Responde el comunicador y estudioso de la realidad cubana, Alexei Padilla Herrera, compartiendo sus opiniones acerca cuestiones medulares del presente cubano que, a la vez, esbozan los angostos caminos al futuro. Entre ellas, la Revolución, los imaginarios, la libertad ciudadana, sus actuales expresiones, la democracia, y en necesario consenso, pero no al modo de coincidencia, acuerdos, sino como compromiso con valores e instituciones que permitan dirimir pacífica y democráticamente los desacuerdos.
1) Los imaginarios, las necesidades, las condiciones, han cambiado mucho en Cuba durante las últimas décadas. Además, ello no ha conseguido el cauce pertinente y, por ende, actualmente padecemos una crisis. ¿Cuáles son las expresiones más significativas de esta dificultad en las circunstancias económicas, sociales, institucionales y políticas de Cuba?
Si entendemos revolución como una ruptura con el orden anterior, una revolución es resultado de una crisis, es la apuesta, la elección para superar dicha crisis y al mismo tiempo, su triunfo suele estar sucedido de guerras civiles y del triunfo de los revolucionarios depende la imposición del nuevo orden de cosas.
La Revolución cubana de 1959 no fue la excepción. La década de 1960 estuvo marcada por los enfrentamientos violentos entre apoyadores y detractores –incluyendo los Estados Unidos– del gobierno revolucionario.
Aunque no soy especialista en el tema, sí me parece que el Partido Comunista no ha sido capaz de implementar un modelo económico exitoso. De la misma forma que no debe soslayarse el efecto que el bloqueo estadounidense ha causado y causa a la economía cubano, tampoco deben omitirse los errores de alta dirigencia cubana.
A juzgar por lo que he leído, estudiado y, sobre todo, vivido, en la Isla hemos vividos rachas que trajeron mejorías para algunos y momentos caracterizados por una mayor escasez de productos de primera necesidad, alza de precios, falta de medicamentos, problemas con el transporte, etc. Digo para algunos, pues no todos los cubanos han sufrido con igual rigor estos vaivenes.
Por todo eso, creo no equivocarme al decir que la crisis económica en nuestro país es estructural y de larga data. Dejo a los especialistas la tarea de indicar con más tino sus causas y juzgar a los responsables. Claro que gracias al apoyo de la antigua Unión Soviética y los países del extinto campo socialista, Cuba pudo, pese a no contar con una economía fuerte, desarrollar como nunca antes servicios públicos como la educación, la salud pública, la cultura, entre otros.
Hace casi 30 años que ese apoyo desapareció y el país está recogiendo los frutos de la profundización de esa crisis. El rasgo más evidente lo ha expuesto científicamente la doctora Mayra Espina al demostrar hace ya algunos años el aumento de la desigualdad y la pobreza en Cuba. Necesitamos un nuevo estudio de ese tipo para actualizar esas cifras.
A nivel de imaginario, creo que uno de los cambios más importantes se constata en el cada vez mayor número de personas que defienden una noción de ciudadanía no subordinado a los designios del Estado, ni tampoco, necesariamente, en oposición a este. El reto de las instituciones es entender que son ellas las que se tienen que adaptarse a los cambios acaecidos en la sociedad y no la sociedad replicar la inmutabilidad de parte de las instituciones estatales y paraestatales cubanas. Mas el Estado no debe cambiar para frenar los cambios que se dan en la sociedad, sino para acompañarlos.
El PCC debería entender que su idea de un Estado y una sociedad que se subordina a sus designios –por muy altruistas que estos parezcan ser– no conducirá jamás a la emancipación del ser humano. Se podrá preservar el Estado, al poder del PCC, la gratuidad de la educación y la salud, bajos índices de crímenes violentos –en comparación con los países vecinos–, pero nada de eso es sinónimo de democracia política ni de emancipación.
Hace poco una amiga se quejaba de la perdida de algunos valores, y yo le dije que debíamos reflexionar si para algunos el ejercicio de esos valores no les servía para lograr sus metas en las actuales circunstancias, o si debíamos hablar de resemantización de los valores o inclusive, la adopción de nuevos valores que le permiten al individuo alcanzar el éxito en el contexto económico y social en que le toca desarrollarse.
2) Todo ello ha desatado el criterio político, sobre todo, de los cubanos más activos. ¿Qué actitudes caracterizan estas expresiones ciudadanas? ¿Qué demandas contienen? ¿Pudieran ellas prefigurar un debate, un consenso? ¿Cuáles son las formulaciones sociales y políticas más descollantes, dentro de este universo cubano, que pretenden aportar soluciones viables? ¿Cuáles son los cambios más importantes que solicitan y a través de qué metodologías? ¿Cuánta empatía reciproca pudiera existir entre ellas y la generalidad ciudadana?
De forma general, podría decirte que las expresiones ciudadanas podrían agruparse en a) las que defienden el actual régimen y sistema políticos que abogan por reformas económicas que mejoren el nivel de vida de la población; b) las que temen que las reformas económicas den paso al capitalismo y que este detone el régimen y sistema políticos vigentes; c) las favorables a las reformas económicas y la democratización del régimen político, desde diversos posicionamientos ideológicos y proyectos políticos.
Antes de hablar de un debate y de un consenso, tendríamos que analizar si están dados los prerrequisitos para que lo que se discuta sea vinculante o al menos sea tenido en cuenta por el gobierno.
No creo que esos prerrequisitos existan en estos momentos. En el pasado reciente, el gobierno fue tolerante con espacios de debate como los fomentados por la revista católica Espacio Laical. El proyecto Cuba Posible, que pretendió continuar y ampliar la experiencia de Espacio Laical, no fue tolerado por el gobierno.
