Tomado de Hypermedia-Magazzine.
1) ¿Cuál es el escenario económico de Cuba a día de hoy?
La situación económica cubana es riesgosa e incierta.
Ello proviene de la combinación de un modelo económico ineficaz, una impertinente dependencia económica de Venezuela y las consecuencias de la crisis en ese país, las presiones provenientes de la Casa Blanca, y la carencia de voluntad política para promover una sociedad civil empoderada. Además, el impacto del Covid-19 provocó un shock económico, capaz de postrar las escuálidas estructuras económicas. Lo cual priva al gobierno, quizá definitivamente, de las condiciones para “administrar la pobreza”; esfuerzo que le había permitido alguna estabilidad distributiva, si bien básica y gradualmente menos equitativa.
Todo esto coloca al país al borde de una crisis humanitaria.
2) ¿Cuál es su valoración sobre el proceso de reunificación monetaria? ¿Cómo impactará en los diferentes sectores sociales, incluido el exilio?
En este instante Cuba posee una especie de “trialidad monetaria” con diversas y absurdas tasas de cambio. El gobierno se propone algún modo de unificación monetaria y cambiaria.
Ciertamente, al homogenizarse la taza de cambio, podrían quedar en mayor igual proporcional todos los actores naturales y jurídicos. Sin embargo, aún no habríamos llegado a la unificación monetaria. El CUP no cumpliría todavía sus funciones como dinero.
A la vez, para solucionarlo sería necesario un sostén tangible sobre el cual erigirse. Tal vez, en cualquier circunstancia, este resulta la MLC. Pero ello se torna particularmente complejo, en nuestro caso, porque la carencia de esta ha sido el detonante de esa decisión de reforma económica que jamás el gobierno hubiera deseado anunciar. En tanto, el ajuste comienza sin su pilar.
El único modo de encauzar este dilema sería por medio de una amplia liberación de “las fuerzas productivas”, junto a un también amplio acceso de Cuba a créditos. Pero esto último sería difícil, o muy insuficiente, sin una agenda de negociación con las instituciones financieras internacionales. Por otro lado, sería necesario que todo ello se convierta en una Política (así, con mayúscula). De lo contrario, sería sólo un modo para que el gobierno sustituya su incompetencia y reciba finanzas, a través de una multiplicidad de ciudadanos que logren hacer trabajar a otros.
De no corregirse todo esto progresivamente, se estaría entronizando una especie de modelo de fracaso, frustración y pobreza, que afectaría a todos los sectores de la nación.
3) Hay un conglomerado militar que controla las áreas y estructuras más rentables de la economía cubana: ¿es reversible este poder o estamos ante un secuestro de la infraestructura económica nacional?
El actual sistema empresarial de las FAR cobra mayor cuerpo cuando el II Congreso del PCC (1980) no incorporó modificaciones económicas que aseguraran los recursos necesarios. Sin embargo, muchas de esas actuales entidades económicas pudieran existir “al amparo” del ejército, y ser operadas por oficiales y sobre todo por exmilitares, pero no estar auténticamente bajo su dominio.
Quizá tal desempeño fue cobijado allí a propósito de un poderío de otra índole, para actuar en condiciones ventajosas, dadas las peculiaridades negativas del modelo económico. Además, con el tiempo, aunque aporta solvencia a la institución militar, constituye una estructura vertical, insertada a la institución por medio de un vínculo con el despacho del ministro, sin implicaciones de los mandos militares.
Es muy probable que, en el futuro próximo, estas empresas sean integradas a los ramos económicos correspondientes. Muchas podrían ser las razones, ahora sólo indico tres. Tal vez consiga peso el criterio de que una gestión de esta índole, por mucho que aporte a la institución, siempre pudiera ocasionar un sensible daño político. Igual, muchos suponen que el poder no trasladaría tamaño dispositivo a una joven generación de generales que pronto asumirá los cargos al frente de ese ministerio. También porque la sobrevivencia de una parte del entramado económico “civil” será imposible sin la integración de esas áreas y estructuras ahora “militares”.
4) ¿Cómo prevé el curso de la economía cubana durante los próximos cinco años? ¿Cuál será su impacto en la política?
El gobierno reconoce las complejidades económicas y la necesidad de “liberar las fuerzas productivas. Sin embargo, se contradicen, pues se aferran a la prevalencia de la “empresa estatal” y de la “planificación centralizada”.
Por un lado, la estructura económica del Estado no posee ni poseerá el capital, la tecnología, y otras condiciones necesarias para poseer todas las empresas estatales eficientes que necesitaría el país. Por otro lado, frente a ello sugirieren una expansión de la propiedad privada, mas no queda claro si tendría las facultades propias de una empresa, o sólo algo más de lo que ha sido. Desconocemos si el Estado comprende que deberá fomentarlas y apoyarlas con créditos, garantías de préstamos, asistencia técnica, capacitación, e incentivos fiscales. No estamos al corriente de la factibilidad de traspasar empresas estatales al sector privado, lo cual permite la Carta Magna. Tampoco sabemos si podrán ser inscritas como corresponde al ingenio y a la iniciativa económica.
En todo caso, resulta lamentable que ya cualquier reforma económica, incluso la mejor concebida, no podrá atenuar los sufrimientos de la sociedad ante el inevitable “brutal ajuste económico y social” que demandará. Además, duele porque esto último pudo evitarse.
Pero tal vez precisamente esto podría propiciar un redimensionamiento de lo político. Pues será difícil establecer una carencia mayor, de manera general, y conservar la estabilidad; no será posible el desarrollo necesario, ni siquiera el mínimo, sin el despliegue de la subjetividad ciudadana; y tal ensanchamiento de la libertad será lo más integral posible o no será.
5) A su juicio, ¿qué medidas o rumbo tendría que adoptar el gobierno cubano si pretendiese dinamizar la economía nacional?
Los análisis y las decisiones sobre el desarrollo económico y el bienestar, no conducirán a ninguna parte si dejan de integrar, a modo de una única cuestión, los temas del trabajo, los asuntos políticos, la democracia, la libertad. Además, ello sería insuficiente sin el activismo ciudadano. Pero esto podría ser azaroso, porque para eso el poder deberá enfrentar definitivamente sus fobias con la libertad. Asimismo, no tendrá que vencerla sólo en cuanto a la libertad de los otros, sino incluso en torno a la suya propia. A la vez, tendría que prefigurarse un ejercicio ciudadano capaz de convertir la libertad individual y social en el alma del Estado de derecho que deseamos. En el actual instante, el desafío es inmenso.
Roberto Veiga González.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Matanzas y maestría en Desarrollo Social por la Universidad Católica de Murcia. Editor de la revista católica Espacio Laical (2005-2014) y director del Laboratorio de Ideas Cuba Posible(2014-2019). Miembro del Diálogo Interamericano.
SOBRE LOS AUTORES
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