La libertad muchas veces no es suficiente, pero sin ella cualquier sociedad se derrumba
“En el próximo lustro Cuba definirá su futuro: o adoptamos alguna forma de autoritarismo más suave y con algunas libertades, que sustituirá al régimen actual, o emprendemos la construcción de una sociedad y un régimen democráticos”.
Nadie sabe con certeza cómo se desenvolverán los acontecimientos en Cuba en los próximos meses o años, pero hay consenso sobre lo apremiante de los cambios en la Isla. Podría afirmarse, sin exagerar, que el sistema imperante está sometido a presiones más fuertes que cuando enfrentó la caída del campo socialista, aunque la retórica oficial insiste en menospreciarlas. Los políticos dicen lo que les conviene, bien lo sabemos, y esconden sus temores. Para ellos, no se trata solo de garantizar libertades y bienestar económico a una población cansada de vivir en la pobreza y el autoritarismo, sino que todo parece agrietarse irremediablemente, como edificio roído en su entraña, desde la capacidad del Estado para solucionar crisis sin recurrir a la violencia hasta la simbología de la “revolución”. La crisis atenta contra los intereses de la cúpula dirigente, que parece ignorar las señales. ¿O las habrán tomado en cuenta, pero prefieren buscar soluciones en la trastienda, como acostumbran hacer? Difícil saberlo. Roberto Veiga, director de Cuba Próxima, ofrece sus opiniones sobre esta época que le ha tocado vivir a los cubanos y algunas señas sobre cómo poder superarla de la mejor manera posible.
1- Primero, una pregunta cerca de lo personal. ¿Recuerdas una época donde se hubiese sentido más malestar, frustración e ira contra el sistema cubano que la que hoy estamos viviendo?
Nunca antes de este modo amplio, completo, sentido. El sistema sociopolítico posee déficits cardinales, inherentes a su propia naturaleza, relacionados con su fobia a la libertad. Con toda seguridad podemos tener libertad y carecer de justicia y bienestar, pero sin libertad es imposible siquiera aspirar al bienestar, a la justicia. La libertad muchas veces no es suficiente, pero sin ella cualquier sociedad se derrumba.
Después de décadas, esto es lo que está sucediendo en Cuba, y ahora se zarandea el gobierno, incapaz de ofrecer al menos un sucedáneo de libertad o discursos estimulantes, como en el pasado. Incapaz a la vez de comprender que, si el pacto social se deshace, el Estado comienza a dejar de ser legítimo y todo uso de la fuerza se convierte en crimen.
La generalidad de los cubanos, no importa la preferencia ideo política de unos u otros, comprende que el país padece una hecatombe, además endémica. También resulta general la percepción de que sectores importantísimos del poder no están dispuestos a conceder la libertad necesaria para revertir la asfixia creciente —muchas veces al límite de lo inhumano—, porque ello colocaría en peligro sus cuotas particulares.
Esto irrita, y mientras mayor sea el peso de tamaña injusticia, mayor será la furia.
2- ¿Crees que las causas que llevaron al 11J o la aparición de Archipiélago, desaparecerán a corto o mediano plazo?
Retener la protesta de una sociedad implica reducir a mínimos las libertades y una considerable fuerza militar y de seguridad, pero ello no basta. Quien pretenda coaptarla sólo tendría algún éxito si además ofrece bienestar en cuestiones básicas, así como cierta capacidad política para utilizar tales “concesiones materiales” a modo de autoridad ante afines y detractores.
Quienes establecieron el actual sistema de Cuba encontraron disonancia entre la necesidad de un modelo político eficiente, capaz de reproducirse a sí mismo, y la pretensión de colocar el poder de manera absoluta e infinita en la élite política que lo fundaba. Entonces optaron, a toda costa, por lo segundo, en perjuicio de lo primero.
No obstante, durante mucho tiempo, en algunos casos sostuvieron bienestar en asuntos primordiales y en otros lograron la esperanza de lograrlo. Si bien ello no era suficiente, el efecto de las carencias fue atenuado por la capacidad discursiva y de maniobra de la élite de poder, también hábil para lo que muchos denominan “administrar la pobreza”.
Pero ya no existe tal élite de poder, y la que pudiera denominarse “nueva élite”, no lo es en ningún sentido. El actual equipo carece de sensibilidad y experiencia política —me refiero a la política real, no a fábulas bisoñas y dogmáticas, sostenidas sólo por la fuerza. Además, no es percibido como autoridad por los detractores ni por los afines. Dirige las fuerzas militares, pero no las lidera; carece de los elementos que facilitaban administrar la pobreza y resulta incapaz de incorporar al sistema condiciones que le permitan reproducirse a sí mismo, sin que ello quebrante el poder y aproxime “guillotinas” a los cuellos de quienes lo detentan.
