La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


Una Comunidad Latinoamérica: ¿ficción y utopía, u oportunidad?

Sería posible esta Comunidad de constituir una aspiración regional que sea prioridad de fuerzas políticas plurales de la región, con el apoyo de instituciones empresariales, culturales, académicas y de think tanks. Sería imprescindible además la implicación de países como Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Venezuela, cuando ésta logre la estabilidad democrática. Inclusive, quizá fuera necesaria una agrupación política regional con esta identidad.   

29 Ene 2025
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Imagen © RHC

I

Discurro nuevamente sobre la necesaria comunidad latinoamericana y caribeña, si bien actualmente posee tanto peso la urgencia de lograrla como la falta de esperanza de que la región sea capaz de hacerlo. En tal sentido, un texto así puede resultar ingenuo, ficción o utopía extraviada; pero tan grande es la necesidad y urgencia de avanzar en ello, que vale la pena el «absurdo» de especular sobre esa oportunidad.

II

La multipolaridad actual coloca al mundo en torno a varios centros de poder que crean vínculos, dependencias y cooperación. Esto ofrece ventaja a varios países que no necesitan estar asociados y pueden elegir en qué y con quién cooperar, lo cual hace importante la negociación entre estados. Pero, asimismo, en este mundo con diversos centros, a veces rivales, la mayoría de los países necesitan asociarse y establecer canales fuertes y confiables. Aunque cabe precisar que, en tal proceso, parecen prevalecer la sordidez y la hostilidad, en perjuicio de la libertad, la justicia y la democracia.

De modo que los países de América Latina y el Caribe deberían optar por sobrevivir juntos, siendo socios centrales del primer mundo en la solución de los problemas globales y propios a la vez. Sólo así la región conseguiría los pilares de la estabilidad y el desarrollo.

Esto exigiría avizorar en qué marchar juntos y en qué continuar solos, cuáles beneficios construir mancomunadamente a favor de la región y cada país, y cómo estos beneficiarían también a aquellas cuestiones en las que cada país continuaría solo. Ósea, cincelar una estrategia realista, compleja y multifacética, que aproveche las sinergias entre las sociedades implicadas, para ganancia de todas y de cada una de ellas.

De no lograrse una concertación intra latinoamericana y caribeña de tal índole, capaz de colocar a la región como actor de esta nueva configuración global, sus países sólo serán víctimas de esa avidez ruin, insaciable y hostil que parece prevalecer. 

III

En lo económico, asunto esencialísimo, habría de formularse cuál sería para América Latina y el Caribe lo que fue para la Unión Europea la comunidad del carbón y del acero como elemento de aproximación y desarrollo compartido. Algunos señalan, entre otros supuestos regionales, la agricultura y la industria alimentaria. También son mencionados otros supuestos que, si bien no son regionales, sí son subregionales y pudieran aportar a mecanismos de inversión intra regional, como el turismo en los países caribeños, y el litio, el cobre, la plata, los cereales y el hidrogeno en los países sudamericanos.

Lo anterior demandaría asegurar, por ejemplo, las finanzas necesarias al servicio de tal estrategia, así como el combustible, la infraestructura y la tecnología en la región, y el desarrollo de una educación capaz de cultivar personas y sociedades humanas, profesionales, trabajadores y ciudadanos.

Pudieran aportar a ello instituciones como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). También podría acordarse con las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) mayores inversiones en bienes públicos, como educación, salud, infraestructura, protección del clima, la solución al problema de la crisis de la deuda y proteger la participación social en las crisis de esta deuda. Sin dejar de considerar otras instituciones financieras y organizaciones privadas, en su mayoría estadounidense, que ofrecen préstamos a individuos y empresas en la región, como, Avant, Loan Provider, OneMain Financial, Rocket Mortgage, Upgrade y Upstart.

Ello además reclamaría que, con independencia de los asuntos gestionados regional y subregionalmente, sea imperativo gestionar mancomunadamente, por parte de la región y cada país, la solidez y sostenibilidad financiera local, el desarrollo del empleo, la seguridad social, la salud pública, la alimentación y la capacidad de respuesta ante catástrofes naturales, sanitarias, humanas u otras.

IV

La gestión de esta especie de concertación requeriría de un Tribunal Regional de Justicia que garantice esa compleja convivencia. Aunque no exista una Ley Fundamental de la región ni leyes regionales, este Tribunal podría sostener sus funciones en la búsqueda de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales ratificados por los estados miembros.

