La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

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Karl Marx, un hombre que estremeció la historia

07 Mar 2023
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Imagen © POLITICAL THEORY

Por Roberto Veiga González

I

El pasado 14 de marzo se cumplieron 120 años de la muerte, en Londres, del famoso filósofo, político y economista Karl Marx. Este hombre de pensamiento y acción, nació en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Sus casi 65 años de vida marcaron tremendamente la historia del  mundo. El tiempo transcurrido desde su muerte ha estado en gran parte constituido por el intento de sus seguidores de establecer una filosofía distintivamente marxista.

Era hijo de un próspero abogado, miembro de una tradicional familia judía y de orientación política conservadora, que se convirtió al cristianismo en 1824. Fue siempre muy atendido por sus padres. No era un hombre fuerte físicamente, pero sí valiente e inteligente, así como obstinado y violento, que le encantaba matar mosquitos a cañonazos y buscar la solución de los problemas optando por su extremo opuesto, utilizando para ello -muchas veces- el periodismo como arma favorita.

En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, su amor desde la niñez, y fueron, a pesar de las durísima vida, un matrimonio feliz que duró hasta la muerte de ella en 1881. Tuvieron siete hijos. Cuatro de ellos murieron antes que Marx y dos se suicidaron posteriormente, siendo el orador fúnebre del segundo que optó por este triste desenlace, Vladimir Ilich Lenin, todavía un mero representante de los comunistas rusos. Uno sólo de sus hijos vivió y trabajó en silencio al este de Londres, hasta que murió por un fallo cardiaco el 28 de enero de 1929, a los setenta y siete años, sin que se conociera que este hombre era hijo de la persona cuya cara y cuyo nombre eran, entonces, conocidos en todo el mundo.

Marx estudió Derecho en la Universidad de Bonn en 1835 y en la de Berlín en 1836, donde cambió ese año el curso de sus estudios jurídicos por los de filosofía, bajo la influencia de Ludwig Feuerbach, de Bruno Bauer y del movimiento de los jóvenes hegelianos. Más tarde, en 1841, completó sus estudios mediante un doctorado en filosofía, con una tesis sobre la naturaleza en Demócrito y Epicuro, donde ya se encuentra presente su interés por el materialismo filosófico.

Con una notable influencia hegeliana comenzó por filosofar para más tarde interesarse también por la política y la economía. A partir de 1842 comenzó a editar sus criterios en una serie de publicaciones en Renania, Francia y Bélgica. En sus inicios conocía poco acerca del comunismo, doctrina que comienza a interesarle hasta el punto de intentar, junto a dos matrimonios amigos y en un mismo inmueble, vivir las exigencias de este ideal. Una de las parejas no aceptó, y el propio Marx fue el siguiente en abandonar el experimento poco tiempo después de haberlo iniciado.

II

En el verano de 1844, Friedrich  Engels, con 23 años de edad, pasó por París camino a Inglaterra, procedente de Alemania, y como es lógico se acercó a Karl Marx, pues lo conocía desde el  16 de noviembre de 1842. Marx había estado enfrascado en una pelea dialéctica con los filósofos alemanes, sobre la situación de Inglaterra (primer país industrializado y lugar de nacimiento del proletariado), y como Engels -desde su experiencia en los ingenios algodoneros de Lancashire- estaba en la situación perfecta para ponerlo al corriente de esa realidad emergente, establecieron una conversación que duró 10 intensos días, a través de la cual fueron pasando de la desconfianza a la curiosidad respetuosa y desde ahí a un juramento de amistad eterna.

Friedrich Engels nació en Barmen, Renania, el 28 de noviembre de 1820, en un hogar religioso e industrioso, ortodoxo y dulce. Ya joven, se dedicaba durante el día a dirigir  la Lonja del Algodón (propiedad de su familia), pero al acabar la jornada, cambiaba de campo, para entonces explorar la tierra hasta entonces incógnita del proletariado de Lancashire, con el fin de reunir hechos e impresiones para su temprana obra maestra, La condición de la clase obrera en Inglaterra (1845).

