Cuba no podrá asegurar la solución de la actual crisis sin la participación del orbe y del hemisferio, siendo parte de Latinoamérica. Pero estos no se dispondrán si Cuba deja de ofrecer al menos un clima político sólido de normalización y una estrategia madura de desarrollo, y la capacidad de gestionarla.
I
El desarrollo de Cuba dependerá en gran medida de su inserción en el mundo, lo cual exigiría una nueva estrategia de relaciones internacionales. Ósea, una política exterior que defienda los intereses de la nación y del país; no exclusivamente los intereses del Partido Comunista.
Existen condiciones que podrían ayudarle. Por ejemplo, Cuba es un archipiélago en el Caribe, de herencia hispano, americana y africana, con una sociedad transnacional, capaz de generar vínculos políticos, económicos, culturales y familiares significativos con Estados Unidos, Europa, América Latina y África.
Ello pudiera constituir un capital a favor de las más amplias e intensas relaciones internacionales posibles —sobre todo económicas—, por ejemplo, con Estados Unidos, Canadá, China, Rusia, India, la Unión Europea, Reino Unido, Japón y, al menos, los cinco países más importantes de América Latina: Brasil, Argentina, Colombia, Chile y México.
A la vez resulta necesario considerar que el desarrollo de tales relaciones internacionales exige un vínculo pragmático entre Cuba y Estados Unidos, con todos los riesgos que implica dada la enorme asimetría entre ambos países. Si bien esto demandaría suma madurez política y hacerlo formando parte de América Latina y el Caribe.
II
Sin embargo, Cuba posee condiciones internas muy desfavorables, que demandan este desarrollo de las relaciones internacionales, pero a la vez las dificulta. Sería necesaria una política sólida en la Isla, capaz de asumir los retos de una pobreza general en crecimiento. En Cuba, un porcentaje amplísimo de la población de la tercera edad se encuentra en penuria; aumentan la corrupción, la violencia y la criminalidad; no existe un modelo económico, ni finanzas, ni infraestructura, ni tecnología, ni un sistema energético adecuado, ni alimentos básicos, ni otras necesidades primarias; tampoco cuenta con mano de obra calificada, pues la población con capacidad laboral emigra masivamente, quedando sólo ancianos pobres y solos y sectores pocos capacitados para crear riquezas. También existe un contexto político nacional polarizado y trivializado.
A su vez, el poder en la Isla malgastó todas las oportunidades, mientras poseyó mejores condiciones, para transformar el modelo sociopolítico transfiriendo autoridad y legitimidad a las instituciones, a los cargos responsables de estas y a una dinámica social democrática. Como consecuencia, actualmente carece de condiciones que le ofrezcan certidumbres, posee un sistema ineficaz y no tiene claridad sobre una posible agenda estratégica que saque al país de la crisis sin poner en riesgo la seguridad de la élite política y sus intereses económicos, de control, etcétera.
Al unísono, si bien el conflicto político entre los poderes de Estados Unidos y Cuba no es la «causa eficiente» de la crisis, sería errado desconocer cuánto afecta ese conflicto a la sociedad y en especial a los más necesitados, y que es sostenido por un «enroque» que hace pasar la solución de la crisis cubana también a través de la normalización de los vínculos bilaterales. Pero lamentablemente existe escaso interés para ello en el establishment estadounidense, lo que es riesgoso porque resulta equívoco imaginar que Estados Unidos no deba iniciar una apertura hacia Cuba hasta que la Isla ocupe un sitio significativo en los estándares democráticos del mundo. No es posible aceptar esto porque cualquier solución sería extremadamente difícil sin los beneficios derivados de una relación bilateral distendida.
Actualmente, con la llegada Donald Trump a la Casa Blanca pudiera ser más difícil avanzar en ello, aunque quizá no imposible. Tal vez el Presidente electo de Estados Unidos mantenga hacia Cuba la posición de siempre, es decir, una praxis de confrontación, incluso extrema, y a la vez esté dispuesto a negociar.
