A pesar de que está en curso un Programa de lucha en contra de la discriminación racial y el racismo en Cuba, es aún una asignatura pendiente que las (pocas) personas afrodescendientes que ocupan importantes puestos de dirección en el país incidan en políticas públicas que enfrenten el racismo, ya que igualmente reproducen el discurso de la “democracia racial”.
Respuestas de Paula Haydée Guillarón Carillo al dossier de Cuba Próxima titulado Acabar con el racismo en Cuba no puede ser una tarea pendiente, en el que también participan Dimas Castellanos, Maikel Pons Giralt, Melisa Cores Padrón y Ulises Padrón Suárez.
Acerca de los criterios expuestos por Walterio Carbonell en Crítica a cómo surgió la cultura nacional.
En un texto pionero del pensamiento crítico y descolonizador cubano como Crítica a cómo surgió la cultura nacional (1961) el marxista afrocubano Walterio Carbonell (2005, pp. 20-21) reflexiona sobre los posicionamientos de Fidel Castro hacia el racismo y la discriminación. Reconoce que: “es muy saludable porque todavía sobreviven en la conciencia de muchas gentes los prejuicios y vicios mentales que fueron creados por las condiciones sociales del pasado”. Y afirma que “demoler las concepciones ideológicas de la burguesía es hacer Revolución”.
En ese ensayo cuestiona Carbonell los fundamentos históricos de la cultura cubana, y en una postura descolonizadora se pregunta “¿Podrá la cultura de los esclavistas ser considerada como la cultura de la Nación?” “¿Acaso la cultura popular, cuya fuerza reside en la tradición negra, no es tradición cultural?”, para lamentarse de “que la concepción colonialista de la cultura mantenga vigencia entre nosotros.” (CARBONELL, 2005, p. 38-41).
Por su parte, la Revolución cubana se propuso eliminar el racismo y dio pasos importantes para lograr para propiciar la movilidad social y la participación en la vida política de los afrocubanos, sector históricamente preterido y discriminado. Paradójicamente, la ampliación del ejercicio de los derechos sociales, económicos y políticos de la población negra y mestiza, junto al discurso político oficial naturalizó la idea de que el racismo había sido erradicado en Cuba, de ahí que no tuviese sentido hablar de un problema que ya no existía.
1- El mito de la ‘democracia racial’[1] antecede a la Revolución cubana. Con todo, ¿en qué medida podemos afirmar que la perspectiva de ‘democracia racial’ tuvo continuidad luego de 1959 y cuáles fueron sus especificidades en ese contexto histórico-social?
Histórico de un contexto específico, mundial y regional, fue, es y ha sido un proyecto nacional. Ese proyecto se pensó desde un posicionamiento izquierdista basado en la igualdad social. El discurso que lo ha amparado se caracteriza por la utopía y el triunfalismo, sobre todo en los primeros años de la Revolución. Ello implicó que desde el discurso oficial de la dirección del país se reprodujera la idea de que las diferencias sociales pre 59 habían desaparecido, incluido el racismo y la discriminación racial como su expresión social.
Si bien la Revolución trajo consigo significativos cambios sociales y oportunidades de mejoras de vida para toda la población, que favorecía fundamentalmente a los grupos sociales más empobrecidos, no tomó en consideración que dichos grupos habían recibido al proyecto revolucionario desde puntos de partidas desventajosos respecto a otros que pertenecían a lo que se pudiera llamar una clase media cubana. Entonces las oportunidades existían para toda la población, pero no toda la población contaba con las mismas capacidades ni activos para aprovechar dichas oportunidades.
No es un secreto que en estos grupos empobrecidos existe una sobrerrepresentación de personas afrodescendientes, como consecuencia de toda la historia de colonialidad y de la estructura social asentada sobre esa colonialidad. Estructura que no solo implica las estratificaciones sociales, sino la reproducción de todo un pensamiento colonial que implica racismo, sexismo, clasismo, lgbtiqfobia, fundamentalismos, etc.
Ante esto el proyecto revolucionario, desde ese discurso triunfalista, asumió que el racismo había desaparecido dentro de la sociedad cubana, y junto con ello se asumió el discurso del mestizaje, del ajiaco orticiano, la mulatez guilleniana, el sincretismo, y del oficializado término de color cubano. Todo ello puede ser colocado bajo la sombrilla de la denominada democracia racial.
