La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí

La Patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos. José Martí


El mayor desafío es conseguir políticos capaces, responsables, audaces y honestos

La justicia es un principio y una finalidad, de carácter ético, político y jurídico, únicamente posible allí donde las dinámicas individuales y sociales optan por el desarrollo de todos los Derechos Humanos, de todos los ciudadanos, todo el tiempo. Es decir, hay sociedad justa sólo cuando está asegurado el desarrollo en libertad y ésta se ejerce con responsabilidad.

23 Ene 2025
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Imagen © Pranav Kapoor

Respuestas de Roberto Veiga González al dossier de Cuba Próxima, titulado El rechazo a los defectos del sistema democrático no está generando su mejor funcionamiento sino su destrucción, sobre experiencias actuales en el mundo en torno a una buena gobernanza basada en la transparencia, responsabilidad, rendición de cuentas, participación y capacidad política, técnica y ejecutiva.

Existe una tensión entre diferentes formas de entender la democracia. Por un lado, muchos definen a la democracia como un marco procedimental donde unos mínimos establecen las reglas del juego mediante las cuales una sociedad toma decisiones. Por otro, muchos le agregan a esta idea otros elementos como el bienestar económico, la seguridad, el control de la corrupción, y calidad de servicios públicos en general. Mas allá de cual posición adoptemos en este debate sobre qué es y qué no es un régimen democrático, es palpable que la democracia es más débil cuando no cumple las expectativas ciudadanas. Es decir, la democracia necesita satisfacer expectativas para reafirmarse como régimen político.

A modo de reflexión, ¿cree usted que en este sentido le exigimos a la democracia algo que no depende de ella o cree que estas exigencias son necesarias para fortalecer a la democracia misma?

La justicia es un principio y una finalidad, de carácter ético, político y jurídico, únicamente posible allí donde las dinámicas individuales y sociales optan por el desarrollo de todos los Derechos Humanos, de todos los ciudadanos, todo el tiempo. Es decir, hay sociedad justa sólo cuando está asegurado el desarrollo en libertad y ésta se ejerce con responsabilidad.

En tal sentido, existe una relación intrínseca entre justicia y libertad. Con toda seguridad podemos tener libertad y carecer de justicia y bienestar, pero sin libertad es imposible siquiera aspirar al bienestar, a la justicia. La libertad muchas veces no es suficiente, pero sin ella cualquier sociedad se derrumba.

Es aquí donde encaja la democracia para hacer posible una relación a través de la que cada individuo y el conjunto plural de todos los individuos sean corresponsables del desarrollo de todos los Derechos Humanos, de todos los ciudadanos, todo el tiempo. Ciertamente, esto es muy difícil, porque resulta complejísimo, pero tiene que constituir una aspiración compartida y un horizonte establecido, o no habrá democracia, ni justicia y, si acaso, una soledad con apariencia de libertad.

Para esto es que existe la democracia y, por ello, resulta consustancia a la libertad y al bienestar de los individuos y las sociedades. En este punto es donde la democracia deja de ser sólo procedimental para constituir también un reto sustantivo.

De este modo, puedo asegurar que el Estado de Derecho, las garantías de los Derechos Humanos y la libertad, la democracia, la inclusión plural, la sólida representación política, la buena gobernanza y el bienestar -o van juntos, o no llegan lejos. Quizá sea provechoso formular un término que integre todo esto, al menos en sentido político.

Después hay que atender con agudeza los procesos sociales porque, como ya apunté, dicho propósito es harto difícil, para comprender cuando sus déficits resultan de circunstancias complejas o son producto de un quebrantamiento de la democracia. 

Esta no podría concebirse como una técnica a pesar de las problemáticas sociales, pues dejaría de ser democrática y los pueblos tendrían que optar por otras lógicas políticas que, si bien pueden no satisfacerles del todo, les harían sentir tenidos en cuenta, aunque ello no resulte cierto. 

La eventual deriva de la democracia no sería responsabilidad de quienes se le oponen sino de sus seguidores.  

¿También en este mismo sentido, cuáles son los retos más grandes que enfrenta la democracia en la región/país/ciudad donde reside?

Para esta respuesta consideraré algunas cuestiones de la Europa actual, donde vivo hace unos años, aunque, en tanto generalización, esboza tendencias de este bloque de países, pero seguro no identifica a ninguno de ellos. Además, Europa posee tradición, experiencia y desarrollo, por lo que los déficits que mencionaré no resultan dramáticos, si bien son realmente perniciosos.  

