Reinaldo Escobar, editor jefe de 14ymedio, responde sobre la complejidad política cubana, ahora signada por el 11-J.
1- Los sucesos del 11-J -sus causas y consecuencias- y la reacción sostenida del gobierno, ¿conducen a un status de mayor desidia, un estallido popular de enormes magnitudes y violento, o un golpe de Estado? ¿Cabría alguna oportunidad para el cambio pacífico, con participación ciudadana civilista y plural, pactado?
Los sucesos del 11 de julio no conducen por sí solos a ningún destino político, pero intervienen, empujan diría yo, hacia la inevitable dirección donde se dirigen los acontecimientos.
Para muchos de sus anónimos protagonistas “aquello” fue una revelación de las fuerzas que se ocultaban en el interior de la ciudadanía; para otros resultó una frustración porque no se logró un cambio inmediato. Los que se sienten satisfechos porque confirmaron que su descontento era compartido por muchos quizás estén esperando con ansiedad una nueva oportunidad para manifestarse de una forma más efectiva; los que se desencantaron por no obtener un triunfo tangible o se atemorizaron por la respuesta represiva, deben estar planeando su salida del país.
Otro estallido social o una explosión migratoria antes de que termine el año 2021 no dejaría indiferentes a los decisores civiles y militares. Repetir, o incluso superar, la respuesta represiva sería la peor opción y a mi juicio la menos probable. Por eso hay derecho a suponer que en cualquiera de los dos casos se promovería un cambio desde arriba.
Si la oferta termina siendo una maniobra para no perderlo todo o la oportunidad real de un nuevo principio para Cuba solo lo sabremos sobre la marcha.
2- Tal deterioro sociopolítico prefigura un nuevo contexto. ¿Acaso ello implica también un desarrollo de propuestas viables y articuladas desde la sociedad civil y la oposición política, capaces de ser compartidas por los diversos sectores sociales e influir en la despenalización de la discrepancia política?
Las propuestas están planteadas aunque no sean del conocimiento general de la población debido a la persistente censura. Dichas propuestas, tan numerosas como diversas, carecen de “la capacidad de ser compartidas” por todos los sectores sociales, mucho menos por las instancias del poder. Pero se ha logrado consensuar a lo interno de la sociedad civil propuestas como el proyecto Varela en 1998, aquellos cuatro puntos de finales de 2014 e innumerables programas para la transición pacífica elaborados desde diferentes enfoques ideológicos.
Quienes debieran tener la capacidad de compartirlas, y sobre todo aceptarlas como válidas, son los individuos que desde las diferentes instancias del poder puedan influir en ese ineludible primer paso que es despenalizar la discrepancia política.
Si las propuestas -para ser viables- intentan acomodarse a los requisitos de aceptación que impone hoy la dictadura se convertirían en dóciles instrumentos para la continuidad del régimen. Los que tienen que amoldarse a la realidad son ellos, los decisores.
3- ¿Qué acciones del poder podrían expresar empatía con la sociedad y apertura política o, por el contrario, ratificar esa decisión de “combatir y someter” a la población que opte por la libertad, la democracia y el bienestar?
La acción que despertaría mayor empatía quizás sea que dejaran abiertas las puertas de sus despachos y se montaran todos en un avión. Pero como no hay una comandancia alzada en las montañas que venga a ocupar las posiciones abandonadas, el vacío de poder traería consecuencias desastrosas, incluyendo la ocupación militar de la Isla por fuerzas extranjeras.
Entre la opción de la estampida desordenada y su extremo opuesto de fortalecer las medidas represivas para evitar o retrasar un cambio hay un gran abanico de opciones desde el poder, entre ellas: la celebración de un referendo vinculante observado por instituciones internacionales, la convocatoria a un diálogo inclusivo con garantías, la renuncia al papel rector del partido comunista, el reconocimiento público del fracaso del sistema y otras ensoñaciones más.
4- Si el poder no acepta otra opción diferente a la ofuscación y el precipicio, ¿cómo deberían asumir esta desdicha los diversos sectores ciudadanos civilistas que abogan por cambios profundos, pacíficos, consensuados?
Siempre queda la opción de renunciar a la lucha y aceptar como manso buey los designios del poder. Pero aquellos que crecieron leyendo “Yugo y Estrella” de José Martí, esos que no tienen miedo a vivir, asumirán esta desdicha enfrentando los riesgos y continuarán haciendo lo que esté a su alcance tanto desde el exilio como en la Isla.
5- En estos escenarios, ¿cuáles son los retos mayores de la prensa independiente cubana?
Cada día el Gobierno cierra más el cerco sobre la libertad de expresión y en particular sobre la prensa independiente. El reciente Decreto Ley 35 criminaliza todo el accionar del periodismo no oficial. Hasta el momento esta ley no se ha invocado en un tribunal para aplicar sanciones, pero es una espada de Damocles y se advierte que está bien afilada.
El mayor reto es sobrevivir y tratar de llegar a un mayor número de personas dentro de la Isla con un contenido noticioso de mayor calidad. El contraste entre el triunfalismo de los medios oficiales y la cruda realidad que muestran los medios independientes ha provocado que el discurso partidista pierda su credibilidad. Basta leer los comentarios en los diarios provinciales que tienen una versión digital para darse cuenta de que cada día son menos quienes están dispuestos a creerse las falsedades propaladas por el gobierno. La cobertura que se le dio a los sucesos del 11 de julio fue una verdadera hazaña de la prensa independiente.
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