Por supuesto que esto sólo sería posible si resulta del acuerdo de los estados miembros, si posee una institucionalidad sólida y si cuenta con mecanismos cualitativos para hacer que los estados, instituciones regionales y nacionales, y los ciudadanos cumplan sus decisiones y estos puedan ser sancionados de manera real, no sólo simbólica, de incumplirlas.    

Este Tribunal, por ejemplo, garantizaría los derechos fundamentales de todas las personas que residan o se encuentren en el territorio de la región, así como la correcta interpretación y aplicación de la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales ratificados por los estados miembros, y de la legislación regional que vaya surgiendo. También anularía actos ilegales de las instituciones regionales y nacionales, lucharía contra la delincuencia transfronteriza y garantizaría la aplicación de normas penales regionales, facilitaría la resolución transfronteriza de litigios civiles y comerciales, así como la rápida detención y entrega de personas buscadas por estados miembros. Igualmente, emitiría dictámenes preliminares a petición de los tribunales nacionales sobre la interpretación del Derecho y de normas regionales, resolvería litigios entre los Estados miembros y las instituciones regionales, y facilitaría la cooperación y la confianza entre los tribunales de los Estados miembros.

Sin duda, un Tribunal Regional de Justicia sería herramienta fundamental de una convivencia latinoamericana sólida y duradera.

V

Para que ocurra todo lo anterior, en la región tendría que prevalecer un interés renovador por los asuntos inmediatos y futuros, por las cuestiones individuales y sociales, privadas y públicas; y desde ahí apostar por una mejor gobernanza local y regional basada en la transparencia, la responsabilidad, la rendición de cuentas, la participación y la capacidad política, técnica y ejecutiva.

Sólo así podría corregirse la falta de vínculos significativos y estables entre los políticos y las sociedades, la crisis de representación, los gobernantes sin mayorías parlamentarias, la deriva democrática entre la dilución y la concentración del poder, la superación de agendas políticas y gubernativas que son meros manejos de escenarios electores, la democracia percibida como técnica de élites y burócratas a su servicio, y la corrupción descomunal.

Las instituciones regionales y locales tendrían que gestionar de forma mancomunada dichas correcciones. Para ello sería necesario avanzar en la consolidación de estados democráticos, incluyentes y pluralistas, descentralizados y con independencia entre las ramas del poder, autonomía de los gobiernos locales y una administración pública racional y eficaz, bajo el imperio de la transparencia y la Ley. Esto de conjunto con la evolución de una Instancia Comunitaria Regional -quizá no precisamente un Estado- caracterizada por la subsidiariedad, la complementariedad, lo supletorio y lo accesorio, que priorice la solución conjunta de los problemas económicos, sociales, culturales y políticos.

Sin embargo, tal vez algunos asuntos extremadamente sensibles y estratégicos puedan encargarse preferentemente a una especie de gobernanza regional. Por ejemplo, una Comisión Electoral Regional, autónoma, neutral y profesional que rija todos los mecanismos electorales regionales y nacionales, para garantizar en igualdad de condiciones la calidad y legitimidad de los procesos electorales en cada Estado miembro, lo que resulta esencial para convertir la voluntad social en voluntad política. Dada la magnitud del crimen organizado, acaso también una Policía Regional «a modo civil y federal», como institución de seguridad pública, con jurisdicción regional y en coordinación con los servicios policiales y de seguridad de los Estados miembros y con otras agencias policiales y de seguridad a nivel internacional.

Las competencias de esta Policía Regional podrían ser: Aplicar las leyes y regulaciones regionales en diversas áreas. Proteger las fronteras, las instituciones regionales y los dignatarios y personalidades importantes con funciones regionales. Luchar contra el terrorismo y el crimen organizado, los delitos financieros, contra la propiedad intelectual, cibernéticos, y de tráfico de drogas y armas. Cooperar con las agencias nacionales para la vigilancia de infraestructuras críticas, como aeropuertos, etcétera.

En fin, sólo una concertación intra latinoamericana y caribeña, que pretenda una economía sólida, una presencia internacional efectiva y una gobernanza eficaz, podría sustentar una nueva política que coloque en el centro las soluciones que urgen a los pueblos de la región. De lo contrario, sería un mero club de interés particulares, un embuste.

VI

Si fuera posible esta dinámica regional, ella no podría encerrarse en sí misma. Tendría que abrirse al mundo, pues su propósito último sería constituirse en socio central del primer mundo en la solución de los problemas globales y propios a la vez, única manera real de asegurar la estabilidad y el desarrollo. 