Los Tribunales son altamente profesionales, si bien en muchos casos demandan de una mayor organización y de mayores recursos para responder en los plazos que requiere la justicia y así evitar esas comunes dilaciones que asemejan la defensa de derechos a procesos burocráticos que, de algún modo, humillan derechos de quienes concurren en busca de justicia. Sobre algunas cuestiones, a veces, para gestionar la garantía de derechos se hace necesario poseer cuantías de dinero de las que muchos no pueden disponer con facilidad.

En la zona predomina el modelo de gobierno parlamentario, con reconocida eficacia, que además se asienta en una cultura. Este sistema, por razones fundadas, tiende a la integración de las ramas legislativa, ejecutiva y judicial del Estado, aunque conservan sus autonomías. Si bien al respecto siempre habría que estar precavido, pues la naturaleza humana de los políticos suele arrastrarlos a procurar la concentración del poder y con esto al debilitamiento de la democracia. También algunas de las leyes electorales colocan la nominación y elección de los parlamentarios de modo que puedan resultar mera expresión del líder del partido respectivo. De no gestionarse adecuadamente cuestiones de tal índole pudieran incorporarse elementos riesgosos, propios de alguna especie de «cesarismo».

En no pocos casos, los gobernantes priorizan exclusivamente aquellos asuntos que les mantienen con altos puntajes de encuestas, captan votos y responden a los intereses particulares de quienes los sostienen en el cargo, muchas veces en detrimento o abandono de los asuntos estratégicos y de futuro. Esto, junto a un decurso histórico en el que convergen un cambio de época, inclusive cultural, ha propiciado una crisis de la democracia. Para sectores de diversas sociedades, ésta se ha convertido sobre todo en una técnica de élites y burócratas a su servicio, y eso ha conducido a que perciban una escasa empatía de la política democrática con sus problemáticas. La respuesta a ello está siendo el populismo, de derecha e izquierda, en todos los casos nostálgicos de lo absoluto, la homogeneidad y la unanimidad. Aunque el populismo de izquierda padece un desgaste y el de derecha suele estar considerado por tales sectores con capacidad para resolver sus dificultades.

Asimismo, muchas veces son intensas las relaciones de los gobernantes con los grupos de intereses que responden a propósitos lucrativos y de influencia o presión, y mucho menos intensa con organizaciones como sindicatos, inclusive con asociaciones de empresarios. No sostengo esto para reprochar el trabajo de estos grupos de influencia, que me parecen necesarios, sino para indicar la posible inclinación de los gobernantes a tratar desde la lógica del «toma y daca» y en menor medida con aquellos que lo hacen desde facultades y para la reivindicación. Quizá sea conveniente una mayor institucionalización de los procesos de negociación social.  

A pesar de los esfuerzos, el crimen organizado resulta un problema complejo y multifacético que afecta a todo el continente, con redes que evolucionan, dedicadas al tráfico de drogas, la trata de personas, el blanqueo de capitales, la corrupción y el cibercrimen.

Los sistemas tributarios garantizan servicios de calidad y estables, como la educación y la sanidad, pero soportan falta de armonización, así como la elusión y evasión fiscal. Esto suele desestimular la dinamización del empleo, afecta la inversión y facilita que no pocas veces los gobiernos designen partidas financieras a favor de compromisos particulares, si bien del ámbito público. Haría falta mayor rigor para que siempre se procure el mejor equilibrio posible entre los ingresos de cada país, el salario mínimo, el salario promedio y los tributos, aunque por supuesto considerando con pragmatismo las incertidumbres y las necesarias soluciones transaccionales entre estos.

La emigración proveniente de países pobres o en crisis, debe ser suficiente porque resulta una política de justica, que debe evitar convertirse en sólo demagogia oportunista. Por ejemplo, no es sano poseer una política de «fronteras abiertas» para esta emigración y a la vez evitar una política mínimamente suficiente de «incorporación del emigrante», dejando a estos a merced de la sobrevivencia, con las consecuencias que ello genera.

Muchas veces vemos como estos retos no pueden ser resueltos, lo cual genera frustración en la ciudadanía. ¿Qué efectos cree que puede tener esta incapacidad de los lideres políticos en resolver estos problemas?

