La sociedad cubana necesita aprehender los valores y principios democráticos como algo esencial en su democratización. De lo contrario corre el riesgo no solo de no avanzar hacia la democracia, sino de anquilosarse en algún tipo de autocracia.
Respuestas de Raudiel Peña Barrios al dossier de Cuba Próxima, titulado El rechazo a los defectos del sistema democrático no está generando su mejor funcionamiento sino su destrucción, sobre experiencias actuales en el mundo en torno a una buena gobernanza basada en la transparencia, responsabilidad, rendición de cuentas, participación y capacidad política, técnica y ejecutiva.
Existe una tensión entre diferentes formas de entender la democracia. Por un lado, muchos definen a la democracia como un marco procedimental donde unos mínimos establecen las reglas del juego mediante las cuales una sociedad toma decisiones. Por otro, muchos le agregan a esta idea otros elementos como el bienestar económico, la seguridad, el control de la corrupción, y calidad de servicios públicos en general. Mas allá de cual posición adoptemos en este debate sobre que es y que no es un régimen democrático, es palpable que la democracia es más débil cuando no cumple las expectativas ciudadanas. Es decir, la democracia necesita satisfacer expectativas para reafirmarse como régimen político.
A modo de reflexión, ¿cree usted que en este sentido le exigimos a la democracia algo que no depende de ella o cree que estas exigencias son necesarias para fortalecer a la democracia misma?
Creo que la democracia tiene un componente esencialmente institucional. La noción mínima sobre la democracia remite a considerarla como un régimen político donde los partidos ganan y pierden elecciones. Y ese núcleo duro une a quienes consideramos que sin garantías mínimas para la formulación y manifestación de las preferencias políticas en un plano de igualdad no es posible caracterizar a un régimen político como democrático, por más que amplios sectores sociales tengan sus necesidades sociales y económicas satisfechas. De la misma forma, es muy difícil sostener que existe una democracia plena y desarrollada si no se cumplen estándares mínimos en materia de inclusión social. Por tanto, creo que esta última se convierte en una exigencia, primero, para la construcción de un Estado de Derecho y, segundo, para la preservación del ideal democrático. Si entendemos que la pobreza, la inseguridad, la corrupción, entre otros fenómenos, ponen en riesgo el régimen democrático, porque son problemas sociales explotables con intenciones autocráticas, entonces es posible concordar que la mitigación de sus efectos se vuelve esencial para preservar la democracia.
¿También en este mismo sentido, cuáles son los retos más grandes que enfrenta la democracia en la región/país/ciudad donde reside?
Desde hace tres años resido en Ciudad de México y creo que los retos más grandes tienen que ver con tres grandes fenómenos, aunque pueden existir otros. El primero es el establecimiento en el poder de un gobierno populista que erosionó la institucionalidad democrática. Desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador en 2018 hasta la más reciente reforma judicial y el triunfo electoral de Claudia Sheinbaum, el régimen político mexicano se encuentra en franca erosión democrática caracterizada, entre otros fenómenos, por el control de los tres poderes del Estado por el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y su consolidación como un partido hegemónico. A esto se suman dos problemáticas anteriores a 2018. Una es la inseguridad y su vínculo con la consolidación del crimen organizado y la otra es la corrupción. Además, añadiría el aumento del poder de los militares, los cuales, si bien es cierto tienen mucho poder desde antes de 2018, tienen más influencia política y económica que nunca en México.
Muchas veces vemos como estos retos no pueden ser resueltos, lo cual genera frustración en la ciudadanía. ¿Qué efectos cree que puede tener esta incapacidad de los lideres políticos en resolver estos problemas?
Creo que el principal efecto es que sigamos eligiendo o legitimando de alguna forma a caudillos que se presenten como los salvadores de nuestros países ante cada crisis que se generan en el contexto democrático y que no se resuelven adecuadamente. La frustración ante democracias de baja calidad, como es el caso de las latinoamericanas, genera predilección por líderes que se presentan como salvadores de amplios sectores sociales excluidos política y económicamente, que luego utilizan mecanismos clientelares para perpetuarse en el poder y destruir la democracia.
¿Por qué aun cuando nuestros lideres democráticamente electos no ofrecen buena gobernanza debemos seguir apostando por la democracia?
Porque es el único régimen político que permite la manifestación de las preferencias políticas con un mínimo de condiciones de igualdad. Además, la democracia es el régimen que permite la alternancia en el poder y castigar con el voto a los líderes que no ofrecen buena gobernanza. Incluso, es en ella donde se les puede juzgar y sancionar de una forma u otra por su mal gobierno.
Los cubanos tenemos muchos deseos de democratizar el país. Sin embargo, difícilmente la democracia que viene en Cuba podrá estar a la altura de las expectativas de muchos. La desigualdad, la corrupción, la seguridad y los servicios públicos no necesariamente serán los que deseamos aun cuando vamos a poder tener influencia sobre las decisiones que tomen futuros gobiernos democráticos en Cuba. En tal sentido, ¿qué podemos aprender los cubanos de las experiencias democráticas de la región o incluso más allá de nuestra región?
Creo que podemos aprender dos cosas. La primera es que debemos construir una democracia institucionalmente sólida y también capaz de mitigar al máximo posible los efectos de la desigualdad, la corrupción y la inseguridad, así como proveer servicios públicos de calidad. Eso requiere construir instituciones democráticas, formar servidores públicos profesionales y bien remunerados, construir un Estado de Derecho sólido, entre otras muchas acciones. La segunda es que tan importante como la institucionalidad democrática es la cultura democrática. Me gusta ver esta última como el cimiento fundamental de las instituciones. La sociedad cubana necesita aprehender los valores y principios democráticos como algo esencial en su democratización. De lo contrario corre el riesgo no solo de no avanzar hacia la democracia, sino de anquilosarse en algún tipo de autocracia.
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