Marx y Engels lograron complementarse. Engels no era un erudito ni había asistido a la universidad, pero tenía un gran conocimiento de primera mano de la maquinaria del capitalismo. Marx escribía con unos garabatos, pero la caligrafía de Engels era pulcra y elegante. Marx era grueso, de corta estatura y tez morena, Engels era alto y rubio. Marx vivía en el caos y en la miseria, mientras Engels era un trabajador eficaz que tenía un empleo a tiempo completo, en tanto mantenía una impresionante producción de libros, cartas y artículos de periódicos, e incluso escribía trabajos que luego firmaban otros, entre ellos Marx, y siempre encontraba tiempo para disfrutar de las comodidades sociales. No existían secretos entre ellos. La voluminosa correspondencia entre ambos es un asombroso intercambio de historia, política, economía, grandes ideales e intimidades.

En el año 1844, viviendo en París, Engels introdujo a Marx en el movimiento de la clase obrera y en el empeño de estudiar a fondo la economía política. En esta ciudad y en ese mismo año, Karl Marx publicó sus manuscritos económico-filosóficos –de mayor importancia para su pensamiento posterior-, en los que contempla a los seres humanos que se desenvuelven en la sociedad moderna sólo desde la óptica de la economía política y endosa a la ciencia materialista de ésta disciplina una serie de cuestiones que Hegel y sus seguidores habían tratado como asuntos de subjetividad religiosa.

III

Como filosofo Marx comienza buscando, conscientemente, relacionar la tradición del idealismo alemán, en especial el de la filosofía de Hegel, con el materialismo científico de la Ilustración francesa radical. Esta era en cierta medida la tendencia general del movimiento de los jóvenes Hegelianos, pero no así la enfática admiración de Marx por el materialismo inglés y francés, despreciados por los Jóvenes Hegelianos.

En su camino por y hacia el materialismo, formuló –mientras vivía en Bruselas- el programa del materialismo histórico, a través del cual pretendía preparar al público para su obra posterior. Este documento titulado La ideología alemana era una obra polémica contra la ideología alemana y el socialismo alemán, que no fue publicada hasta el año 1932, mucho después de su muerte.

El proletariado alemán –asegura Karl Marx- es el teórico del proletariado europeo, de la misma forma que el proletariado inglés es su economista, y el proletariado francés su político” (Notas críticas sobre el artículo “The King of Prusia and Social Reform. Por un Prusiano” en Vorwärts, 7  y10 de agosto de 1844). Por esta razón, a  sus 26 años ya estaba versado en filosofía alemana y en socialismo francés, para entonces proponerse aprender durante el verano del año 1844 el corpus completo de la economía política británica: Adam Smith, David Ricardo, James Mill. Mientras lo estudiaba fue escribiendo sus propios comentarios. Estas notas, que constan de unas 50.000 palabras, se descubrieron en los años 30 del siglo XX, cuando un investigador soviético, David Ryazánov, las publicó con el título de Manuscritos económicos-filosóficos (conocido también como Manuscrito de París).

La concepción materialista de la historia llegará a ser el vínculo que une la preocupación de Marx por las condiciones de la realización humana, su empresa teórica como economista e historiador, y su actividad práctica como revolucionario y organizador de la clase obrera.

De acuerdo con su concepción materialista de la historia, Karl Marx plantea que los fines de un movimiento de clase están determinados por el conjunto de relaciones de producción que esa clase está en posición de establecer y defender. Para Marx, la tendencia última de la historia está en el impulso prometeico de la especie humana para desarrollar sus potencialidades humanas, a través de su poderes de producción. Estos poderes, y la compleja red de cooperación humana mediante la cual han sido ejercidos –opina Karl Marx- se han multiplicado bajo el capitalismo y por ende la misión histórica del proletariado consiste en actualizar (mediante la abolición de la sociedad de clases, de la propiedad privada sobre los medios de producción y hasta de la producción de artículos de consumo, a través –siempre- de una lucha que debe pretender no sólo vencer, sino también aniquilar al otro) las capacidades de la libertad humana que el modo de producción capitalista ha puesto al alcance del hombre. No obstante, parece que Marx sí estaba convencido de que era necesario transitar por el capitalismo, hasta el punto de plantear que donde no existiera era imprescindible crearlo y desarrollarlo primero. De aquí el dilema del Manifiesto Comunista: los comunistas deberían exhortar al proletariado a apoyar a la burguesía “siempre que actuase de manera revolucionaria”, mientras inculcaba al mismo tiempo en los trabajadores “la conciencia más clara posible del hostil antagonismo entre burguesía y proletariado”.

