Lo más urgente casualmente es lo que la Iglesia consiguió en ocasiones anteriores: la liberación de los presos políticos. De lograrlo, lo más probable es que no sucederá en condiciones de justicia, ni de respeto a las leyes cubanas. En los casos más graves, como pasó antes, será otorgada a cambio del destierro.
Respuestas de Maykel González Vivero al dossier de Cuba Próxima titulado Iglesia Católica y mediación política en Cuba, coordinado por Leonardo M. Fernández Otaño
1- Tradicionalmente, se le asigna a la Iglesia Católica el papel de mediadora o facilitadora para la solución de conflictos sociales, políticos… ¿Por qué ocurre esto? ¿Puede mencionar ejemplos exitosos de estas gestiones de la Iglesia durante diferentes etapas de la historia?
La Iglesia Católica ha mediado, ha intervenido, ha participado en gran parte de los conflictos políticos cubanos. En el siglo XVIII, durante un episodio tan traumático como la ocupación inglesa, el obispo Morell de Santa Cruz se convirtió en el rostro de la resistencia criolla y terminó deportado de la isla. Durante la última guerra de independencia, la iglesia tomó partido a favor de España y le otorgó rango de cruzada al enfrentamiento. En todos los casos, la jerarquía católica cubana, e incluso la vaticana, usó la legitimidad que le daba su condición de grupo religioso mayoritario del país. La dimensión de esa influencia se sostiene actualmente en esos antecedentes históricos y en la estructura estatal, con reconocimiento internacional, que tiene la Iglesia Católica. El papa no es un simple líder religioso, también es un jefe de Estado que, desde ese carácter, puede dialogar como un igual con cualquier gobierno.
No es extraño que el Vaticano, y en particular el Papa, fuera el mediador elegido por el gobierno cubano en 2014 para negociar con Estados Unidos la normalización de las relaciones diplomáticas. A menudo, las mediaciones católicas tienen una vocación humanitaria o se resuelven con algún beneficio para ciudadanos afectados por los conflictos políticos del país. En 2014 hubo un canje de presos. Años antes, la Iglesia contribuyó a la liberación de presos políticos a los que, lamentable e injustamente, se les impuso el exilio como condición indispensable para obtener la libertad.
Estas mediaciones no son tan perfectas, tan eficientes, tan desinteresadas como las intercesiones que los católicos esperan de la virgen María. Todas las partes demandan un beneficio, sea político o práctico. Y no se puede descartar, aunque no tengamos ninguna evidencia clara de eso, que la propia Iglesia espere alguna licencia de parte del gobierno por su buen oficio de mediadora.
Cada una de las visitas de los últimos papas a Cuba se saldó con liberaciones de presos comunes o políticos, con el reconocimiento de feriados cristianos, que incluso significan un privilegio sobre las fiestas de otras religiones también muy difundidas en el país, con algunas horas en los medios de comunicación o con la autorización para construir instalaciones de gran envergadura como el Seminario de San Carlos en las afueras de La Habana.
La colaboración entre la Iglesia Católica y el Gobierno cubano es tan sólida que rebasa el ámbito político de la Isla. Que el papa Francisco y el Patriarca de Moscú acordaran reunirse en Cuba, es una evidencia rotunda.
Superadas las tensiones de origen entre la Iglesia y el Gobierno, en las últimas décadas han trabajado en los mejores términos. Esa voluntad de cooperar para resolver conflictos provocó muchos cuestionamientos al antiguo arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, por parte de la oposición política y del exilio.
2- En los primeros años de la década de 2010, la Iglesia Católica en Cuba participó como facilitadora de algunos procesos de liberación de presos políticos, de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, y de otras cuestiones sociales. ¿Pudiera hacer un balance de sus éxitos, fracasos y errores?
En general, las negociaciones de los últimos años fueron exitosas para todas las partes. Cada una logró al menos una parte de sus demandas. Los presos políticos liberados, el denominado «deshielo», las concesiones a la libertad de culto han sido victorias para la instancia que medió, para los poderes implicados, y para los ciudadanos que consiguieron la excarcelación, un feriado o un periodo de distensión política.
Yo no hablaría de fracaso, pero sí de error. Ninguna negociación que implique tantos intereses va a ser totalmente justa con cada una de las partes. A la hora de juzgar estas mediaciones católicas debemos tener en cuenta también que no sabemos exactamente en qué circunstancias específicas, en qué condiciones, con qué requisitos, en qué lenguaje, se pactaron las conversaciones. Todas las veces se reunieron, intercambiaron, a puertas cerradas. La opinión pública solo conoció el resultado último, no el seguramente largo camino que condujo al acuerdo. Ante esa falta de información, me cuesta mucho juzgar los errores que pueda haber cometido la Iglesia. La intransigencia no sirve para negociar. Asumido esto, que es obvio, resulta imposible que el papel de la Iglesia parezca justo a todas las partes, en particular a la ciudadanía, que es la parte con mayor desventaja.