Con tal dinámica, América Latina y el Caribe podría alcanzar mayor peso político, mayor visibilidad en la escena internacional y mayor capacidad de negociación. De este modo podría conseguir, por ejemplo, acuerdos estratégicos con Europa y Estados Unidos sobre inversión, créditos, protección de las empresas, libre comercio, derechos laborales y seguridad jurídica y del entorno. Todo ello, desarrollando además la cooperación económica, por ejemplo, con Canadá, China, Rusia, India, Reino Unido y Japón. También ofrecer cooperación internacional allí donde resulte efectiva para incrementar canales globales que robustezcan la capacidad de soluciones para los problemas globales y propios a la vez.

La región, si apuesta por un mejor futuro, está obligada a elegir unas relaciones internacionales asentadas en los intereses nacionales y regional y en el Derecho internacional, de acuerdo con los principios de garantía de los Derechos Humanos y la libertad, la democracia, la inclusión, el pluralismo, la sólida representación política, la buena gobernanza y el bienestar general.

VII

Esta especie de Comunidad Regional debería contar con instituciones y autoridades propias, con capacidad para articular las funciones ejecutivas regionales, nacionales y subordinadas a estas, según corresponda en cada caso y para cada cuestión. Pero, reitero, no tendría que resultar en un Superestado Regional.

Podría ser presidida por rotación entre los jefes de los estados miembros. Estos jefes de Estado y de Gobierno podrían constituir un Consejo de Gobierno, encargado de formular las orientaciones políticas generales y las prioridades. Este Consejo podría estar integrado por una Cumbre cuando se reúnan los jefes de Estado y de Gobierno, y por un órgano permanente con representantes designados por estos. Dicho Consejo podría poseer facultades para ejercer la iniciativa legislativa y aprobar leyes de conjunto con el Parlamento, elegir, interpelar y destituir al encargado de las funciones ejecutivas -acaso una especie de Primer Ministro-, aprobar, interpelar y destituir a los integrantes de la especie de Consejo de Ministros propuestos por el Primer Ministro, y presentar al Parlamento la propuesta de presupuesto.

Un Parlamento electo, si bien en este caso no ejercería soberanía, encargado de representar a la ciudadanía, aprobar el presupuesto, controlar las funciones ejecutivas, ratificar al Primer Ministro electo por el Consejo de Gobierno y también podría acordar su destitución, así como la destitución de los integrantes del Consejo de Ministro, y elaborar, debatir y aprobar los proyectos de leyes del Consejo de Gobierno.   

Un Consejo de Ministros, encargado de las funciones ejecutivas e integrado por personas que sean propuestas por el Primer Ministro y aprobadas por el Consejo de Gobierno. Reitero, los candidatos a Primer Ministro serían propuestos por los jefes de Estado y de Gobierno, y sería electo por estos, si bien requeriría la posterior ratificación del Parlamento.

Un Banco autónomo -que se relacione con las IFI y los Bancos nacionales-, encargado de las finanzas presupuestarias y otras vinculadas a la gestión de la Comunidad, con las cuales facilitaría el comercio y las inversiones entre los países miembros, financiaría grandes proyectos de infraestructura, como carreteras, puertos y redes energéticas que beneficien a toda la región, actuaría como prestamista de última instancia para los países miembros en tiempos de crisis, y apoyaría proyectos de desarrollo social, como educación, salud y vivienda, contribuyendo a reducir la pobreza y la desigualdad.

Un Tribunal de Cuentas, encargado de controlar la gestión financiera y garantizar que los fondos se utilicen de manera eficiente y eficaz. Y el Tribunal Regional de Justicia, del que trato en el acápite III.

Con este organigrama sólo ofrezco apuntes frágiles para colocar el tópico.

VIII

Sería posible esta Comunidad de constituir una aspiración regional que sea prioridad de fuerzas políticas plurales de la región, con el apoyo de instituciones empresariales, culturales, académicas y de think tanks. Sería imprescindible además la implicación de países como Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México y Venezuela, cuando ésta logre la estabilidad democrática. Inclusive, quizá fuera necesaria una agrupación política regional con esta identidad.   

Pero cómo convertir esta aspiración en una ruta compartida cuando muchos sectores de estas sociedades sólo pueden dedicarse a la sobrevivencia y una cantidad alarmante de políticos únicamente procuran defender intereses particulares y/o espurios y optan simplemente por agendas de cortísima mira porque les aseguran el apoyo necesario para permanecer en tal corruptela. Precisamente, la respuesta a esto podría desentrañar la posibilidad de que esta especulación sea exclusivamente ingenuidad, ficción o utopía extraviada, o una oportunidad, una opción.

SOBRE LOS AUTORES

( 144 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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