Esta visión filosófica coloca la realidad no humana por encima del hombre. Las ideas –según dicho criterio- no son las que deciden la vida humana, las personas se someten siempre a los hechos económicos. El hombre, única creación que posee conciencia, deja de ser –entonces- el sujeto de la historia para convertirse en objeto de la realidad puramente material, a merced sólo de una parte de la sociedad a la que Marx sí reconoce como portadora de la salvación. Gozan de pertenecer a esta porción de la humanidad sencillamente aquellos que junto a éste filósofo y político, procuran suprimir la propiedad privada y con esto aspiran a erradicar todas las realidades negativas de la sociedad. Opinión, esta última, con algunas consecuencias excluyentes, pues para éste conjunto de personas la verdad sólo es poseída por ellos, hasta el punto de que una vez erradicada esta forma de propiedad en varios países del mundo, sin que con ello se eliminaran las contradicciones sociales, continuaron, en su mayoría y durante mucho tiempo, negando el derecho a presentar otras ideas capaces de procurar un mejor equilibrio.

IV

En el verano de 1845 Marx y Engels hicieron un viaje de seis semanas a Inglaterra, en parte para consultar las bien provistas bibliotecas de Manchester y Londres, pero también para conocer a los dirigentes cartistas, el primer movimiento obrero del mundo. En 1846 fundaron el Comité de Correspondencia Comunista de Bruselas, cuyo objetivo era mantener un continuo intercambio con la Liga de los Justos y otras asociaciones fraternales de Europa occidental.

La Liga de los Justos fue la primera organización de comunistas alemanes en el exilio, fundada en París en el año 1834, y sus miembros eran mayoritariamente intelectuales de la clase media. Su doctrina se reducía a un vago igualitarismo, procedente de un pensador utópico del siglo XVIII, Gracchus Babeuf. Esta iniciativa se convirtió en una próspera organización, que creó una red de partidos clandestinos en Suiza, Alemania y Francia, dirigida con espíritu de mártir por el teórico sastre Wilhelm Weitling, quien publicó su programa político en el año 1838, por medio de un libro titulado La humanidad tal y como es y cómo debería ser, ideario que se resumía en el siguiente prefacio del libro: Garantías de la armonía y la libertad.  Este texto y su autor le provocaban vergüenza a Karl Marx, pues los consideraba demasiado utópicos, aunque no los atacó en público pues este personaje era un proletario de leyenda.

Esta célula comunista –el Comité de Correspondencia Comunista de Bruselas- imponía su autoridad purgando a todo sospechoso de desviarse de la ortodoxia oficial, y como no podía ser de otro modo, Weitling (invitado a ser miembro fundador) fue elegido como la primera victima. La reunión donde se desarrolló este acontecimiento fue presenciada por un joven turista ruso, Pavel Annenkon, que se había presentado hacía poco en la capital belga con una carta de uno de los antiguos amigos de Marx en París, y aunque no era socialista quedó fascinado por el carácter de su anfitrión: “Marx –dijo- era el tipo de hombre compuesto de energía, voluntad e inquebrantable convicción. Su aspecto era absolutamente extraordinario. Tenía una mata de pelo negrísimo, sus manos eran velludas y llevaba el abrigo mal abotonado; pero tenía el aspecto de ser un hombre con el derecho y el poder para exigir respeto, independientemente de su aspecto e independientemente de lo que hiciera… Siempre hablaba con las palabras imperativas que no toleran contradicción y que aún resultaban más bruscas por la casi dolorosa impresión del tono que destilaba en todo lo que decía. Este tono expresaba la firme convicción de su misión para dominar las mentes de los hombres y otorgarles sus leyes. Ante mí estaba la personificación de un dictador democrático”.*