La tolerancia, decía Bobbio, es ese mal menor para un Estado, persona o institución, que está consciente de que intentar destruir a quien ve como enemigo, tendrá un costo muy alto, o cuando cree que su verdad es la única válida y tarde o temprano todos se rendirán ante ella. Ya el respeto implica la aceptación de que no existe una sola verdad y el reconocimiento del valor de la verdad de los otros.
En Cuba, la intolerancia del Estado se expresa en el no reconocimiento del pluralismo existente en la sociedad. Sin la tolerancia del Estado y de la sociedad, no se puede construir el respeto, menos el consenso.
Por cierto, no veo el consenso como coincidencia, acuerdos, sino como el compromiso con valores e instituciones que permitan dirimir pacífica y democráticamente los desacuerdos. El consenso siempre es provisorio, por eso, el debate debe ser constante.
Sobre la empatía entre los actores que se manifiestan a favor del cambio y la ciudadanía no podría darte una respuesta certera sin basarme en evidencia empírica. En un país donde las libertades civiles son limitadas y su ejercicio debe tributar a los intereses del partido único, es difícil saber qué porciento de los ciudadanos apoyan al propio gobierno y qué porciento no.
Esa misma lógica se aplica a los actores que presentan una agenda alternativa a la del gobierno. Si los medios tradicionales en Cuba -que juegan un rol fundamental en la formación de opinión pública– están controlados por el Partido y para colma, el decreto-ley 370 limita explícitamente la libertad de expresión, que también se regula por medio de otros mecanismos, es difícil mesurar qué y cómo piensa la gente en la Isla. Lo que sí es una certeza es que la gente quiere cambios que alivien los rigores de la vida cotidiana.
3) Al parecer, actualmente cualquier estrategia y gestión de cambios estaría confinada a los modos que ya exigen -el deterioro económico, -un amplísimo espectro social con imaginarios excluidos por algo más que “un dogma de Estado”, y -el peso creciente de una imprescindible relación con Estados Unidos. ¿Cómo podrían marcar estas tres realidades la próxima evolución de los acontecimientos en Cuba?
Los cambios en la sociedad, la crisis económica y los Estados Unidos son efectivamente, tres factores que signan cualquier estrategia de cambio político en Cuba. Pero hay otro que casi no se menciona y que sería algo así como el instinto de preservación de la elite política.
Al analizar la experiencia soviética, el historiador Moshe Lewin constató que la burocracia soviética no solo adquirió un nivel de vida superior al del resto de los ciudadanos. No asistía a los mismos hospitales, instalaciones recreativas y de descanso, consumía bienes de mayor calidad –muchas provenientes del mundo capitalista-. Por ello, sufrió de una suerte desconexión de la realidad.
Mientras el modo de vida de la burocracia no se afectará y el inmovilismo no pusiera en riesgo la estabilidad del país, pues se aplazaban los cambios. Cuando la crisis económica repercutía negativamente en el modo de vida de la elite y amenaza la estabilidad social, aceleraban los cambios.
Hace más de 4 años la alta dirigencia cubana desaceleró la implementación de las directrices económicas aprobadas en el VI Congreso del Partido, sin que hasta hoy se haya explicado de forma explícita los porqués. En mis viajes a Cuba, en 2015, 2017 y 2019, vi el agravamiento de la escasez de productos en las tiendas, de medicamentos y de cosas tan básicas como cables eléctricos para uso doméstico. Al mismo tiempo, prestigiosos economistas cubanos instaban a retomar la continuidad de las reformas. Al parecer, los dirigentes ignoraron las alarmas.
Justo después del endurecimiento del bloqueo y de los efectos devastadores de la pandemia del Covid 19, el gobierno cubano decide retomar la implementación de medidas esbozadas hace casi una década, porque ahora que se siente con la soga al cuello.
¿Cuántas veces los economistas Juan Triana, Omar Everleny Pérez, Pedro Monreal, Carmelo Mesa Lago y el propio José Luis Rodríguez, se refirieron a la necesidad de tener en las tiendas cubanas los mismos bienes que los residentes importaban de países de la región, para revendérselos a sus compatriotas en la Isla? Se calcula que solo en Panamá los cubanos adquirieron bienes por más de 200 millones de dólares.
Habría que ver si lo observado por Lewin en la URSS, explicaría el porqué de la inacción de la alta dirigencia política cubana. Aunque lo mejor sería que fueran los dirigentes los que expusieran sus razones. Pero no me imagino un periodista de un medio oficial cubano haciendo esas preguntas.
4) ¿Cuál es la capacidad de los sectores de poder en torno a estos desafíos? Dadas las circunstancias, ¿cuál podría ser el rumbo político futuro de estos?
Estoy seguro de la competencia y la audacia de muchos de los cuadros que integran el actual gobierno. Sin embargo, las decisiones en Cuba no las toma el gobierno, sino el selectísimo Buró Político del Partido, cuyos miembros no han demostrado ser muy audaces, aunque han confirmado una vez más que se orientan hacia la aceleración de los cambios, cuando no queda otra alternativa.
La elite política cubana, como suele suceder en otros países, intentará implementar los cambios que le garanticen su continuidad en el poder y un nivel de estabilidad social que eviten tener que abusar del uso de los aparatos represivos.
Si observamos los procesos de transición al capitalismo en Europa Central y Oriental, la Unión Soviética, China y Vietnam, constatamos que el rol decisivo no lo jugó la sociedad civil, sino las elites políticas. Puede que en Cuba suceda lo mismo.
De implementarse una economía de mercado (aunque se siga hablando de socialismo), habrá que ver si los dirigentes cubanos convoyan esos cambios con la adopción de un régimen político democrático o más democrático. Digo más democrático, partiendo de la lógica del propio PCC, el cual considera que en Cuba existe una democracia socialista.
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