La reconciliación entre cubanos o la disposición positiva para la convivencia, incluso política, es un asunto complejo que, además, nos reta. Sobre ello opina Julio Antonio Fernández Estrada, jurista, historiador y profesor,
–Algunos aseguran que la actual realidad cubana demanda de una re/conciliación. ¿Qué opina?
Considero que la reconciliación es necesaria en todos los procesos sociales en los que grupos han resultado victoriosos y vencidos y en los que se han vivido diferendos tortuosos como el que hemos tenido entre el gobierno de los Estados Unidos de América y el de Cuba. La reconciliación en nuestro caso tiene una oportunidad extra porque la emigración cubana no ha sido bien considerada por el gobierno cubano desde el inicio de la revolución hasta la actualidad y esto ha producido extremos políticos en ambos lados del conflicto.
La política norteamericana de bloqueo al gobierno y pueblo de Cuba ha creado una distancia mayor entre los cubanos emigrantes en aquel país y los que se mantienen en la isla porque se ha alimentado por décadas a grupos políticos, casi todos radicados en la Florida, encabezados por cubanoamericanos que sostienen la necesidad del derrocamiento del gobierno socialista en Cuba. Al interior de Cuba también es necesaria la reconciliación, entre sectores sociales y entre grupos etarios, sobre todo entre la juventud y la generación implicada en el proceso de la revolución cubana, que, aunque es ya reducida en sus representantes originales, es más amplia en personas que han jugado papeles importantes en el mantenimiento del régimen y sistema políticos en nuestro país.
Creo que es imprescindible una reconciliación que pase por un relato más objetivo, científico, basado en fuentes, más humano, más complejo, en fin, de la historia de la revolución cubana y sus antecedentes directos.
–Resulta un hecho legítimo que los actores capaces de convertirse en hacedores de una senda de re/conciliación suelen movilizarse sólo cuando aprecian la oportunidad de quedar incorporados y favorecidos de modo suficiente. Para facilitarlo, ¿qué espacios de la institucionalidad actual podrían favorecerlo y qué apertura debería desatar el gobierno cubano?
La institucionalidad empoderada en Cuba es la que legalmente representa a las estructuras más importantes del sistema político, dígase estado, partido, organizaciones políticas y organizaciones sociales y de masas.
Entre ellas es decisivo el papel del Partido Comunista de Cuba por su situación de partido único, con gran alcance nacional, con experiencia de dirección de procesos difíciles durante 55 años. La barrera mayor que tiene esta apuesta es la de su concepción de partido no dialogante, que no ha reconocido jamás a ninguna oposición política en Cuba ni a ninguna fuerza o movimiento como interlocutor.
La administración estatal, de gobierno, es más joven y dinámica, pero está atada a las directrices del partido y aunque hay dirigentes con posturas democratizadoras, todavía encuentran este tipo de propuestas limitaciones para su análisis e implementación.
De la institucionalidad legalmente existente en Cuba, la más adecuada para diseñar una agenda de diálogo, acercamiento, reconciliación y búsqueda de consensos, es la que representa a la sociedad civil cubana, en la que incluyo a las iglesias, cristianas, católica y protestantes, además de los representantes de las religiones de origen africano, sin los cuales me parece que el abanico no estuviera completo.
Las ONGs cubanas tienen un merecido prestigio por su ejemplo de conciliación, diálogo con las autoridades, experiencia de acuerdos con órganos de relación, por su seriedad, paciencia y compromiso con el pueblo de Cuba.
La iglesia católica tiene también una larga experiencia de apoyo al diálogo en el país.
He sostenido también, y lo vuelvo a hacer ahora, que cualquier reconciliación en Cuba debe contar con activos representantes de la emigración cubana y de la oposición política dentro del país porque son sujetos de la sociedad cubana, centrales en esta necesidad de acercamiento.
–Todo lo anterior exige que actitudes altruistas y a la vez pragmáticas se dispongan a prefigurar el presente. Además, que sea capaces de gestionar soluciones ante esa multiplicidad de culpas y errores enquistados. ¿Quiénes sería estos? ¿Cómo lo convertirían en política de la nación?
Creo que los sujetos del diálogo ya los esbocé, pero puedo adicionar que en la realidad política cubana actual, si se quiere que el diálogo sea pacífico y no parte de una pelea por despojos de patria, este debe ser dirigido por las instituciones principales de la política nacional, a no ser que la reconciliación se organice como una forma de resistencia y como un proceso paralelo a la política oficial, lo que también puede ser una opción, lo que con la limitación de que no participaría uno de los sujetos fundamentales del conflicto.
Para que una agenda de reconciliación sea convertida en política de la nación, tiene que haber antes una aceptación de su necesidad por núcleos decisores dentro del sistema político cubano.
–¿Cuáles deberían ser los ejes fundamentales para un proceso de reconciliación nacional?
Los ejes fundamentales para un proceso así, a mi entender debería ser el apego a la legalidad del proceso, para lo que debería aprobarse una agenda y cronograma de trabajo, con bases y principios, la que sería el primer ejercicio de conciliación porque debería ser una agenda consensuada por las partes involucradas en el diálogo.
Las bases, principios o ejes, del proceso, serían, además, el respeto a la constitución, el respeto al pluralismo político, el reconocimiento de la emigración cubana como una parte de la nación, el reconocimiento de la sociedad civil cubana como viva y protagonista de los cambios en Cuba, el principio de que la reconciliación no busca vencedores ni vencidos. No menciono a la soberanía nacional, la democracia, los derechos humanos y otros principios básicos, porque están incluidos en el respeto a la Carta Magna.
–¿Cómo podríamos hacer iniciar un proceso de esta índole, además de modo irreversible?
Ningún proceso social es irreversible, si pretendemos esto, entonces debemos aceptar que el sistema político actual en Cuba es irreversible porque la Constitución lo declara así. Lo primero que haría sería un llamamiento o convocatoria a todas las fuerzas sociales con vocación de diálogo en Cuba y en su emigración para empezar las propuestas de agenda de reconciliación, para una posible aprobación de la ruta de la reconciliación cubana.
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