Después de varios ejemplos como el mencionado, Marx invita al francés Pierre Joseph Proudhon a unirse al Club. Este le responde: “Colaboremos, si usted quiere, para tratar de descubrir las leyes de la sociedad, pero, por Dios, después de que hayamos demolido todos los dogmatismos a priori no intentemos jamás, a nuestra vez, inculcar otro tipo de dogma en el pueblo… Con todo mi corazón aplaudo su idea de sacar a la luz todas las opiniones. Tengamos honestas y sinceras polémicas. Demos al mundo un ejemplo de tolerancia culta y con visión de futuro. Pero, sencillamente, al estar a la cabeza del movimiento no nos convirtamos en líderes de una nueva intolerancia… Nunca demos una cuestión por agotada, e incluso cuando hayamos empleado hasta el último de nuestros argumentos, comencemos de nuevo de si fuese necesario… En estas condiciones me uniré a su asociación. ¡En caso contrario, no!”.*

Marx siente que no puede dejar impune semejante desaire, razón por la que unos meses después, cuando Prodhon publicó una obra en dos volúmenes sobre La filosofía de la miseria, lo atacó con una filípica de 100 páginas titulada La miseria de la filosofía, en la que se propuso ridiculizarlo, mientras profundizaba su noción materialista de la historia. Proudhon no respondió, pero su propio ejemplar está lleno de furiosos garabatos al margen de casi todas las páginas: “absurdo, mentira, majadería, plagio, descarada calumnia, en realidad Marx está celoso”.*

Según muchos, no era la fusión entre la fuerzas comunistas lo que deseaba Marx, sino una absorción, en la que él resultara la indiscutible figura principal. Y para lograrlo, Marx se negó a unir fuerzas con los londinenses hasta que reorganizasen una Liga Comunista, deshaciéndose de las simplonas devociones con las que la Liga de los Justos se había asociado. En el momento en que el número suficiente estuvo dispuesto a cumplir sus condiciones, impuso una denuncia a Proudhon (francés), Weitling (alemán) y Grün (divulgador del socialismo), en la que los acusaba de hostilidad con los comunistas. Oportunidad que aprovechó para también sustituir el antiguo eslogan de la Liga: todos los hombres son iguales, por el imperativo: ¡Proletarios de todos los países, uníos!, dando un paso más en lo que –en opinión de algunos- pudo haber sido un decidido esfuerzo para imponerse con sus criterios en las filas comunistas.

Dos meses después de la solicitada reunión fundacional de la Liga de los Comunistas en Londres, el Comité de Correspondencia de Bruselas se convertía  en una rama más (o comunidad) de la ilegal Liga, que ahora presidía Karl Marx. Paralelamente fundó una Asociación de Obreros, más abierta y menos política, con el objetivo de que le permitiera introducir en la vida pública, de manera solapada, los intereses de la Liga.

El Manifiesto del Partido Comunista puede ser el documento político más leído de la historia, pero posee el título más equívoco, pues el supuesto partido no existía y tampoco se comenzó a concebir como manifiesto. Los miembros de la Liga, en 1847, querían una “profesión de fe”, pero Hegels con toda intención se propuso trabajar para que se preparara un documento capaz de hacer saltar a la Liga -en su segundo congreso- de la declaración del primero (al que Marx no asistió): La Liga pretende la emancipación de la humanidad difundiendo la teoría de la propiedad comunitaria y su introducción de la forma más rápida posible, a una más contundente y beligerante: el propósito de la Liga es el derrocamiento de la burguesía, el gobierno del proletariado, la abolición de la antigua sociedad burguesa basada en el antagonismo de las clases, y la fundación de una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada. Los delgados aprobaron por unanimidad esta iniciativa, y les encargaron a Marx y a Engels redactar lo antes posible un manifiesto que resumiera la nueva doctrina.

En el año1848 las conspiraciones y luchas de la Liga y de la clase obrera, habían sido derrotadas en Francia, Prusia, Austria e Inglaterra. Marx, después de haberse defendido con éxito a sí mismo y a sus asociados, ante un tribunal en Colonia, de la acusación de incitar a la revuelta, fue expulsado del territorio prusiano en ese mismo año. Entre conflictos internos y encarcelaciones muere la Liga  de los Comunistas, habiendo tenido su última reunión el 15 de septiembre de 1850. Recluyéndose entonces Karl Marx en la sala de lectura del Museo Británico, se dedicó a la ambiciosa tarea de dar una explicación completa y sistemática de la economía política, dando inició al monumental proyecto que habría de ser El capital.

