La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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Sin «bloqueo» no habría nada que exigir a Washington

Sin «bloqueo», no habría nada que exigir a Washington, nada que debatir en la ONU cada septiembre, nada que sostenga campañas en Cuba o con grupos de solidaridad en otras latitudes. Toda la culpa, todos los méritos, todas las expectativas para el desempeño de la economía cubana caerían sobre los hombros de los gobernantes en La Habana.

06 Oct 2024
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Imagen © Reuters

Para bien o para mal, nos guste o no, la relación Estados Unidos-Cuba siempre ha influido en la cotidianidad cubana, como lo demuestra el tan abarcador documento de «Cuba Próxima»  sobre el cual tengo el privilegio de comentar, es decir, Las relaciones Cuba-EE. UU. Una visión práctica y ética.

Y es bueno reflexionar sobre esa relación mientras Estados Unidos se acerca a las elecciones presidenciales.

Por mucho que se elogia al presidente Biden por su empatía humana, lo que él ha evidenciado hacia la nación cubana es una simple indiferencia. Su promesa de campaña de revertir «en gran medida» las políticas de Trump devinieron pronto en letra muerta. Por breves momentos después de las protestas del 11 de julio, fingió interés en el tema. Sus asistentes prometieron medidas favorables al sector privado de la Isla como muestra de apoyo al pueblo cubano –pero se tardó dos años en promulgarse y, nacidas en vísperas de las elecciones, éstas resultan por el momento estériles. Aparte de eso, Biden ha mantenido casi en su totalidad las sanciones económicas endurecidas por Trump.  Por ende, actúa muy parecido a Trump en dañar la economía cubana y aumentar las penurias de nuestros vecinos que viven de ella, supuestamente de acuerdo con los intereses de Estados Unidos. Esa postura no es menos cruel por ser producto de la indiferencia, o por el hecho de que, si al propio Biden se le preguntara, él no sabría explicar por qué.

Pero Biden está por hacer sus maletas.

Su sucesor, si se interese o no, sí podría notar que Cuba ha cambiado.

La población, otrora 11 millones, va por los 9 millones debido a una emigración que no indica posibilidad de parar –algo muy triste a nivel familiar, y desastroso en lo económico. Esta fuga trae inestabilidad en la fuerza de trabajo, lo que afecta a todos sectores y a todo tipo de empresa. El país tiene cada vez menos que trabajan y producen, y más que dependen.

Ante este fenómeno, el presidente Díaz-Canel en un momento tildó a los emigrantes como «fracasados» que fallaron en sus proyectos de vida en Cuba. Esa etiqueta pronto pasó al olvido, y Díaz-Canel ahora enfatiza la otra cara de la moneda al elogiar a la «gente que suma». Así que, en calidad de jefe del Partido Comunista de Cuba (PCC), ha emprendido una serie de visitas a municipios para exhortar, y para llamar la atención sobre éxitos económicos y sociales.

Pero el trabajo ideológico no es capaz de solucionar las dificultades que Cuba enfrenta. Lo claro es que su bienestar depende únicamente del actuar de su Gobierno en el campo de acción que él controla: la política económica.

Y aquí, la perspectiva no es alentadora. Es evidente que la correlación de fuerzas dentro del PCC ha cambiado de tal manera que el rumbo trazado por el presidente Raúl Castro, moderadamente aperturista, ha sido reemplazado. Hoy hay un énfasis creciente en inspecciones y control de precios y de las funciones de las empresas privadas. En vez de cerrar empresas estatales no rentables que permanecen por subsidios públicos, se busca rescatarlas. De manera desmedida y chocante, se invierte en la construcción de nuevos hoteles que esperarán décadas para recibir el nivel de demanda que necesitan. Se busca chivos expiatorios para explicar la inflación. Y no se encuentra a un solo economista que explique cómo, por esta vía, se llega a estabilizar la economía, mucho menos hacerla crecer.

Estas cuestiones, tanto como las de pluralismo político, diálogo, y reconciliación, son asuntos netamente nacionales, y les compete a los cubanos resolverlas, y a nadie más. Tal declaración se ha escuchado de gobiernos estadounidenses de todos colores, con distintos niveles de sinceridad.

No hay manera de que Washington o ningún actor externo pueda materializar las condiciones para un proceso de diálogo más abarcador que el unipartidismo existente, sobre todo la distensión, la voluntad, y la disposición necesaria. Y es difícil argumentar que la postura actual de Washington contribuye a que esas condiciones emerjan.

Décadas de sanciones, además de las acciones armadas de los 60 y la financiación de opositores políticos hoy, ha colocado protagonismo político en los de afuera, y ha dado al Gobierno el papel de defensor de la «plaza sitiada», en el cual juzga conveniente igualar cualquier discrepancia con apoyo al proyecto de un Gobierno extranjero.

Hoy, las sanciones de Trump y Biden contribuyen a las condiciones que impulsan la emigración continúa y masiva –algo cuestionable desde el punto de vista ético, y algo que reduce la posibilidad de una evolución política mientras los que tienen recursos, energía, juventud, y ganas de cambiar, se levantan no pa’ la calle, sino pa’l aeropuerto.

Se critica al presidente Obama por haber regalado una oleada de concesiones unilaterales. Y visto de cierta manera, así fue su política. Para ser justo, hay que reconocer que él la vio como una concesión a la realidad de que las sanciones interminables no han servido. Y es raro en la vida exigir al prójimo concesiones como condición previa para corregir nuestro propio error.

Las sanciones económicas no son la totalidad de la política de Estados Unidos, pero vale la pena imaginar el día en que se les deroguen.

Sin «bloqueo», no habría nada que exigir a Washington, nada que debatir en la ONU cada septiembre, nada que sostenga campañas en Cuba o con grupos de solidaridad en otras latitudes. Toda la culpa, todos los méritos, todas las expectativas para el desempeño de la economía cubana caerían sobre los hombros de los gobernantes en La Habana. Sería una cuestión únicamente entre cubanos. “¡Abandono!», se gritaría en ciertos lugares. Pero otros quizás sentirían un espacio para aprovechar.

SOBRE LOS AUTORES

( 1 Artículos publicados )

Presidente del Centro de Investigación de Cuba en Arlington, Virginia y Director de la Consultoría de Negocios FocusCuba.

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Comentarios

  1. Solo unas preguntas: quién bloqueó a Hungría, a Polonia, a Yugoslavia, a Rusia y las ex repúblicas soviéticas; quién bloqueó a Alemania Democrática, a Checoslovaquia…? No fue acaso el sistema económico el principal motivo del fracaso del socialismo en Europa?

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