La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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¿Las Cumbres Iberoamericanas podrían mutar hacia un recurso de integración que beneficie a los países miembros?

Sería beneficioso reconocer que las épocas de cambio representan riesgos y oportunidades a la vez. En tal sentido, podría optarse por una mutación así de las Cumbres Iberoamericanas, lo cual otorgaría beneficios inmediatos, pero sobre todo a largo plazo. No obstante, quizá los gestores de la política carezcan de la capacidad de hacerlo, pues están ocupados ante el universo amplio de inmediatos y complejos desafíos internos y globales.

24 Ene 2025
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Imagen © Secretaría General Iberoamericana

I

El próximo mes de noviembre sesionará en Ecuador la XXIX Cumbre Iberoamericana. La «Innovación, Inclusión y Sostenibilidad» será el motivo para la reunión donde deben asistir 22 jefes de Estado y Gobierno.

Los medios de prensa informan sobre estas Cumbres, pero desde hace tiempo no abundan análisis profundos sobre el desarrollo, contenido y gestión de estas. Quizá las características de sus dinámicas han resultado en una disminución de la capacidad funcional, del peso político y de la relevancia geoestratégica.

Siempre resulta beneficioso el encuentro de jefes de Estado y Gobierno, así como la coordinación previa y gestiones posteriores entre funcionarios de sus países. Sin embargo, cabe preguntarse si será posible esperar algo más de estas Cumbres y, sobre todo, si sería conveniente procurar que se enrumben hacia sus objetivos originarios, de manera decidida y con solidez.  

II

Tales Cumbres surgieron en una etapa signada por la caída del Muro de Berlín, la tercera ola de globalización y la democratización de casi la totalidad de los países de América Latina y la Península Ibérica. La primera de sus reuniones fue en Guadalajara, México, en julio de 1991.

La iniciativa apostó por un diálogo político plural al más alto nivel, capaz de priorizar la diplomacia, el multilateralismo y la cooperación. Ello para imprimir a los acontecimientos una dirección conforme con los objetivos compartidos y alcanzar un adecuado protagonismo colectivo en el concierto mundial. Si bien todo esto desde metodologías flexibles, ya que han existido divergencias sensibles entre países miembros y al interior de estos.

Este propósito político de «comunidad de naciones» apeló a cierta cercanía afectiva entre estas sociedades a causa de la raíz histórica y cultural compartida, al flujo civilizador en que se sustentan y a los recursos naturales que poseen. La idea además tenía antecedentes históricos, por ejemplo, la Unión Iberoamericana fundada en 1885 con el objetivo de estrechar las relaciones sociales, económicas, científicas, literarias y artísticas de España, Portugal y las naciones americanas. ​También el sacerdote cubano Félix Varela -uno de los principales fundadores de la nación cubana-, electo diputados a las Cortes españolas en 1821, abogó allí por el reconocimiento de la independencia para todos aquellos territorios de la América hispana que habían decidido romper el vínculo jurídico y político con la Metrópoli, así como constituir con los que estuvieran dispuestos una especie de comunidad hispana de naciones. 

Las Cumbres Iberoamericanas, en su decurso, han facilitado iniciativas, proyectos y programas de cooperación en áreas claves como cultura, educación, ciencia, tecnología, género, innovación, jóvenes en riesgo de exclusión y personas con discapacidad. También lograron relativa notabilidad política. Para sostener esta labor fue constituida en 2003 una Secretaría, con sede en Madrid.

Pero, a pesar de que muchos consideraron que este ímpetu sería imparable, el mundo comenzó a transitar de manera compleja hacia un nuevo orden, junto a un cambio de época cultural y político, con populismos nostálgicos de lo absoluto, la homogeneidad y la unanimidad, en detrimento de la distribución de la renta, los derechos laborales, la equidad social, el compromiso con el bienestar general y la cooperación internacional, mientras remozaron las retóricas nacionalistas, proteccionistas y xenófobas.