V

Una vez deportado de Prusia y tras una breve estancia en París, Marx asentó su residencia en Londres. El primer año fue un tiempo de amarga y brutal pobreza para la familia: tres de sus hijos murieron de  indigencia y su salud sufrió un colapso del que jamás llegó a recuperarse totalmente. Durante la mayoría de los años de la década de 1850, su único ingreso regular procedía del New York Tribune de Horace Greely, un periódico al que servía como colaborador europeo y del que recibía una libra por artículo. A todo lo largo de las dos décadas de 1850 y 1860, y cuando no estaba confinado en cama por razones de enfermedad, pasaba regularmente diez horas al día estudiando y escribiendo.

A consecuencia de este esfuerzo, su primer trabajo científico sobre economía política fue publicado en 1859, siendo sólo un preludio de la definitiva teoría de Marx sobre el capitalismo. El volumen I del El Capital se hizo publico en 1867, quedando a su muerte incompletos los otros dos tomos, que Engels preparó y publicó, respectivamente, en 1884 y en 1893.

En 1864 colaboró instrumentalmente en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, de la que fue líder y para la cual organizó seis congresos en el curso de nueve años. El hundimiento de la Primera Internacional en 1876 fue resultado de una combinación de factores, influyendo notablemente el apoyo que prestó a la Comuna de París (véase la obra de Marx La guerra civil en Francia) y las intrigas internas de Mijaíl Bakunin (expulsado de la Asociación en 1872).

Marx se dedica entonces a intentar descansar y a tratar a sus nietos, sin dejar de envolverse en política, pues esperaba posibilidades para derrocar al zarismo en Rusia a partir de un proceso de reformas, desde arriba, que debía comenzar en este país y también estaba atento a una posible futura revuelta en Alemania capaz de derribar al régimen militar allí establecido. Mientras tanto su padecimiento respiratorio continuó agravándose, hasta que el 13 de marzo de 1883 ésta enfermedad le provoca la muerte. Karl Marx está enterrado cerca de su esposa en el cementerio de Highgate, en Londres.

VI

La idea de una filosofía marxista es, a primera vista, paradójica. El mismo Marx empezó a filosofar, pero pronto comenzó a hablar de abolir la filosofía, pues el advenimiento de la sociedad socialista la haría redundante. No obstante, después de su muerte había que ocuparse del creciente número de afiliados a los partidos marxistas que reclamaban una “filosofía”, en el sentido de un sistema coherente de principios que diese una explicación del universo. Fue entonces que Engels le dio la forma sistemática que culminó en la filosofía del materialismo dialéctico propagada por la ortodoxia comunista como la ciencia de las leyes generales del movimiento y desarrollo de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento. En éste trabajo Engels presentó como las tesis más importantes de esta ciencia: las leyes de la transformación de la cantidad en cualidad, las de la interpretación de los opuestos y las de la negación de la negación.

Friedrich Engels pensaba que estas leyes eran operativas en una naturaleza que estaba objetivamente dada y que era independiente de la mente humana. Así, el mundo de la naturaleza y el mundo de la historia humana constituían dos áreas separadas de estudio, mientras que para Marx, uno de los rasgos centrales de su dialéctica había consistido precisamente en la interacción de los seres humanos con su entorno, una idea proveniente de Hegel.

Muchos conocedores de Marx opinan que éste es un filósofo humanista, equipado de una gran capacidad para conocer y denunciar la situación del hombre en la sociedad capitalista. Donde son más variados los criterios es en cuanto a su capacidad para diseñar las posibilidades futuras. Claro, es bueno precisar que Marx veía la tarea del movimiento proletario de su época como una labor de autodefinición y crecimiento mediante la organización, la disciplina y la autocrítica basada en la autocomprensión científica, y que por ende a esto dedicó su mayor esfuerzo, mientras dejó el planeamiento de una sociedad futura para ulteriores estadios del movimiento, cuya misión histórica era hacerla nacer.

El entusiasmo por el estudio de Marx se vio propulsado por los escritos pioneros de Georg Lukács, quien redescubrió la deuda de Marx con Hegel y colocó conceptos tales como el de alineación en el centro de su interpretación. Esta tradición ha sido incorporada de modo más sistemático en la obra de la Escuela de Francfort, la que ha tratado de restaurar la dimensión filosófica del marxismo. También en una envidiable confianza en el poder de la racionalidad humana, esta escuela ha desarrollado una serie de ideas, que pretenden ir más allá de Marx, al interpretar cambios que han tenido lugar en el mundo desde la muerte de éste. Estos criterios -entre otros empeños- consisten principalmente en añadir la dimensión de psicología social a la obra de Karl Marx.

