La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


Solución cubana: La vía de la firmeza abierta

En Cuba, es urgente romper las cadenas del estancamiento. Esto exige una postura inequívoca y ética, junto a una voluntad genuina de emprender una negociación constructiva. Debemos desechar cualquier condicionamiento previo que solo enturbia y perpetúa la inmovilidad. El porvenir de Cuba y la dignidad intrínseca de su pueblo no pueden seguir siendo rehenes de la polarización y la trivialidad, de la indecisión y el inmovilismo paralizante.

28 May 2025
0 comments
Imagen © expedientepublico.org

La situación en Cuba es, sin duda, compleja y genera una profunda preocupación. Urge una solución que priorice las necesidades del pueblo cubano y se fundamente en una voluntad genuina de cambio, libre de agendas tramposas o ilusorias. El panorama actual presenta desafíos significativos que requieren una atención cuidadosa y soluciones integrales.

La persistente inercia que atenaza a Cuba se revela, a mi juicio, como la consecuencia directa de una sostenida carencia de voluntad política para articular soluciones tangibles en beneficio de la ciudadanía. Aun reconociendo la intrincada naturaleza de este desafío, albergo la convicción de que sectores significativos de la sociedad serían capaces de concebir, con determinación y visión estratégica, la senda resolutiva que la Isla reclama con apremio. Debemos trascender el diagnóstico e incorporar una acción capaz de transmutar la adversa realidad presente en la edificación de un porvenir de esperanza.

En este proceso, que sería de profunda significación histórica, la plena consolidación de la democracia en Cuba se erige como un horizonte aún susceptible a las sombras del autoritarismo. Una democracia genuina y resiliente proviene de una sociedad políticamente madura, cimentada en acuerdos robustos que convergen en principios fundamentales y anhelos comunes. Estos elementos no son meramente deseables, sino constitutivos de la libertad individual, la estabilidad colectiva y la prosperidad general de cualquier sociedad.

En este sentido, la solución de la crisis en Cuba demanda, de forma ineludible, la refundación de su contrato social, insuflándole nueva vida mediante los valores democráticos que aún laten en las profundidades de la sociedad cubana. Dentro de este panorama singularmente intrincado, la ausencia de un consenso social fundamental y la marcada polarización ideológica constituyen escollos de gran envergadura para una transición democrática auténtica. Esta realidad nos advierte sobre el peligro latente de una “democracia oligárquica” que perpetúe las desigualdades existentes o, incluso, de un “autoritarismo renovado” que se disfrace bajo una fachada engañosa.

La parálisis que hoy atenaza a la nación se ve peligrosamente agravada por una perspectiva minoritaria, si bien insidiosamente influyente en diversos ámbitos políticos, que rechaza la naturaleza intrínseca de la política como un proceso legítimo de diálogo y edificación. Esta visión deslegitima de raíz cualquier propuesta democrática para Cuba. Por otro lado, en el presente, no se vislumbran actores políticos con capacidad establecida para prefigurar el inicio de una solución. Incluso el Gobierno, a pesar de su poder omnímodo, se revela inoperante para encabezar una transformación genuina y trascendente.

Frente a este horizonte desolador, donde la esperanza amenaza con extinguirse, sostengo la advertencia siguiente. Solo una apertura genuinamente acordada, que empodere a la ciudadanía silenciada y confronte la profunda miseria que desgasta al entramado social, podrá rescatar los principios universales de libertad, una paz duradera, el respeto irrestricto a los Derechos Humanos y la democracia plena que Cuba anhela con urgencia vital.

Se impone la necesidad de una propuesta que, desafiando el inmovilismo, trace un camino de solución. Esta debe cimentarse en una “firmeza abierta”, sirviendo como un punto de partida concreto y tangible para la tan postergada transformación. No obstante, es crucial entender que cualquier hoja de ruta, por bienintencionada que sea, fracasará inevitablemente si no cuenta con una voluntad política sustancial. Esta voluntad debe emanar tanto del Gobierno como de, al menos, un sector significativo de la ciudadanía democrática cubana, tanto dentro como fuera de las fronteras de la Isla.

Además, la mera disposición, en el hipotético caso de que existiera, resultaría claramente insuficiente. Urge que esta senda de solución también prefigure una estrategia disruptiva, fundamentada en la razón, la transparencia y el respeto recíproco. No se trata de concesiones vacías, sino de desatar un proceso de cambio auténtico que genere resultados tangibles y perdurables para el pueblo cubano.

En Cuba, es urgente romper las cadenas del estancamiento. Esto exige una postura inequívoca y ética, junto a una voluntad genuina de emprender una negociación constructiva. Debemos desechar cualquier condicionamiento previo que solo enturbia y perpetúa la inmovilidad. El porvenir de Cuba y la dignidad intrínseca de su pueblo no pueden seguir siendo rehenes de la polarización y la trivialidad, de la indecisión y el inmovilismo paralizante.

La urgencia es innegable e impostergable. Estoy profundamente convencido de que la “firmeza abierta” es el camino más seguro y prometedor para construir, paso a paso, un futuro de libertad plena, una democracia sólida y una prosperidad compartida por todos los ciudadanos de Cuba.

SOBRE LOS AUTORES

( 110 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

Reciba nuestra newsletter

Haz un comentario