Negociar con el poder corrupto y manchado de sangre que opera hoy en Cuba no tiene sentido, porque esa negociación implicaría la posibilidad de que las estructuras de ese poder y sus representantes continuaran, y para mí no es posible construir un país nuevo, una república democrática y justa, con las mismas estructuras y representantes de una dictadura
Cuba Próxima convocó a importantes actores ciudadanos para ofrecer opiniones sobre las libertades que demanda la nación y la República, las condiciones para un arreglo político nacional, las necesidades de un nuevo texto constitucional, los actuales actores políticos de la nación y las normas legales necesarias para el acceso de la sociedad a las instituciones del Estado.
Responde Mónica Baró, periodista y escritora.
1- ¿Qué libertades deberían ejercerse en Cuba para hacer posible el cambio sociopolítico que demanda la nación y la Republica?
Todas las libertades reconocidas en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Las libertades forman parte de los Derechos Humanos y los Derechos Humanos son, además de inalienables y universales, interdependientes entre sí y complementarios. No puede haber libertad de expresión sin libertad de asociación o libertad de empresa. La mejor forma de blindar un derecho es blindando otros derechos. Y la mejor forma de conquistar y defender un derecho es ejerciéndolo, incluso cuando su ejercicio se criminaliza, como en Cuba. La democracia y la justicia en una república se sustentan en el equilibrio de distintos pilares o fuerzas, no en uno solo. Todos los actores sociales cumplen un rol decisivo en el desarrollo y transformación de las sociedades: la prensa, las empresas privadas, las cooperativas, las academias, los sindicatos, las organizaciones no gubernamentales, los artistas, las instituciones públicas…
2- ¿Cuáles deberían ser los tópicos de una presunta negociación entre actores ciudadanos plurales y del poder? ¿Qué condiciones podrían facilitarlo?
Negociar con el poder corrupto y manchado de sangre que opera hoy en Cuba no tiene sentido, porque esa negociación implicaría la posibilidad de que las estructuras de ese poder y sus representantes continuaran, y para mí no es posible construir un país nuevo, una república democrática y justa, con las mismas estructuras y representantes de una dictadura. Yo estoy a favor de un proceso de transición pacífico, acompañado por organizaciones de Derechos Humanos internacionales, que implique búsqueda de la verdad, reparación de las víctimas del castrismo, justicia y reconciliación nacional.
La refundación de Cuba tendrá que ser a partir de elecciones libres, tanto del presidente o la presidenta como de los diputados del Parlamento y líderes locales, aunque habrá que repensar y actualizar el sistema de participación política nacional. Algo que podría facilitar esa transición es la creación de nuevos partidos políticos, incluso desde el exilio, que diversifiquen aún más el escenario cubano. Los hombres y mujeres que yo imagino para dirigir Cuba ahora mismo no forman parte de ningún partido político. Piensan mucho el país, pero no acaban de mojarse los pies. Cuestionan a la oposición conservadora, que reproduce distintos tipos de discriminaciones, pero no aportan alternativas. Yo no creo que haya que esperar a tener libertad de asociación para asociarse, como mismo no esperó José Martí en el siglo xix a que acabara la colonización española para fundar el Partido Revolucionario Cubano.
3- Acaso la actual Constitución de la República dificulta el establecimiento de un Estado de Derecho. ¿Reforma constitucional o constituyente por una nueva Carta Magna?
Constituyente por una nueva Carta Magna. Sin dudas. Yo no creo en reformar lo que creo un poder que buscaba perpetuarse en el poder. Si queremos un país distinto tenemos que fundar, como sugería el propio Martí, lo cual no significa olvido, ni pasar por alto los aprendizajes vitales que hemos tenido en nuestra historia, pero sí descartar las herramientas que se crearon para dominar, oprimir, censurar. Y la Constitución actual se creó con ese fin.
4- ¿Cuáles son los actores políticos cubanos plurales con peso específico que usted identifica con capacidad para establecer un proceso de cambio sociopolítico?
Los activistas, periodistas independientes y artistas, básicamente. Pero nombres preferiría no decir. Todas las personas tendremos un papel clave en ese proceso, en todos los niveles y espacios de la sociedad. Yo organizaría comisiones por distintos temas (economía, educación, derecho y leyes, salud, seguridad social, medio ambiente, vivienda, agricultura, prensa) y buscaría a las personas que más saben sobre los mismos para analizar los problemas y desafíos del país y proponer cambios y soluciones para corto, mediano y largo plazo. Siempre he dicho que las soluciones a muchos de los problemas de Cuba están más que escritas y dichas. Solamente hay que prestar atención a quienes las ofrecieron y darles libertad para tomar decisiones. Dirigir un país no es saber sobre todo, sino saber quiénes saben más sobre distintos temas y confiar en esas personas. Luego la transparencia, la independencia de poderes, la fiscalización del poder a cargo del periodismo y otras instancias, garantizarán que nadie exceda sus funciones y que, quienes lo hagan, paguen por ello.
5- ¿Cómo debería ser la nueva ley electoral que Cuba necesita?
Este es un campo que yo no domino plenamente. He escuchado y leído a quienes sí lo dominan, pero la pregunta me parece demasiado concreta y escapa a mis competencias. Aquí hay un claro ejemplo de un caso en el que vale más buscar a quienes saben sobre este asunto. Yo sí sé que para esa nueva ley electoral sería fundamental contar con los conocimientos del equipo de Cubalex, coordinado por Laritza Diversent, y los juristas Eloy Viera y Julio Antonio Fernández, entre otros expertos que los que he mencionado podrían recomendar. El mayor reto será construir consensos y tomar acuerdos en colectivo, pero justo de eso va la política y la democracia.
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