En 2017, luego de anunciar en un acto público, en Miami, la confrontación con el Gobierno cubano envió a La Habana el mensaje de que podía variar esa posición si el Gobierno cubano permitía plenamente la empresa privada, extendía el servicio de internet a la sociedad e incorporaba la elección real de los diputados a partir de algún modo de nominación que el poder cubano pudiera aceptar. Pero La Habana no atendió esta solicitud.
Ahora, según declaraciones públicas de su equipo, Trump volvería a ofrecer algo similar, si bien en esta ocasión con los reclamos siguientes: liberación sin condiciones de los presos políticos, realización de elecciones democráticas y abandono de la pretensión de influir en la política de los países Latinoamericanos. Ósea, acaso esté en manos del Gobierno cubano favorecer que la Casa Blanca decida o la confrontación o la negociación.
III
Luego la política exterior tendría que estar al servicio de estos desafíos nacionales, optando por unas relaciones internacionales favorables a la paz, la solución negociada de los conflictos, la promoción y el cumplimiento de los Derechos Humanos, y la cooperación política sobre los asuntos fundamentales de interés para el país. Para ello, por ejemplo, Cuba debería, según el documento del Centro de Estudios sobre el Estado de Derecho «Cuba Próxima» titulado «La cuba que queremos. Propuesta para refundar la República»:
1- Participar activamente en los organismos multilaterales, firmar y cumplir los acuerdos internacionales que contribuyan a los intereses de los cubanos, y reinsertarse plenamente en el sistema hemisférico, orientada además hacia la necesaria, aunque difícil concertación Latinoamericana.
2- Ingresar a los mecanismos financieros internacionales que beneficien el desarrollo del país.
3- Trabajar para el acceso a créditos ventajosos y mejorar la posición crediticia de la nación a escala global.
4- Definir y promover una bien pensada política de oportunidades de mercado para atraer inversiones y procurar el beneficio de los cubanos en estos esfuerzos.
5- Incentivar la cooperación económica en materia de políticas públicas y la contratación de técnicos y profesionales sobre bases justas.
6- Promover internacionalmente un uso eficiente y justo del capital humano del país, tanto del personal científico técnico profesional como de la capacidad de inversión y el know how de los nacionales cubanos.
7- Lograr acuerdos de cooperación, de condición de nación más favorecida, acuerdos de libre comercio y ventajas arancelarias con el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), el CARICOM, el Mercosur, la Unión Europa, y otros mecanismos económicos y/o de concertación política regionales, internacionales, así como de bloques que resulten convenientes.
IV
Pero todo esto se dificultaría si La Habana posterga la negociación de las confiscaciones a estadounidenses y a cubanos -en muchos casos ya emigrados-, así como las deudas financieras con el Club de París, el Club de Londres, Rusia y otras bilaterales públicas y privadas.
Las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) suelen ser un sello de garantía que facilita negociaciones de deudas oficiales con el Club de París, de deudas privadas (proveedores de créditos comerciales) con el Club de Londres, y de deudas oficiales y privadas en ámbitos bilaterales.
Estas IFI podrían además ofrecer a Cuba el aprovisionamiento de finanzas para el desarrollo económico y social, la revisión experimentada de los instrumentos y métodos para obtener riquezas, la búsqueda de probados estándares internacionales, la provisión de asistencia técnica y capacitación, y el apoyo como facilitador o garante de negociaciones (Pérez, 2016). Quizás no sean el paradigma de organismos multilaterales del crédito que necesita el actual mundo globalizado, pero no hay otras instituciones que desempeñen igual rol (Sánchez, 2016).
Tales prestaciones podrían utilizarse ventajosamente para:
1- Reducir la percepción de riesgo de hacer negocios en la Isla.
2- Favorecer la integración en las cadenas globales de valor y el acceso a los mercados internacionales de capitales.
3- Reducir las tasas de interés en los pagos por el financiamiento internacional.
