Una Cuba plural está ligada a la recuperación de los valores que hemos perdido en las últimas décadas, a la reparación del sentido de pertenencia para las personas que ahora encuentran Cuba como un país todavía suyo, pero extraño, a la reconciliación y a la voluntad de empezar de nuevo
Responde a Cuba Próxima Gabriela Amat, abogada
La ciudadanía es la condición que los Estados reconocen a las personas que han nacido en su territorio o que se han naturalizado. En su condición de ciudadano, la persona ostenta derechos y obligaciones, adquiere sentido de pertenencia y desarrolla en gran medida la personalidad y la identidad.
Los derechos y las obligaciones definen y configuran tanto el curso de la vida del individuo como el entramado en el que se produce ese desarrollo que, en gran medida, se ve afectado por las posibilidades que ofrece el reconocimiento de los derechos y por la capacidad del Estado para exigir el cumplimiento de las obligaciones. Los derechos esenciales (a la vida, a la integridad física, al acceso a la educación, a la salud, a la vivienda, al trabajo, al sufragio, la libertad de expresión y asociación, la libertad de movimiento…), si se reconocen y se garantizan, acercan a la persona a su esencia, a su humanidad. Las obligaciones, si son proporcionales y si se ha conseguido garantizar el ejercicio efectivo de los derechos, normalmente tienden a contribuir al desarrollo de modelos estables.
Los cubanos, en general, deberíamos tener derecho a votar en Cuba. El ejercicio del sufragio activo no debería atender a la condición de quien lo ejercita como residente o no en el país. Muchísimos ciudadanos cubanos han emigrado por motivos económicos o por disidir de la línea que ha marcado, sistemáticamente, el PCC. El espacio de esas personas en Cuba solo puede reconquistarse desde la participación política. Impedirles participar es garantizar que no se produzca ese rescate nunca, decir que no hay espacio. Es negarles el derecho a decidir, que está ligado, intrínsecamente, a su condición de ciudadanos.
En cuanto a la representación parlamentaria, si la pregunta se refiere al sufragio pasivo (a la facultad de los cubanos no residentes en Cuba de postularse como representantes) tengo dudas, sobre todo en lo que respecta a la práctica. Creo que los partidos políticos que participen en las elecciones tendrían que trabajar en Cuba, y que quienes encabecen las listas de esos partidos tendrían que residir en el país. Así como creo que el ejercicio del sufragio activo no debería verse ligado al territorio, el ejercicio del sufragio pasivo sí, por la responsabilidad que entraña y porque el territorio, para la representación y sin negar los otros espacios, es el lugar principal.
La idoneidad para ocupar puestos de responsabilidad en el Gobierno y en sus instituciones tendría que encontrar su fundamento en los méritos y la capacidad.
Que la persona que asuma estos cargos tenga ciudadanía cubana y que resida en Cuba, es fundamental, sobre todo por lo importantes que son, para la dedicación y el compromiso, la identidad y el entendimiento del contexto. Que alguien tenga, además, otras ciudadanías, puede ser enriquecedor si esa persona ha llegado a entender otros modelos, y no debería ser limitante.
En Cuba no tenemos una cultura cívica de participación política consolidada. Tenemos instituciones que históricamente cumplían funciones de esta naturaleza y que, desde hace décadas, son organizaciones residuales, parcialmente por la pérdida del interés y de la confianza de la ciudadanía.En los últimos años, en un intento de rescate de la credibilidad, se ha permitido la participación puntual (tenemos, en septiembre, la votación del Anteproyecto de Código de la Familia; en 2019, tuvimos el referendo constitucional), dirigida a aquellos recintos de la política que el Gobierno cubano considera participables.
En cuanto al potencial de desarrollo de la cultura cívica en Cuba, tenemos la ventaja de ser un país pequeño. Esto facilita la organización y la gestión en general, incluso para potenciar formas de participación más directas y activas. Además, llevamos muchos años sin vernos implicados de manera efectiva en la toma de decisiones, de forma que puede esperarse que la ciudadanía tenga, en alguna medida, ese deseo. Para conseguir un primer acercamiento a la participación política se necesitan foros que faciliten el debate a gran escala (espacios en la radio, la prensa o la televisión donde pueda deliberarse libremente) y acceso a información de calidad, especializada. Nos falta también recuperar esa otra parte de la cultura cívica, que encuentra su sustento en el respeto, la empatía y la educación, y que es inseparable de la participación política cuando se quiere conseguir una sociedad mejor.
Una Cuba plural está ligada a la recuperación de los valores que hemos perdido en las últimas décadas, a la reparación del sentido de pertenencia para las personas que ahora encuentran Cuba como un país todavía suyo, pero extraño, a la reconciliación y a la voluntad de empezar de nuevo.
En cuanto a las similitudes con otras democracias, no lo sé, creo que probablemente en el resultado podamos parecernos a otras democracias latinoamericanas (pienso en Chile ahora). En cuanto al proceso, tenemos modelos de países comunistas que se han adaptado económicamente (China y Rusia) desde la inmovilidad política, pero no tenemos modelos de países comunistas en los que se haya liberalizado la economía y se haya democratizado la política sin que, como resultado, se haya acabado optando por la economía liberal. Yo espero que ninguna de esas cosas nos pase.
Me parece imprudente definir los rasgos distintivos de una Cuba que tendría que enfrentarse, primero, a la transición y, luego, a la recuperación, pero espero que nos guíen el respeto, el compromiso y la empatía.
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