Cuando la mediación de la Iglesia consiguió la liberación de un buen número de presos políticos, que acabaron exiliados en España, cualquiera podría alegrarse por el éxito de la excarcelación y a la vez lamentar que fueran forzados a dejar el país. Alguien pudiera verlo como un error de la negociación y hasta como un fracaso de la Iglesia. Ninguno de los que estamos juzgando sabemos, en detalle, cómo se llegó a ese resultado en la mesa.
3- ¿Cuál es la posición actual de la Iglesia Católica en Cuba, como institución, acerca de la crisis nacional que padecemos? ¿Cuánto la conduce, esta posición, a un nuevo desempeño de facilitación o mediación en busca de soluciones?
Los obispos católicos han hecho numerosas observaciones sobre la crisis cubana en sus declaraciones colectivas. Algunos también han adoptado posiciones individuales en sus comunicaciones pastorales. Unos pocos sacerdotes y religiosos han aparecido en público con un discurso político enérgico, partidario, nada afín a la posición oficial de la alta jerarquía que se ha limitado a hablar de «reconciliación» entre los grupos políticos enfrentados. El tono razonable, sosegado, de la Iglesia Católica cubana, aunque siempre sea empático con los problemas que enfrenta la mayoría de los cubanos, contrasta con las posiciones de estos sacerdotes y religiosos que han elegido comportarse como actores políticos antes que como observadores o mediadores.
La Iglesia Católica cuenta a su favor con la tradición que tiene como mediadora, para contribuir a resolver la actual crisis. Sin embargo, desde afuera, desde lejos de las oficinas episcopales, no parece, por ahora, que tenga la misma influencia que en años anteriores. Si la Iglesia no ha podido evitar que la Seguridad del Estado impida salir del país a algunos párrocos con argumentos políticos, si no pudo evitar la reciente deportación del superior de los jesuitas, ¿podrá influir con la misma eficacia de antes en la liberación de los cientos de presos políticos?
4- En esta gestión, si ocurriera, ¿cómo sería la participación de una misma Iglesia que posee representantes en Cuba, por medio del episcopado, pero también en la Santa Sede y en otros lares del orbe?
Ese carácter multinacional y estatal de la Iglesia es una de sus mejores garantías para mediar. Lo fue antes y lo será en el futuro. Las relaciones del Vaticano con el Gobierno cubano no sólo parecen correctas. Más que eso, parecen muy cordiales. El Papa no ha dejado de realizar comentarios, incluso en fecha reciente, que revelan la cordialidad de sus relaciones personales con el líder cubano Raúl Castro. Todas esas circunstancias son ventajas para la mediación que podría hacer en un futuro cercano, o que tal vez ya ha estado haciendo sin que eso trascienda al público, como sucedió en los casos anteriores.
5- ¿Qué debería proponerse la Iglesia Católica en una eventual mediación o facilitación? ¿Cómo podría hacerlo?
Lo más urgente casualmente es lo que la Iglesia consiguió en ocasiones anteriores: la liberación de los presos políticos. De lograrlo, lo más probable es que no sucederá en condiciones de justicia, ni de respeto a las leyes cubanas. En los casos más graves, como pasó antes, será otorgada a cambio del destierro. Ese precio, doloroso, trágico, no depende de la capacidad negociadora. El único factor de que dispone la Iglesia cubana para negociar es el que repiten siempre los obispos en sus comunicaciones conjuntas: la posibilidad de sanar como sociedad, la aspiración de conciliar. El Vaticano, en cambio, podría negociar como Estado y ofrecer en pago otras mediaciones internacionales que contribuyan, siquiera un poco, a aliviar el aislamiento internacional cada vez mayor en que vive el Gobierno cubano después de las manifestaciones del 11 de julio de 2021.
La Iglesia Católica, ni siquiera en su rango de Estado, está en disposición ni en condiciones de ofrecer al Gobierno alguna opción económica, siquiera paliativa, que contribuya a aliviar la crisis económica del país. Siendo un Estado tan particular, no tiene bajo la manga opciones de negocios. El ámbito de su interés son los Derechos Humanos. En esa dirección, que es la tradicional, los presos políticos serían la meta fundamental de esa hipotética mediación.
En otro sentido, si lograra que las autoridades respetaran la libertad de expresión de párrocos y religiosos, si lograra que se admitiera la labor de congregaciones y parroquias en la asistencia a actores ciudadanos que ven violados sus derechos políticos, la Iglesia estaría abriendo un camino pequeño, pero contundente, a una sociedad civil sin muchos horizontes de participación.
SOBRE LOS AUTORES
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Lo que ha demostrado la jerarquía católica es su incapacidad para ser mediadora y producir un ganar-ganar a cada parte. En cada ocasión ha hecho lo que la dictadura militar cubana le ha impuesto, lo que demuestra que no ha sido mediadora sino “soldado” de la dictadura.
No creo viable ningún proceso de mediación de la jerarquía de la iglesia católica en Cuba. Aquellas mediaciones trajeron estas tormentas agravadas.