4- Acceder a recursos multilaterales (financieros y no financieros) que son menos costosos que los flujos privados.
5- Canalizar financiamiento compensatorio para atender desequilibrios de balanza de pagos.
6- Impulsar las inversiones extranjeras y la tasa de formación de capital.
7- Compensar la ausencia de beneficios en términos de Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD).
8- Beneficiar los esfuerzos por la unificación monetaria, la reforma de la empresa pública y el afianzamiento de la empresa privada.
9- Desarrollar agendas para la lucha contra la pobreza, la mejora de la infraestructura, la gestión del cambio climático, el desarrollo de la energía renovable y la transferencia de conocimiento mundial, entre otras.
10- Contabilizar la cooperación internacional de Cuba a otros países.
11- Compartir proyectos sociales en los cuales Cuba tiene experiencia acumulada y reconocimiento internacional (Vidal, 2016, Sánchez, 2016).
La conducción política de ello incluiría, por ejemplo, madurez para gestionar esos vínculos una vez establecidos con el objetivo de que suela beneficiar a la sociedad cubana, al modo en que ella lo escoja, lo necesite. También, como es lógico, para encontrar la manera adecuada de iniciar una relación de trabajo con estas.
Al respecto Vidal (2016) muestra tres variantes que pudieran emplearse para el ingreso de Cuba a las IFI y apunta el modo preferente. Son las siguientes:
1- Establecimiento de un proceso gradual de acercamiento entre las IFI y Cuba, sin fecha establecida para una eventual membresía. El cual podría iniciar con conversaciones preliminares exploratorias, más tarde como país «Observador», luego pasar a soporte técnico y capacitación, y después continuar con un proceso de construcción de confianza hasta que la membresía se convierta en el siguiente paso.
2- Solicitud formal por parte del Gobierno cubano de la membresía en el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que posteriormente podría abrir el camino para una membresía también en el Banco Mundial (BM). Para ello el FMI requeriría el aval de un país miembro que, además, sirva como tutor durante todo el período de aplicación. La problemática de este enfoque, resalta, serían los obstáculos creados por las sanciones de Estados Unidos en contra de Cuba.
3- Solicitud formal del Gobierno cubano para conseguir la membresía en el FMI y, a la vez, declaración pública del Gobierno de Estados Unidos estableciendo que no se opone a esta petición.
Sobre estos caminos Vidal (2016) advierte que posiblemente sería provechosa una combinación del primer y tercer enfoque. O sea, un proceso que exponga el interés de Estados Unidos en torno a la membresía de Cuba en las IFI y facilite que ambos gobiernos ejecuten gradualmente las gestiones necesarias.
En cuanto a la solución a la problemática de las expropiaciones a cubanos, algunos proponen:
1- Asumir como principio rector del proceso la capacidad de adaptación a diversas situaciones. Pero siempre en busca de un nivel de justicia restaurativa, capaz de alcanzar una adecuada justicia distributiva que, a la vez, sea humanista-compasiva (Mesa-Lago, 2017, Saladrigas, 2017). A través de procesos rigurosamente transparentes que eviten tratos preferenciales y tráficos de influencias (López, 2017).
2- En cuanto a las empresas cubanas expropiadas, aplicar indistintamente:
3- La emisión de créditos fiscales, que puedan ser transferibles y vendibles en los mercados financieros, supeditados en cierta proporción a nuevas inversiones de capital en el país, tanto para las propiedades agrícolas como las comerciales.
4- El trueque del valor expropiado a una empresa cubana, dedicada con éxito a ese giro en el extranjero, por inversión. En todos los casos, junto a medidas regulatorias claras, transparentes y con las debidas garantías para dichos negocios, así como el cobro de impuestos apropiados (Mesa-Lago, 2017, Saladrigas, 2017).