El objetivo principal de este imaginario es garantizar una supuesta unidad nacional donde todas las personas cubanas somos iguales por el simple hecho de haber nacido es en esta Isla, y sobre todo si lo hicimos luego de 1959. Esta idea de la unidad nacional no es nueva y es heredada de un discurso independentista surgido en el seno de la oligarquía revolucionaria y anticolonial del siglo XIX, que, si bien deseaban liberarse de la metrópolis, no deseaban perder sus privilegios como clase dominante, por lo que ese discurso de unidad nacional resultaba conveniente para diluir las diferencias objetivas y estructurales que existían y estaban arraigadas en la sociedad cubana. Es decir, que el independentismo cubano, a la larga, sería heredero del pensamiento colonial.
De igual forma, no podemos olvidar que los líderes de la Revolución cubana han sido, tradicionalmente hombres blancos que provenían de clase media, lo que, aunque tuvieran una probada conciencia social, eso no los alejaba de las dinámicas propias de los privilegios de clase.
De ahí que la idea de una democracia racial continúa presente desde el discurso oficial y es reproducida por gran parte de la población, sobre todo por la población blanca o blanco-mestiza.
2- ¿Hasta qué punto esta suerte de “democracia racial” a la cubana instaurada con la Revolución cubana obstaculiza el debate sobre la persistencia de manifestaciones (menos o más veladas) racistas en la Isla?
Actualmente puedo identificar dos tendencias esenciales en la lucha antirracista cubana: una es la asumida por un activismo antipatriarcal que es también antirracista, integrado por voces que no pertenecen a la oficialidad y que se mueven entre una zona de intelectualidad negra y el trabajo comunitario. Por otro lado, existe un antirracismo que denomino conservador y que, por desgracia, pertenece a la zona de la oficialidad. Desde este último se empodera el término color cubano y el discurso de unidad nacional y de cubanidad por sobre cualquier diferenciación social; e incluso existe un fuerte rechazo a los términos afrodescendiente y afrocuban/a.
Es decir, si bien la primera tendencia no va con paños tibios cuando de lucha antirracista se trata, la segunda reproduce el discurso de la democracia racial, aunque no niega la existencia del racismo en el país. De esta manera los de la primera tendencia, en ocasiones somos tildados de extremistas, fundamentalistas y hasta de racismo inverso, cuando ya es más que sabido que tal racismo no existe.
No es casual que ese discurso antirracista conservador de la segunda tendencia esté encabezado por hombres, que no solo asumen la democracia racial como una realidad, sino que en ocasiones rechazan otras formas de luchas antirracistas como la de los afrofeminismos, el antirracismo queer, etcétera. Lo que implica un desconocimiento de la diversidad de experiencias de vida y de maneras distintas de vivir el racismo.
3- La movilidad social de las afrocubanas y afrocubanos que la revolución cubana parece haber creado el prototipo del “negro malagradecido”, presente en insultos y recriminaciones que las personas reciben cuando, por ejemplo, expresan públicamente sus críticas al gobierno y sociedad cubanos. ¿En qué lugar somos colocados los afrocubanos según esta perspectiva?
Yo personalmente siento que, por suerte, este prototipo se está diluyendo. Tal vez sea porque me muevo en espacios antirracistas correspondientes a la primera tendencia, pero en sentido general percibo que ya casi nadie en su sano juicio increpa a una persona afrodescendiente por realizar críticas al gobierno y la sociedad cubanos.
4- Como comunicólogo emigrado, percibo que en Brasil el debate sobre racismo, racialidad y las contribuciones de las culturas de los millones de africanos que fueron esclavizados y de sus descendientes a la cultura nacional ha ido ganando más fuerza en los ámbitos académicos, cultural, escolar, mediático y empresarial. ¿En qué espacios se ha dado y se está dando hoy ese debate en Cuba y qué impacto tiene en los decisores políticos?
Un debate afrocentrado existe sobre todo en los activismos que pertenecen a la primera tendencia señalada por mí, sobre todo desde lo que se denomina afroestética. Nuevamente se está asumiendo el uso del cabello como posicionamiento político y de reconocimiento de una ancestralidad y de una historia tradicionalmente silenciada. Cabe destacar que son las mujeres afrodescendientes del activismo afrofeminista cubano quienes llevan el protagonismo en esta área, sobre todo desde las comunidades y el acercamiento a las infancias afrodescendientes para desde temprana edad trabajar en base a la autoestima, que sin lugar a dudas es una de las zonas más laceradas entre las personas afrodescendientes. Ahora mismo en Cuba se habla de afrobelleza y existen exponentes fuertes de arte afrocentrado. Por ejemplo, se está creando un movimiento, me atrevería a decir, de personas negras que cultivan la poesía hablada afrocentrada, por lo que el poder de la palabra como esencia de las culturas de nuestras ancestras y ancestros está reapareciendo.