En agudo contraste con el elemento evidentemente hegeliano y humanista de la Escuela de Francfort, la filosofía marxista desarrollada por Althusser y sus discípulos en los primeros años de la década de 1960, intentó purgar al marxismo de esos elementos, y rehabilitarlo como un estructuralista que se adelantó a su tiempo. Dicho burdamente, el estructuralismo es la concepción de que la clave para el entendimiento de un sistema social es la relación estructural de sus partes, el modo en que esas partes están relacionadas por el principio regulativo del sistema.

Más reciente se han hecho esfuerzos por replantearse muchos aspectos del marxismo utilizando la teoría de la elección racional. Este tratamiento ha recibido el nombre del marxismo analítico.

VII

El marxismo es una corriente de pensamiento que posee riquezas, pero –como el lógico- también defectos. No debe sacralizarse, ni tampoco tiene porque ser satanizado. Es una posición filosófica y política, que debe continuar en su empeño por despojarse de sus errores y participar en el concierto de los criterios universales, pues entre todos es que será posible ir encontrando, a cada instante, el mejor equilibro para cada sociedad y para toda la humanidad. No obstante, como cubanos no podemos dejar de tener en cuenta los criterios que sobre Marx y el socialismo, emitió José Martí, apóstol de la independencia cubana.

Refiriendo a Karl Marx y a su gestión política, con motivo del fallecimiento de éste líder, expresó: “De… soldados está lleno el ejército colérico de los trabajadores. Los hay de frente ancha, melena larga y descuidada, color pajizo, y mirada que brilla a los aires del alma en rebeldía, como hoja de toledo, y son los que dirigen, pululan, anatematizan, publican periódicos, mueven juntas, y hablan… Hay entre ellos fanáticos por amor, y fanáticos por odio… De aquí la flaqueza de sus instituciones, y el miedo que inspiran; de aquí que se mantengan lejos de los campos en que se combate por ira, aquellos que saben que la Justicia misma no da hijos, sino es el amor quien los engendra. La conquista del porvenir ha de hacerse con las manos blancas… Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de poner remedio, sino el que enseña remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres… Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos. Pero anduvo deprisa, y un tanto en la sombra, sin ver que no nacen viables ni de seno de pueblo en la historia, ni de seno de mujer en el hogar, los hijos que no han tenido gestación natural y laboriosa…”

Comentando sobre el socialismo y criticando, además, en la misma reflexión a quienes atacando éste ideal eran, a su vez, incapaces de sufrir por aquellos hombres sin esperanzas a los cuales esta doctrina pretendía salvar, dijo: “Semejantes empresas aumentarían de terrible manera la cantidad de empleados públicos… Con cada nueva función, vendría una casta nueva de funcionarios… Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo, que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanzas y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el Estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el Estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pluguiese al Estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caería todos los deberes, se darían naturalmente todas las facultades necesarias para recabar los medios de cumplir aquellos. De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del Estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora,  iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos, y por tanto abusadores, soberbios y ambiciosos, y en esa organización tendrían gran poder, apoyados por todos los que aprovechasen o esperasen aprovechar de los abusos, y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo de los quebrantos, violencias, hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio, y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana.”

*Palabra Nueva . “Karl Marx, un hombre que estremeció la historia“ Palabra Nueva, Roberto Veiga González (Abril 2003)

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Centro de Estudios sobre el Estado de Derecho y Políticas Públicas

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Comentarios

  1. Karl Marx fue un hombre vago, vividor, puerco y resentido. Nunca trabajó. Dejó morir de hambre y frío a dos de sus hijos. Toda la vida vivió a costa del $$$ de su padre, su madre, su mujer y el tonto de Engels. Preñó a una empleada doméstica (a la que nunca le pagó el salario) y logró que Engels reconociera el hijo. Engels antes de morir le contó la verdad a Leonora, la hija menor de Marx. Él escribió sus porquerías entre botellas de whisky y humo de cigarros. Nunca se bañaba y tenía todo el cuerpo cubierto de llagas purulentas. Era un desperdicio tóxico, todo un excremento de persona.

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