5- Acerca de las viviendas expropiadas, reconocer inequívocamente el derecho de la propiedad de aquellos que las viven, sin gravámenes de ningún tipo y sin compensación para sus antiguos dueños. Lo cual sería viable sólo si los perjudicados aprecian en esto algo positivo que contribuya a un país donde también ellos quepan a modo de sociedad plural y desarrollada (Mesa-Lago, 2017, Saladrigas, 2017, López, 2016).
Evidentemente, para estos autores tales indemnizaciones deben clausurar un pasado de desencuentros y, a la vez, no pueden representar un obstáculo para la sociedad y economía del país, sino un incentivo.
Acerca de la solución a la problemática de las expropiaciones a estadounidenses, resulta interesante la propuesta del académico estadounidense Richard Feinberg (2016), titulada «Conciliación de reclamaciones relativas a propiedades estadounidenses en Cuba. Transformación del trauma en oportunidad». A través de observaciones y propuestas pormenorizadas, Feinberg presenta una ruta para la solución de esta problemática. Ella centra su despliegue en la lógica de:
1- Un «gran acuerdo» entre ambos Estados.
2- Como resultado de una negociación que bocete con claridad los propósitos cardinales.
3- Capaz, a su vez, de colocar el convenio sobre los otros puntos de tensión alrededor de tales intenciones esenciales.
4- Orientado, invariablemente, hacia una sólida estrategia de futuro que aporte al desarrollo de la Isla. Por medio de la reposición de activos congelados, nuevas asignaciones de fondos, acceso a los organismos financieros internacionales, inversiones, comercio.
Es decir, el autor sugiere convertir esta negociación en el desamarre de un nudo externo que asfixia las potencialidades a favor de la serenidad política entre ambos países, la distención sociopolítica dentro de la Isla y el decisivo desarrollo de Cuba.
VI
Asimismo, Cuba tendría que avanzar en su participación efectiva en la estabilidad y desarrollo del hemisferio, sin lo cual carecería de importancia para otros países del entorno. Podría iniciarlo, por ejemplo, a través de los puertos cubanos, del níquel, el cobalto, el turismo y una agricultura que habrá de recuperarse, de su experiencia en la respuesta ante catástrofes naturales, sanitarias, humanas u otras, así como contribuyendo a los mecanismos para la lucha contra el crimen organizado en el orbe y el hemisferio, y con el desarrollo de relaciones con el espacio inmediato, ósea, el Caribe, en el que prevalezca la cooperación.
A la vez, las sinergias derivadas de esto deberían contribuir restablecer la infraestructura cubana. Ósea, el sistema vial, la industria energética, el ferrocarril de pasajeros y comercial, la aeronáutica de pasajeros y comercial, el internet y la comunicación telefónica y el transporte, etcétera.
VII
Cuba no podrá asegurar la solución de la actual crisis sin la participación del orbe y del hemisferio, siendo parte de Latinoamérica. Pero estos no se dispondrán si Cuba deja de ofrecer al menos un clima político sólido de normalización y una estrategia madura de desarrollo, y la capacidad de gestionarla.
Bibliografía
1- Feinberg, R (2016) Conciliación de reclamaciones relativas a propiedades estadounidenses en Cuba. Transformación del trauma en oportunidad. Cuba Posible.
2- López, L (2017) Sobre la problemática cubana de indemnización por expropiación. Cuba Posible.
3- Mesa-Lago, C (2017) ¿Qué hacer ante el dilema de las expropiaciones a cubanos en Cuba? Cuba Posible.
4- Pérez, LL (2016) Mirando al FMI desde adentro: Apuntes sobre la necesaria entrada de Cuba. Cuba Posible.
5- Saladrigas, C (2017) Confiscaciones de propiedades y dilema ético en la Cuba del siglo XXI. Cuba Posible.
6- Sánchez, M (2016) Costos y beneficios de un regreso de Cuba al FMI y al Banco Mundial. ¿Vale la pena explorar? Cuba Posible.
7- Vidal, P (2016) La reintegración económica de Cuba: ¿Debemos unirnos a las instituciones financieras internacionales? Cuba Posible.
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