La respuesta a ello está siendo el populismo, de derecha e izquierda, en todos los casos nostálgicos de lo absoluto, la homogeneidad y la unanimidad. En los próximos años se definirá el futuro del Orbe: o se fortalece la democracia, o prevalecerá el autoritarismo, inclusive en su versión despótica.

Para esto, será necesaria una concertación sólida de los demócratas de los más diversos signos políticos del mundo, así como el replanteamiento de estrategias, agendas y estructuras, etcétera; pero sobre todo será necesario apostar por la calidad de los políticos, de la praxis. La carencia mayor seguramente está en los actores, no en las reglas. Las reglas las reducen o ensanchan los propios actores -sobre todo con algún tipo de poder.

Es decir, el mayor desafío quizá está en conseguir sujetos políticos capaces, responsables, audaces y honestos.

¿Por qué aun cuando nuestros lideres democráticamente electos no ofrecen buena gobernanza debemos seguir apostando por la democracia?

No debemos confundir las reglas con los actores, o sea, no hay que identificar la democracia con los malos actores políticos, si bien de ellos depende en enorme medida la calidad democracia. Por eso debemos concentrarnos en asegurar la cualidad de los políticos, y con ellos, por supuesto, desarrollar continuamente la calidad democrática.

Históricamente algunos interpelan sobre quiénes serían los mejores calificados para gobernar, es decir, si deben hacerlo ciertos tutores, o través de la participación democrática. Pero también la experiencia histórica no deja lugar a la duda.

Esa visión jerarquía es antigua y ha sido regla, sostenida en la idea de que el pueblo no suele tener capacidad para ello. Este tutelaje fue expuesto ya por Platón en su obra La República (del año 370 a.C), y la doctrina leninista de partido de vanguardia fue una praxis totalitaria de esta preferencia.

El tutelaje jamás será una variante de la democracia, sino un régimen diametralmente opuesto. No es democrático un Estado controlado exclusivamente por una pequeña minoría -a veces unipersonal-, sin procesos democráticos establecidos. Tampoco es cierto que el pueblo carece de capacidad para comprender y defender sus propios intereses y los intereses de la sociedad en general.

El bienestar general suele demandar decisiones colectivas por medio de la opinión, el voto, las leyes, un marco jurídico y político, la libertad, etcétera. Si bien, en sociedades grandes y modernas, a pesar de la amplia comunicación, cada cual tiende a conocer sólo una fracción de la realidad, en sus más diversos sentidos, lo cual exige una complejización de la democracia -a modo de evolución, no disminución.  

El bienestar social no es un agregado de bienestares individuales, sino algo más a la mera combinación de estos. Los sistemas de cualquier índole no constan sólo de partes, sino además de las relaciones entre esas partes. De ello derivan dos centralidades de la Política, de la gobernanza, o sea, los individuos y los valores que ligan a tales individuos.

Esto incorpora a la gobernanza una esencia propia que muchos denominan Arte de gobernar; el cual radica en la capacidad para conocer los fines, objetivos y propósitos del bienestar social, y además conocer los medios apropiados para conseguirlo. A veces las interrogantes que desafían están relacionadas sobre todo acerca de los medios y no de los fines. 

Por lo general la conclusión Política de cualquier asunto debe evaluar los riesgos, las incertidumbres y las necesarias soluciones transaccionales entre valores como igualdad y libertad, altos salarios y producción no competitiva, ahorro y consumo, beneficios de corto y de largo plazo. Por cierto, a esto aportan los expertos, pero sólo pueden decidirlo los Políticos, elegidos democráticamente y en el ejercicio de dicho Arte de gobernar.

La Política, a diferencia de la filosofía, no procura la Verdad, sino el Bienestar. Entonces deben ejercer la gobernanza política aquellos capaces de gestionar una tensión -intensa y perenne- entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad.

En fin, una democracia imperfecta sería desgracia, pero cualquier autoritarismo sería una renuncia.

Los cubanos tenemos muchos deseos de democratizar el país. Sin embargo, difícilmente la democracia que viene en Cuba podrá estar a la altura de las expectativas de muchos. La desigualdad, la corrupción, la seguridad y los servicios públicos no necesariamente serán los que deseamos aun cuando vamos a poder tener influencia sobre las decisiones que tomen futuros gobiernos democráticos en Cuba. En tal sentido, ¿qué podemos aprender los cubanos de las experiencias democráticas de la región o incluso más allá de nuestra región?

