La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


Cuba: soledad sin descanso

Es inútil eludir la claridad de la tragedia cubana, no solo es urgente curar a los enfermos y alimentar al pueblo, es necesario que los que ostentan el poder acaben de oír y de ver que Cuba muere. Apártense ya. Los próximos gobernantes tendrán que aprender a mandar y querer, para que Cuba sea, por fin, esa nación que nos falta

24 Ene 2024
0 comments
Imagen © Elizabeth Valdés

Vivir en crisis es vivir en inquietud

María Zambrano La vida en crisis

Hace unos días tuve la oportunidad de participar en una actividad en homenaje a Dulce María Loynaz, la poetisa cubana que fue apartada y olvidada durante muchos años hasta que -ya muy anciana -comenzaron a concederle cierta reverencia, sobre todo después de que recibiera el Premio Miguel de Cervantes en 1992. El público estuvo formado, eminentemente, por personas mayores de sesenta años.

Antes del comienzo del mencionado evento, una señora se me acercó para informarme de la necesidad que escuchara, al final del encuentro, a una adulta mayor la cual deseaba conversar conmigo. Cuando finalizamos me la presentaron, ahí me explicó con mucha vehemencia, como a ella se le acercó un hombre en una cola para comprar pan por la avenida de Carlos III, sucedió poco después de sentirse con fatiga. Por ese motivo tuvo que ser auxiliada por varias personas. El señor se ofreció muy amablemente para llevarla en un carro a su hogar. Ella aceptó la invitación y él le comentó que él era el hijo de una señora que ella había ayudado en San Juan de los Yeras, pueblo perteneciente al municipio Ranchuelo, en la provincia de Villa Clara. Quedó sorprendida, pero le creyó. En el transcurso del viaje hasta su casa, se ofreció para resolverle leche en polvo, condensada, hígado y mollejas de pollo.  

Cuando llegaron a la vivienda entraron los dos, la señora dejó su cartera en la sala para ver a su hija que se encontraba en la cocina.  Al regresar, él se despidió, pero antes le pidió dinero, pues le explicó que tenía una hija muy enferma. La señora tomó 1000 CUP y se los regaló al desconocido.  Cuando éste último se había alejado, ella registró su bolso y se dio cuenta que le había robado veinte dólares.

Al comprobar el saqueo del que fue objeto, de manera inmediata se presentó en una estación de policía con el objetivo de denunciar al estafador. El policía que la atendió le reclamó por no haberle metido al delincuente un bastonazo en la cabeza. Le pidió que esperara al instructor, el cual se apareció unas horas después. Cuando se enteró de lo sucedido le dijo que se fuera, que si veía al hombre de nuevo llamara al 106 y que ellos enviarían una patrulla. Así de fácil resolvió el caso.

La anciana se sintió absolutamente decepcionada y, sobre todo, muy maltratada. Por ese motivo, acudió a otra estación policiaca. Aspiraba a que alguien la escuchara.  El militar que la atendió en este segundo establecimiento, con muy mal carácter, cortó la explicación del por qué se encontraba en ese lugar. Termine ya – dijo el representante de “la tranquilidad ciudadana” – tengo otro caso peor que el de Usted. Noté que la señora estaba muy nerviosa, teme que el estafador vuelva a aparecer y le haga daño a su nieto que vive con ella también.

Me impactó esa historia, no por lo que hizo el bandido precisamente -yo misma sufrí una vez un intento de robo de mi cartera no con violencia física, sino cuando un joven que también se hizo pasar por amigo de mi hijo, intentó que le entregara el bolso para depositarme allí un paquete de leche en polvo.  Es un truco viejo, una manera de operar ante personas que ellos creen que pueden caer en esa trampa, pues consideran que por el hecho de ser viejas nos convertimos en tontas- sino porque no existió por parte de los policías una pizca de consideración y respeto a un ser humano que necesitaba palabras de aliento, resguardo, protección. Esto es un ejemplo de la soledad sin descanso que se vive en medio de una sociedad en crisis. Vivimos de manera constante una inquietud excesiva, muchas veces más allá de lo soportable. Lo que ha sentido esa mujer es el abandono institucional sin asidero.

