intenciones que no son, precisamente las de mejorar la situación y condiciones del pueblo de Cuba sino  todo lo contrario, pero no hay que perder el objetivo de hacer democrática y participativa la vida en la Isla, porque de seguir así, la salida de este régimen no se hará por la puerta de la libertad y del derecho, sino por la de un obscuro pasadizo que pondrá en el gobierno a un cibernético con las ideas y el pensamiento de Fulgencio Batista. Más tiempo pase, se acrecentarán las posibilidades que ello suceda y, para muestra, con ver lo que está pasando en el mundo, es suficiente.

El actual gobierno deberá llevar adelante un proceso democratizador con todos los costos que ello implica y si lo hace desde esa posición, tendrá los mejores resultados. Una convención constituyente, libremente constituida, con los propósitos enunciados, podrá hacer una auténtica revolución y mejorar de ese modo, integralmente, las condiciones de vida de la población. De lo contrario, más adelante, lo hará directamente el pueblo inorgánicamente, y el “precio” será otro.

2. ¿Cree usted que es posible organizar un sistema de gobierno parlamentario en Cuba después de más de sesenta años de autoritarismo y monopartidismo y con una tradición constitucional en todo caso presidencialista?

Uno de los mayores errores que cometieron las elites gobernantes en América Latina en el pasado, fue adoptar el régimen presidencialista norteamericano, sin comprender que este fue un modelo de ocasión para continuar una monarquía, sin rey ni corona. De hecho, ese sistema en realidad desfiguró el poder del monarca, sin empoderar al parlamento para que gobierne. El sistema parlamentario deberá tal vez mejorarse en muchos aspectos, pero no cabe duda, que el presidencialismo, sobre todo en América Latina, ha devaluado la democracia a lo más bajo. Si costoso es admitir virtudes en el sistema representativo y delegativo, lo es mucho más cuando esa representación y esa delegación se hace a favor de una sola persona. Puede llegarse a admitir un sistema que le otorgue a la Presidencia algunas potestades específicas, pero jamás el gobierno y menos aún, facultades extraordinarias como sucede en nuestro continente sin excepciones.

3. ¿Qué recomendaciones técnicas, políticas y éticas haría a las personas que intenten planificar, proponer o diseñar un tipo de parlamento cubano posterior a una posible transición democrática en Cuba?

La primera recomendación es la de involucrar siempre a la sociedad civil en la elección de los gobernantes y ampliar los horizontes de su participación. Apelar a formas de democracia directa en la medida de lo posible, y establecer instituciones con poder negativo para obstaculizar los abusos y atropellos del poder político que el que ejerce el poder positivo. Consagrar reglas contrarias a la concentración del poder y su perpetuidad. Vetar toda posibilidad de conferir facultades extraordinarias, reelecciones salvo por una vez y por breves períodos y establecer incompatibilidades éticas para ejercer el poder. Restablecer el Juicio de Residencia para todos los funcionarios públicos y proscribir el nepotismo. Por últimos fortalecer el régimen municipal por el que predicó José Martí y desconcentrar los poderes administrativos.

Estoy convencido que el pueblo cubano está en condiciones de construir el mejor régimen político. La política, a pesar de todas las dificultades, estuvo siempre en la superficie de sus conversaciones y debates. No es un pueblo embrutecido; todo lo contrario, su rango de alfabetización y cultura política, lo ponen en uno de los lugares más altos de América Latina.

SOBRE LOS AUTORES

( 15 Artículos publicados )

Miembro de la Junta Directiva de Cuba Próxima. Licenciado en Derecho (1998) y en Historia (2003) por la Universidad de La Habana (UH). Doctor en Ciencias Jurídicas desde 2005.

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