Cuatro cosas quizás sean esenciales comprender:

– No debemos confundir las reglas con los actores, o sea, no hay que identificar la democracia con los malos actores políticos, si bien de ellos depende en enorme medida la calidad democracia.

– Debemos concentrarnos en asegurar la cualidad de los políticos, y con ellos, por supuesto, desarrollar continuamente la calidad democrática.

– La democracia implica las libertades de asociación y prensa, los derechos políticos y el acceso de todos a los cargos de autoridad, pero la edificación de un genuino Estado democrático será una labor progresiva y compleja, siempre por medio de la libertad y el civismo, sostenida por ciudadanos demócratas.

– Una ciudadanía será democrática sobre todo por la manera libre y respetuosa con que promueva su cosmovisión ideo política y se relacione con las otras.

También debemos tener horizontes que enrumben hacia la democracia, y cito los de la Concertación Democrática D Frente:

– Libertad, Derechos Humanos, soberanía nacional y soberanía ciudadana, basadas en un proceso de Reconciliación Nacional, asentado en la necesidad de paz, justicia y transparencia, que nos facilite sanar, reconstruir, mirar adelante.

– Igualdad ante la ley y contra de todo tipo de discriminación. Establecer políticas a favor de la igualdad de oportunidades, independientemente a cualquier pertenencia o consideración relativa a género, raza, religión, grupo social, y que favorezcan un real y ascendente acceso a la educación, al empleo, la atención médica, la seguridad social y las garantías judiciales.

– Modelo de Estado democrático, incluyente y pluralista, descentralizado y con independencia entre las ramas del poder, autonomía de los gobiernos locales y una administración pública racional y eficaz, bajo el imperio de la transparencia y la Ley.

– Modelo económico democrático, asentado en el valor y la virtud del trabajo, el esfuerzo, la creatividad y los beneficios obtenidos al amparo de la ley, y como necesidad vital y legítimo derecho de todos al progreso y a una vida mejor y más plena.

– Proyección social a favor de una política medioambiental basada en diagnósticos y sugerencias de la ciencia, sobre los principios del derecho ambiental, orientada hacia la prevención y solución; del acceso universal e integral a una educación democrática con altos estándares científicos, técnicos, humanistas y éticos; de la atención de salud universal e integral, incluida la prevención; de la lucha contra todo tipo de violencia, en particular contra la violencia de género; de un sistema sostenible de pensiones y de seguridad social; de los grupos sociales vulnerables e históricamente marginados; del desarrollo integral de la infancia y la adolescencia; de la atención a las personas con discapacidad y cuidado de las personas mayores; de la protección a personas y grupos sociales en situación de vulnerabilidad, no aptas para trabajar, que carezcan de familiares en condiciones y voluntad de prestarle ayuda; y del desarrollo de una defensa civil que responda a catástrofes naturales, sanitarias, humanas u otras.

– Institutos militares y fuerzas policiales –con carácter «civil»- de acuerdo con el respeto de las normas constitucionales y legales; comprometidos con la soberanía nacional y ciudadana y con la responsabilidad internacional por la paz los mecanismos para la lucha contra el crimen organizado en el orbe y el hemisferio, de acuerdo con el Derecho Internacional.

– Relaciones internacionales asentadas en el interés nacional y el Derecho internacional, de acuerdo con los principios y necesidades señalados en los acápites anteriores.

Y si me impusieran definir cuatro pilares -no más de cuatro- para asentar ese desarrollo hacia la democracia, señalaría los siguientes:

– Una organización judicial independiente y profesional, y unos institutos policiales, de carácter «civil», que garanticen la centralidad de los Derechos Humanos.

– Un modelo económico democrático, asentado en el valor y la virtud del trabajo, el esfuerzo, la creatividad y los beneficios obtenidos al amparo de la ley, y como necesidad vital y legítimo derecho de todos los cubanos y cubanas al progreso y a una vida mejor y más plena.

– Una educación universal con altos estándares científicos, técnicos, humanistas y éticos.

– El esfuerzo por elegir continuamente a los mejores políticos para cada cargo de autoridad.

Sobre la importancia de la economía y la educación, recordemos a José Martí, quien proclamó: «Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno».

SOBRE LOS AUTORES

( 104 Artículos publicados )

Director de Cuba Próxima. Jurista y politólogo. Miembro del Diálogo Interamericano. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible (2014-2019).

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