La semana pasada, mientras me dirigía a casa de unas amistades, paré un carro para acercarme al lugar. El chofer sostenía una conversación con una persona que también lo había alquilado. Por llevarlo de la parada de Coppelia hasta un poco más allá de la calle 26 en el Vedado, le pidió 100 CUP.  El hombre le comunicó que era médico y que no se podía sostener la terrible carestía de la vida cubana en estos momentos y la superinflación.  De 100 pesos cubanos el dueño del carro, haciendo aparentemente un acto de caridad, le rebajó a 50 CUP la carrera.

Se bajó el Doctor del automóvil y el chofer continuó la conversación conmigo, explicándome que él había reducido el precio porque había que tener consideración con los médicos y los militares. Ahí se inició una discusión por mi parte, pues el conductor mantuvo siempre una imperturbable conducta que yo desearía tener. Alegué que los militares en Cuba tenían privilegios que el resto de los profesionales no poseían y argumenté con ejemplos que todos conocemos. El hombre, por su parte, defendía con ahínco el “hermoso papel” que desempeña la casta soldadesca. No pude más con su palabrería hueca y terminé mencionando la gran pobreza existente en nuestro país. Eso es mentira, son noticias falsas, afirmó con mucha convicción. No podía creer lo que dijo con tremenda serenidad. Sentí que la tensión me subía y me despedí porque, por suerte, había llegado a mi destino. Era evidente que es o fue militar sumido en una escafandra que impide que se entere de algo de lo que ocurre en su propio suelo.

Los líderes cubanos condecorados recientemente por sus sistemáticas acciones en defensa de los derechos humanos, no se pronuncian ante el desamparo absoluto de una cubana que propone en redes la venta de uno de sus riñones para darle de comer a sus hijos y comprarles una vivienda digna, ni por esos cientos de cubanos encarcelados por intentar ejercer la libertad de expresión. No son bandidos, son pobres. Tampoco se pronuncian por el intento de silenciar a una gran intelectual que lo único que hace es pensar y hablar sin hipocresía: Alina Bárbara. Causa asombro los métodos de intimidación a las personas que visitan a la conocida historiadora matancera, para que no acudieran al penoso juicio que orquestaron en contra de esta digna ciudadana. Les impidieron salir de sus casas ese día mediante un despliegue policiaco. Condenan la tragedia de los niños palestinos que son asesinados –lo que es muy justo, pero no se pronuncian contra la matanza de Hamas a los israelíes, lo que es muy injusto- mientras un grupo de infantes de aquí padecen graves enfermedades y no son asistidos por falta de medicamentos y condiciones sanitarias adecuadas.

Parece que nuestras muertes no importan, nuestra hambre no tiene valor, nuestro sufrimiento no existe: todos vivimos felices. En estos días dos ancianas tocaron a mi puerta para pedir azúcar.  El colmo es que el conductor del Programa Con Filo – ¡en tono de burla! – se refirió a los alimentos inexistentes en la bodega. Otro más que es parte de ese significativo grupo de insensibles que les falta curiosidad y afán por enriquecer sus vidas con la del prójimo.

Este panorama cubano, en extremo hostil, es de un surrealismo estremecedor.  Es el único país del mundo donde tienen que informar en un noticiero de televisión por qué no llegan las mercancías, para hacer la vergonzosa explicación lo anuncian como si fuera un gran acontecimiento.  Por el nivel de destrucción de Cuba, por la incertidumbre de los jóvenes, es que éstos se alejan definitivamente a otros espacios, semejante a lo que hicieron los cimarrones en el siglo XIX: huir.

Como afirmara Ortega y Gasset en “La España invertebrada”: La nación no nace, sino que se hace. Es inútil eludir la claridad de la tragedia cubana, no solo es urgente curar a los enfermos y alimentar al pueblo, es necesario que los que ostentan el poder acaben de oír y de ver que Cuba muere. Apártense ya. Los próximos gobernantes tendrán que aprender a mandar y querer, para que Cuba sea, por fin, esa nación que nos falta.

SOBRE LOS AUTORES

( 14 Artículos publicados )

Doctora en Ciencias Filosóficas e investigadora del Observatorio Cuido 60.

Reciba nuestra newsletter

Haz un comentario