Oposición y sociedad civil deben trabajar unidos para evidenciar la crisis e impulsar un nuevo orden político y social a través de la resistencia pacífica como motor de cambio
Por Elena Larrinaga
En los regímenes democráticos, le corresponde a la oposición política la tarea decisiva de contralar al Ejecutivo y vigilar que se atenga al marco constitucional, así como ofrecer un mensaje coherente y un proyecto de esperanza, de cara al futuro, como mejor servicio a la sociedad.
En Cuba, este trabajo se estanca y endurece, ya que la oposición no cuenta con los legítimos espacios de acción y desarrollo que le corresponden. No tiene pues ningún soporte ni respaldo legal. Toda oposición carece de personalidad jurídica, no existen, es deslegitimada y criminalizada.
De igual manera, los sectores de la sociedad interesados en ejercer su libertad y trabajar y crecer en sus convicciones y multiplicar sus iniciativas al servicio del bien común, ven bloqueadas sus posibilidades.
A la vez el contexto político y legislativo de Cuba impide la comunicación entre ambos sectores. El objetivo de las dictaduras es claro, romper el lazo de comunicación y unión lógico entre ellos, conociendo de la importancia y efectividad de la sinergia que se produciría.
La situación en Cuba necesita con urgencia reforzar esta relación y la sintonía entre las partes. La cantera de un país es la propia sociedad, es decir, que ésta sea el lugar común y la institución de donde emerjan los individuos dotados de talentos especiales para determinadas actividades, entre ellas la política. Este mismo “origen” debería de ser una condición natural para la intercomunicación, si no fuera por el empeño institucional de amedrentarlos.
La explosión del 11-J ha sido el preludio de esta nueva relación. Cubanos todos, de diferentes ámbitos geográficos, raciales, ideológicos y espirituales, se unieron en el reclamo de libertad, de derechos. Es un gran principio.
La situación actual que vive el país requiere con urgencia de esta simbiosis. En todo caso, para muchos sectores de la sociedad ha llegado la hora de ejercer la libertad. Este convencimiento es el detonante que faltaba para hacer confluir la energía. La oposición es entonces quién tiene que canalizar este empuje.
El pueblo cubano está sumido en una crisis sin precedentes, sin solución de continuidad, es lo que en medicina se define a modo de un “fallo multiorgánico” de escasísima o nula recuperación. La oposición y la sociedad civil deben trabajar unidos para evidenciar la situación e impulsar un nuevo orden político y social a través de la resistencia pacífica como motor de cambio.
Deben mostrar su poder en número y cohesión, enviar un mensaje coherente y unitario, actuar como una fuerza regeneradora y con la convicción de que ese es su legítimo derecho, incluso si el contexto político y legislativo no es el más confortable para ellos.
En este sentido, Archipiélago Cuba y el Consejo para la Transición Democrática en Cuba han dado un paso importante, al hacer una convocatoria conjunta para la manifestación del 20N, luego 15N. La han hecho al amparo de los artículos 41 y 56 de la Constitución vigente, que avalan la petición y el reconocimiento legítimo y legal de dicha convocatoria, lo cual también es un precedente.
El comportamiento cívico es fundamental para el éxito de esta acción conjunta y las venideras. Nos jugamos mucho en el 20N. La demostración de la una resistencia pacífica masiva e inclusiva avalará las demandas justas de un pueblo.
Para evitar que las autoridades cubanas desvirtúen el objetivo, modo y manera de la manifestación y sus participantes, los convocantes elaboraron este manual orientativo:
1- Aléjese de la violencia. La violencia civil es el territorio de los débiles.
2- Fíjese en los comportamientos. No en las ideas. Lo importante es comportarse pacíficamente frente a los que tienen otras ideas.
3- Si va a una marcha a atacar las ideas, no asista. Prepárese para la próxima.
4- No responda al insulto. Tampoco insulte.
5- El insulto es una provocación de los impotentes. No los imite.
6- Sea positivo. La fuerza de loa que defendemos está en la justicia de nuestra causa.
7- No vaya a una manifestación pacífica a aplicar la fuerza brutal. Ponga por delante la fuerza positiva de sus ideas.
8- Dado que las manifestaciones son cívicas, seamos respetuosos también con toda forma de propiedad, bien sea de naturaleza pública o privada. Nuestro objetivo es mucho más importante. No es destruir, dañar o perjudicar ninguna propiedad.
9- Sea empático. Proteja al más vulnerable.
10- No pierda ni la serenidad ni el sentido del humor. Ellos os ayudan a controlar situaciones dramáticas. Por eso, nunca se resista a un arresto policial.
En esta actividad conjunta, a quienes desde fuera de la Isla apoyamos y defendemos nuestros derechos nos corresponde visibilizar estos esfuerzos y conseguir el apoyo internacional a nuestro pueblo; el cual, sin ningún tipo de recurso, más que el imprescindible de la razón y la justicia de su lado, lucha contra un gigante apoyado por muchos y en connivencia con no pocos.
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