La crisis económica es grave; igual de aguda es la crisis de legitimidad política del gobierno y resulta inaceptable la actual penuria que padece la sociedad. Un cuadro político explosivo.
3- ¿Qué estado de ánimo percibes en la cúpula dirigente cubana? ¿Ves algún signo de que estén buscando una salida a esta crisis?
No parecen buscar soluciones. Al parecer no comprenden la realidad, o lo aparentan. Aún peor, actúan como enajenados de la realidad y esto último, por lo general, no suele ser una aparente postura calculada, sino expresión de impotencia.
Sin embargo, imagino que la cúpula en general esté muy preocupada y que, dentro de ella, existan actores dispuestos a soluciones, pero en desventaja y quizá algo desconcertados.
Sería necesario que, de existir estos actores gubernamentales preocupados y dispuestos a la vez, asuman la responsabilidad que le asigna la historia por el hecho de ocupar puestos de mando y ciertas claridades políticas. De lo contrario, la sociedad podría sentirse forzada a una solución de estallido, con todo el lamentable caos que esto incorporaría.
4- ¿La sociedad civil tiene alguna posibilidad de forzar un cambio en Cuba, por mínimo que sea, o la diferencia de fuerzas entre los ciudadanos y el Estado es tal que todo cambio “desde abajo” es imposible?
Tal vez en Cuba sucedan cambios pronto, sin que lleguemos a un escenario horrendo de confrontación civil, no porque el pueblo carezca de vitalidad para levantarse sino, precisamente, porque ya ocurrió una manifestación de carácter nacional, además convertida en estallido social producto de la torpeza del propio gobierno. No puedo tener certeza al respecto, pues ya consideré públicamente el pasado año que, ante la crisis, el gobierno implementaría reformas capaces de evitar una agitación social, reformas que nunca sucedieron. Aunque, de no ocurrir ahora, se ahondaría el actual cuadro político explosivo.
Cualquier intento por revertir tal peligro exigiría la autonomía individual y grupal, en lo económico, civil y político; ello podría enrumbar hacia diferentes escenarios de empoderamiento ciudadano.
La planificación económica y la empresa estatal han sido el principal motivo económico interno del fracaso, lo cual demanda una economía democrática, con libertad. Sin embargo, para esta empresa no bastaría el capital humano y financiero nacional; sería necesaria también la inversión foránea y los créditos extranjeros.
Aunque, ciertamente, el gobierno podría fomentar la presencia extranjera para obtener recursos que no provengan de los propios cubanos, pues ello demandaría liberar la capacidad económica —y por ende política— de los nacionales. Pero esto último sería improbable si la intención fuera sacar realmente al país de la crisis, puesto que no habría la magnitud de inversión extranjera indispensable sin las libres dinámicas económicas internas necesarias para obtener éxito.
Sin embargo, conseguir lo anterior no requiere la mayoría de un pueblo empoderado, pues bastaría con una minoría y, por ello, cualquier poder, a falta de una sociedad autónoma, estaría en condiciones de lograrlo y a su vez soslayar una extensa liberación, además quizá con una cierta conformidad de sectores social. En este caso, la Isla sería una especie de maquila, capaz de proveer de trabajo “indecente” a intereses económicos particulares, incluso espurios, con un orden oligárquico y de prebendas, si bien con algún acceso de la mayoría a “pan y circo”. Con una sociedad civil robusta podríamos no llegar a tamaña desvergüenza y enrumbarnos hacia una República de derecho y bienestar.
5- ¿Qué postura debería adoptar el gobierno de EE. UU.? Para decirlo de manera sencilla: ¿la vía de Trump o la de Obama?
En Cuba Próxima consensuamos una propuesta sobre el tema Cuba-Estados Unidos que en poco tiempo será publica, por ello no adelantaré al respecto. Pero sí comentaré aspectos que estamos obligados a considerar para no errar en este esfuerzo.
Puede que unos y otros mantengamos la percepción de que las relaciones bilaterales entre Cuba y EE. UU. es y será desde los supuestos de otros tiempos, o sea, la Isla a modo de prioridad ya sea para la confrontación o la distención; lo cual sería un error. Quizá el interés de Estados Unidos hacia la Isla suela moverse sólo en torno a la mera cercanía geográfica. Podemos observar los intereses del país norteño hacia otras sociedades importantes de América Latina, como México, y entonces preguntarnos por qué tendría más interés Estados Unidos por Cuba que por México. Además, para su influjo como potencia ya no requiere de métodos empleados en otras épocas, pues estamos en la etapa de la digitalización y de una economía cada vez más transnacional.