En este contexto las Cumbres comenzaron a padecer del desinterés y la desconfianza y del peso de posturas rígidas y duras. Se han afectado las prácticas de cooperación, lo cual implica inoperancia. Compartir unas historias, unas lenguas y una cultura comunes, ha resultado una base identitaria escuálida para sostener, a contrapelo, un proyecto político consistente, que debería provenir de una complicada concertación. Varios presidentes latinoamericanos se han ausentado de las últimas Cumbres. Al no lograrse de forma suficiente la «mancomunización» necesaria, estas cada vez son más dependiente a las fibras de la política interna de España. No ha sido posible sustentar una presencia política iberoamericana en las relaciones internacionales. En fin, las Cumbres Iberoamericanas parecen tornarse irrelevantes.  

III

Una Comunidad Iberoamericana sólo podría avanzar hacia la efectividad si los países de la península ibérica y latinoamericanos la consideran un recurso valioso de cooperación e integración que contribuya resueltamente al beneficio de cada país, sumido en complejas premuras internas y globales.

Actualmente, América Latina y el Caribe tiene el reto de conducirse hacia acuerdos estratégicos, con Europa y Estados Unidos, sobre inversión, créditos, protección de las empresas, libre comercio, derechos laborales y seguridad jurídica y del entorno. Lo cual sólo conseguirá debidamente con una previa concertación intra regional canalizada a través de la única institución posible hasta ahora, o sea, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que ha logrado escasos objetivos, pero conserva algún potencial y países y zonas político-económicas importantes optan por su sostenimiento en la nueva geopolítica, pues podría resultar un mecanismo conveniente.

Quizá, en tales menesteres, sería provechosa una especie de comunidad política de los países que integran la CELAC con los países de la Península Ibérica. Ello contribuiría al desarrollo y estabilidad de la región y de los países que la integran, favorecería el desarrollo de las relaciones con Europa y aportaría solidez al empeño de unas mejores relaciones interamericanas. Pero esto implicaría que también participen los países caribeños que no integran el espacio iberoamericano, pero sí forman parte importante de la CELAC.

A la vez los países de la Península Ibérica poseen el desafío de ubicarse con solidez y perspectiva en este complejo escenario geopolítico, y esa especie de Comunidad podría concederle un significativo potencial, que acaso establezca una presencia internacional provechosa.   

Esto exigiría avanzar hacia una Comunidad perfilada, a través de una paciente construcción de institucionalidad que asegure igual oportunidad y responsabilidad a cada sociedad y espacios subregionales integrantes, con mecanismos políticos y ejecutivos mancomunados, capaces de una cooperación comunitaria integrativa que atenúe las tensiones entre la dimensión bilateral y la multilateral.

Abundan los diversos campos de interés común, por ejemplo, finanzas, inversiones, empleo, desarrollo profesional, técnico y de oficios, desarrollo empresarial, tecnología, desarrollo local y urbano, infraestructura, desarrollo de la agricultura e industria alimenticia, turismo, educación, ciencia, cultura, sanidad pública, seguridad social, capacidad de respuesta a catástrofes naturales, sanitarias, humanas u otras, cuidado del medio ambiente, lucha contra el crimen organizado, gobernanza democrática y políticas públicas eficaces, y garantías a los Derechos Humanos.

IV

Sería beneficioso reconocer que las épocas de cambio representan riesgos y oportunidades a la vez. En tal sentido, podría optarse por una mutación así de las Cumbres Iberoamericanas, lo cual otorgaría beneficios inmediatos, pero sobre todo a largo plazo. No obstante, quizá los gestores de la política carezcan de la capacidad de hacerlo, pues están ocupados ante el universo amplio de inmediatos y complejos desafíos internos y globales.

Habría que sensibilizar a los gobiernos y diversas fuerzas políticas de estos países. Para iniciarlo serían imprescindible al menos los políticos de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, España y México. También algún think tanks debería incluirlo entre sus prioridades, con análisis, propuestas, cabildeos y otras gestiones.  

Las dinámicas locales fundamentales, cuando no integran lo global, pueden resultar encierros empobrecedores. De modo que urge la cooperación integrativa multilateral, si bien sostenida en la diversidad de valores locales, como rumbo seguro al bienestar.

SOBRE LOS AUTORES

( 104 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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