La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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La proyección identitaria: Obstáculo en el espacio público cubano

La construcción de una Cuba libre y democrática no puede edificarse sobre la estrechez de la proyección identitaria, sino sobre la amplitud de la comprensión mutua y el reconocimiento de la legítima pluralidad de su ciudadanía. Solo así podremos trascender las limitaciones de nuestra "incultura cívica" y construir un futuro donde la libertad y la democracia sean verdaderamente para todos.

30 Jun 2025
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El fervor que impulsa las voces en el “espacio público cubano” en su anhelo por la libertad y la democracia, si bien encomiable, revela una problemática subyacente en nuestra cultura política. O, quizás más certeramente, en una incultura cívica que amenaza con empañar la autenticidad de la transformación que se persigue. Una proporción considerable de estas intervenciones adolece de un vicio intelectual profundamente arraigado: la tendencia sistemática a proyectar sobre el “otro” nuestra propia arquitectura mental, a analizar individuos y la intrincada realidad cubana bajo la falaz suposición de que deben operar según nuestros propios parámetros cognitivos y valóricos.

Esta propensión a la “identidad proyectada” se manifiesta de diversas maneras, actuando como un silencioso pero efectivo saboteador de un diálogo genuino y, por ende, de la construcción de un futuro democrático robusto. Observamos cómo se descalifican posturas divergentes no por su argumentación intrínseca, sino por su aparente incongruencia con el propio sistema de creencias. Se asume una lógica única, una manera “correcta” de entender la opresión, la libertad y el camino hacia ella, desestimando la validez de experiencias y perspectivas que no se ajustan a este molde preestablecido.

Esta limitación cognitiva se traduce en un análisis simplista y a menudo polarizado de la realidad. Se tiende a categorizar a los actores sociales y políticos en compartimentos estancos, asumiendo motivaciones uniformes y desdeñando la complejidad inherente a las experiencias individuales y colectivas. El disidente que no se ajusta a la narrativa hegemónica dentro de ciertos círculos es tildado de tibio o cómplice; el oficialista que expresa dudas o matices es inmediatamente catalogado como un traidor a la causa. Esta rigidez mental impide la construcción de puentes, la identificación de puntos en común y la elaboración de estrategias inclusivas que abarquen la diversidad de la sociedad cubana.

La raíz de este problema puede rastrearse en una historia marcada por la polarización y la falta de espacios genuinos para el debate plural y respetuoso. Décadas de un sistema político monolítico han atrofiado la capacidad de comprender y valorar la diferencia, fomentando una visión del mundo en términos de “nosotros” contra “ellos”, donde la empatía y la comprensión del punto de vista ajeno se perciben como debilidades o concesiones ideológicas.

Superar este arraigado hábito mental es crucial para la salud del naciente “espacio público” y para la viabilidad de una transición democrática auténtica. Requiere un ejercicio consciente de descentramiento, un esfuerzo por despojarnos de nuestras propias gafas ideológicas para intentar comprender la realidad desde la perspectiva del otro. Implica cultivar la humildad intelectual de reconocer que nuestra visión del mundo es solo una entre muchas posibles, y que la riqueza de una sociedad radica precisamente en la diversidad de sus pensamientos y experiencias.

Fomentar una cultura política donde la escucha activa, la empatía y el respeto por la diferencia sean valores fundamentales es una tarea impostergable. Esto implica promover espacios de diálogo inclusivos, donde se valore la argumentación racional por encima de la descalificación personal y donde se fomente la búsqueda de consensos sin renunciar a las propias convicciones. La construcción de una Cuba libre y democrática no puede edificarse sobre la estrechez de la proyección identitaria, sino sobre la amplitud de la comprensión mutua y el reconocimiento de la legítima pluralidad de su ciudadanía. Solo así podremos trascender las limitaciones de nuestra “incultura cívica” y construir un futuro donde la libertad y la democracia sean verdaderamente para todos.

SOBRE LOS AUTORES

( 144 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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