Asimismo, ya Cuba no forma parte de un bloque ideológico alternativo liderado por otra potencia, por lo que no representa peligro. Tampoco continúa siendo, para muchos de quienes deciden en el orbe, una expresión simbólica o exótica de “rebeldía revolucionaria” que debe ser sometida de un modo u otro a manera de ejemplo. Para quienes deciden en el orbe la Isla es sólo un país más entre el tercer y cuarto mundo, realmente no útil como “aliada” ni como “enemiga”.
Quizá el único elemento con otra implicación, no sólo de cercanía geográfica, provenga del electorado cubano en Estados Unidos, particularmente en Florida, lo cual aún convierte nuestros asuntos en cuestión de política interna de ese país. La orientación de la sociedad cubanoamericana influirá considerablemente en los vínculos bilaterales presentes y futuros, y tal orientación dependerá sobre todo de la política en La Habana y no en Washington. O sea, sólo de nuestra solución nacional provendrá esa otra solución bilateral.
6- ¿Qué cambios políticos y económicos mínimos son necesarios para aliviar la presión sobre la sociedad y el gobierno cubano?
Mucha claridad y acuerdo existe sobre ello en Cuba. Actualmente, también realizamos estudios y esfuerzos para aportar solidez a estas preocupaciones. Además, para implementar nuevas maneras de realizar nuestro trabajo, con mayores quehaceres prácticos, políticos. Después de algunas consultas recién publicamos un documento titulado Un consenso para la democracia con una primera aproximación que esboza cambios imprescindibles, sin los cuales no habría alivio cierto.
Este plantea una reforma política e institucional que conduzca a Cuba hacia una democracia pluripartidista, bajo el imperio de la ley como garantía de paz, estabilidad y protección de los ciudadanos más indefensos; una reforma constitucional y legislativa que ampare la nominación directa de ciudadanos y la elección libre y competitiva para ocupar los cargos de diputados, intendentes, gobernadores y presidente de la República; una reforma judicial que libere y proteja el ejercicio del Derecho, con la promulgación de leyes democráticas y homologables internacionalmente; una reforma económica estructural que detenga y revierta los niveles de pobreza y desigualdad que padecen los cubanos, ponga el capital humano al servicio de la nación y acabe con la absurda y opaca militarización de la economía; y una propuesta de Comisión de Reconciliación Nacional, basada en la justicia y la transparencia.
Para ello el documento también exige al poder liberar a los participantes en las manifestaciones pacíficas del 11 de julio y los promotores del 15 de noviembre; amnistía general para el resto de presos políticos, excepto los condenados por delitos de terrorismo, que hayan sido fehacientemente probados; protección legal efectiva de las libertades de expresión, reunión, manifestación, creación y asociación, contempladas en la legislación vigente; ratificación de los Pactos de Derechos Civiles y Políticos, Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas; participación de la emigración en la política democratizadora y económica de Cuba, sin limitaciones absurdas; eliminación del destierro de médicos y personal sanitario por 8 años y la figura de “Regulados” que agrede a opositores políticos, periodistas independientes y activistas de la sociedad civil; redimensionar las fuerzas militares y de seguridad acorde a las necesidades de una sociedad prodemocrática, sin penalizar la discrepancia política y garantizando el orden interior y el cumplimiento de acuerdos multilaterales y bilaterales en la lucha contra el narcotráfico, el tráfico de migrantes y de armas; y eliminar la Sala de Delitos contra la Seguridad del Estado, que deben ser juzgados en la Sala de lo Penal, con arreglo a la reforma legislativa democrática y con todas las garantías jurídicas.
Este elenco pudiera parecer ambicioso, pero considero que es el mínimo indispensable para que el cambio no sea un mero “lavado de cara”.
7- ¿Crees que la democracia sea posible en este país con 60 años de cultura política totalmente enfrentada a los valores democráticos y liberales de Occidente?
Tal vez esté cerca la democracia porque sean posible las libertades de asociación y prensa, los derechos políticos y el acceso de todos a los cargos de autoridad pública, entre otras razones. Pero la edificación de un genuino Estado democrático será una labor progresiva y compleja, siempre por medio de la libertad y el civilismo, sostenida por ciudadanos demócratas.
Debemos considerar que la mediocridad política únicamente establece despotismos, y la democracia se funda y desenvuelve en valores. Desde esta perspectiva, en el próximo lustro Cuba definirá su futuro: o adoptamos alguna forma de autoritarismo más suave y con algunas libertades, que sustituirá al régimen actual, o emprendemos la construcción de una sociedad y un régimen democráticos.
Los cubanos democráticos deberíamos asumir el reto y juntarnos, ya seamos de izquierda o derecha, pues los desafíos actuales corresponden con fundamentos primarios, o sea, democracia o despotismo, bienestar o pobreza, dignidad o vejación. Al respecto, hoy nos mide la historia.
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