Leonardo Fernández Otaño conversa con Cuba Próxima. Es historiador e investigador social que, con manifiesta vocación sociopolítica asentada en la fe cristiana, fue protagonista del 11J y, siendo actualmente activista de Archipiélago, fomenta la Marcha Cívica por el Cambio -15N- con el propósito de devolver al pueblo la posibilidad de soñar y construir el bienestar y la democracia en paz y libertad.
1- ¿Cuál es la situación política y humanitaria actual de la nación cubana?
Estimo, como ciudadano e intelectual, que la nación atraviesa por enormes complejidades.
Tenemos una sociedad agotada por un sistema incapaz, carente de democracia, con estructuras consumidas, una crisis de hiperinflación, sin las inversiones necesarias, puesto que sólo se invierte en el sector hotelero -que es importante, pero no el único-. Desde hace mucho tiempo es imprescindible el desarrollo de la tecnología, el transporte, el sector agropecuario, solucionar la crisis de abastecimiento, así como reanimar el comercio y los servicios. Pero ello ha sido abandonado y preterido en favor de la construcción de hoteles.
La crisis actual demanda una ciudadanía activa, y centrar la actividad económica en la iniciativa de los cubanos residentes en la Isla y en otros países. Así como empoderar a los especialistas y académicos, mediante una comisión económica inter y multidisciplinaria para la reconstrucción de la nación. Estos pasos tienen como premisa fundamental la existencia de un sistema democrático.
2- Frente a ello, ¿cuáles otras posiciones prevalecen en la esfera pública cubana transnacional?
El diálogo, en mi opinión, constituye la única metodología política posible, eficaz. Si bien, ciertamente, es la de mayor complejidad-riesgo, pues implica exponerse de manera directa, real, tanto para el sistema totalitario como para la sociedad civil. Ello, a la vez, ante un gobierno que no desea diálogo, sino imponer y reprimir cuando no se aceptan sus designios.
Sin embargo, debemos continuar exigiendo la responsabilidad del Estado para alcanzar un camino pacífico de cambios puesto que, de lo contrario jamás habrá bien común y la nación sufrirá mayores costos, como lo hemos vivido a lo largo de estos 62 años. Pero esto reclama una sociedad civil con fuerza, capaz de dialogar a su interior y compeler al Gobierno para el diálogo.
Actualmente existen varias propuestas. En la Isla, por ejemplo, el Movimiento San Isidro, conformado por artistas, que nace en un barrio y pretende incidir desde el barrio. El 27N, es una propuesta desde la cultura, para que el arte transforme la sociedad. También tenemos a la Izquierda alternativa, conformada por jóvenes que desean transformar la realidad, hacia una presencia de estructuras democráticas. También podríamos señalar la oposición tradicional, la cual muchos de los más jóvenes no conocemos en su totalidad, debido a los procesos de criminalización del disenso que el régimen lanzó sobre ellos durante décadas.
En el caso Archipiélago, debemos entenderlo como una plataforma cívica y democrática, que puede articular proyecciones de izquierda, derecha y centro. El denominador común de la plataforma es la búsqueda de un cambio profundo, solucionador, a través de caminos pacíficos, no violentos, sin odio, ni mayores y nuevas divisiones. También en la diáspora tenemos opciones de país, como lo es Cuba Próxima. Además de espacios de reflexión ciudadana que estimo mucho, como La Joven Cuba y el Centro Convivencia.
Las propuestas antes mencionadas apuntan a que el diálogo tendría que ser entre iguales. No puede ser un diálogo en el cual el poder sostenga el madero en la mano.
3- ¿Cuáles de estas zonas ciudadanas estarían en capacidad de procurar una solución, y cómo intentarlo?
Podrán aportar a la solución quienes porten el camino propositivo y la reconstrucción, no el enfrentamiento y la crispación. Por eso siempre admiré el trabajo de Cuba Posible y ahora Cuba Próxima. Tenemos igual los espacios de Ágora, La Joven Cuba, Convivencia y el 27N. Solamente un debate sereno y propuestas serias, pueden conducirnos a lo que procuramos. Además, de conjunto con la sociedad que sufre y junto a los jóvenes de hoy.
4- Si el poder no acepta otra opción diferente a la ofuscación y el precipicio, ¿cómo deberían asumir esta desdicha los diversos sectores ciudadanos civilistas que abogan por cambios profundos, pacíficos, consensuados?
Si el poder se mantuviera ofuscado, totalitario, que tal vez aún lo sea por mucho tiempo, hará falta una sociedad civil con mayores músculos. Al meditar sobre esta realidad, pienso en aquel discurso de Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca, cuando afirmó ante el poder: “venceréis, pero no convenceréis”. Ello siempre ocurre cuando al poder no le asiste la razón.
Deberemos desplegar un ejercicio ciudadano cívico, sereno, activo, directo. En el barrio, los lugares de trabajo, los mercados, las aulas y los barrios, centrándonos en lo plural y lo humano. La cuestión se decide en la creación de ciudadanía y tejido social. NO en la violencia y la intervención extranjera. Ahí tenemos Afganistán ¡veinte años después!
5- ¿Cuánta relación existe entre tu compromiso político y tu fe cristiana?
La fe cristiana me sostiene y orienta como persona, ciudadano, intelectual, educador. De ahí escucho a la sociedad, de ahí soy parte de ella y de ahí me comprometo con el bien común. Siempre por medio del encuentro, el diálogo, la comprensión, el esfuerzo por atender y ayudar a los otros, a todos.
6- ¿Debería establecerse una Comisión de Verdad, Justicia, Reconciliación y Memoria Histórica, además con una Judicatura Espacial -provisional?
Se hace muy necesaria una Comisión de Verdad, Justicia, Reconciliación y Memoria. Una Comisión de Verdad que mire al pasado, pero no viva en el pasado, sino hacia el futuro.
Debemos reflexionar sobre lo vivido en las pasadas décadas, pedir perdón y sanarnos; además, establecer los grados de responsabilidad. Pero sobre todo debemos asegurar que nada de esto pueda ocurrir nuevamente. Para ello, el trabajo de la Comisión debe deconstruir los viejos y errados códigos que nos han conducido hasta aquí. Necesitamos nuevos códigos, nuevas actitudes, nuevas políticas; volver a la esencia de la nación propuesta por Varela, Martí, Mañach y otros tantos que pensaron Cuba.
Debemos hacer un camino de reconciliación desde el más sano pluralismo y con capacidad de escucha, que comprenda toda la diversidad de la nación. Esto exige que la Comisión de Verdad, Justicia, Reconciliación y Memoria sea plenamente independiente de los poderes, con toda la capacidad necesaria para trabajar, desde la mayor transparencia.
7- ¿Un proceso de reconciliación nacional demandaría acompañantes internacionales a modo de facilitadores, garantes, mediadores? ¿Quiénes podrían desempeñarlo? ¿La Iglesia Católica está presta para ofrecer su contribución al respecto?
Un proceso de reconciliación nacional debe poseer acompañantes internacionales. Pienso en la Iglesia Católica, parte fundante de la nación que, además, en muchas ocasiones ha acompañado a las víctimas. Los países nórdicos tienen una profunda experiencia en ello y quizá puedan aportar en tal sentido. Pero también otras organizaciones internacionales con experiencia en mediación y no violencia, como la Comunidad Sant’egidio. En todo caso, cada acompañante internacional debería aportar a la serenidad y transparencia del proceso.
SOBRE LOS AUTORES
( 12 Artículos publicados )
Reciba nuestra newsletter