Desde la academia también están apareciendo estudios afrocentrados y que intentan descolonizar el espacio académico a partir de la reivindicación de saberes que se alejan del pensamiento colonial y occidental.
Actualmente, desde lo que se puede llamar el ámbito empresarial, también están tomando fuerzas los emprendimientos liderados por personas afrodescendientes, que también tienen como interés el trabajo comunitario y que tiene como público meta a las personas afrodescendientes. Cabe señalar que aquí también existe un predominio de mujeres que en muchas ocasiones aparecen desde un posicionamiento afrofeminista.
Los ámbitos más débiles en este sentido son el escolar y el mediático. En el caso del primero, existe aún una fuerte resistencia a pensar espacios etnoeducativos, incluso hay un rechazo al término etnoeducación, que en Brasil si es utilizado, según tengo entendido. Respecto al ámbito de los medios, aún existe una tendencia a la moderación respecto a la cuestión racial, a pesar de los fuertes debates que se suscitan en las redes sociales. Además de que el tema es mal-tratado en los medios oficiales, aún persisten tendencias a reproducir comportamientos racistas, incluso manifestaciones tan deplorables como el blackface, sobre todo en programas infantiles.
5- ¿Cómo evaluaría hoy la representación de afrocubanas(os) y mestizas(os) en el emergente sector privado, de un lado, y en el sistema político cubano?
Como ya dije anteriormente, están apareciendo emprendimientos afrocentrados dirigidos por personas afrodescendientes, pero se caracterizan por ser a pequeña escala. Los grandes negocios continúan en manos de personas blancas, sobre todo hombres, que prefieren contratar a personas también blancas, sobre todo a las que trabajan directamente de cara al público.
Respecto al sistema político, este continúa siendo dirigido, mayoritariamente por hombres blancos.
6- ¿Considera que la presencia de afrocubanas(os) y mestizas(os) en las instituciones políticas cubanas inciden en los procesos de toma de decisión, en general, y en la aprobación de políticas públicas dirigidas a enfrentar el racismo, en particular?
A pesar de que está en curso un Programa de lucha en contra de la discriminación racial y el racismo en Cuba, es aún una asignatura pendiente que las (pocas) personas afrodescendientes que ocupan importantes puestos de dirección en el país incidan en políticas públicas que enfrenten el racismo, ya que igualmente reproducen el discurso de la “democracia racial”.
7- ¿Se ha logrado alguna articulación funcional entre la sociedad civil cubana y el poder público en la elaboración de normas legales y políticas públicas, educacionales y comunicacionales, en aras de superar todas las manifestaciones de racismo que persisten en Cuba?
Debo reconocer que diálogos han existido, pero aún no se observa un resultado significativo.
8- ¿Cuáles son los principales desafíos que los movimientos de activismo negro y antirracista han tenido que enfrentar en Cuba?
El principal es el constante choque con el discurso oficial de “unidad nacional” y “democracia racial”, que a la larga invisibiliza la incidencia real del racismo la sociedad cubana. Chocar contra ese discurso es que se minimicen las iniciativas de los activismos antirracistas; que personas blancas que se pretenden aliadas se conviertan en portavoces de la lucha antirracista, y generalmente utilicen estos espacios para beneficio propio, ya sea económico o profesional.
[1] La idea de la existencia de una supuesta “democracia social”, que iría a contracorriente del racismo científico, fue acuñada por el sociólogo brasileño Gilberto Freyre en su libro Casa grande e senzala (1933). Criticado décadas más tarde por el también sociólogo Florestán Fernandes, el mito de la democracia racial fue y es utilizado para matizar y hasta negar el racismo que persiste en la sociedad brasileña.
Referencias
CARBONELL, Walterio. Crítica a cómo surgió la cultura nacional. La Habana: Ediciones Bachiller, Biblioteca Nacional José Martí, [1961] 2005.
FERNANDES, F. O negro no mundo dos brancos. São Paulo: Difusão Européia do Livro, 1972.
SOBRE LOS AUTORES
( 1 Artículos publicados )
Reciba nuestra newsletter
Libertad y vida